El Blog de Acebedo: Los astures se fortifican

La vida diaria de los astures prerromanos

Recreación. Ilustración de © Manuel Adolfo García Fernández. Adolfo García, es un historietista español, nacido en Oviedo el 12 de junio de 1945. Adolfo García trabajó como ilustrador publicando historietas en la prensa regional y otros medios asturianos. (El blog de Acebedo cuenta con la autorización expresa del dibujante ovetense Adolfo García para utilizar sus dibujos en sus artículos). (...). Saber más…. Fuente WIKIPEDIA.

Es considerado como un hecho que el hombre de los castros astures era el resultado racial de un proceso de absorción, o cruce, de unos nativos, posiblemente de raza ligur, con otras gentes invasoras, muy probablemente célticas

Por Carlos María de Luis – El Blog de Acebedo.
De todos modos, este celtismo de nuestros costros es muy discutible, puesto que muchas manifestaciones de los habitantes de estos poblados fortificados astures no se ajustan, en absoluto, a las normas de los celtas del resto de la Península. Eso indica, al menos, que el sustrato celta asturiano debió de ser muy débil.

"La población de los castros, según la opinión de los arqueólogos portugueses Mendes Correia y Cardozo, parece más probable que tenía un origen precéltico, y que estaba establecida en estas tierras ya desde el Neolítico o el Eneolítico, y que sufrió una celtización muy tardía, seguida casi inmediatamente de una simultánea romanización. La mejor prueba de ello sería la forma de sus viviendas: las casas de los castros astures tienen la planta circular o elíptica, en tanto que las casas realmente celtas del centro de España son siempre cuadrangulares"

Sabemos bastantes cosas de estos astures de los castros, sean célticos o precélticos. Y las conocemos gracias a lo que de ellos nos han contado los que, inicialmente, fueron sus enemigos: los romanos. «Una serie de cosmógrafos, geógrafos e historiadores latinos nos hicieron un retrato de estos viejos astures, no siempre favorecedor, pero sí de una gran fuerza descriptiva y enorme interés etnográfico». Fue Estrabón el que más datos nos ha proporcionado.

"De hecho, la mayor parte de todo lo que veremos a continuación está basado en los relatos que este hombre (que, por cierto, era griego y no romano) nos contó en el siglo I antes de Cristo de los pueblos del norte peninsular, entre los que se encontraban los astures"

Si hemos de hacer caso a estos caballeros:

"los asturianos medios de aquellos tiempos debían de ser francamente impresentables, puesto que nos los describen como hombres sobrios, de dureza y rabia bestial, no sólo por sus costumbres guerreras, sino por su alejamiento de todo tipo de rutas, terrestres o marítimas, que los aislaban y los convertían en seres poco sociables, y a veces inhumanos"

De todos modos, no debemos perder nunca de vista que quienes nos hablan de ellos no son precisamente sus mejores amigos. Los latinos (o el griego, en el caso de Estrabón) que nos dejaron sus opiniones, no llegaron a conocer en persona a ningún astur, al menos en su propio ambiente. «Sus referencias proceden siempre de los soldados que volvían a Roma (muchas veces, ferozmente vapuleados) tras sus combates con astures y cántabros». ¿Podían, razonablemente, pretender que los hombres a quienes trataban de matar o privar de libertad se comportasen con ellos sociable y hospitalariamente?

Dicen estas gentes que los astures prerromanos eran personas malhumoradas. Y es muy posible que lo fuesen, teniendo en cuenta el hambre que pasaban. Porque en lo que todo el mundo está acorde es en que su alimentación no sólo era pobre, sino monótona, lo que no se sabe qué es peor; y que muy probablemente no llegaba a cubrir las necesidades biológicas más indispensables.

"Es muy curiosa una frase de uno de ellos, en que, para darnos idea de la valentía de los astures, la explica diciendo que, puesto que sus cuerpos estaban habituados a padecer hambre, sus ánimos estaban prontos a la muerte... Lo cierto es que no parece que hiciesen más que una comida mesurada y sencilla al día. En esas condiciones, no sólo es explicable, sino hasta justificable, el malhumor y su desprecio por una vida que tan mal los trataba: era más rápida la muerte en combate que pasando hambre"

Para los asturianos actuales, que celebramos todas las festividades a base de comer cosas apetitosas, resulta penoso tener que enterarse de que «la base de la alimentación de los astures de los castros eran las bellotas y las castañas...» Triste, pero cierto.

