CIEGO MENDIGO CON DOS NIÑAS. (Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes) |
La
afición de Manuel Palacios a comer gatos sin pasarlos por la cazuela lo
convirtió en el terror local de los niños
Dibujo "caricatura" de Manín de la carne cruda |
¿Quién era Manín de la Carne Cruda? A
mediados de octubre de 1909 murió Manuel Palacios a quien llamaban Manín de la
Carne Cruda, uno de los más populares heterodoxos gijoneses. Durante parte del
siglo antepasado e incluso durante el siglo XX -ya muerto nuestro personaje-
fue famoso por ser el "terror" de los niños gijoneses. Un miedo que
los niños que lo conocieron trataban de superar metiéndose con él, riéndose de
alguien que se alimentaba comiendo carne cruda.
Como personaje que durante años estaba
todos los días recorriendo la ciudad, mal vestido, con esa característica de
comer la carne cruda, bebedor empedernido y conocido por todos, es Manín un
ejemplo del clásico "mítico de Gijón". Y como "mítico" que
es estamos ante una mezcla entre leyenda y verdad.
1910 el musel, memoria digital asturias |
Estamos hablando de quien, de joven,
había trabajado como medidor de grano y sal en los almacenes del puerto. Luego
fue repartidor, recadista y cerero. De capador de gatos trabajó también Manín
de la Carne Cruda, y de tanto tratar con ellos pasó a coger gusto a su sabor, a
su carne sin que pasase por la cocina. Manuel Palacios, Manín de la Carne
Cruda, se hizo popular por eso, por comer carne cruda. Algo que no era nada
raro en esos años, ni en Gijón ni en el resto de España, lo mismo que beber
sangre. Incluso había carnicerías donde muchas mujeres (sobre todo mujeres)
compraban sangre de vaca y cerdo. No para hacer embutidos caseros o para
freírla, sino para beberla en la creencia de que era buena para el cutis y para
la salud en general.
Ballena muerta en el Rinconín en el año 1905 |
Manín, despreciador de la sartén, la
sal, el aceite y la cocción tenía esa afición a comer carne sin condimentar
-como tanta gente- pero él hacía gala de ello comiéndola en la misma calle.
Alfredo García García, Adeflor, el genial periodista, hizo su necrológica y nos
recuerda que Manuel Palacios tenía la vida dividida entre tres cosas. Una sus
tertulias en la rebotica de Joaquín Escalera Blanco, otra su tarea en evitar a
la chiquillería que le tiraba de todo y, por fin, cumplir dos recetas para
llegar a octogenario. Una sólida, la carne, que le daban de la que sobraba en
las carnicerías y la de los gatos que él cazaba. Y otra líquida, el anís que
trasegaba en abundancia y en el que empleaba todas sus ganancias.
"¡Que injusto fue Gijón con Manín
de la Carne Cruda!", reflexionaba Adeflor, "ni siquiera lo hizo
concejal. Yo pido para Manín una calle".
Gijón, año 1909, vista del muelle |
Lo cierto es que causó impacto en la
villa su muerte. La población de gatos notó su ausencia, los niños buscaron otro
"distinto" con el que meterse y los gijoneses durante años siguieron
preguntándose cosas como éstas: ¿Qué clase de estómago tenía? ¿Qué portento
anatómico guardaba en su interior? ¿Por qué capaba a los gatos antes de
matarlos y comérselos crudos? ¿Cómo era posible que nadie supiera dónde vivía
antes de residir en el asilo, donde dormía únicamente de cuando en cuando? Una
vida llena de misterios y de preguntas.
Puente de la Playa de Baños. Gijón año 1902 aproximadamente. (Todocolección) |
De Manín y su afición a comer hígados,
corazones y demás carne sin cocinar -y hacerlo en la calle, porque era donde
vivía- escribieron Adeflor; Fabricio, cronista oficial de Gijón entre 1943 y
1950, y Arturo Arias. También Ataúlfo Friera, Tarfe, que en sus "Mesas
revueltas" editado en 1907 dice esto de Manín que moriría dos años más tarde:
"Hoy gracias a las hermanitas de los pobres, y a otras casas de
beneficencia por el estilo, han desaparecido de nuestras calles tan
desventuradas criaturas; excepción hecha de Madruga y Manín de la Carne Cruda
no queda ni un solo tipo popular para contarlo". Los enemigos de Manín eran los gatos,
porque los comía. Y los cuervos también porque le disputaban lo que desechaban
las carnicerías. Lo bueno era que los cuervos le ayudaban también a identificar
el lugar donde se enterraban los caballos muertos en El Bibio, los caballos de
los picadores.
FUENTE:
LUIS MIGUEL PIÑERA
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