Ilustración de Alfonso Zapico |
El papel clave de los
industriales foráneos en las Cuencas frente al de las grandes familias de la
zona, que prefirieron no invertir en minas y hornos
Ilustración de Alfonso Zapico |
En 1905
se constituyó la Compañía de las Hulleras de Ujo-Mieres, una sociedad que venía
a unirse a las que ya estaban explotando el carbón de la zona. En su primer
consejo de administración se hablaba francés, ya que lo componían Felix
Chalchat, Henri de Loune y Solliers, Xavier Lauras y Coste, Henri Marrete y
Piriatelli, Jules Clavier, y Antoine Peraldi. Este es un buen ejemplo de lo que
ocurrió con la industrialización de la Montaña Central, donde los apellidos
extranjeros y de otras regiones vinieron a aprovechar una riqueza que las
fortunas lugareñas no quisieron o no supieron ver.
Está
escrito que cuando los ingenieros ingleses, pioneros de la Fábrica de Mieres,
colocaron las primeras estacas para delimitar sus mediciones por los montes del
concejo, los vecinos de las aldeas próximas las arrancaban porque desconfiaban
de un futuro que empezaba a amenazar unas formas de vida tradicionales
inmutables desde hacía siglos, y cuando más tarde vendieron sus concesiones a
los franceses, la población siguió mirándolos con recelo ya que tanto los unos
como los otros no iban a la iglesia y por lo tanto a los ojos del pueblo no
dejaban de ser "judíos".
De
Francia llegó, pues, Numa Guilhou para fundir en una misma sociedad la
Compagnie Minière et Métallurgique des Asturies, con sede en París, con la
Fábrica de La Bárzana, en Lena y otras minas de Langreo. La primera la había
fundado en 1846 el también francés Félix Jacquet bajo la supervisión del
ingeniero de minas y geólogo Adrien Paillette, y las explotaciones langreanas
eran propiedad del duque de Riansares, ínclito manchego casado con la reina
madre María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, que adquirió los derechos sobre la
carretera carbonera, junto a minas de carbón en Siero y también la Asturian
Mining Company (otra de las empresas que habían precedido a Fábrica de Mieres) Otro
francés, Julio Bertrand y Renard, fundó en 1885 "Hulleras de J. Bertrand y
Cía" para explotar seis minas en Mieres, mientras otros hermanos de la
misma familia ocuparon cargos directivos en otras empresas, entre ellos Eugenio
Bertrand en Hulleras de Turón, participando además en el negocio ferroviario.
También tenía capital francés la empresa Carboneras de Pola de Lena. E incluso
La Unión Hullera y Metalúrgica de Asturias, con sede en Madrid, fundada en 1883
por Luis Adaro y Magro, que siempre se pone como una excepción con capital
español, explotaba entre otros grupos el de La Justa, donde había socios
franceses.Numa Guilhou, visto por el lápiz de Alfonso Zapico |
Ilustración
de Alfonso Zapico
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La
Revista Minera se hacía eco en 1893 de que frente a estos quedaban muy atrás
los capitales asturianos dedicados a la minería en los grupos de Santa Ana,
Figaredo, valle de San Juan, Carbayín y otros centros de menor importancia. Porque
mientras tanto, las familias ricas y que durante siglos habían dominado en esta
tierra vidas y haciendas, no se movieron porque estaban convencidos de que las
nuevas industrias se iban a acabar esfumando tan deprisa como el humo con el
que estaban ensuciando su aire, de modo que prefirieron seguir cobrando las
rentas de la tierra a arriesgar el dinero en las minas y los hornos. Los
Bernardo de Miranda; Vázquez de Prada; Cachero de Riosa; Arias-Argüello;
García-Argüelles; García de Tuñón; García de Vega; Castañón; Solís; o las
diversas ramas alejadas del tronco central de los Bernaldo de Quirós, por citar
algunos de los apellidos que habitaban las casonas blasonadas de las cuencas
mineras, se quedaron mirando al sol mientras llegaban otros personajes que no
tardaron en aventajarlos en fortuna y prestigio.
