Ilustración de Alfonso Zapico |
El caso de la agresión de Silvino Morán al teniente Fernández Jardón en
Mieres
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Así se traduce siempre al castellano
una comedia que Molière estrenó en 1666, en la que un hombre se ve forzado a
ejercer esa profesión para evitar que dos criados engañados por su mujer, que
quiere vengarse de un agravio anterior, lo maten de una paliza. La historia de
hoy tiene el mismo título que esta farsa, aunque su argumento es muy distinto,
pero -como verán- me viene al pelo para resumir un curioso incidente del que
fue protagonista el famoso comandante republicano Silvino Morán durante nuestra
guerra civil. La escritora Silvia Carrandi, me dio
el otro día los informes sobre este hecho, que rescató de los archivos cuando
recopilaba datos para su segundo libro, ambientado en el concejo de Aller
durante la primera mitad del siglo XX. Me refiero a "Las flores del
frío", una novela en la que se mezclan ficción y realidad con un marco de
acontecimientos reales que la autora se ha preocupado de documentar hasta el
detalle, lo que sumado al interés del argumento y la propia calidad de la
narración hacen sumamente recomendable su lectura.
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Se trata de una acusación por haber
agredido al teniente médico Gonzalo Fernández Jardón, el cual se presentó en
Gijón el 18 de mayo de 1937 ante el capitán asesor-jurídico de Sanidad Militar
para denunciar estos hechos, adjuntando un informe con un reconocimiento médico
realizado aquel mismo día en el que se le apreciaba "una herida contusa en
el parietal derecho en la parte media y otra en la región occipito-parietal
derecha" producidas posiblemente con un mismo cuerpo contundente y de
pronóstico reservado. En la comparecencia, el teniente
Fernández Jardón expuso extensamente lo sucedido, que les resumo a
continuación. Según su versión, él había recibido
órdenes verbales del capitán médico jefe de la Sanidad Militar del Sector de
Mieres para establecer el puesto de socorro del Batallón nº 241 en las oficinas
de las minas de talco de Isoba en el caso de que se existiese combate, como
había sucedido, pero el comandante Silvino Morán le ordenó de malas formas, e
incluso esgrimiendo una pistola ametralladora, trasladarse junto con un
practicante hasta una casa abandonada y completamente expuesta al enemigo, que
se había situado en dos lomas muy cercanas a la misma, mientras dejaba a otros
dos practicantes a retaguardia. El teniente cumplió la orden, pero al
ver que no cesaba el fuego sobre la casa, la abandonó al amanecer retornando a
las oficinas de las minas donde se encontró con el comandante, quien lo golpeó
con un palo en la cabeza y exhibió otra vez su pistola para mandarle a volver a
la casa abandonada, al mismo tiempo que le gritaba frases como "me cago en
tu puta madre" y otras del mismo jaez.
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Fernández Jardón no tuvo más remedio
que obedecer y de nuevo en aquel puesto fue vigilado por una guardia a la que
Morán dio orden de disparar si se movía, asegurándoles que "como era un
fascista no tendrían ninguna responsabilidad". Allí estuvo hasta que el enemigo fue
desalojado de las lomas y se presentó en la casa abandonada el médico del
Batallón de Infantería nº 267, a quien contó lo que sucedía para que se lo
transmitiese al comandante Castillo, quien era el jefe de Sector. Así lo hizo,
y este acudió hasta la casa para permitir al teniente que bajase hasta Mieres,
pero casualmente también llegó en aquel momento el capitán médico García
Moreno, que quiso acompañarlo a Gijón para que presentase denuncia. El teniente Fernández Jardón añadió
en su comparecencia una explicación para la actitud de Silvino Morán, diciendo
que se debía a la denuncia por amenazas e insubordinación que él había
presentado contra Julio Gutiérrez, un picador de mina y amigo del comandante,
habilitado como practicante en su Batallón. En la documentación del día 18 figura
también el testimonio del capitán médico Ángel García Moreno, quien confirmó
que el agredido había recibido la orden de sus superiores para establecer el
puesto de socorro en las oficinas de las minas de talco, y aseguró que siempre
había cumplido fielmente su deber ocupando los sitios que se le señalaban.
Finalmente, vistas las primeras diligencias, el jefe de Sanidad Militar ordenó
enviarlas al jefe de operaciones del Tercer Cuerpo de Ejército, el cual al día
siguiente las mandó pasar al auditor de Guerra para que dictaminase.
