El bueno, el feo y el malo
El oso pardo, el
jabalí y el lobo, las especies más mediáticas de la fauna asturiana, poseen una
imagen estereotipada que refleja sólo una parte de su realidad, pues ni el
primero es un santo ni el último un diablo, y el aspecto desgarbado del suido
es el de un triunfador La Nueva España.
OSO PARDO
Tótem y peluche
¿Para qué sirve un oso?, preguntaba el cineasta ovetense Tom
Fernández en el título y en la trama de su película homónima. Por lo pronto,
para vender "paraíso natural" y atraer visitantes a sus montañas. El
oso es el símbolo por antonomasia de ese producto turístico y, en los últimos
años, en paralelo a su buena evolución demográfica, que lo ha vuelto más fácil
de ver, se vende ya por sí solo (la temporada alta está a punto de comenzar).
Su gancho popular es innegable. Y antiguo; tanto como alcanzan las tradiciones
folclóricas de los territorios oseros de Europa, Asia y Norteamérica, en las
que aparece como una figura benéfica o, cuando menos, respetada. La sensibilización
social hacia la conservación de la naturaleza, en las últimas décadas del siglo
XX, afianzó esa visión positiva y convirtió al oso pardo en bandera de la
protección del territorio.