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Júbilo en las calles de Madrid tras la proclamación de la República. Foto Archivo. |
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Momento de la proclamación oficial de la Segunda República desde el Ministerio de Gobernación de Madrid. Seis y media de la tarde del 14 de abril de 1931. Foto Archivo. |
Los salones reales se quedaron mudos, huérfanos de las risas y bailes de la corte. En aquellas horas el verbo perdonar apenas se utilizaba; por eso no resultaba extraño que nadie perdonase a Alfonso XIII su apoyo a la dictadura de Primo de Rivera. El cacique de España se llevó en su caída al monarca, que no supo o no quiso reaccionar ante tantos sables que se abalanzaban sobre el desamparo de un pueblo al que siempre se veía en minoría de edad.
Trazó una odiosa mano, España mía,
-ancha lira, hacia el mar, entre dos mares-
zonas de guerra, crestas militares,
en llano, loma, alcor y serranía.
Manos del odio y de la cobardía
cortan la leña de tus encinares,
pisan la baya de oro en tus lagares,
muelen el grano que tu suelo cría.
Otra vez -¡otra vez!- ¡oh triste España!,
cuanto se anega en viento y en mar se baña
juguete de traición, cuanto se encierra
en los templos de Dios mancha el olvido,
cuanto acrisola el seno de la tierra
se ofrece a la ambición, ¡todo vendido!