Desmontando a un fantasma
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Ilustración de Alfonso Zapico |
Los sucesos de El Rayán, en 1915, y el espectro que aterrorizó Langreo en
1976 ilustran los casos locales de supuestos sucesos paranormales
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Ilustración de Alfonso Zapico |
Vital Aza dijo en una ocasión que él
solo creía en Dios y en el sulfato de quinina, y yo con los mismos argumentos
científicos tampoco oculto que creo en la existencia de los fantasmas y ya lo
he confesado en esta página alguna vez. Aunque mis fantasmas se ajustan más a
los que visitaban a nuestros ancestros en el siglo XIX que a los que nos
presentan actualmente las televisiones en los programas para entretener a
celadores nocturnos e insomnes. Los de ahora adoptan comportamientos
más adolescentes: incordian a las familias jugando con la cacharrería de
cocina, apagan bombillas, cierran y abren puertas, descuelgan cuadros, y hasta
escriben sus nombres sobre el vaho de los espejos del baño. Los hay que incluso
hablan, pero sin contar nada que nos interese, de manera que los coleccionistas
de psicofonías recogen sus lamentos, sus peticiones o sus amenazas con aparatos
de alta tecnología, olvidando algo tan elemental como que los espectros por su
propia esencia no tienen materia física y por lo tanto tampoco pueden disponer
de un aparato fonador que emita voces ni suspiros.