Catedral de Oviedo durante el encierro de los trabajadores de Duro Felguera, año 1996 |
Ver artículo del blog: Un conflicto largo y épico en Langreo (Asturias):
El encierro de trabajadores de Duro Felguera sin recolocar en la torre de
la Catedral de Oviedo el 23 de diciembre de 1996
Ilustración de Alfonso Zapico |
Hace unos meses ya les conté los
pormenores de la huelga de hambre que sostuvieron en 1994 cinco trabajadores
del Grupo Duro Felguera contra la extinción de empleo que afectaba en aquel
momento a 183 trabajadores del taller de Barros y 49 de Felguera Melt. Les
recuerdo que la protesta concluyó el 2 de noviembre de aquel año con el acuerdo
de readmitir a parte de los despedidos y acoger a los otros a prejubilaciones y
bajas voluntarias. Pero en diciembre de 1996 aún quedaban 39 trabajadores pendientes
de recolocación y, ante la pasividad de la empresa y el intento de jugar al
despiste del Gobierno regional, se reanudó la lucha solidaria implicando de
nuevo a todo el colectivo para lograr una solución digna que no dejase a
ninguno sin trabajo.
Ilustración de Alfonso Zapico |
Por otro lado, también quieren poner
en primer lugar el papel de sus
compañeras y en general de todas las mujeres de La Felguera, que dieron un
ejemplo luchando en la calle ayudando a mantener alta la moral de los
encerrados desde el primer día, a pesar de que lo que supuso para las familias
dejar de cobrar cualquier salario durante diez meses. El 23 de diciembre de 1996, Gerardo
Iglesias Campa, quien ya había sido uno de los protagonistas de la huelga de
hambre en 1994; Juanín Díaz; Víctor Vaquero; Juanjo García y Luís Braña se
hicieron fuertes bajo el enorme reloj de la catedral de Oviedo a 62 metros de
altura habilitando allí un pequeño refugio de menos de veinte metros cuadrados,
que convirtieron en habitable a base de ingenio. Tras una primera noche memorable, en
la que tuvieron que soportar de cerca el tañido de las campanas catedralicias,
al día siguiente prepararon el lugar colocando toldos y plásticos para cortar
el aire y empezaron a resolver sobre la marcha las necesidades cotidianas: la
higiene personal e incluso la ducha se hacía en un balde con agua procedente de
un centro de jubilados próximo, que se subía en garrafas, y el mismo sistema de
cuerdas se utilizó para recoger la comida que, aunque llegaba muy caliente, no
tardaba en enfriarse, ya que las bajas temperaturas, que se acentuaban por las
noches, fueron un problema constante incluso en los meses de verano.
Ilustración de Alfonso Zapico |
También se planteó un ingenioso
sistema para mantener el lugar limpio de orines que desaguaban por el sumidero
de una calle lateral, mientras que el resto de los desechos se bajaban también
con cuerdas en bolsas cerradas. Algo que también debe hacerse constar, ya que
cuando todo acabó, el campanario quedó en mejor estado que cuando ellos
llegaron. Desgraciadamente, la mala suerte
persiguió a Luís Braña, quien después de descender en una ocasión con motivo
del fallecimiento de su madre, tuvo que abandonar definitivamente, cuando se
cumplían los 98 días del encierro, a causa de una insuficiencia cardiaca. Al
margen de este hecho puntual, tres de los encerrados, que eran miembros del
Comité de Empresa, tuvieron que bajar en una ocasión para asistir a un
llamamiento judicial.
Las visitas también fueron escasas.
Así, las familias solo lo hicieron en un par de ocasiones, mientras que se
permitió el acceso con fines propagandísticos a un equipo de Canal Plus para grabar un programa de televisión, y a
algunas personas que por su relevancia podían dar a conocer la movilización
fuera de Asturias, como las Madres de la Plaza de Mayo o Paco Ignacio Taibo y
el escritor chileno Luís Sepúlveda.
Ilustración de Alfonso Zapico |
Para matar el tiempo se colocó una
bicicleta estática que se utilizaba por turnos y se subieron dos pollos como
mascotas, e incluso llegó a estar con ellos el perro de Juanjo García para
ayudar a que las horas fuesen más cortas. También sirvieron de entretenimiento
las palomas que se acercaban cada día buscando comida. Con el paso de las
semanas, los trabajadores llegaron a integrarse tanto en la propia Catedral que
colaboraban arrojando desde arriba caramelos a los niños que salían de alguna
ceremonia religiosa, o arroz sobre los recién casados, por lo que a veces
recibieron como muestra de solidaridad alguna botella de champán. Mientras tanto, la movilización no
cesó en las calles de la capital, adonde se desplazaban cada día las mujeres
desde la Felguera sin que nadie se atreviese a exigirles el pago del billete
del ferrocarril, mientras en la plaza de la Catedral siempre permaneció un
pequeño retén de apoyo ofreciendo material con el que ir manteniendo la
necesaria caja de resistencia. También fueron frecuentes las concentraciones y
las visitas de trabajadores que se desplazaron hasta allí desde otras regiones
del Estado.
Ilustración de Alfonso Zapico |
Además, cada tarde de seis a siete se formaba una pequeña manifestación que
daba vueltas a aquel espacio mientras repicaban las campanas; también siguieron
las acciones de todo tipo en otros puntos de Asturias y se fijó un día semanal
para concentrase ante el Parlamento, donde los trabajadores de Duro Felguera
contaron siempre con el apoyo del entonces diputado regional Antón Saavedra,
quien se convirtió en un pieza fundamental para la resolución de este
conflicto.
