Memoria por Suárez
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Adolfo Suárez González, (Cebreros, 1932 - Madrid, 2014) |
Fue un patriota que,
con aciertos y errores, invirtió en una misión histórica todo su capital
político, fundamentalmente el de un gran seductor en las distancias cortas
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Adolfo Suarez falleció el domingo 23 de marzo de 2014 |
Los primeros tiempos de la Transición fueron tan
vertiginosos como inciertos. La muerte de Franco, una especie de Big-Bang
político, hizo surgir de la nada cientos de partidos políticos que trataban de
adquirir identidad en un medio que despertaba a la vez esperanza y temor. La
esperanza tenía una referencia clara: nuestro entorno europeo. ¿No sería
posible que España se convirtiera de una vez en un país normal? nos
preguntábamos. El temor era tan ominoso que ni siquiera se atrevía a llamar por
su nombre a su conocido causante y lo sustituía por el eufemismo de "los
poderes fácticos". Pero en medio de aquel aparente caos, había un proyecto
de cambio institucional en marcha, con un impulsor, el Rey, y un arquitecto,
Torcuato Fernández-Miranda.
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Torcuato Fernández Miranda y Adolfo Suarez |
Ahora es fácil identificarlo, pero entonces nadie
lo veía así. Como tampoco se supo identificar la irrupción del contratista que
se hizo cargo de una obra tan comprometida. Era evidente que no lo podía ser
Carlos Arias Navarro, el presidente del Gobierno heredado de la etapa anterior.
Arias, que veraneaba en Salinas, había acompañado a los Reyes en su primera
visita a Asturias, a mediados de mayo de 1976, durante la que inauguraron la
carretera de los túneles de Riaño y bajaron al pozo María Luisa. Arias no lo
hizo. Según contarían tiempo después en Hunosa, alegó que el mono que le habían
facilitado no era de su medida, a pesar de que habían puesto hasta cinco a su
disposición.
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Después de la muerte de Franco, Arias Navarro continuaba en la presidencia del gobierno |
Durante todo el viaje se le vio enfurruñado. Sus relaciones con el
Rey no eran buenas y había trascendido, a través de una revista norteamericana,
que don Juan Carlos lo consideraba "un completo desastre". Apenas mes
y medio después de la visita a Asturias presentaría la dimisión. El elegido. Dos días más tarde, el 3 de julio, se conocía el
nombre del sustituto. Era Adolfo Suárez. Yo trabajaba entonces en "La Voz
de Asturias" y quiso la casualidad que ese día se encontrara de visita en
el periódico Luis Apostúa, quien, como articulista del "Ya", pasaba
por ser uno de los gurús del columnismo político del momento. Recuerdo que le
pedí su opinión sobre el nombramiento y no dudó en mostrarme abiertamente su
desolación. Aquello era una involución con todos los agravantes. No otra cosa
podía pensarse sobre alguien cuyo mayor cargo político hasta el momento había
sido el de Ministro Secretario General del Movimiento. Aquello era un apaga y
vámonos. Unos días después
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José María de Areilza (1976) |
José María de Areilza remachaba el clavo de la
decepción con un martillazo que se convertiría en memorable, aunque no
precisamente por el acierto. Areilza formaba parte de la terna que, de acuerdo
con las leyes a la sazón vigentes, Torcuato Fernández-Miranda había presentado
al Consejo de Estado para que eligiera el candidato a Presidente del Gobierno.
Los otros dos eran Suárez y Federico Silva Muñoz, ministro de Obras Públicas
con Franco. Culto, experto diplomático, bien relacionado, elegante y con pedigrí,
Areilza, que había sido ministro de Asuntos Exteriores en el primer Gobierno de
la monarquía juancarlista, pasaba por ser el miembro más presentable del
Gabinete cesante. Durante su estancia en el Ministerio se había esforzado
además en cuidar su imagen de hombre adecuado para la nueva situación. Tras dar
por seguro que sería el elegido para presidir el primer gobierno realmente
postfranquista, su postergación ante alguien tan irrelevante como Suárez debió
de suponer una afrenta insoportable para su ego.
