El dictador
Primo de Rivera contó en Asturias con la inesperada colaboración del SOMA, que
esperaba así obtener concesiones para paliar los efectos negativos de las
constantes oscilaciones experimentadas por la industria hullera. Foto Archivo. |
Manuel Llaneza Zapico. Foto Archivo. |
Al igual que en otros lugares, puede decirse que la contestación sindical al golpe de Estado de Primo de Rivera fue prácticamente nula o muy escasa en Asturias. Concretamente los socialistas, especialmente el SOMA, procuraron no hostilizar al nuevo régimen con el fin de mantener intactas sus organizaciones y así, en frase de Andrés Saborit, «defender los intereses y la salud de la clase trabajadora». Esta pasividad se transformaba, de algún modo, en colaboración cuando, pocos días después del golpe, autorizado por el SOMA (pero no por la UGT o el PSOE), Llaneza se entrevistaba con Primo de Rivera, actitud que no dejó de despertar alguna oposición minoritaria en el socialismo asturiano. Como fruto aparente de esta conversación, "el Gobierno retiraba momentáneamente un proyecto de aumentar la jornada laboral en las minas".