Y está
vista de experiencia, años ha, las razones. Porque tiene dos manifiestos
peligros: o quemarle los calores y falta de agua en julio y agosto, o quitarle
de granar los fríos, en septiembre u octubre. Explícome más. O el maíz se
siembra temprano o se siembra tarde. Si se siembra temprano, que para San Pedro
esté reandado, ya con su sombra y el recio, y si la tierra es gorda y húmeda,
se defenderá de los calores susodichos. ¿Pero cómo se defenderá en las tierras
cálidas y secas? Y en unas y otras, ¿qué lo asegurará de los fríos de
septiembre y octubre, y más si la tierra es fría? Si se siembra tarde, en
cualquier tierra son casi seguros los dos peligros: porque lo cogerán los
calores chiquito, muy niño, y sin hacerse sombra y cata, que en dos días se lo
papan y consumen; y como será preciso venir después allá tarde, cogéranlo más
tiempo los fríos y a pocos aprietos lo quitarán de granar y voló».
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Ilustración de Alfonso Zapico. Alfonso Zapico (Blimea, San Martín del Rey
Aurelio, Asturias, 1981) es un historietista e ilustrador español. En 2012, su
novela gráfica Dublinés fue galardonada con el Premio Nacional de Cómic. Entre
otros trabajos es de destacar su ambiciosa obra, La Balada del Norte. Saber más… WIKIPEDIA. |
Sin embargo, y aparte estas cuestiones, contra lo que el
sensato fray Toribio advertía era contra los peligros del monocultivo: «¿Cómo
pues en granos de tantos peligros (tan naturales y tan manifiestos, y tan
experimentados en muchos y muchos y repetidos años) se puede fiar el sustento
cotidiano de la gente por todo el año? Fíese sí en los otros granos que en la
ley y establecimiento quedan expresados. Porque esos naturalmente no están sujetos
a los dos dichos peligros». Jovellanos, al tiempo que reconoce la extensión del maíz por
toda Asturias se hace eco de las críticas, añadiendo que «si esta preferencia
es o no útil, véase aquí un problema muy disputado en las conversaciones
ordinarias de este país. Por la utilidad está la costumbre general, no solo del
cultivo, sino también del alimento, pues el pan hecho de ese fruto, que llaman
'borona' es el que come todo el pueblo rústico, y además lo que llaman en
algunas partes 'fariñes' y en otras 'farrapes', que es una especie de farro o
poliento hecho con la harina de maíz cocida en agua; también aboga por la
utilidad la abundancia de los productos, muy superiores a los del trigo, la
poca aptitud de la tierra para la sementera de éste, el convalor de los demás
granos y, sobre todo, la dificultad de volver atrás las ideas y las opiniones
de un pueblo entero».En cuanto a los inconvenientes, enumera «las penosas y
continuas labores con que debe se solicitada la tierra para producir el maíz;
la necesidad de agua en todos los meses del estío, a que no siempre responde el
cielo aunque por lo común es lluvioso; la poca virtud de las tierras altas para
una planta tan hambrienta y que las esquilma cual otra ninguna; y, en fin, la
estimación en que deja las tierra doblando la exigencia de abonos y labores».