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Estanislao
de Urquijo, marqués de Urquijo, presidente de la Asociación Patronal de Mineros
Asturianos, y Victoriano García San Miguel, marqués de Teverga, miembro del
consejo de administración de la Sociedad Minera del Caudal y del Aller eran
herederos de la nueva nobleza creada por Amadeo de Saboya, y a ellos se les
sumaron los que se promovieron tras la restauración borbónica aún más tarde: en
1897 el título de Conde de Laviana 1897 y en 1911 el de Mieres del Camino.
También Benigno Chávarri, hermano de Víctor, fue marqués de Chávarri en 1914 y
ya en 1924, el marquesado de La Felguera ennobleció a los Fernández Duro. En este
panorama encontramos una excepción en la cuenca del Caudal con Vicente
Fernández Blanco, unido al linaje de los Martínez de Vega de San Justo, en
Turón, quien no tuvo inconveniente en mancharse las botas de carbón, abriendo
el camino a sus descendientes que supieron emparentar en la segunda mitad del
siglo XIX con otras familias que ya tenían un pie en el progreso del XX.
El
primero fue Inocencio Fernández Martínez de Vega, quien se casó con Dominica
Herrero y tuvo siete hijos. Vicente, su primogénito lo hizo a su vez con
Ángeles Sela; Guadalupe en su segundo matrimonio con Bernardo Aza, y Amparo con
José Sela y Sela, todos ellos con intereses en las explotaciones de la zona y
ligados a su vez a los Sampil. Inocencio
Fernández ya había explotado el Coto La Paz, que a finales de la década de 1870
ya producía 12.000 toneladas de carbón anuales, y promovió la creación de Minas
de Riosa y otras empresas como la Panadería Modelo de Mieres o el Ferrocarril
Vasco-Asturiano. Vicente, a falta de título nobiliario que lo distinguiese,
cambió su primer apellido por el de Figaredo y siguió con la minería, pero
diversificando a la vez sus negocios, con el éxito que ustedes pueden ver
actualmente en quienes llevan su sangre.
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Mientras
tanto, en el valle del Nalón, Fernando María Muñoz y Borbón, duque de Tarancón
y cuarto hijo del duque de Riánsares -a quien ya hemos señalado como esposo
morganático de la reina regente María Cristina-, se unió a la familia más
poderosa de la Montaña Central al contraer matrimonio con Eladia Bernaldo de
Quirós, fijando su residencia en Somió, en Gijón. A la vez,
su hermana Cristina María Muñoz y Borbón, marquesa de La Isabela, también se
casó con José María Bernaldo de Quirós y González-Cienfuegos, noveno marqués de
Camposagrado, una casa que también tenía acciones en Duro y Cía. desde 1859. La
pareja prefirió seguir viviendo en el palacio de Villa, que pasó de esta forma
a ser la residencia casona de más alcurnia del sur de Asturias.
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Otra
familia fundamental en la industrialización del Nalón fueron los Felgueroso,
quienes constituyeron en 1899 en Langreo Felgueroso Hermanos, que luego pasó a
ser Sociedad Anónima Felgueroso y por fin se integró en Duro Felguera. En 1920 Víctor
Felgueroso figuraba en los consejos de Administración de nueve empresas y era
presidente de Minas de San Vicente, una explotación que muy pronto iba a
convertirse en emblemática al pasar a ser gestionada por los obreros
socialistas. Con los Felgueroso enlazaron los Fernández Nespral, dueños de
minas en San Martín del Rey Aurelio y unidos a su vez con los Bernaldo de
Quirós.
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Por su
parte, dos nietas de Numa Guilhou, hijas de su heredero Ernesto, que murió
pronto, también se vincularon con otros apellidos poderosos: Jacqueline se casó
en 1892 con Pedro Pidal, hijo de Alejandro Pidal y Mon, máximo exponente del
caciquismo asturiano, y recibió del rey como regalo de bodas el marquesado de
Villaviciosa, incorporándose rápidamente a la Junta General de Accionistas de
Fábrica de Mieres, pero a su vez aportó a la nueva familia sus acciones en el
ferrocarril de Langreo y en la empresa Duro y Cía, que su familia había ayudado
a fundar.