"Ambas materias primas se molían en morteros de mano, y con la harina resultante de las bellotas se hacía un pan durísimo, que podía guardarse durante mucho tiempo. Con la harina de las castañas, una vez secas, se hacía una masa, especie de puré o de las papas o farrapes que ahora se hacen con maíz; y también una especie de bollos que se horneaban sobre piedras calientes o entre las brasas del hogar. En todo caso, «tres cuartas partes del año, al menos, las bellotas eran la base de la alimentación de los astures»"
Sabemos que también se cultivaban algunos cereales:

╠ trigo (o escanda)
╠ cebada
╠ centeno

Pero todos en muy pequeña escala. De hecho, «la mayor parte del grano que conseguían los astures no procedía de lo que ellos podían sembrar, sino de la rapiña tras sus incursiones en los territorios de los vacceos o los otros pueblos de la Meseta»

No debía de ser tampoco muy importante el número de sus ganados, a juzgar por el espacio que podía servir para guarecerlos en el interior de los castros. Es de suponer que la base de sus proteínas sería entonces (como sigue siendo en la zona rural actual), la carne y la grasa del cerdo. Por cierto, ninguno de los que han informado de las cosas de los astures de aquellos tiempos nos habla, al referirse a sus ganados, de las vacas... Lo hacen, sí, de los cerdos (los perniles de cerdo astur tenían alto precio, por su calidad, en la Roma imperial), y del ganado lanar y cabrío.

"Y como es natural, de los famosísimos caballos asturcones, de los que hasta parece que el mismo Nerón tenía uno al que profesaba gran afecto. La cabra, por las trazas, era la principal proveedora de carne en los castros. Y en sus actos religiosos sacrificaban al dios Ares (o sea, el Marte de los romanos, que vaya usted a saber a qué dios astur equivaldría), machos cabríos, caballos y también cautivos. Y lo hacían todo en grupos de cien, según parece"

Pensarán que nos estamos olvidando de la caza... No es desdeñable como fuente de posibles alimentos, desde luego; pero tampoco podemos suponer que fuese tan extraordinariamente abundante, ni que los sistemas y elementos para su captura fuesen nada del otro mundo: trampas, dardos o flechas, y alguna piedra lanzada con honda, y pare usted de contar en cuanto a armas de caza. De todos modos, es seguro que «habría ciervos, jabalíes, cabras montesas, incluyendo al mueyu, especie de muflón indígena, extinguido hace casi dos siglos... Y osos, lobos, zorros y conejos».

"Todo sería debidamente aprovechado. Hasta es posible que el pescado tuviese su importancia, no sólo en los castros cercanos al mar, ya que todos ellos se alzan en la proximidad de un río. En el de Mohías se han encontrado unos pequeños arpones que posiblemente se utilizaron para la pesca de truchas en el río que pasa al pie del poblado fortificado. Y también en Coaña encontró Schulz una gran cantidad de conchas de marisco, al que sin duda tampoco habrán hecho ascos"

La bebida principal (y ahí coinciden todos los informadores) era el agua. No debía de faltarles, dado el emplazamiento de los castros y los trabajos de canalizaciones que ejecutaban para disponer de ella. Aunque en poca cantidad, también solían disponer de una especie de cerveza: un líquido fermentado, que Estrabón llama zytos, y que debía fabricarse a base de alguno de los cereales de que disponían. El vino, producto raro en estas tierras, sólo lo bebían cuando lo pillaban en tierras de la Meseta; y entonces lo consumían rápidamente, en los grandes festines familiares. Unos festines en los que no debían ser excesivamente educados, por las trazas.

