Al preguntarles ¿Qué era lo más duro de la mina? Contestaban, “ir la mitad de los días sin pan, lo peor era la poca merienda”. En Puebla de
Lillo la minería tizna de blanco, no de negro. El talco leonés, tan codiciado
en los mercados internacionales por sus delicadas propiedades cosméticas,
especialmente en su variedad blanca, fue la tabla de salvación a la que se
aferró un grupo de mujeres de la zona en la época más negra del último siglo.
Fueron los estertores de la Guerra Civil, y los difíciles años posteriores. «El
asunto estaba claro: no había hombres. Todas las que fueron tenían algo,
hermanos huidos o muertos en el frente, padres y maridos en la cárcel,... Si
queríamos que las familias tuvieran algo que comer, había que ir a la mina».
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Hombres y mujeres de las minas de talco de Puebla de Lillo. Wikipedia |
Llegaron primero con la misión de
espalar las nevadas, a veces hasta tres días de pala para dejar libres los seis
kilómetros que separan el pueblo de la antigua mina. Luego más. Por 5,5 pesetas
al día, espalar, escoger, cargar en los camiones,... Si se hacía lavadero, dos
reales más. Iniciaban camino en la madrugada para trabajar ocho horas, «con
veinte minutos para comer, diez por cuenta del obrero y diez de la empresa. Nos
sobraban casi todos, porque la mayoría de las veces no tenían nada que llevarse
a la boca». Luego otros seis kilómetros de vuelta, y en el pueblo las tareas
que quedaban pendientes. «Había que atender los animales y el campo, la
familia,... Y trabajar para los ricos del pueblo, cargando carros de hierba, sacando
patatas, fregando y lavando,... Con todo, aún comían casi de milagro». La mayor parte de aquellas mujeres
inquebrantables no habían cumplido entonces los veinte años. Sobre ellas recayó
el peso de mantener familias enteras caídas en desgracia y sacudidas por la
muerte. Lo hicieron sin lamentos, sin tiempo para pensar en una vida mejor,
hasta que se les presentó un respiro. No volvieron a pisar la mina, pero hablan
de aquellos años sin rencor. «Trabajábamos, pero no perdimos nunca la alegría. Unas veces compartíamos
risas y otras lágrimas. Era lo que había».
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Juana García (a la izquierda) y Avelina González, dos de las tres integrantes de la ‘patrulla del talco’. Saber más |
Tres de aquellas mujeres recibieron un
homenaje ya hace unos años, en la romería de Pegaruas (la virgen de Pegaruas en
Lillo-León), en el mes de agosto del año 2005, las tres, hace más de 11 años aún
podían contar cómo pasaron de la niñez a la responsabilidad a golpe de camino
entre nieve, pala y nervio. Eran Celina Alonso, (85 años en el año 2005),
Avelina González, (84 años en el año 2005) y Juana García, (92 años en el año 2005). Y, también con
ellas, el recuerdo para Benita, Secundina, Teodora, Nieves, Gabina, Laida,
Concha y Tiste, de Puebla de Lillo; y para Vicenta, Florentina, Rosario y
Rafaela, de Cofiñal, además de Pura, de Isoba. Gracias a ellas entre los años 1937
y 1945 la historia de las minas de talco leonesas también se escribió en
femenino. A una pregunta, respondían: «¿Que si hicimos méritos para recibir el homenaje? El mérito fue que
cogiéramos tan pocos catarros...»
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Celina Alonso a los 85 años. Fundación Saber.es. |
Daba gusto escuchar las carcajadas
limpias de aquellas tres abuelas capaces de charlar animadamente de un esfuerzo
que parece imposible que hubiese sido soportado. La señora Celina, menuda y
polvorilla, estaba atrapada en su casa por una bombona de oxígeno. Daba la
impresión de que iba a salir corriendo en cualquier momento. Siempre debió ser
así, porque la limitación de una pierna torpe por una parálisis de nacimiento
no le impidió recorrer grandes distancias cada día entre la nieve y el monte,
ni hacer veinte kilómetros para buscar una hogaza de pan. «Había que decir las
cosas como eran, sino era mejor no decir nada». |
El trabajo era duro, pero no era el único padecimiento de estas mujeres que no tienen ningún reparo en admitir que eran de las pobres del pueblo y de alguna manera, de las ‘vigiladas’. Saber más |
Verdades como que hacían el camino
del pueblo a la mina (entonces subterránea) abriendo hueco en las enormes nevadas,
y luego se quedaron trabajando allí. «Ellas pensaban que era por compasión,
pero no tuvieron problemas. Ni Celina con su pierna, en aquellos años si
trabajabas, te cogían». En la mina separaban el talco del
escombro. “Se arrodillaban en una tabla con una piqueta y lo separaban. Luego cargaban
los vagones hasta los camiones”, recordaban entre sonrisas que había que mover
el talco tres veces con la pala entre el lugar donde lo dejaban y los
camiones». Pura fibra la de aquellas mujeres de la montaña leonesa. Aún así,
había bastantes dificultades para poder comer. «Algún día perdían el trabajo en la mina para ir a por pan a Vegamián
(pueblo vecino), salíamos a las cuatro de la mañana y volvían, andando, a las
cuatro de la tarde, con una hogaza».