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Bodegón de Luis
Egidio Meléndez, siglo XVIII. Luis Egidio Meléndez - Galería online, Museo del
Prado. (...). Saber más... WIKIPEDIA. |
Y al cabo, Jovellanos llega a una opinión equidistante y
prudente: «Véase el pro y el contra del problema. Yo me guardaré bien de
empeñarme en su resolución sin el debido conocimiento. Pero cuidado con la
alteración si se pensare en ella, que es cosa muy delicada y peligrosa, cuando
se trata de objetos de primera necesidad, cambiar las opiniones de un pueblo
que no sabe leer sino en el cielo y en la tierra». La introducción de la patata en Asturias fue más tardía y
tuvo mayores dificultades que el maíz; aunque una vez vencidas éstas, su éxito
fue no menos inmediato que el del «pan indio». Seguramente es la patata el
fruto procedente de América de aceptación y difusión más universal; como afirma
John Steinbeck en alguna página de «Al Este del Edén», pocas cosas hay más
inconcebibles que una buena chuleta sin su guarnición de patatas. No obstante,
su entrada en Europa fue lenta y recelosa, salvo en Alemania e Irlanda, a donde
la llevaron los ingleses, que a su vez la habían recibido en las naves de sir Walter
Raleigh, quién sabe si a modo de experimento. Durante un par de siglos fue
apreciada más como adorno que como alimento, hasta que Parmentier, siendo
farmacéutico del Hospital de los Inválidos, la impuso contra los prejuicios que
sobre ella existían. De manera que si los ingleses dieron las patatas a los
irlandeses, Parmentier se las dio a los alienados. Posteriormente, las campañas
napoleónicas extendieron las patatas por toda Europa; en ello tal vez haya
influido el nombramiento de Parmentier como inspector de Sanidad Militar en
1803. También se ocupó de popularizar el uso del maíz. La patata, que había llegado a España en las naves de los
conquistadores, vuelve a entrar con los ejércitos de Napoleón. Curioso destino
el de esta solanácea, que siempre que llega a nuestro país lo hace a la sombra
de las armas. Antes de la invasión de Napoleón la patata era muy poco apreciada
en las mesas distinguidas, como lo certifica un comentario de don Ramón
Mesonero Romanos, que recuerda en las «Memorias de un setentón», haber comido
las primeras patatas de su vida, y como cosa extraordinaria, durante la Navidad
de 1808.
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«La suya
recibí, y con ella las patatas y el pipote y siete limones. Todo vino muy bueno
(A la M. María de San José, 19 de diciembre 1577)». De la rueca a la pluma.
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Las patatas fueron descubiertas por los conquistadores
españoles en un valle de los Andes, cerca del Cuzco, la residencia de los
antiguos reyes del Perú; pero no se fomentó su cultivo. Sir Walter Raleigh las
trae a Europa en 1586, y ya se ha dicho que fueron destinadas para alimento de
los irlandeses. Contra la patata existía la prevención de que casi todas las
solanáceas son venenosas, por lo que se consideró menos arriesgado utilizarlas
en los jardines que en las mesas. Al fin, Parmentier consiguió imponerlas, y
fue tal el empeño que desplegó en su defensa que muchos creían que fue él quien
las había inventado. Así que las patatas volvieron a España, lo mismo que algún
escritor argentino, a través de Francia. Pedro Mártir de Anghiera menciona la patata muy
tempranamente, en 1516, pero sin adivinar su importancia. Habrá de pasar un
tiempo para que Pedro Cieza de León la describa en su «Crónica del Perú»: «De
los mantenimientos naturales fuera del maíz hay otros dos que se tienen por
principal bastimento entre los indios; al uno llaman 'papas', que es a manera
de turmas de tierra, el cual después queda tan tierno por de dentro como
castaña cocida; no tiene cáscara ni hueso más que lo que tiene la turma de la
tierra, porque también nace debajo de tierra, como ella; produce esta fruta una
hierba ni más ni menos que la amapola». La historia de la patata en Europa es compleja. Algunas de
las primeras fueron enviadas a Europa y constituyeron una curiosidad botánica.
A Inglaterra llegaron gracias a piratas y aventureros como Hawkins, Raleigh y
Drake, a quien, por cierto, es imposible no encontrar en empresa alguna
relacionada con el mar en su tiempo. Después de su introducción en Irlanda el
botánico francés Charles de l'Ecluse la introduce en los Países Bajos en 1588.
Pero Martínez Llopis proclama que «debe quedar sentado que los primeros que
experimentaron la patata como alimento fueron los españoles.
