2 de marzo de 2017

Se ha roto el "círculo perfecto"

Hay que ser un paisano: un futuro para la Asturias rural
Aldeanos de Asturias de J.Cuevas
La "extirpación" de los valores rurales y su sustitución por la cultura urbana es el origen del grave despoblamiento que sufre el mundo campesino asturiano, según analiza el antropólogo Adolfo García
La fila  de Manuel Medina Díaz. Museo de Bellas Artes de Asturias
Llamémosla "la paradoja de la nevera". Adolfo García Martínez, antropólogo, uno de los más profundos conocedores de los mecanismos que construyeron y ahora destruyen la Asturias rural, confiesa que su trabajo consiste en observar, preguntar, "fisgar" y anotar. Por eso, recientemente, en la cocina de una casa, en una aldea de Salas, abrió la nevera para ver qué productos había allí y comprobó que ninguno procedía del pueblo. Ni el queso, ni la mantequilla, ni la fruta, ni siquiera el agua. Posteriormente, en su libro "Alabanza de aldea" escribió: "No deja de ser impactante el hecho de que mientras la ciudad está robando a los pueblos sus marcas de calidad (“casero”, “artesano”, “tradicional”, “natural”, “de leña”, “de aldea”, “de corral”, “de caleya”) el pueblo está consumiendo marcas industriales anunciadas en los medios de comunicación.

Mercado de Quirós de Mariano Moré
Ésta es una muestra de la imitación de la imagen invertida (del medio urbano)". La dueña de aquella nevera, que hablaba el asturiano de la zona, comenzó a responder al antropólogo en castellano. Adolfo García no pudo evitar comentarle: "Os están robando todas las marcas de calidad. Hasta la lengua os están robando".
"Alabanza de aldea" (Editorial KRK) es el pequeño libro donde aparece esta "paradoja de la nevera". Son 157 páginas, incluida la bibliografía, pero su paginación y manejable tamaño no hacen justicia a las dimensiones del contenido de este volumen grande por contener casi todas las claves de uno de los más graves problemas que sufre Asturias: el acelerado proceso de despoblamiento que padece nada menos que el 80 por ciento de su territorio, la zona rural de la región, que desde hace décadas vive condenada a convertirse en desierto verde. Adolfo García, autor de referencia en los estudios antropológicos asturianos desde su trabajo sobre los vaqueiros de alzada, ha destilado en estas páginas todo su saber, acumulado a fuerza de lecturas y, sobre todo, mucho trabajo de campo, mucha caleya. "Alabanza de aldea" puede (debe) leerse con una doble intención: primera, saber cómo hemos llegado a este deterioro del mundo rural, y, segunda, preguntarse si tiene sentido recuperar la aldea y, en ese caso, cómo hacerlo.
Adolfo García parte de una tesis. "No se puede comprender el proceso que están viviendo los pueblos si no se entiende que es, sobre todo, una crisis de valores y de sentido", escribe. Las mentalidades, dice, son "cárceles de larga duración".
Ilustración gallega y asturiana - J.Cueva
Y en el campo asturiano (en todo el medio rural español) se ha producido una "extirpación del sistema metabólico" para ser reemplazado por la mentalidad urbana. Y al hilo de esta reflexión cita unas palabras de Julio Caro Baroja, de 1975, que hoy suenan como una amarga profecía:

"La idea de que las personas que viven en el pueblo, o en el caserío, de la agricultura están en grado de inferioridad material y espiritual con respecto al empleado o al obrero de la ciudad es un idea que va generalizándose de un modo alarmante y que puede llegar a tener las peores consecuencias prácticas, pues conduce a la ruina de una región, de una provincia o de un país".