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Federico Silva Muñoz, ministro de Obras Públicas durante la dictadura franquista |
Y se aplicó a buscarle una
explicación. Fue la que expuso pocos días después en un artículo publicado en
"El País", en el que denunciaba de forma contundente cómo todos los
poderes de España -los verdaderos, no los aparentes-, comenzando por los
económicos, se habían confabulado para abortar cualquier posibilidad de cambio
real. Todo seguía pues igual en un país secuestrado por sus verdaderos dueños.
Recuerdo haber leído aquel artículo con tanta pasión como indignación. Y, como
yo, miles de personas, todas las cuales compartíamos dos sentimientos
contradictorios: la indignación por lo ocurrido y la satisfacción porque al fin
hubiera un periódico que se atreviera desvelar las verdaderas claves de lo que
ocurría. Para "El País" el artículo de Areilza supuso un punto de
inflexión. El periódico llevaba apenas dos meses en la calle y hasta el momento
no había respondido a las expectativas que había despertado entre el público
progresista, su previsible destinatario.
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Adolfo Suárez, en una imagen de archivo antes de las primeras elecciones democráticas |
El artículo de Areilza le dio de golpe
la credibilidad que necesitaba. ¡Había al fin un periódico que se atrevía a
contar la verdad con pelos y señales! La buena nueva corrió como la pólvora. Un
directivo de "El País" de esa época me contó tiempo después que la
edición se agotó a primera hora y que, ante la demanda que llegaba de los
quioscos, hubo que poner en marcha de nuevo la rotativa para tirar más y más y
más ejemplares. Ese día la difusión de "El País" dio un salto
cualitativo, que ayudó, tal vez decisivamente, a la consolidación del
periódico. Lo de menos fue que la denuncia de Areilza se basara más en los espejismos
que surgieron en el desierto de su decepción que en la realidad. Porque la
designación de Suárez como presidente del Gobierno formaba parte de un plan
que, en los antípodas del inmovilismo, se proponía cambios realmente
revolucionarios.
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Adolfo Suárez en el congreso de los diputados |
La izquierda no supo o no quiso ver ese plan que Torcuato
Fernández-Miranda, tan aficionado a las frases lapidarias, resumió en una
fórmula: de la ley a la ley. Aplicándola paso a paso, consiguió que las Cortes,
que él presidía, se hicieran el hara-kiri, aprobando la Ley de Reforma
Política, que fue refrendada luego en un referéndum en el que las fuerzas
progresistas pidieron con escaso éxito la abstención. Las Leyes Fundamentales
del franquismo, concebidas para durar eternamente, habían fenecido. La UCD. Aunque por un camino azaroso, con amenazas de todo
tipo, la vida política española se encaminaba a la normalidad, lo que pasaba
por reconocer la existencia de aquellos partidos políticos que el régimen había
proscrito para siempre jamás. Suárez necesitó crear el suyo, que se dio en
llamar Unión de Centro Democrático, en el que trató de integrar a políticos de
perfil moderado, no pocos de ellos con más vocación de ayudar a su país en un
momento crucial que de medrar en la política.
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Logo de la desaparecida U.C.D |
A falta de otro capital, Suárez
invirtió en ese empeño su principal activo, que era el encanto personal. En
Asturias la piedra de toque fueron los democristianos, un grupo pequeño, pero
de trayectoria intachable en lo personal y lo político. Eran enemigos
declarados de los azules -los falangistas y sus herederos- y por eso Suárez,
que había sido ministro del Movimiento, aunque con camisa blanca, y mano
derecha de Herrero Tejedor, les despertaba una desconfianza que no se recataban
en manifestar. Con ella en la maleta fueron a una reunión con Suárez a Madrid.
Al día siguiente me encontré en Oviedo con José María Alonso Vega. Venía
entusiasmado del encuentro. Suárez los había conquistado. Empezaba a trascender
que en las distancias cortas era insuperable: un verdadero seductor. Eso no
implicaba necesariamente que, a la vez, no fuera sincero, algo que había puesto
en duda malévolamente Alfonso Guerra cuando acuñó para él el apodo de
"Tahur del Misisipí". Visto en perspectiva, el mérito de lo que hizo
Suárez se valora mucho más que cuando lo estaba realizando. Una pluma tan
hipercrítica como la de Gregorio Morán, que le había dedicado una biografía que
destilaba una hostilidad a tono con el prejuicio vigentes en la época
-"Adolfo Suárez, historia de una ambición"-, se sintió obligado a
rectificarla años más tarde.