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Comedores de patatas. Cuadro pintado por Van Gogh en 1885 que retrata los ambientes de finales del siglo XIX en los que, por su buena adaptación a zonas frías y húmedas la patata era la base de la alimentación. Vincent Van Gogh |
En 1573, la
comunidad religiosa que regía el Hospital de Sevilla pasaba por unas
desafortunadas circunstancias económicas, pues a pesar del saneado patrimonio
que poseía, sus bienes no le alcanzaban para alimentar debidamente a sus
enfermos y pobres. El ecónomo de este centro benéfico, al considerar que las
colectas que se venían realizando resultaban insuficientes, tuvo la idea de
comprar los nuevos tubérculos que cultivaban algunos colonos que habían
regresado de América, que por la poca aceptación que tenían en el mercado se
vendían a precio muy bajo. Así, lo que las gentes refinadas rechazaban, resultó
un excelente alimento para los enfermos hospitalizados». Posteriormente, se
destinó a las gentes pobres y a los soldados. Lo que, evidentemente, no es
manera de prestigiar un alimento, y mucho menos un alimento precedido de muy
mala fama. En Asturias, la primera descripción de la patata está
relacionada también con otro grupo marginal, los vaqueiros. Escribe Jovellanos
en su novena carta a Ponz que «hay algunos que a la cría de ganados juntan el
cultivo de las patatas, y los que así lo hacen, apenas conocen otro alimento
que este fruto y la leche; mas como no sea dado a todos los vaqueiros la
proporción de este cultivo, porque o la esterilidad o la estrechez del suelo lo
rehúsa, los que carecen de tan buen auxilio tienen que comprar maíz, pues viven
de boroña o de una especie de polentas hechas con harina de este grano». José
Caso anota a propósito de este párrafo: «Creo que es este el primer testimonio
del cultivo de la patata en Asturias y testimonio curioso; recuérdese que
todavía hacia 1817 se leía a los campesinos días festivos una real orden que
recomendaba a las autoridades locales a los párrocos que aconsejasen el cultivo
de la patata, contra la que había grandes prevenciones». Esto es: que aunque
algunos vaqueiros las cultivasen, el resto de los asturianos las rechazaban.
Más o menos de la misma época que la carta de Jovellanos en es el «Diálogo de
las glorias de Asturias», del clérigo de Villaviciosa Bruno Fernández Cepeda,
en el que aparece la patata entre los productos de la huerta de Asturias. Eduardo Méndez Riestra adelanta un poco la mención de las
primeras patatas asturianas. «La mención más antigua parece corresponder al año
1753, en el concejo de Boal, registrándose otras para Navia y Villaviciosa en
1772. El propio Jovellanos las menta en sus Diarios, aún con el nombre de
'batatas', e incluso en alguna ocasión con el de 'castañas de Indias' según se
la denominaba a veces por entonces. El geógrafo Fermín Rodríguez considera que
su adaptación se habría dado previamente en Europa, como prueba el hecho de que
algunos las conocieran como 'patatas de Francia' y en Asturias habría penetrado
a través de los concejos limítrofes con Galicia, región en la que el cultivo se
documenta en 1788». El botánico Durieu, que recorrió Asturias en 1835, aporta
una noticia de gran interés: «Actualmente, lo mismo que en la parte llana de
Asturias, también se producen abundantes patatas en el valle del Naviego,
prósperamente cultivadas por todas partes hasta la región subalpina, de igual
modo que el centeno, los cuales constituyen casi el principal alimento de los
moradores.