Con todo, los rostros más visibles de
aquel conflicto fueron los presidentes de los Comités de Empresa de Felguera
Melt y Construcciones Metálicas, respectivamente Tino Menéndez y Manuel Sánchez
Terán, quienes llevaron la responsabilidad de las negociaciones. Sobre todo
Terán, experto montañero, quien con la ayuda de Gerardo Campa colocó en el
pináculo de la torre una bandera roja y llegó a hacerse popular entre los
asturianos de la época por sus entrevistas con el arzobispo Gabino Díaz
Merchán, cuya sonrisa mientras recibía un "gomeru" de los utilizados
en las protestas se convirtió en un icono de aquella Iglesia progresista que se
acercó al pueblo en los años noventa.
En el mes de junio de aquel 1997,
unas declaraciones de Gerardo Iglesias Campa al diario
El País alarmaron a las
autoridades cuando advirtió de la posibilidad de que se pudiera producir alguna
muerte si la policía intentaba asaltar la torre. Para frenar una represalia por
esta afirmación, se produjo un movimiento de inculpaciones individuales
repitiendo sus mismas palabras, que también tuvo repercusión nacional. Y ahora que el tiempo ha hacho que
todo esto ya sea historia, podemos decir que la advertencia no era exagerada,
ya que en la escalera de caracol que subía hasta donde ellos se encontraban, se
había instalado una alarma y sus 204 peldaños se encontraban protegidos con
voladores, garrafas con líquido inflamable y detonadores con un sistema de
control eléctrico que ellos estaban dispuestos activar desde arriba si llegaba
la ocasión.
El 31 de julio, cuando las cosas ya
estaban encauzadas y se cumplían 221 jornadas de ocupación, se produjo el
cambio de turno y los cuatro encerrados fueron reemplazados por Ramón
Cimadevilla "Cima", Fermín Rodríguez, Manuel Ortiz de Galisteo y
Marino García Rodríguez, quienes estuvieron en la torre 97 días más, hasta que
el 5 de noviembre se produjo el desalojo pactado tras un acuerdo con el
Ministerio de Industria y el Gobierno asturiano del Partido Popular. Habían
sido necesarios 318 días de sacrificio para conseguir la firma de un compromiso
que garantizaba la recolocación de los 39 trabajadores en Hunosa y en otras
empresas públicas. Después de tantos años, es indudable
que sin esta medida de presión hubiera sido mucho más difícil poder cerrar con
una victoria el conflicto de Duro Felguera y por ello quienes lo protagonizaron
se sienten orgullosos de haber arriesgado sus vidas en la torre de la Catedral.
Ilustración de Alfonso Zapico |
En noviembre de 1997 abandonaban la Catedral de Oviedo los despedidos de Duro Felguera después de casi un año de encierro. (El Comercio) |
Los empleados despedidos de Duro, durante el encierro en la Catedral de Oviedo. (El Comercio) |
FUENTE: ERNESTO BURGOS-HISTORIADOR
Ernesto Burgos Fernández nació en Mieres (Asturias) el 7 de julio de 1957.
Licenciado en Geografía e Historia
por la Universidad de Oviedo (1979). Diploma de Estudios Avanzados en
Arqueología Histórica («La romanización en las cuencas mineras del sur de
Asturias» 2006).Profesor de Educación Secundaria, ha trabajado en los
institutos «Juan de Herrera» (Valladolid), «Sánchez Lastra» (Mieres), «Camino
de La Miranda» (Palencia), «Valle de Aller» (Moreda) y desde 2006 en el IES
«Mata Jove» de Gijón. En el año 2016 el reconocido historiador mierense fue
distinguido con el reconocido galardón anual de
“Mierense del año”.
Alfonso
Zapico (Blimea, Asturias, 1981). Historietista e ilustrador freelance.
Profesional gráfico desde el año 2006. Trabaja en proyectos educativos del
Principado de Asturias (Aula Didáctica de
los Oficios) e impartido talleres de ilustración en centros educativos de
Asturias y Poitou-Charente (Francia). Realiza ilustraciones, diseños y campañas
para diversas agencias de publicidad, editoriales e instituciones. Es
ilustrador de prensa en diarios regionales asturianos (La Nueva España, Cuenca del Nalón, Les Noticies…).
Se estrena en 2006 con un álbum de corte
histórico para el mercado franco-belga, La guerra del profesor Bertenev (Dolmen, 2009). Su primer trabajo
publicado directamente en España es Café Budapest (Astiberri, 2008), donde se mete de lleno en una ficción
determinada por los orígenes del todavía no resuelto conflicto
palestino-israelí. Acto seguido apuesta por recrear en cómic la vida de James
Joyce, Dublinés (Astiberri, 2011),
que gana el Premio Nacional del Cómic 2012 y a raíz del cual surge el cuaderno
de viaje La ruta Joyce (Astiberri, 2011).
Vive en la localidad francesa de
Angouléme, donde, tras realizar El otro mar (Astiberri,
2013) a caballo de su Asturias natal, a la que vuelve con regularidad, se
encuentra preparando su nueva y ambiciosa obra, “La balada del norte”, que
constará finalmente de tres tomos.
Esta magnífica obra es un autentico
tesoro de la novela gráfica española y refleja la negrura de los valles mineros
de Asturias de los que surgen personajes luminosos, y bajo el ruido atronador
de las minas de carbón se escucha el susurro de una canción antigua. Los viejos
y nuevos tiempos chocan brutalmente poniendo a prueba al protagonista, pronto a
la Humanidad entera. Éste es el sonido de "La balada del norte".
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