Mujeres antifascistas en
Asturias
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Ilustración de Alfonso Zapico |
¿Qué importancia no puede tener en la marcha de la Revolución que las
mujeres animen con su presencia y con sus servicios a los compañeros, a los
padres, a los hermanos?
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Ilustración de Alfonso Zapico |
Fueron cocineras y camareras en los
cuarteles rojos; enfermeras en las ambulancias y en los hospitalillos
practicantes; espías inteligentes en los enlaces durante el Tercer Comité;
soldados de filas en los momentos de la defensiva. Ellas llevaban a nuestro
pecho el aliento que a veces quería flojearnos. Sirvieron a la Revolución
ostentando orgullosas el brazalete del Ejército Rojo, y en esto, justo es
decirlo, no hubo distinción de matices ideológicos: socialistas, comunistas y
anarquistas rivalizaron en valor y entusiasmo”
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Ilustración de Alfonso Zapico |
Los primeros intentos de movilización
política de la mujer en la izquierda asturiana se plasmaron en la constitución
del Comité de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo, creado en Gijón a
comienzos de 1934 por iniciativa del Comité Nacional. Sin embargo, según el
testimonio de la que fuera su Secretaria de Organización, la militante
comunista Pilar Lada, el fracaso de dicho Comité fue rotundo. Constituído por
el PCE, contaba con “delegadas de nuestro partido y elementos simpatizantes”,
sin embargo Pilar Lada se quejaba amargamente de que los dirigentes no
prestaron el menor apoyo a la formación de unas camaradas dispuestas a trabajar
“con muy buena voluntad”, pero carentes de toda preparación política y
cultural; incluso “responsables” como ella ni siquiera eran convocadas a las
reuniones del partido. No será hasta después del triunfo del
Frente Popular cuando las Agrupaciones Femeninas Antifascistas, en una etapa de
intensa agitación popular, “se cuidan de organizar a la mujer incorporándola a
la vida política, preparando su comprensión de clase hasta entonces dormida.”
Y, en efecto, en la agitada primavera del 36, se observa una creciente
presencia femenina en movilizaciones, por ejemplo las habidas con motivo del 8
de marzo o del 1º de mayo. Además, el arduo esfuerzo de las pocas militantes
del PCE por crear, consolidar y extender organizaciones de mujeres sobre bases
unitarias antifascistas se saldó con resultados bastante halagüeños,
especialmente en Gijón donde antes de estallar la guerra funcionaban cinco
Agrupaciones Femeninas Obreras que afirmaban contar con unas 1.200 asociadas.
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Ilustración de Alfonso Zapico |
Denominadas Agrupaciones Femeninas en defensa de sus Derechos, tras el inicio
de la contienda, se transformaron en Agrupaciones Femeninas Antifascistas a las
que se intentará incorporar a las militantes de todo el espectro político del
Frente Popular. La Guerra Civil favoreció
excepcionalmente la presencia y activa participación de las mujeres en las
tareas políticas y sociales. A medida que discurre el tiempo, y pese a
obstáculos de toda índole, la movilización de los hombres para el frente hizo
cada vez más imprescindible la incorporación de un creciente número de mujeres
a los trabajos de la retaguardia tanto en la producción como en las múltiples
tareas de asistencia y apoyo que la encarnizada lucha exigía. Así lo ponen de
relieve las Agrupaciones Femeninas en uno de sus manifiestos: “Fueron nuestras
Agrupaciones las que organizaron los talleres colectivos en los que se
produjeron las primeras ropas para los combatientes. Los sacos terreros que
habrían de defender el pecho de nuestros héroes fueron elaborados por estos
talleres. Mujeres antifascistas de todos los matices políticos de izquierda
recorrieron las viviendas buscando ropas, calzado, colchones, etc., para
nuestros luchadores. La mujer actúa de cocinera, de sanitaria en los frentes,
de municionera al lado del peligro; creó los lavaderos colectivos.
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Ilustración de Alfonso Zapico |
Trabaja
cerca de Asistencia Social, del S.R.I. organizando los roperos infantiles para
los huérfanos de soldados; colabora en la creación y funcionamiento de las
cantinas escolares. Donde hay un dolor está ella. El número de enfermeras
voluntarias lo acredita [...] En todo momento nuestras Agrupaciones se
entregaron por completo a desarrollar las tareas que la guerra reclama de la
mujer.”