Ahí está, subraya Adolfo, el origen del mal del campo asturiano. "Ha cambiado totalmente el proceso de socialización, de enculturación como yo digo. La sociedad campesina delegó, las familias delegaron en las instituciones externas la formación de sus hijos para que aprendiesen una profesión no de agricultor, para la que ellos no se sentían absolutamente capacitados.
La iglesia el atrio y el árbol de juntas de J. Cuevas
Ellos querían que sus hijos rompiesen con esa tradición. Porque les habían estado lavando la mente diciéndoles que su vida era una vida de segunda, que vivir en el pueblo era una cosa irracional, que la meca de todas las aspiraciones estaba en la ciudad". En "Alabanza de aldea" escribe: "La sociedad urbana llega a los pueblos con mensajes perfectamente programados con un fin bien definido: sacar población de los pueblos para el desarrollismo industrial, y crear en ellos un mercado de productos industriales". Y añade: "Transmitir que cualquier hombre de la ciudad vive mejor que el hombre del campo puede acabar con un país. Y eso acabó con muchos países pero, sobre todo, con nuestro país". Esta tesis también aparece reflejada en uno de los libros del año, "La España vacía", de Sergio del Molino.
Y ahora, tras esa extirpación a la que alude Adolfo, ¿qué ve el antropólogo en el medio rural asturiano? "Desde lejos ves pueblos llenos de vida, pero cuando entras dentro te vas dando cuenta de que aquello está muerto".
Ilustración gallega y asturiana -- J.Cueva
Por fuera, algunos pueblos han mejorado su aspecto: mejores carreteras de acceso, casas pintadas y "carteles bonitos", pero en los contenedores de basura sólo hay restos de los productos que llegan de la ciudad, lo mismo que en las neveras; las escuelas están cerradas, los bares también. Ahora el silencio es el vecino principal. "Y la televisión, que en muchas cocinas está todo el día encendida". Se ha roto el "círculo perfecto" sustentado en las familias troncales que mantenían en funcionamiento aquella sociedad cuyo átomo era la casa, donde uno nacía, crecía, se reproducía y moría, dando paso a un nuevo ciclo familiar. "Las casas han quedado desconectadas de los ritos de paso. La televisión y los medios de comunicación las enmudecen y las llenan de la sociedad otra (la urbana)".
El paisaje también se ha transformado. El campesino, "que no está en lucha con la naturaleza, sino que se siente dentro de ella", organiza un espacio multiusos a través de generaciones, escribiendo el "libro del territorio".
Elaboración del lino en Asturias. Dibujo de José Cuevas-siglo XIX
"El paisano, con las tres herramientas que dispuso desde el Neolítico, la azada, el arado y el fuego, fue antropizando lo bravo y convirtiéndolo en manso. Y poniéndole nombre, el nombre es muy importante para dominar algo. El nombre domina la realidad a la que se lo pones". Hoy, sin brazos que lo trabajen, el matorral avanza: "Lo bravo está ahogando a lo manso y amenaza hasta el mismo poblamiento... Es difícil distinguir las diferentes páginas de ese libro" (del territorio).
En ésas estamos. Pero ¿tiene sentido esforzarse por salvar esa sociedad rural? La respuesta, previsible, de Adolfo García es un sí rotundo. "Hoy la sociedad se va al garete porque hemos perdido una serie de pautas de conducta absolutamente necesarias que hunden sus raíces en las aldeas", argumenta. ¿Qué ganamos de esa revitalización de la aldea?
La trashumancia de J. Cuevas
El antropólogo Adolfo García cita varias cosas:

1º.- Primero 
Conservación del paisaje. Ser campesino implica conocimiento del medio, un cúmulo de saberes que se aprendían en la escuela-taller de casa. Esa biodiversidad que tanto echamos en falta se ha roto porque rompimos el orden de la cadena trófica, hemos provocado una desorganización del paisaje. La conservación es producción y, para ello, el espacio tiene que estar ocupado y cultivado por campesinos, aunque haya que ayudarlos, no custodiado por una masa de funcionarios.

2º.- Segundo,
Bienes de calidad frente a la sociedad de la prisa y de la hiperproductividad.

3º.- Tercero 
Vecindad y solidaridad. La casa era el átomo del poblamiento y la casa generaba necesidades de colaboración. El 'hoy por ti, mañana por mí'. Eso es necesario y sin eso no funciona ningún semáforo, ninguna lista de espera, ninguna comunidad de vecinos.

4º.- Cuarto 
Espacio estructural. En el ciclo vital del individuo, en cada nivel, hay un espacio para cada uno. Hoy eso se ha roto. Hoy los niños tienen un espacio estructural más amplio del que les corresponde y, por el contrario, los viejos no tienen espacio estructural. Y el parado tampoco. Y el dependiente tampoco. No tienen ni espacio ni tiempo. Por tanto no tienen identidad. ¿Qué dicen los paisanos cuando hablas con ellos? 'Andamos por ahí, matando el tiempo'.

5º.- Quinto 
La recuperación de los ritmos naturales, ver cómo aminoramos esta sociedad de la prisa..."
Bien, ¿y cómo se recuperan los pueblos, el medio rural, el paisaje? La respuesta es breve: recuperando al paisano, subraya Adolfo García. Añade que no hay que inventar nada, que ya los franceses lo vieron claro hace décadas. 