"Parece que comían sentados sobre unos bancos construidos a lo largo de las paredes de sus cabañas, alineándose en ellos según edades y dignidades. Los alimentos se los iban pasando de mano en mano, y es de suponer que se los irían comiendo a mordisco limpio. Tras de haber comido, y mientras bebían, los hombres danzaban al son de flautas, saltaban y caían flexionando las rodillas, como ahora hacen el bailín o el perico en nuestros más antiguos bailes tradicionales"

Si nos paramos a pensar en las cosas que los astures comían, y la poca comida que se llevaban a la boca, es lógico suponer que la avitaminosis y la desnutrición debían de ser corrientes entre ellos. Uno de nuestros informadores, Silio Itálico, aseguraba que:

"los astures obligaban al suicidio a los viejos y los enfermos incurables, con el fin de que no estorbasen en una comunidad escasa de alimentos. Por otro lado, a los enfermos con ciertas esperanzas de curación se les sacaba a los cruces de los caminos para que fuesen curados por quienes hubiesen sufrido la misma enfermedad... si es que pasaba alguno, claro. Lo cierto es que esta última medida, que ahora nos puede parecer cruel, era una manera de evitar que las epidemias se extendiesen en los poblados. Si en cuanto uno enfermaba se le sacaba a un lejano cruce de caminos, se alejaba de paso cualquier riesgo de contaminación o contagio. Cruel, sí; pero efectivo"

También el aspecto físico de los astures debía de ser relativamente impresentable.

"Los hombres iban vestidos de negro, llevando encima el sagos, especie de manto o saya de lana, con el que dormían en sus lechos de paja. Las mujeres también vestían de negro, pero adornaban sus ropas con flores, lo que indica al menos una cierta coquetería. Además, cubrían sus cabezas con velos, que a veces iban apoyados en unos extraños artilugios de hierro, con un a modo de garfios que se doblaban sobre la cabeza y sobresalían por delante de la frente, con lo que podían bajar o desplegar, a voluntad, el velo por delante de la cara. Una cosa, así como la peineta española, cabe suponer, pero curvada hacia adelante, y que se apoyaba en el cuello"

El tocado de los hombres podría estar ahora de moda, puesto que llevaban los cabellos largos (al modo femenino, dicen los latinos), pero para combatir se lo sujetaban, ciñéndolo a la frente con una banda, como los tenistas de moda. Por algunas figurillas grabadas en relieves y joyas podemos deducir que debajo del manto, o sagos, llevaban un sayal ceñido por un cinturón de cuero, y muy posiblemente una especie de calzón corto, hasta la rodillas, y calzaban abarcas. Para la confección de las ropas utilizaban el lino y la lana de la zona, que no debía de ser demasiado buena, puesto que en un edicto del emperador Diocleciano se la clasifica como «de tercera categoría». Y también empleaban pieles de animales.

El equipo bélico de estos astures de los castros consistía en un casco de cuero, que en algunos casos se adornaba con tres cimeras.

"En los relieves de la joya mal llamada «diadema de Ribadeo», puesto que fue encontrada en los Oscos, (pero en la actualidad, actualmente parece confirmarse que su descubrimiento tuvo lugar en Moñes, en el concejo piloñés (Asturias). También hay varias hipótesis sobre su procedencia, bien atlántica o mediterránea. Su cronología podría estar situada entorno a los siglos III y II a.C.) Los guerreros, a pie y a caballo, llevan en el casco algo semejante a tres antenas, que sin duda son esas «triples cimeras» de que nos habla Diodoro de Sicilia. Pero, además, es perfectamente visible también en esa diadema el armamento de los astures: puñales cortos, espadas anchas y cortas, lanzas largas y venablos más cortos, y pequeños escudos circulares"

Todo ello, coincidente con lo que los romanos nos contaron sobre el arsenal astur, y con las reproducciones de estas armas que decoran el reverso de las monedas romanas mandadas acuñar por Carisio al fin de las guerras con los astures. Según esas descripciones, el escudo astur medía unos dos pies de diámetro y era cóncavo por su parte anterior. Normalmente, lo llevaban suspendido por delante con correas, y no tema abrazaderas ni asas. Hay un detalle final que nos ilustra del parentesco de los hombres de los castros con la gente del Eneolítico: «sus lanzas tenían la punta de bronce, y no de hierro».