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Interior de la mina de montaña de San Andrés, dedicada a la extracción de talco. Puebla de Lillo, León. Archivo Histórico Minero. Saber más |
«Más negra que el traje de Juana»,
puntualizaba Avelina, que recordaba cómo a Celina le había dado la debilidad un
día, de vuelta, a la altura de la ermita de las Nieves. Allí cayó. Pero no tocó
el pan. Cuando llegaba a su casa salió su madre. “Traía dos panes de salvado en
un saco, su madre los sacó y le preguntó: ¿Es esta la carne de Dios, Celina? ¿O
es la cara del demonio? Y ella contesto, yo qué sé, yo sólo sé que ya no podía
andar más”. A mediados de los años 40 dejó la
mina y se fue a servir a Madrid, durante cuatro años. «Salí de Málaga y me metí
en Malagón. No ganaba mucho más», decía ella; Y puntualizaba a una pregunta realizada
¿por lo menos comías? Y respondía, “Sí, cuando comía, que
no estaba la cosa tan boyante”. Y comento; “Entonces todos
presumíamos de tacón y pisábamos con el contrafuerte. A mí las casas por fuera
no me decían nada, por más bonitas que parecieran. Había que verlas por dentro,
por la despensa”.
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Mina de
montaña de San Andrés, dedicada a la extracción de talco. Puebla de Lillo,
León. Año 2010. saber más
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Después de cuatro años volvió a
Puebla de Lillo, y se dedico a la labranza, las vacas, arar, abonar,… Era el
hombre de la casa». Con hombre y sin hombre, las que tenían
hombre tuvieron mejor suerte, aunque fuera con el tiempo. La señora Avelina,
coqueta y detallista en la plenitud de sus más de ochenta años durante la
entrevista, tuvo que hacerse cargo de su familia aunque era de las menores de
doce hermanos. Pero en la guerra los mayores fueron a parar a la cárcel.
Quedaron dos más pequeños y uno mayor «que
estaba mal porque le había dado la meningitis». Dejó la mina cuando volvieron
sus hermanos, y se dedicó a “trabajar para los ricos”. La señora Juana se casó
con Goyo, uno de los vigilantes. También dejó entonces la mina. Sin embargo,
durante más de veinte años vivió al lado de los barracones de los obreros, y
allí crió a su familia. «Rosario y tú llevasteis la voz cantante, les bromeaba
Avelina, porque os casasteis con los dos vigilantes. Nosotras es que trabajábamos
mucho..., intentaba justificar Juana, casi con sonrojo. «Ya. Como aquel que
decía: Yo me enamoré de ella porque la vi barrer en la puerta, y me gustó tanto
como barría...» Avelina se reía con picardía y decía; «Y eso que ya no somos ni
nuestra sombra, pero cómo nos reíamos...» Felicidad a la sombra del
agotamiento, y del hambre. Seguía diciendo; «Un día nos regalaron una lata de
sardinas, y nos la comimos en la mina antes de la hora. Cuando llegó el
vigilante tocando el chiflo le dijimos que no teníamos nada que comer.
Precisamente aquella vez le dio pena, y nos mandó a la caseta para que la mujer
nos diera algo. Nos echó una cazuela de carne y unas casadiellas que no sé cómo
no nos hicieron daño, por la falta de costumbre. Claro, que eso fue una vez en
la historia».
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Cordillera
Cantábrica desde un nivel superior abandonado de la mina de talco de San
Andrés. Puebla de Lillo, León. Año 2010. Saber más.