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Copia del
cuadro de Velázquez vieja friendo huevos. Artelista
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En Asturias, su reciente aparición fue poco afortunada en los
comienzos, porque el clero, sintiendo la consiguiente disminución del tributo
diezmal (ya que los llamados frutos nuevos no se consideraban diezmables), se
desató desde los púlpitos contra la 'raíz del diablo', e hizo todo lo posible
por arrojar de la provincia la especie advenediza, consiguiéndolo de primera
intención; pero luego, como reapareciera el exótico tubérculo y suscitase
idéntica tempestad, por la protección de las autoridades pudo resistir con más
fortuna y consolidarse finalmente, de tal manera que su cultivo rotatorio se ha
hecho común hasta en los últimos valles de Asturias, como e las cultas regiones
de nuestra Europa septentrional. Indicio de que los españoles se van civilizando
muy digno de subrayarse». No obstante, este tardío cultivo de la patata tuvo algún
efecto benéfico ya que al producirse la plaga de la patata a mediados del siglo
XIX a causa de la sarna ordinaria de la patata y de la «phytophtora infestas»
no tuvo las desoladoras consecuencias que en otros lugares, como Irlanda, por
ejemplo, por estar los cultivos más diversificados, y no obstante alcanzar la
hambruna también aquí proporciones gravísimas, agravadas por la actuación de un
gobernador civil harto incivil. Y a pesar de todo y bien mediado el siglo,
Alejandro Oliván anota en su «Manual de agricultura» en 1856, que «se
encuentran gentes que desdeñan la comida de la patata». Pero los prejuicios fueron derrumbándose poco a poco, y el
25 de octubre de 1878, Máximo Fuertes Acebedo escribe en la «Revista de
Asturias» que «cuando se pudieron apreciar las excelentes cualidades de esta
planta alimenticia y sus aplicaciones a la industria, la patata fue cultivada
con interés en todas las comarcas del mundo, así en las altas montañas como en
las riberas del mar, pues en todas partes se arraiga, vive, crece y
fructifica». El maíz y la patata fueron las consecuencias más apreciables
del descubrimiento de América en el ámbito campesino; tanto, que un gastrónomo
como Busca Isusi habla de «cocina precolombina» al referirse a la anterior al
maíz y la patata, y en la que el pote se hacía con nabos y castañas. El destino
de ambos frutos americanos fue, por lo demás, bien diverso: el maíz tuvo pronto
éxito y hoy es testimonial; en cambio, la patata se universalizó después de
vencer fuertes prevenciones.
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Antigua castañera, la castaña,
tan popular y utilizada en las duras épocas de la guerra y hambrunas. Foto Archivo. |
FUENTE: JOSÉ IGNACIO GRACIA NORIEGA. Publicado por “El Catoblepas” (Revista crítica del presente), en septiembre de 2006. Ver enlace.___________________________________________________________________________
AUTORES:
José Ignacio Gracia Noriega (Llanes, 17 agosto 1945 - Oviedo, 6 septiembre 2016), ha sido uno de los escritores españoles más fecundos, críticos, originales e independientes de los últimos tiempos. La mayor parte de su obra la escribió en su casona familiar de Llanes, rodeado de libros y de un número variable de gatos, dedicado a su único oficio, el de escribir sirviéndose de vetustas plumas fuente y añejas máquinas ignorantes de la electricidad, que se negó a reemplazar por artilugios más modernos. Desde 2007 vivió en Sevares, buscando la tranquilidad y el sosiego que había perdido en su villa natal por enfrentamientos políticos. En febrero de 2011 recuperó judicialmente el título de Cronista oficial de Llanes, del que había pretendido despojarle en 2003 el alcalde del momento. Se formó en las Universidades de Oviedo y Madrid y ejerció el periodismo tanto en la radio como en la prensa regional y madrileña. Durante décadas fue colaborador del periódico ovetense La Nueva España. Miembro del Instituto de Estudios Asturianos (IDEA), recibió los premios de novela Tigre Juan, Casino de Mieres y Asturias. Formó parte del Consejo de Redacción de la revista de filosofía El Basilisco y del Consejo Asesor de la Fundación Gustavo Bueno. (...). Seguir leyendo... FUENTE: José Ignacio Gracia Noriega.
EL BLOG DE ACEBEDO. (ANTOLOGÍA DE LA HISTORIA). La Historia es una disciplina académica que aspira a comprender el pasado y la forma en que se ha configurado el presente. Es necesaria para entender, para cambiar y para saber cómo ha llegado a existir la sociedad en la que vivimos.“El único deber que tenemos con la historia es reescribirla”. (Oscar Wilde)
El Blog de Acebedo se adentra en la historia de nuestra tierra, TODO SOBRE ASTURIAS, MIERES Y CONCEJO. navegar en este blog, es conocernos mejor a nosotros mismos y nuestra dilatada historia. Como decía el poeta mierense Teodoro Cuesta García-Ruiz (09/11/1829 – 01/02/1895), “soy d´esa villa y á honra tengo haber nacío n’ella”. FUENTE. El Blog de Acebedo.
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