Pero dejemos a un lado sus arreos bélicos, y dejémonos caer en una de sus ciudades, a ver cómo era la vida en ellas.

"En la vida de los castros, la familia ocupa un lugar primordial, puesto que es la base de la comunidad tribal, y forma el núcleo que habita en cada una de las viviendas. «A los latinos les llamó la atención el hecho de que en las familias astures era el hombre quien dotaba a la mujer, pero eran las mujeres las que heredaban y las que se ocupaban de casar a sus hermanos». Los romanos pensaban que eso constituía una especie de ginecocracia, que ellos consideraban muy poco civilizada. Otra de las cosas que llamó la atención de los escritores del Imperio Romano era el «valor de estos hombres y mujeres, las cuales también combatían cuando era necesario, con tanta valentía y ferocidad como los hombres». Y eran también las mujeres quienes cultivaban la tierra"

Todo lo anterior configura, efectivamente, un total y absoluto sistema de matriarcado, tal como hace notar García Bellido:

"el hombre dota a la mujer, pero la herencia se transmite por línea femenina; «las mujeres se encargan de buscar matrimonio para sus hermanos; ellas trabajan el campo; ellas mismas combaten juntamente con los hombres en caso de guerra...» Y eso nos lleva a una serie de conclusiones: «al ser la hija la que hereda a su madre, el hijo ha de ir a buscarse pareja a otro hogar». Por eso, «la autoridad del hombre es siempre mayor en la casa de la madre, como tío materno (eso es lo que se llama el avunculado), que en el seno de la familia que uno ha constituido biológicamente con su propia esposa»"
Otra característica, contada por Estrabón, «es que las mujeres, apenas habían dado a luz, cedían el lecho a sus maridos y los cuidaban. Esta es la práctica de la covada, típica de las sociedades matriarcales, cuya finalidad es la de no ignorar la participación del padre en el acto procreador, reconociéndole así unos derechos y deberes en relación con el hijo recién nacido»

A pesar de todo, las familias no debían de ser numerosas. Sólo que «en los castros el control de natalidad era férreamente ejercido por la enorme mortalidad infantil». Las casas que podemos ver en Coaña no tienen capacidad, en su inmensa mayoría, para más de cuatro personas, y eso bien apretadas. Sólo dos viviendas del de Mohías podrían dar cobijo a unas ocho o diez personas. Por otra parte, «la endogamia y el aislamiento (eso seguía pasando en las brañas no hace demasiados años), condicionaban intrincadísimas relaciones de parentescos y consanguinidades entre los miembros de un mismo castro», con las naturales repercusiones no sólo en la demografía del poblado, sino en la salud física y mental de la colectividad.

"La vida media de los individuos (fuera de la ciudad de Roma) raramente superaba los treinta años, entre los siglos II al V de nuestra era. Eso nos puede servir de índice con respecto a la longevidad de los antiguos astures, y darnos una idea de lo que un vieyu vigorosu mandaría en un castro astur"

Y ahora no nos queda más remedio que hablar de lo que pudiéramos llamar «la mancha en el paisaje» de estos astures: su escasa o nula afición al trabajo. No salen muy bien parados en el campo laboral los astures de los castros, no.

"Justino y Silio Itálico nos aseguran que sólo se dedicaban a la holganza o a la guerra, dejando en manos de las mujeres todos los trabajos de la casa, de los hijos y de las faenas agrícolas. Incluso se nos llega a decir que los astures no concebían otra actitud que la de estarse tranquilamente sentados, o la de combatir"

Con respecto a su vida espiritual o religiosa, no podemos dudar de que el hombre de los castros tenía un concepto metafísico de la vida, relacionado con el paso a otra existencia, y todo ello regido por, alguna divinidad.

"Estrabón nos habla de ella, sin aclarar gran cosa, al decirnos que teman una cierta divinidad innominada, a la que, en las noches de luna llena, rendían culto las familias completas, danzando hasta el amanecer a la puerta de sus casas. Puesto que danzaban en las noches de luna llena, sin duda se trataba de una divinidad femenina, relacionada con nuestro satélite"

Por otro lado, esas danzas nocturnas nos hacen recordar, lógicamente, las que ahora se celebran en torno a las tradicionales fogueras de San Juan. Como quiera que sea, de las diversas noticias que los romanos nos han dejado, «podemos sacar la consecuencia de que las formas externas de culto consistían en cánticos, danzas y sacrificios de machos cabríos, caballos y cautivos», posiblemente en lugares previamente sacros, aunque nunca se han encontrado vestigios de templos ni de nada que lo parezca.