Trabaja
cerca de Asistencia Social, del S.R.I. organizando los roperos infantiles para
los huérfanos de soldados; colabora en la creación y funcionamiento de las
cantinas escolares. Donde hay un dolor está ella. El número de enfermeras
voluntarias lo acredita [...] En todo momento nuestras Agrupaciones se
entregaron por completo a desarrollar las tareas que la guerra reclama de la
mujer.” Con carácter general, las militantes
del PCE se propusieron organizar Agrupaciones Femeninas Antifascistas en todos
los Batallones, una de cuyas misiones fundamentales habría de ser la de crear
talleres de costura o lavaderos colectivos y, a tal fin, se juzgaba necesaria
la colaboración de modistas que enseñasen “a coser y bordar a sus afiliadas”.
Peregrina González, militante comunista, Teniente de Alcalde de Luanco, además
de Secretaria de la Agrupación Femenina de su localidad, recuerda en sus
memorias haber puesto en marcha y dirigido un taller de calzoncillos para el
hospital de Luanco al que “llegaban los heridos sin nada que ponerles”,
añadiendo resuelta, “era tanta la necesidad existente [que] nos pusimos de
acuerdo unas compañeras y yo para organizar el taller”del que se encargó una
camarada modista. Ciertamente hubo combatientes
femeninas en los primeros días y algunas cayeron en combate, pero la presencia
regular de mujeres en los Batallones tuvo más que ver con tareas auxiliares, de
cuidado y atención a los soldados.
Labores femeninas que eran consideradas, no obstante, “de mucha utilidad” en el
frente; así lo reconocía, por ejemplo, el comandante Planería quien propuso
“formar un equipo de mujeres con el solo fin de cuidar la ropa de los
milicianos y atender a su limpieza...”
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Ilustración de Alfonso Zapico |
Sin duda alguna, el primer objetivo
de toda Agrupación Femenina Antifascista, incluso en las zonas de frente, era
el de constituir una Biblioteca que les permitiese “ir capacitándose poco a
poco”, pero tampoco se olvidaban de la vigilancia tocante a la “moralidad” de
las compañeras que siempre deberían ser ejemplo “lo mismo en el trabajo
material” que en “la moral de cada una”. Por medio de la instrucción, se
trataba de elevar el nivel cultural y político de las mujeres, su formación de
clase y, por supuesto, su “espíritu de sacrificio y de abnegación por la
Causa.” Mas lento, tardío y complejo fue el
proceso de incorporación de la mujer a la producción. Ya en octubre del 36
aparecía un artículo de Agripina García Feliciate titulado “No es ese el
camino. Hay que prestar más apoyo al trabajo de la mujer” en el que su autora,
tras reiterar que las mujeres asturianas “estamos dispuestas a trabajar en
el frente o en la retaguardia”,
arremetía contra algunas autoridades que llamándose antifascistas estaban “saboteando
nuestro trabajo” Transcurridos varios meses de la guerra y a medida que las
fábricas normalizaban su funcionamiento, se planteará insistentemente por parte
de las Agrupaciones Femeninas Antifascistas la conveniencia de cubrir, siquiera
fuese temporalmente, los puestos de trabajo dejados vacantes por la
movilización de los hombres con mano de obra femenina.
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Ilustración de Alfonso Zapico |
Trinidad Cable, en
nombre de la Agrupación Femenina Antifascista de Mieres, exigía una vez más que
las mujeres fuesen movilizadas en la retaguardia: “La mujer no puede permanecer
inactiva en la guerra (...) nuestra labor está en las fábricas, lo mismo de
guerra que industriales, conducir un coche, tranvía, oficinas, policías,
etc.etc., y con unos días de ensayo o una pequeña orientación poniendo atención
e interés, con una disciplina y obediencia feroz (...) sería fácil movilizar
todos los hombres para fortalecer la vanguardia y nosotros trabajar en la
retaguardia.” A lo largo de la primavera del 37
mujeres asturianas trabajarán en el sector industrial con una eficacia
superior, en algunas ocasiones, a la de sus compañeros varones, si hemos de
hacer caso al testimonio de Angel Alvarez, Secretario provincial del PCE, quien
afirmaba, por ejemplo, que en la fábrica de cartuchos de Villamayor “sobrepasaron
a los oficiales en la producción”. No obstante, pese a la sostenida presión de
las Agrupaciones de las distintas localidades a fin de crear un verdadero
“Ejército de Mujeres produciendo” paralelo al “Ejército de hombres
combatiendo”, la realidad de la incorporación de la mujer al trabajo fue más
bien limitada. Los sindicatos y organismos del gobierno del Frente Popular que
apoyaron con medidas concretas la capacitación de mujeres a fin de éstas
desempeñasen oficios tradicionalmente masculinos (mecánicas, conductoras,
electricistas, etc.) fueron antes la excepción que la norma. Como sostiene
Isabel Cueva, las mujeres más combativas deben “insistir, rogar, presionar,
para que se organicen cursos de formación profesional”.
