El efecto mariposa
El fallido proyecto del tren minero que se llegó a plantear entre Turón - y La Robla pudo haber cambiado la historia de la Revolución de 1934
La Nueva España.
El ferrocarril de La Robla forma parte de mi vida. En otra época, los ferroviarios eran una sociedad casi endogámica y establecían sus relaciones en el pequeño mundo que giraba en torno al tren. Mi familia materna respondía a estas características: mi abuelo fue jefe de la estación de Arija y dos de sus tres hijos también echaron raíces en otras estaciones: Pablo, en la de Boñar, y Chelo, en la de Balmaseda -que entonces se escribía con "V", antes de que la toponimia en euskera suprimiese esta letra española-. La tercera fue mi madre, Pilar, que conoció a mi padre en Puente Almuhey, otra parada de aquella línea, en que estaba salpicada de parientes, amigos y anécdotas personales. De los veranos pasados en todos aquellos lugares, cuando la costumbre y la economía mandaban que las vacaciones se hiciesen en las casas familiares, me queda el recuerdo de las "alubias del ferroviario", la respiración de las máquinas de vapor despertándome de la siesta, las peras de agua que ayudaban a refrescar los viajes en medio del agosto castellano y escenas tan surrealistas como la del revisor que recorría una pasarela exterior del vagón para ir picando los billetes de los viajeros por las ventanillas.
Castillete del Pozo
Santa Barbara (La Rebaldana), en Turón (Mieres). |
Ilustración de Alfonso Zapico. Alfonso Zapico (Blimea, San Martín del Rey Aurelio, Asturias, 1981) es un historietista e ilustrador español. En 2012, su novela gráfica Dublinés fue galardonada con el Premio Nacional de Cómic. Entre otros trabajos es de destacar su ambiciosa obra, La Balada del Norte. Saber más… WIKIPEDIA. |
El ferrocarril de La Robla forma parte de mi vida. En otra época, los ferroviarios eran una sociedad casi endogámica y establecían sus relaciones en el pequeño mundo que giraba en torno al tren. Mi familia materna respondía a estas características: mi abuelo fue jefe de la estación de Arija y dos de sus tres hijos también echaron raíces en otras estaciones: Pablo, en la de Boñar, y Chelo, en la de Balmaseda -que entonces se escribía con "V", antes de que la toponimia en euskera suprimiese esta letra española-. La tercera fue mi madre, Pilar, que conoció a mi padre en Puente Almuhey, otra parada de aquella línea, en que estaba salpicada de parientes, amigos y anécdotas personales. De los veranos pasados en todos aquellos lugares, cuando la costumbre y la economía mandaban que las vacaciones se hiciesen en las casas familiares, me queda el recuerdo de las "alubias del ferroviario", la respiración de las máquinas de vapor despertándome de la siesta, las peras de agua que ayudaban a refrescar los viajes en medio del agosto castellano y escenas tan surrealistas como la del revisor que recorría una pasarela exterior del vagón para ir picando los billetes de los viajeros por las ventanillas.