Valeriano Weyler y Nicolau (Palma de Mallorca, 17 de septiembre de 1838 – Madrid, 20 de octubre de 1930). Valeriano Weyler y Nicolau, Marqués de Tenerife y duque de Rubí, grande de España . Militar, político y noble español. Gobernador de Cuba (1896-1897). Su mandato en Cuba, se caracterizó por el desarrollo de la Guerra por la independencia 1895-1898, que combatió sin éxito, y por sus medidas criminales, entre ellas la llamada Reconcentración. (…). Saber más... EcuRed |
Ilustración de Alfonso Zapico.
Alfonso Zapico (Blimea, San Martín del Rey Aurelio,
Asturias, 1981) es un historietista e ilustrador español. En 2012, su novela
gráfica Dublinés fue galardonada con el Premio Nacional de Cómic. Entre otros
trabajos es de destacar su ambiciosa obra, La Balada del Norte. Saber más… WIKIPEDIA. |
La Nueva España
Cuba fue junto a Puerto Rico la última tierra que tuvimos en América hasta que en 1868 el movimiento independentista se convirtió en una guerra impopular; entonces los cubanos fueron a por todas y en febrero de 1895 organizaron un ejército revolucionario. En un principio, el gobierno español de Cánovas del Castillo intentó solucionar la situación por las buenas y envió al general Martínez Campos a negociar con los insurrectos, pero las cosas en vez de calmarse se encabronaron y fue entonces cuando se recurrió al durísimo Weyler. Este llevó a la isla un ejército de 200.000 hombres que empleó con un rigor extremo: puso fuertes destacamentos en Cienfuegos y Santiago; organizó columnas volantes que recorrieron los pueblos destruyendo y quemando los asilos de los rebeldes; prohibió a los periodistas y a extranjeros que las acompañasen para que no pudiesen dar a conocer sus movimientos; protegió a los partidos españolistas y persiguió a los marginales y a los llamados ñañigos -miembros de una sociedad secreta que aún pervive- deportándolos desde La Habana a la isla de Pinos.
Cuba fue junto a Puerto Rico la última tierra que tuvimos en América hasta que en 1868 el movimiento independentista se convirtió en una guerra impopular; entonces los cubanos fueron a por todas y en febrero de 1895 organizaron un ejército revolucionario. En un principio, el gobierno español de Cánovas del Castillo intentó solucionar la situación por las buenas y envió al general Martínez Campos a negociar con los insurrectos, pero las cosas en vez de calmarse se encabronaron y fue entonces cuando se recurrió al durísimo Weyler. Este llevó a la isla un ejército de 200.000 hombres que empleó con un rigor extremo: puso fuertes destacamentos en Cienfuegos y Santiago; organizó columnas volantes que recorrieron los pueblos destruyendo y quemando los asilos de los rebeldes; prohibió a los periodistas y a extranjeros que las acompañasen para que no pudiesen dar a conocer sus movimientos; protegió a los partidos españolistas y persiguió a los marginales y a los llamados ñañigos -miembros de una sociedad secreta que aún pervive- deportándolos desde La Habana a la isla de Pinos.