Cae el frente, sálvese quien
pueda
Unos doce mil milicianos y civiles
dejaron Asturias en la tarde-noche del 20 de octubre de 1937 en unos sesenta
barcos
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En la tarde-noche del 20 de octubre de
1937, unos sesenta barcos conseguían salir de Gijón, Avilés y Luanco con 12.000
milicianos y civiles que dejaban Asturias tras la caída del frente Norte. Era
la desbandada. La caída del frente republicano se
convirtió en un sálvese quien pueda, con patéticas escenas en los puertos, en
los que no había embarcaciones suficientes para evacuar a todos los que
llegaban. José Mata, comandante de un batallón, recibió un último aviso para
evacuar y convocó a los capitanes para que se concentrara a la gente y decidir
qué hacer. «Fuimos a Gijón para examinar la situación y vimos cómo la gente
andaba a tiros para montarse en los barcos», contó posteriormente. «Y lo mismo
ocurría en Avilés. Así que nosotros esperamos al amanecer y regresamos a la
cuenca minera». Otros varios destacados mandos de milicias adoptaron la misma
resolución al no poder embarcar con toda su gente.
Varios de los barcos que salieron de
Gijón, Avilés y Luanco en la tarde-noche del 20 de octubre consiguieron burlar
el bloqueo establecido por la escuadra franquista en torno a esos puertos y
llegar a Francia. En total, unos sesenta barcos, con algo más de doce mil
huidos, entre milicianos y población civil, consiguieron alcanzar diversos
puertos franceses de la vertiente atlántica, como Douarnenez, Lorient, Saint
Nazaire, La Rochelle, Pauillac (Burdeos), Arcachon y San Juan de Luz,
enumerados de Norte a Sur. Buena parte del Consejo Soberano lo hizo
en el «Abascal», que llegó a últimas horas de la tarde del 22 de octubre al
puerto francés de Douarnenez. Viajaban en el barco 66 personas encabezadas por
Belarmino Tomás y los consejeros anarquistas Segundo Blanco, Ramón Álvarez
Palomo, Maximiliano Llamedo y Onofre García Tirador, el republicano José
Maldonado González y el socialista Rafael Fernández. Los primeros en
desembarcar fueron Belarmino Tomás y Maldonado, ambos diputados, y luego lo
hicieron los restantes miembros del Consejo Soberano. Fueron recogidos por unos
coches enviados por la Embajada española en París y trasladados hasta la
frontera española en la zona catalana. El resto de los viajeros, al igual que
los que llegaron a los otros puertos, hizo el mismo viaje en tren, tras
retirarles todas las armas que llevaban y prestarles un primer socorro, pues
llegaban en su mayoría hambrientos y muchos de ellos heridos. El torpedero
«T-3», en el que huyeron el coronel Prada, el jefe de las fuerzas navales,
Valentín Fuentes, y los miembros de su Estado Mayor, llegó al puerto de Le
Verdon. En otros barcos fueron llegando otras personalidades destacadas, tanto
militares como políticos.
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Antes de llegar a las costas francesas,
muchos de los barcos pasaron multitud de incidencias. Algunos fueron apresados
por los bous nacionales o por el temido «Cervera», que bloqueaban la salida, y
creyeron todo perdido. Pero era tal la cantidad de embarcaciones que intentaban
llegar a Francia que los barcos que acechaban eran incapaces de perseguir,
detener y conducir hasta la vera del Cabo Peñas, donde eran concentrados los
barcos apresados, a la totalidad de navíos a los que detenían. Algunos, tras
recibir la orden de alto, tomaron durante algunas horas el rumbo indicado por
los barcos franquistas, hacia el Oeste, pero en cuanto se echaba la noche o se
alejaban lo suficiente, viraban al Norte y, tras describir un amplio arco,
retomaban el rumbo a Francia. Entre los barcos que llegaron había
varios ingleses que también transportaron evadidos, como el «Stangrove», el
«Bramhill», el «Hillfern» o el crucero «Southampton», que había conseguido
librar del «Cervera» al «Stangrove» y que luego recogió en alta mar a los
náufragos del «Mary Tere». Los evadidos eran en su mayoría pequeños barcos
pesqueros que no llegaban a transportar ni a cien evacuados. Otros fueron
mercantes de mayor capacidad que cargaron varios centenares de huidos.
Otros muchos barcos no pudieron burlar
el cerco y cayeron en poder de la escuadra franquista. El periodista y escritor
Juan Antonio Cabezas, que salió de El Musel la noche del 20 de octubre en el
«Montseny», dejó un vivo relato de las vicisitudes pasadas por los miles de
asturianos apresados en alta mar y trasladados a campos de concentración en
Galicia. Según su crónica, a las pocas horas de navegación, el pequeño vapor en
el que huían recibió la orden de parar sus máquinas. Al amanecer, vieron cómo
se perfilaban en su proximidad «las siluetas trágicas de dos grandes navíos que
suponíamos italianos. Custodiaban más de una veintena de pesqueros atestados de
seres masificados sobre sus cubiertas (...). «Aunque estábamos relativamente cerca
unos barcos de otros, nadie hablaba. En las cubiertas de algunos se veían más
mujeres. En el nuestro, muy pocas. Observamos algo trágico. Desde que empezó a
clarear el día empezaron a oírse disparos de pistola y verse cuerpos que caían
por las bordas al mar. Eran los militares que no podían soportar la situación
límite» («Asturias: catorce meses de guerra civil»). Los barcos apresados, unos veintitantos,
pusieron rumbo a Galicia, escoltados por los bous nacionales. Durante el
trayecto muchas personas aprovecharon para deshacerse de armas, carnés y
documentos comprometedores, y adoptar una nueva personalidad para dificultar el
reconocimiento. Los primeros barcos se detuvieron en Ribadeo; otros continuaron
hasta el Ferrol y La Coruña. En estos puertos comenzaron los primeros
reconocimientos de los apresados por patrullas, generalmente de falangistas,
que llegaron apresuradamente de Asturias para esa labor.