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Ilustración de Alfonso Zapico |
Sus reiteradas demandas
chocaban una y otra vez con obstáculos al parecer insalvables, o bien recibían
como única respuesta un clamoroso silencio. Todavía en el verano del 37, cuando
la situación del norte se agrava por días, las Agrupaciones Femeninas
Antifascistas siguen exigiendo su derecho a participar más activamente:
“¡Queremos trabajar! Sabemos que somos necesarias”. Incluso osaron criticar
abiertamente a los “insustituibles”; en esta línea, sostenían las Agrupaciones,
era posible acabar con tantos “antifascistas de cuota” emboscados en la
retaguardia siempre que el Gobierno del Frente Popular resolviese de una vez
por todas el “problema [...] de nuestra efectiva y práctica incorporación a las
actividades industriales.” Aún en el último tramo de la guerra
las Agrupaciones Femeninas llamaron a las mujeres a movilizarse engrosando las
brigadas de choque que tan imprescindibles serán en las tareas de
fortificación, construcción de refugios, aprovisionamiento de maderas, siembra
y recolección en el campo..., trabajos todos ellos en los que su labor fue, al
parecer, muy destacada. El más amplio compromiso de la mujer
con la causa había de lograrse por mediación de los sentimientos; se apelaba a
su condición de madre, esposa, hermana o hija: “la que más y la que menos tiene
a alguno de sus familiares en las trincheras, pasando frío, privaciones,
sacrificios (...)
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Ilustración de Alfonso Zapico |
¿Qué hacen estas mujeres por ayudar desde la retaguardia a
que sus familiares tengan un poco más de todo lo que necesitan? (...)
Ciertamente que las mujeres trabajamos poco por nuestros soldados...” Y
concluía su artículo Enriqueta Moreno con las que, a no dudarlo, eran las consignas
del momento: “Todas a engrosar las Brigadas de choque. Ni un solo brazo
Femenino inactivo...!” En cualquier caso, tras la derrota,
el Consejo de Asturias en el Informe que sobre su actuación presentó al
Gobierno de la República en noviembre del 37, respecto al papel jugado por las
mujeres asturianas durante la guerra, señalará escuetamente: “La incorporación
de la mujer a la producción fue muy débil restando por ello muchos brazos al
Ejército.” Desde luego constataban una realidad cierta, pero los dirigentes
políticos y sindicales asturianos no eran del todo ajenos a balance tan parco
en resultados, pues poco habían hecho por facilitar la integración y activa
participación de las mujeres en las múltiples tareas de la retaguardia.
Mientras hubo tiempo para ello, fueron otras sus prioridades. No obstante, pese a carencias y
dificultades, las organizaciones de mujeres en la Asturias republicana
experimentaron un empuje notabilísimo a lo largo de la guerra. Los partidos de
izquierda vieron incrementada la militancia femenina, especialmente el PCE
cuyas activistas fueron las que más celo desplegaron en impulsar, extender y
sostener las Agrupaciones Femeninas Antifascistas.
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Ilustración de Alfonso Zapico |
El fuerte crecimiento del
PCE durante el conflicto bélico también se tradujo en la incorporación a sus
filas de cientos de mujeres; si en julio del 36 contaba con unas 300
militantes, en marzo del 37 sumaban ya las 1.800 afiliadas, y las cifras no
dejarán de crecer en los meses siguientes. Además, la movilización masiva de
los comunistas en los frentes otorgará un papel cada vez más relevante a las
militantes en las tareas organizativas, alcanzando en aquella excepcional
coyuntura un protagonismo en el Partido impensable en otras circunstancias. De
modo que nada tiene de extraño que en el Pleno de octubre del 37 las mujeres
representadas sean cerca del millar, un tercio del total, y se informe de que
algunos radios y numerosas células están integradas exclusivamente por féminas. También desarrollaron notable
actividad las mujeres socialistas, así como las anarquistas, las jóvenes de las
J.S.U., y en menor medida, las republicanas, aún cuando su grado de compromiso
y entrega a la causa no parece equiparable a la que caracterizó a las
organizaciones femeninas comunistas, aunque es cierto que todavía carecemos de
investigaciones monográficas al respecto. Incluso menudearon mujeres ocupando
cargos de responsabilidad política en las instituciones resultado, claro está,
de la movilización para el frente de los varones.