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Entonces, dada la graduación de los
implicados se nombró como instructor al juez Ramos de Vena, y ya el 30 de julio
el teniente Jardón se personó ante él para ratificarse en lo dicho añadiendo
que habían sido testigos de los hechos un chofer de ambulancia y el delegado
político del Batallón, cuyos nombres no recordaba, pero que pronto fueron
identificados respectivamente como Bernardino Menéndez Fernández y Ricardo
Fernández Hevia, y llamados a declarar. El chofer aportó el 3 de agosto pocas
novedades, confirmó la agresión, dijo que efectivamente había cesado gracias a
la mediación del comisario político y explicó los hechos porque Silvino Morán
había visto al teniente impedir a un practicante dirigirse a la casa
abandonada. Por su parte el comisario político declaró el 12 de agosto que en
el momento de los hechos la casa abandonada no estaba batida por el enemigo y
que él ya había advertido a Jardón de que podía incurrir en una gran
responsabilidad si decidía marcharse de ella. Por fin el 18 de agosto fue llamado
ante el juez Silvino Morán, quien no negó ser el autor de aquel estacazo y
aclaró que cuando el teniente Jardón fue destinado a su batallón, el capitán
medico Sanz de Frutos le dio aviso para que lo vigilara porque tenía fama de
fascista, y efectivamente, con anterioridad a la agresión ya le había tenido
que llamar la atención por la cantidad de bajas que daba; por último citó la
conveniencia de que informase también el practicante Julio Gutiérrez Reguero
porque conocía bien lo que había pasado.
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Así se hizo, y esta es la última
declaración que figura en el expediente, porque a todo esto la guerra en
Asturias se acercaba su final, y aquel mes de mayo de 1937 fue especialmente
duro para el Batallón de Infantería Nº 241, de manera que a principios de
junio, cuando se abrió la causa contra Silvino Morán, su tropa ya contaba 87
muertos y se preparaba para los durísimos enfrentamientos que se registraron el
mismo verano en el puerto de San Isidro, y en el otoño en Peñas Blancas, donde
las bajas afectaron a la mitad de los hombres. De cualquier forma, es interesante
conocer que el practicante, como era de esperar, se posicionó claramente del
lado de Silvino Morán y afirmó que los hechos tuvieron lugar a las cinco o las
seis de la mañana cuando el teniente Jardón estaba embriagado porque se había
pasado la noche tomando coñac en la casa abandonada. Y ya no sabemos más, aunque suponemos
que el desarrollo de los acontecimientos hizo imposible cerrar esta causa, que
no fue más que una anécdota en medio del drama que se estaba viviendo en
Asturias y un pequeño incordio para Silvino Morán, quien estaba a punto de
pasar a la historia regional por otras acciones menos prosaicas.
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FUENTE: ERNESTO BURGOS-HISTORIADOR
Ernesto Burgos Fernández (historiador).
Nació en Mieres (Asturias) el 7 de julio de 1957.
Licenciado
en Geografía e Historia por la Universidad de Oviedo (1979). Diploma de
Estudios Avanzados en Arqueología Histórica («La romanización en las cuencas
mineras del sur de Asturias» 2006).Profesor de Educación Secundaria, ha
trabajado en los institutos «Juan de Herrera» (Valladolid), «Sánchez Lastra»
(Mieres), «Camino de La Miranda» (Palencia), «Valle de Aller» (Moreda) y desde
2006 en el IES «Mata Jove» de Gijón. En el año 2016 el reconocido historiador
mierense fue distinguido con el reconocido galardón anual de “Mierense del año”.
Alfonso Zapico (Blimea, Asturias, 1981). Historietista e ilustrador freelance.
Profesional gráfico desde el año 2006. Trabaja en proyectos educativos del
Principado de Asturias (Aula Didáctica de
los Oficios) e impartido talleres de ilustración en centros educativos de
Asturias y Poitou-Charente (Francia). Realiza ilustraciones, diseños y campañas
para diversas agencias de publicidad, editoriales e instituciones. Es
ilustrador de prensa en diarios regionales asturianos (La Nueva España, Cuenca del Nalón, Les Noticies…). Se
estrena en 2006 con un álbum de corte histórico para el mercado franco-belga,
La guerra del profesor Bertenev (Dolmen,
2009). Su primer trabajo publicado directamente en España es Café Budapest (Astiberri, 2008), donde se mete de
lleno en una ficción determinada por los orígenes del todavía no resuelto
conflicto palestino-israelí. Acto seguido apuesta por recrear en cómic la vida
de James Joyce, Dublinés (Astiberri,
2011), que gana el Premio Nacional del Cómic 2012 y a raíz del cual surge
el cuaderno de viaje La ruta Joyce (Astiberri,
2011). Vive en la localidad francesa
de Angouléme, donde, tras realizar El otro mar (Astiberri, 2013) a caballo de su Asturias natal, a la que vuelve
con regularidad, se encuentra preparando su nueva y ambiciosa obra, “La balada
del norte”, que constará finalmente de tres tomos. Esta magnífica obra es un autentico tesoro de
la novela gráfica española y refleja la negrura de los valles mineros de
Asturias de los que surgen personajes luminosos, y bajo el ruido atronador de
las minas de carbón se escucha el susurro de una canción antigua. Los viejos y
nuevos tiempos chocan brutalmente poniendo a prueba al protagonista, pronto a
la Humanidad entera. Éste es el sonido de "La balada del norte". Sus
libros han sido traducidos al inglés, francés, alemán o polaco. (…) http://alfonsozapico.com
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