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El periodista asturiano Gregorio Morán. Foto: Enrique Villarino. (El Confidencial) |
Adiós al poder. Llama la atención que en poco más de cuatro
años y medio Suárez celebrara un referéndum, convocara elecciones generales en
dos ocasiones, entre ellas las primeras, intachables, de la nueva democracia
española, impulsara la aprobación de una Constitución que cambiaba la
estructura del Estado, devolviera la democracia a los ayuntamientos y lograra
un gran pacto político para desatascar una situación económica desastrosa,
heredada de la suicida inacción que el tardofranquismo había mostrado ante la
Crisis del Golfo. Y todo ello bajo el hostigamiento de un terrorismo rampante,
no solo de ETA sino también de los GRAPO. En ese difícil empeño Suárez acabó
convirtiéndose en el pararrayos de todas las críticas, al tiempo que perdía sus
principales apoyos.
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Suárez saluda a Fernández Miranda bajo la atenta mirada de El Rey tras jurar el cargo |
Distanciado de Fernández-Miranda, perdió también la
confianza del Rey. Criticado por los militares -por la forma en que legalizó el
Partido Comunista, aunque probablemente lo hubieran criticado igual si lo
hubiera hecho de otra manera-, por la Iglesia, por poner en marcha la admisión
del divorcio, y con su partido transformado en un nido de conspiradores, La
Moncloa, el palacio que eligió como residencia cuando fue designado presidente
del Gobierno, se convirtió en su cárcel. Era la prisión de un patriota que se
había atrevido a romper con su pasado porque se sentía imbuido de tener una
misión histórica que cumplir. No tuvo entonces otra salida que la dimisión,
cuyos detalles contaría confidencialmente Sabino Fernández Campo a LA NUEVA
ESPAÑA. El Rey no se mostró afectuoso con Suárez aquel día de febrero de 1981
en La Zarzuela. Como mucho, le gritó cuando se alejaba para subir a su coche:
"¡Te daré un título!".
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Los reyes de España en febrero de 1976 |
El capital político de Suárez no se agotó con aquella
dimisión, que muchos tildaron de inexplicada. Por el contrario, no tardó en
incrementarse con su actitud ante Tejero y sus guardias el 23 de febrero de
1981, cuando fue, con Gutiérrez Mellado y Carrillo, uno de los tres diputados
que se negaron a tirarse al suelo. Pero el suyo era un capital personal, que no
encontró la inversión propicia para volver al poder, aunque lo intentara con la
creación de un partido propio, el CDS. Su hora ya había pasado. Él era un
seductor de personas y quien llegaba, arrollador, era un seductor de masas
llamado Felipe González. Cuentan que con el tiempo los dos llegaron a llevarse
muy bien. Ese tiempo no fue, sin embargo, feliz para Suárez, a quien
golpearon cruelmente unas pérdidas familiares muy duras. Hasta que se perdió a
sí mismo también en la desmemoria. Trascendió entonces que ya no recordaba
quién era ni quién había sido. No importa. España, sin duda, se acordará por
él.
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Suárez fue jefe de Gobierno durante la llamada transición, período que siguió a la dictadura de Francisco Franco (1939-1975). |
FUENTE: MELCHOR
FERNÁNDEZ DÍAZ. Publicado por La Nueva España el 24-03-2014. Ver enlace. _________________________________________________________________________
AUTORES.
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LA NUEVA ESPAÑA cuenta con 6 ediciones; General, Gijón, Avilés, Cuencas,
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EL BLOG DE ACEBEDO. (ANTOLOGÍA DE LA HISTORIA). La
Historia es una disciplina académica que aspira a comprender el pasado y la
forma en que se ha configurado el presente. Es necesaria para entender, para
cambiar y para saber cómo ha llegado a existir la sociedad en la que vivimos.“El único deber que tenemos con la historia es
reescribirla”. (Oscar Wilde)
El Blog de Acebedo se
adentra en la historia de nuestra tierra, TODO SOBRE ASTURIAS, MIERES Y
CONCEJO. navegar en este blog, es conocernos mejor a nosotros mismos y
nuestra dilatada historia. Como decía el poeta mierense Teodoro Cuesta
García-Ruiz (09/11/1829 – 01/02/1895), “soy d´esa villa y á honra tengo
haber nacío n’ella”. FUENTE. El Blog de Acebedo.
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