"En cuanto a los muertos, las cámaras encontradas en los castros de Coaña y Pendía (por no hablar más que de las asturianas) nos inducen a pensar en complicados ritos funerarios, que debían de pasar por una fase de purificación, seguida de la cremación del cadáver, una serie de actos imprecatorios, y la final inhumación de las cenizas, o su conservación en determinadas urnas"

FUENTE: EL BLOG DE ACEBEDO. Textos: © CARLOS MARÍA DE LUIS. Dibujos: © ADOLFO GARCÍA. Artículo extraído de “Historia dibujada de Asturias” “Edad Antigua”. Tomo 1. Págs.: 81-96. © AYALGA EDICIONES. S. A. 1987. Salinas-Asturias.

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AUTORES.

Carlos María de Luis García-Montoto. Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Oviedo, periodista y dibujante. Nació en Salas, en noviembre de 1934. Desde 1963 a 1969 fue jefe del Servicio de Investigaciones Arqueo-lógicas de la desaparecida Diputación Provincial, y director del Museo Arqueológico Provincial de Oviedo. Dejó la arqueología por el periodismo, pasando a la redacción del diario ovetense La Nueva España, donde trabajó hasta 1984, año en que fue privatizada la prensa del Estado. A partir de esa fecha y hasta su jubilación, presta sus servicios en el Gabinete de Prensa de la Dirección Provincial de Asturias del Ministerio de Educación y Ciencia. Ha publicado en la prensa regional y en diversas revistas multitud de trabajos y reportajes, en serio y en clave de humor, sobre la historia, la arqueología, el arte medieval, el pasado de la Iglesia, y también sobre la historia de los diversos ferrocarriles asturianos, que son otra de sus debilidades. Colaboró en diversas publicaciones nacionales e hispanoamericanas con trabajos sobre temas asturianos. También ha publicado varios artículos de investigación en el Boletín del Instituto de Estudios Asturianos y en revistas de distintas universidades, y dos guías didácticas para escolares, dentro del programa «Conocer Asturias», del Ministerio de Educación y Ciencia y la Consejería de Cultura del Principado. FUENTE: EL BLOG DE ACEBEDO. Foto: El Comercio.

Manuel Adolfo García Fernández. Historietista - Dibujante - Humorista Gráfico. Nace en Oviedo Asturias) el 12 de junio de 1945. Se formó en la Escuela de Artes y Oficios de Oviedo y trabajó como decorador e ilustrador en una agencia publicitaria ovetense en el comienzo de su trayectoria profesional, aunque siempre le atrajo el dibujo humorístico y la historieta e hizo sus primeros pinitos en la prensa regional. Se pluriempleó dibujando historietas de corte infantil para Bruguera, con un estilo deudor del de F. Ibáñez, comenzando en el inicio de la década de los años setenta en cabeceras como Din Dan, a la que destinó sus series Pepe Murciélago y Maratón, ambas sobre guion de Francisco Alonso. Entró en litigio con Bruguera, por impago de una obra, a raíz de su historieta San Juanín de la Lumbre, primeramente, aparecida en La Nueva España y que Bruguera rescató en un Zipi Zape Especial en 1984. Publicó brevemente en la revista Trinca y siguió dibujando, pero la mayor parte de su obra posterior quedó sin publicar en España debido a que fue dirigido al mercado exterior por mediación de la agencia Bardon-Art. De su producción patria nos quedaron sus colaboraciones con empresas asturianas, como Chocolates La Herminia, La Nueva España, La Pega Tina, Trabe y otros emprendimientos, entre ellos algunas autoediciones. En el siglo XXI ha recuperado algunas de sus obras a través del sello Madú (como Xuanón) y por mediación del periódico La Nueva España (Pelayo). FUENTE: TEBEOSFERA.

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