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La historia de cada día era la de
recorrer el camino entre el pueblo y la mina contra viento y marea. “Si no se trabajaba,
no se cobraba”. A veces, las trabajadoras de la mina llegaban a la explotación
entre la nieve, “con las madreñas en la mano, porque se quedaban enterradas”, y
tenían que darse la vuelta porque los mineros no habían llegado. «Les decía el
vigilante: ¡Qué valientes son estas mujeres, no llegan los hombres y vienen
ellas! Pero ese día volvían a casa sin cobrar». Ese era el único miedo que ellas
tenían al hacer tan largo camino, a menudo con la nieve por encima de las
rodillas, el tener que volver sin dinero. «Recuerdan que una vez les salió el
lobo, pero ellas no tenías miedo, porque iban unos cuantos en grupo, siguen relatando;
“Él lobo siguió su camino y nosotros el nuestro, quién se iba a meter con
nosotras, ni el lobo”. Se reían recordando la anécdota. Estas son las mujeres que rubricaron
una página de firmeza de la que hablaban sin dolor, pero sin especial orgullo. Ellas consideraban que habían hecho lo que tenían que hacer. Si no hubiera
habido mina, tendrían que haber buscado otra cosa». Mujeres que se hicieron de
hierro cuando llegó el momento, y espalaron incansables el camino hacia la mina
y hacia la vida. La suya y la de sus familias. La del futuro que se abrió paso
entre la desgracia. Con tanta naturalidad que, ellas, ni siquiera acaban de
entender a qué venía tanto homenaje. |
«En el año 50 las mujeres cobrábamos 6,50 pesetas al día por 8 horas de trabajo más otras 100 horas a mayores al mes. Si se producía un incendio también nos tocaba a nosotros ir a sofocarlo y nos lo pagaban en escabeche. Los hombres que menos cobraban nos doblaban en sueldo, 13,25 pesetas». Fundación Saber.es. Biblioteca Leonesa Digital. Saber más. |
FUENTE: MARÍA JESÚS MUÑIZ - (Diario de León). Publicado el 11 de agosto de 2005. Enlace. ________________________________________________________________________
RESEÑA.
Cada 8 de marzo, "DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER TRABAJADORA".
«RESPETO y ADMIRACIÓN» por todas las «MUJERES LUCHADORAS» que pelean día a día por sacar sus «FAMILIAS» adelante. ________________________________________________________________________
AUTORES.
María Jesús Muñiz Prieto, jefa de
las secciones de Economía y Edición Digital de Diario de León, y cronista
taurina del periódico. FUENTE.
El Diario de León es el
decano de la prensa leonesa y el periódico más vendido en el conjunto de la
provincia, con su propia editorial. Aunque ha pasado por diversos dueños, el
actual (desde mediados del 2007) es el presidente del grupo Begar, el leonés
José Luis Ulibarri, dueño también del 50% de la sociedad Radio Televisión de
Castilla y León. La redacción se halla ubicada en la Carretera León-Astorga, km
4,5 de la localidad de Trobajo del Camino. (...). Saber más...
WIKIPEDIA. Foto: Facebook. Diario de
León.
EL BLOG DE ACEBEDO. (ANTOLOGÍA DE LA HISTORIA). La
Historia es una disciplina académica que aspira a comprender el pasado y la
forma en que se ha configurado el presente. Es necesaria para entender, para
cambiar y para saber cómo ha llegado a existir la sociedad en la que vivimos.“El único deber que tenemos con la historia es
reescribirla”. (Oscar Wilde)
El Blog de Acebedo se
adentra en la historia de nuestra tierra, TODO SOBRE ASTURIAS, MIERES Y
CONCEJO. navegar en este blog, es conocernos mejor a nosotros mismos y
nuestra dilatada historia. Como decía el poeta mierense Teodoro Cuesta
García-Ruiz (09/11/1829 – 01/02/1895), “soy d´esa villa y á honra tengo
haber nacío n’ella”. FUENTE. El Blog de Acebedo.
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última vez el 13 de diciembre de 2023 a las 08:46 horas.
Que mujeres!
ResponderEliminarMe siento orgulloso de aquellas mujeres con tanto trabajo
ResponderEliminarEsclavitud sacaron Adelante la casa
Desde algún sitio q nos estén viendo y en especial para mí madre Juana García