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(…). El 20 de octubre de 1937, mientras el Ciscar se encontraba
atracado en el dique norte de El Musel, la Aviación Nacional bombardeó el
puerto. Una bomba cayó cerca del destructor y provocó una brecha en su costado
de estribor que hizo que el buque se escorase. Una segunda bomba, que no llegó
a estallar, atravesó la sala de máquinas y el agua inundó el buque hasta que
éste se escoró totalmente y se hundió por completo en horizontal. Tras cinco
meses de trabajos, el 21 de marzo de 1938 el Ciscar, corregidas sus escoras, quedó
a flote por sus propios medios. El 9 de abril el destructor, que hasta entonces
inutilizaba dos atraques de carbón en el dique norte, sale remolcado hasta el
Ferrol para ser reparado1 y posteriormente incorporado a la Armada franquista,
ya durante los últimos meses de la guerra. (…). https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%ADscar_(CR)#/media/Archivo:Destructor_Ciscar_(CR).jpg
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Allí mismo se hicieron
las primeras selecciones, y los identificados desaparecieron para siempre. El
resto fue distribuido entre los diversos campos de concentración: Cedeira,
Rianxo, Muros de Noya y Camposancos. En todos ellos actuó la llamada Comisión
Clasificadora de Prisioneros y Presentados, que distribuía a los prisioneros
hacia los distintos tribunales y consejos de guerra. Lo que ocurrió después es
tema de otro capítulo de esta serie.
Los asturianos que burlaron el bloqueo y
llegaron a puertos franceses fueron prontamente desembarcados y trasladados en
su mayoría por ferrocarril nuevamente hacia España, a la frontera con Cataluña.
Xavier Casademunt i Arimany, comisario de Asistencia a los Refugiados, recordaba
en 1983 cómo «el Gobierno francés los metió en vagones de animales y nos los
mandaba a nosotros». Los evadidos de Asturias venían «famélicos, llenos de
sarna y con armas. Los desarmamos», sigue Casademunt, «conseguimos que comieran
y hay que decir que los sindicatos franceses nos ayudaron mucho, y los enviamos
a Barcelona en el mismo tren para que no contagiasen la sarna...» (citado por
Etelvino González, «Ni cautivos ni desarmados»). Los combatientes, una vez revalidados
por el Ministerio de Defensa Nacional en los empleos que tenían en el Norte,
fueron pronto reincorporados en diversas unidades del Ejército popular
republicano y participaron ya en la ofensiva sobre Teruel, desencadenada a
finales de 1937.
Los miles de refugiados civiles fueron
atendidos, sobre todo, por el Centro Asturiano de Cataluña, institución creada
en Barcelona el 10 de mayo de 1930, y por otros organismos, siendo distribuidos
por diversos lugares de Cataluña, y los niños, acogidos en colonias escolares.
La situación fue realmente difícil y algunos tuvieron que soportar condiciones
de vida muy duras. Aparte de los salidos a última hora, en
los días finales de octubre, en Cataluña y otros lugares del Levante se
encontraba ya un buen número de asturianos, sobre todo ancianos, heridos,
mujeres y niños, que habían sido evacuados en los meses anteriores,
especialmente en los de agosto y septiembre de 1937. Procedentes de esa
evacuación, apunta Etelvino González, «habría en Cataluña en 1938 alrededor de
25.000 mujeres y niños de Asturias», y en total pudo llegar a haber no menos de
cincuenta mil refugiados asturianos («Ni cautivos ni desarmados»). Por último, el Consejo Soberano de
Asturias y León, una vez evacuada Asturias y trasladado el grueso de los
evacuados a Cataluña, acordó cesar en su actividad «por desaparición de su
territorio y por estimar que la subsistencia de organismos regionales, cuando
estas circunstancias se dan, no sirve más que para enquistarse en las propias
funciones que incumben desarrollar a los órganos del Estado, dificultando su
acción en el interior y produciendo lamentables confusiones en el exterior». Todos sus miembros continuaron su acción
política en distintos organismos de la República y de sus respectivos partidos.
El anarquista Segundo Blanco entró a formar parte del Gobierno de Negrín, el 5
de abril de 1938, al frente del Ministerio de Instrucción Pública y Sanidad.
Javier Rodríguez Muñoz
(Mieres, 1948), historiador.
Muñoz
tiene una "acreditada trayectoria" en el estudio y la difusión de la
historia de Asturias. Entre los grandes hitos resaltó "la dirección de la
exposición '1388-1988, seis siglos de historia del Principado de Asturias' o la
coordinación de la colección 'Biblioteca histórica asturiana', compuesta por 26
títulos. Además, colaboró en el diseño del pabellón del Principado en la
Exposición Universal de Sevilla en 1992 y con labores de documentación,
catalogación y documentación, en la puesta en marcha del Museo de la Minería y
la Industria de Asturias, en El Entrego". Como autor, ha firmado cerca de
una veintena de libros sobre la historia de Asturias, entre los que destaca la
obra "La monarquía asturiana, nacimiento y expansión de un reino",
editada en 2004. Fue el comisionado para los actos conmemorativos del
decimotercer centenario de los orígenes del Reino de Asturias. Reputado
estudioso de la historia de Asturias, exdirector del Club Prensa Asturiana de
LA NUEVA ESPAÑA.
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Gracias por compartir estas historias. Soy de Argentina, hija de asturiano. Estoy tratando de reconstruir la historia de mi familia paterna. Ellos eran de Saliencia. Abrazo
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