Marta
Guilhou, hermana de Jacqueline, se unió en segundas nupcias con el ingeniero
malagueño Manuel Loring, nieto del marqués de Casa Loring, quien se puso al
frente de la Fábrica de Mieres, aportando a la siderurgia su fortuna personal
desde la banca, el ferrocarril, las bodegas y otros negocios de diferente
índole. El rey Alfonso XIII le concedió a Manuel el título de conde de Mieres
de Camino, aunque Marta Guilhou ya era condesa de Benahavis por su primer
matrimonio.
Así se
fue tejiendo la enorme y eficaz tela de araña que cubrió a la Montaña Central
durante varias generaciones.
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FUENTE:
ERNESTO BURGOS-HISTORIADOR
Ernesto Burgos Fernández nació en Mieres (Asturias) el 7 de julio de 1957.
Licenciado en Geografía e Historia
por la Universidad de Oviedo (1979). Diploma de Estudios Avanzados en
Arqueología Histórica («La romanización en las cuencas mineras del sur de
Asturias» 2006).Profesor de Educación Secundaria, ha trabajado en los
institutos «Juan de Herrera» (Valladolid), «Sánchez Lastra» (Mieres), «Camino
de La Miranda» (Palencia), «Valle de Aller» (Moreda) y desde 2006 en el IES
«Mata Jove» de Gijón. En el año 2016 el reconocido historiador mierense fue
distinguido con el reconocido galardón anual de
“Mierense del año”.
Alfonso
Zapico (Blimea, Asturias, 1981). Historietista e ilustrador freelance.
Profesional gráfico desde el año 2006. Trabaja en proyectos educativos del
Principado de Asturias (Aula Didáctica de
los Oficios) e impartido talleres de ilustración en centros educativos de
Asturias y Poitou-Charente (Francia). Realiza ilustraciones, diseños y campañas
para diversas agencias de publicidad, editoriales e instituciones. Es
ilustrador de prensa en diarios regionales asturianos (La Nueva España, Cuenca del Nalón, Les Noticies…).
Se estrena en 2006 con un álbum de corte
histórico para el mercado franco-belga, La guerra del profesor Bertenev (Dolmen, 2009). Su primer trabajo
publicado directamente en España es Café Budapest (Astiberri, 2008), donde se mete de lleno en una ficción
determinada por los orígenes del todavía no resuelto conflicto
palestino-israelí. Acto seguido apuesta por recrear en cómic la vida de James
Joyce, Dublinés (Astiberri, 2011),
que gana el Premio Nacional del Cómic 2012 y a raíz del cual surge el cuaderno
de viaje La ruta Joyce (Astiberri, 2011).
Vive en la localidad francesa de
Angouléme, donde, tras realizar El otro mar (Astiberri,
2013) a caballo de su Asturias natal, a la que vuelve con regularidad, se
encuentra preparando su nueva y ambiciosa obra, “La balada del norte”, que
constará finalmente de tres tomos.
Esta magnífica obra es un autentico
tesoro de la novela gráfica española y refleja la negrura de los valles mineros
de Asturias de los que surgen personajes luminosos, y bajo el ruido atronador
de las minas de carbón se escucha el susurro de una canción antigua. Los viejos
y nuevos tiempos chocan brutalmente poniendo a prueba al protagonista, pronto a
la Humanidad entera. Éste es el sonido de "La balada del norte".
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Hola, cita en este post a Julio Bertrand Renard como francés. Pues bien, era español, nacido en Trubia, e hijo, eso sí, del belga Charles J. Bertrand Demanet, que llegó a España en 1846 para ocuparse del taller de molderías de la Fábrica de Trubia. Saludos, Blanca Bertrand Mira.
ResponderEliminarEstimado lector, espero te sirva esta información sobre la familia Bernaldo de Quirós.
Eliminarhttps://gw.geneanet.org/lmvillena?lang=es&n=jesus+maria+bernaldo+de+quiros+y+munoz&oc=0&p=x