Moldes para la fabricación de hachas de cubo, procedentes de un lugar indeterminado de los Oscos/Ozcos. Miguel Ángel de Blas los sitúa entre los siglos IX y VIII a. C. Foto: Miki López. |
EL CABALLITO SIN PATAS. El tiempo y una
vida larga y accidentada dejaron a esta fíbula zoomorfa sin patas, pero la
pieza conserva todo su encanto a pesar de las mutilaciones. La silueta del
caballo, de cuerpo rechoncho, con su lomo muy perfilado y unas extremidades que
tan solo se apuntan, no ha perdido dinamismo y parece estar a punto no ya de
correr sino de volar. El caballito sin patas es un objeto de bronce, realizado
mediante fundición a molde. Mide tan solo 36 milímetros de largo y, por
supuesto, tiene datación prerromana. Foto: Miki López |
La humedad era muy alta y en algunos puntos las estrecheces hacen pensar en la posibilidad de que trabajaran niños. “El cobre se convirtió en un bien estratégico de primer orden que circulaba a grandes distancias”, explica Germán Delibes. Del gran prehistoriador Gordon Childe (1892-1957) es esta frase: “Al del minero y al del fundidor, pronto vino a sumarse un nuevo oficio secundario: el del viajero comerciante”. Y los minerales del cobre se expandieron superando cualquier frontera por lejana que fuera. Hay cobres del Cantábrico que aparecieron en Escandinavia. En las tierras astures no solo había minas de cobre en el Aramo. Es muy conocida la mina del Milagro, en Onís, cuyas primeras explotaciones podrían remontarse al año 3000 a. C. Al otro lado de la cordillera funcionó desde tiempos neolíticos la mina La Profunda, situada a unos seis kilómetros de la localidad leonesa de Villamanín.