Molino J.Cuevas
En "Alabanza de aldea" cita dos elocuentes discursos de dos mandatarios galos. Ahí van. Georges Pompidou, año 1971: "Salvar la naturaleza, que será mañana la primera necesidad del hombre, es salvar la naturaleza habitada y cultivada. Una naturaleza abandonada por el paisano, aunque esté cuidada, se convierte en una naturaleza artificial e incluso fúnebre". Valéry Giscard d'Estaing, año 1977: "La agricultura es el mejor guardián de la montaña. Cualquiera que sea la actividad, debemos apoyar sobre todo la instalación de los jóvenes y sus familias, ya se trate de jóvenes nativos o de aquellos venidos de otras partes".
Y ahora Adolfo García: "Aquí, en España, en los años setenta, estábamos dándole cachetes al paisano para que dejase aquello".
Indica Adolfo García que la sociedad reclama a los agricultores productos de calidad y también que actúen como "ama de casa" de un territorio que el urbanícola utiliza como espacio de recreo. Pero eso no puede hacerse sin su concurrencia.
Madreñeros de José Ramón Zaragoza
"Hemos convertido al campesino, verdadero guardián del territorio, en mendigo de las ayudas europeas. La agricultura no es una pieza de museo o una 'criatura retrasada' que hay que proteger, ni tampoco un reservorio de valores del que nuestras inciertas sociedades deben esperar su salvación, sino que es un partenaire más en un debate colectivo que afecta al futuro de la sociedad en su conjunto", reivindica este antropólogo. Por eso, para lograr la recuperación de la aldea, hay que dignificar la figura del paisano. "Para frenar la crisis, primero hemos de dar a conocer al paisano. Cuáles son sus dificultades, sus expectativas, sus frustraciones, sus malentendidos, la imagen que él tiene de sí mismo como campesino y aquella que piensa que tienen de él los demás, la imagen que tiene de los obreros y de la gente de ciudad". Y añade: "Todo esto tiene que colaborar para que el campesino acepte su propia identidad y asuma su cultura sin renunciar a ninguno de los avances de la civilización actual. Una vez reafirmado, tendrá fuerzas y capacidad para exigir aquellas compensaciones y derechos que son justos por la producción y la conservación o gestión del territorio principalmente. Es necesario desterrar actitudes paternalistas frente al campesino, y exigir a cambio justicia".
Salida de misa de J. Cuevas
Hay que mirar qué hicieron nuestros países vecinos: "El paysan francés, el bauer austriaco o el contadino italiano, a pesar de sus problemas, se sienten orgullosos de su profesión, y hay que lograr que lo mismo ocurra con el paisano español". En este proceso Adolfo García alerta sobre los riesgos de un colonialismo urbanita sobre los campesinos y para ilustrar sobre los peligros de esta actitud, que algunos ven residenciada en la Administración, refiere el cuento oriental del mono y el pez arrastrados por una gran riada. "El mono logró asirse a una rama y, con gran esfuerzo y desafiando el peligro, logró sacar al pez del río. La sorpresa del mono fue que el pez no se lo agradeció".

En las imágenes:
Besullo, en Cangas del Narcea. 1928
Besullo, en Cangas del Narcea. En la imagen de 1928, tomada a principios de agosto, "se observan los siguientes paisajes: construcciones, cortinales de maíz ya candelado, tierras de trigo ya recogido", indica Adolfo García. "Alrededor de los cortinales hay muchos prados de secano ya segados. En el perímetro hay manchas de bosque autóctono", añade.
Besullo, en Cangas del Narcea. 2016
En la imagen actual, "el territorio ya se ha homogeneizado, todo él está dedicado a pradera para forraje y pasto", explica el antropólogo.
Llamera, en Cangas del Narcea. 1927
El pueblo de Llamera, en Cangas del Narcea. En la imagen de 2016 se observa cómo "el bosque autóctono invadió casi todos los prados de secano y los de regadío de las vallinas", indica Adolfo García en su libro "Alabanza de aldea". Y añade que los cortinales están ahora dedicados a pradería excepto alguna pequeña parcela, y el bosque también los recortó.
Llamera, en Cangas del Narcea. 2016
La fotografía actual es de Adolfo García y la otra es obra de Fritz Krüger, el etnógrafo alemán que recorrió el suroccidente asturiano en 1927, y pertenecen al Museo del Pueblo de Asturias.
Villaux, en Somiedo. 1980
Villaux, en Somiedo. Dos imágenes con 36 años de diferencia. En una se puede ver "un paisaje diversificado pues las aldeas organizaban el espacio conforme al multiuso que practicaban sus moradores, creando así un territorio formado por diversos paisajes diferenciados", indica Adolfo García.
Villaux, en Somiedo. 2016
En la segunda imagen, " el monte, lo bravo, se apoderó de todo lo manso y llegó a las casas", añade el antropólogo.



En la imagen el antropólogo Adolfo García, en LA NUEVA ESPAÑA, con su libro 'Alabanza de aldea'



FUENTE: E. LAGAR
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