Avilés, puerto
local, imagen, de 1912- ARCHIVO FOTO FRAN. El Comercio. |
Alfonso VII el
Emperador, que ratificó el Fuero de Avilés. La Nueva España. |
Los primeros avilesinos vivían anegados por una mano de ríos que morían en una lengua de mar que alcanzaba la actual parroquia de Trasona y que se desarrollaba a la sombra del castillo de Gauzón, legendaria fortaleza desde la que los reyes asturianos gobernaban un estuario salvaje, un territorio inhóspito que, con el correr de los siglos, acogería en sus orillas las principales industrias del país: acero, vidrio, cinc, aluminio, abonos... El certificado de nacimiento de la villa de Avilés lo extendió el rey Alfonso VI de León en el año 1085. Su nieto, el séptimo Alfonso, ratificó el aforamiento. Y comenzó la historia y la prosperidad de la primera villa del Cantábrico, tal y como expone el catedrático Ignacio Ruiz de la Peña, coeditor de las actas del congreso «Los fueros de Avilés y su época», un encuentro cultural promovido en su día por el Ayuntamiento de Avilés y el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) con motivo de la recuperación de la segunda copia del documento que transformó una aldea de pescadores en un centro de negocios de primera envergadura. En plena Edad Media.