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Ilustración de Alfonso Zapico |
De todos modos, al margen de las
militantes y activistas encuadradas en los distintos partidos, las Agrupaciones
Femeninas Antifascistas fueron en realidad las únicas que pudieran recibir el
calificativo de organizaciones de masas. Su carácter unitario, abierto y poco
sectario, al menos comparativamente, atrajo a un crecido número de mujeres
asturianas progresivamente comprometidas con la defensa de la República. Las
Agrupaciones se implantaron en todo el territorio asturiano, incluidas las
zonas rurales; solamente en Gijón se habían constituído nada menos que 21
Agrupaciones en abril del 37, si bien no todas desplegaron la misma febril
actividad. La inmensa mayoría de sus integrantes son jóvenes, solteras, que
desarrollan generalmente un trabajo no cualificado fuera del hogar, están
encuadradas sindicalmente, y aspiran a mejorar su instrucción cultural y
política comprometiéndose a fondo con la causa del Frente Popular. De manera que cabría preguntarse,
¿estamos hablando de la existencia de una verdadera vanguardia feminista?.
Creemos que en modo alguno. Fueron, eso sí, pioneras en la lucha por la
incorporación de la mujer a la sociedad que se aspiraba a crear. La febril
actividad desplegada por afiliadas y dirigentes, sus constantes campañas de
agitación, las múltiples iniciativas en favor de la causa popular y de su género,
permitieron la rápida extensión de las Agrupaciones a toda la Asturias
republicana y lograron movilizar por primera vez a miles de mujeres,
especialmente a las jóvenes, que daban, entre titubeos y tropiezos, los
primeros pasos en el camino abierto de una cierta emancipación.
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Ilustración de Alfonso Zapico |
FUENTE: CARMEN GARCÍA
Profesora de Historia Contemporánea
de la Universidad de Oviedo
Los dibujos son de Alfonso Zapico
Alfonso Zapico (Blimea, Asturias, 1981). Historietista e ilustrador freelance.
Profesional gráfico desde el año 2006. Trabaja en proyectos educativos del
Principado de Asturias (Aula Didáctica de
los Oficios) e impartido talleres de ilustración en centros educativos de
Asturias y Poitou-Charente (Francia). Realiza ilustraciones, diseños y campañas
para diversas agencias de publicidad, editoriales e instituciones. Es
ilustrador de prensa en diarios regionales asturianos (La Nueva España, Cuenca del Nalón, Les Noticies…). Se
estrena en 2006 con un álbum de corte histórico para el mercado franco-belga,
La guerra del profesor Bertenev (Dolmen,
2009). Su primer trabajo publicado directamente en España es Café Budapest (Astiberri, 2008), donde se mete de
lleno en una ficción determinada por los orígenes del todavía no resuelto
conflicto palestino-israelí. Acto seguido apuesta por recrear en cómic la vida
de James Joyce, Dublinés (Astiberri,
2011), que gana el Premio Nacional del Cómic 2012 y a raíz del cual surge
el cuaderno de viaje La ruta Joyce (Astiberri,
2011). Vive en
la localidad francesa de Angouléme, donde, tras realizar El otro mar (Astiberri, 2013) a caballo de su
Asturias natal, a la que vuelve con regularidad, se encuentra preparando su
nueva y ambiciosa obra, “La balada del norte”, que constará finalmente de tres
tomos. Esta
magnífica obra es un autentico tesoro de la novela gráfica española y refleja
la negrura de los valles mineros de Asturias de los que surgen personajes
luminosos, y bajo el ruido atronador de las minas de carbón se escucha el
susurro de una canción antigua. Los viejos y nuevos tiempos chocan brutalmente
poniendo a prueba al protagonista, pronto a la Humanidad entera. Éste es el
sonido de "La balada del norte". Sus
libros han sido traducidos al inglés, francés, alemán o polaco. (…) http://alfonsozapico.com
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