Niño robando
manzanas. “El pillu de Uvieu”
Grabado de J. Cuevas (s. XIX). (Imagen extraída del libro; “Sidra y Manzana de
Asturias”-La Nueva España). Archivo del Blog.
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La época de la Ilustración
En los albores del Siglo de las
Luces, se aprecia un notorio resurgimiento del cultivo del manzano y, por ende,
de la sidra, en el que colaboró de manera importante la Sociedad Económica de
Amigos del País de Asturias y las entidades políticas regional, que se
encargaban de divulgar los nuevos métodos pomológicos. Jovellanos relata el
desarrollo creciente de la bebida en los hábitos de los asturianos, resaltando
su excelencia y ponderación.
A la sazón, el precio de la sidra
alcanzaba los seis maravedís el cuartillo en los concejos de Noreña, Siero,
Sariego, Piloña y Villaviciosa, lo que movió al Ayuntamiento de Oviedo, el 23
de febrero de 1704, a hacerlo extensivo a sus parroquianos en estos términos: «á cuyo precio podría venderse en la Ciudad, sin incluir
el tributo de seis reales en pipa y otros seis de corretage y bodega».
Unos años después, se abordó de nuevo el precio de la pipa de sidra de
Villaviciosa. Asimismo, en Acuerdos del año 1716, el Consistorio ovetense
establece un bando con el precio de diversos efectos, incluyendo el de la
sidra: «y que por razón de derechos sean de pagar
doce reales en cada pipa de sidra». Un personaje con interesantes
aportaciones a la cultura sidrera fue el
gijonés Gregorio Menéndez Valdés, quien simultaneó la profesión de abogado
con la de escritor sobre temas históricos. Entre otras obras destaca la
titulada Gixa Moderna donde, en su discurso tercero, se refiere a las
producciones, los géneros y las zonas a donde se exportaba desde el puerto de
Gijón. Cita como mercancías que se enviaban a otros lugares éstas: «A las Andalucías, azabache, piedras de amolar, sidra y
tocino»; más adelante relata: «después que este Puerto se ha habilitado para el
comercio de Indias, se han embarcado en él sidra».
Las Ordenanzas de 1 de enero de 1784
dedican un capítulo a los «Autos y Providencias de Buen Gobierno», recogiendo
en el punto 9.º los horarios por los que debían regirse los establecimientos y
las multas que debían abonar los infractores: "Que las tabernas
de aguardiente, vino y sidra de esta ciudad y sus arravales hayan de estar
cerradas a las diez de la noche en el verano y a las nueve en el ynbierno, sin
que desde esta hora en adelante las puedan abrir, a no ser con el preciso y
justo motivo de algún enfermo o forastero que hubiese llegado tarde al lugar,
pena a los taberneros y personas que se emplean en la benta de dos ducados por
la primera, y quatro por la segunda, como además quatro reales para el alguacil
o merino que los denunciare". En el mismo sentido se manifiestan
los Autos de Buen Gobierno y Policía de la ciudad de Oviedo, aprobados por el
regente Carlos de Simón Pontero en 1791, reglamentando el funcionamiento de las
tabernas: "Que las tavernas
de aguardiente, vino y sidra de esta ciudad y sus arrabales se cierren
precisamente en el invierno a las ocho, y en el verano a las nueve, observando
para la distinción de estaciones el toque de la retreta, que sale a dichas
horas, sin que con motivo alguno se permitan gentes en ellas, ni en la
havitación de los taverneros, ni se puedan abrir para admitir dentro de ellas
persona alguna a beber, sino solamente para comprar, sin detenerse, el
aguardiente, vino, o sidra, que para el forastero que hubiese llegado, o para
algún enfermo se necesitase, y a ninguna hora de día, ni de noche se admita, ni
permita ningún género de juego; pena a los taberneros y aguardenteros que
contravinieren de veinte y quatro reales, y de proceder a lo que haya lugar
contra las personas que se hallasen contraviniendo a lo referido, como viciosas
y delinquentes".
En otro apartado de dichos Autos, se
indican los sitios adecuados para vender determinados géneros y, de manera
específica, hacen referencia a la calle de la Picota como la zona adecuada para
comercializar la bebida de la manzana, expresando taxativamente el punto de
venta: «La sidra, en las inmediaciones de la Fuente de la calle de la Picota
hasta la calle del Rosal». Hacia la misma época, el ilustrado
viajero inglés Joseph Townsend, que visitó nuestra región entre el 3 de agosto
y el 3 de octubre del año 1786, recoge en su libro "A journey through Spain in
the years 1786 and 1787; with particular attention to the agriculture, manufactures,
commerce, population, taxes, and revenue of that country", una
opinión digna de elogio sobre la sidra regional: "La sidra de esta
región no es tan buena como la nuestra, pero yo no puedo decir que la causa
deba ser atribuida sólo al modo que la hacen, o si no habrá también algún
defecto en el fruto. Lo cierto es que se presta poca atención a este artículo;
no se dejan las manzanas suficiente tiempo en el árbol; no se escogen las
mejores especies; no se las deja rezumar; no se rechazan los frutos malos, y no
se trasvasa la sidra cuando ha aclarado. Es lo contrario de lo que se hace en
nuestras mejores comarcas sidreras, tanto en el cuidado del fruto como en el
del licor. No contentos con trasvasarla una vez, nuestros cultivadores repiten
la operación tres o cuatro veces si es necesario, cuidando siempre hacer esto
sólo cuando la sidra se ha clarificado completamente. Con este fin, los más
esmerados productores vigilan el momento en que se aproxima este estado para
escoger el instante más conveniente. Si los habitantes prestasen más atención a
esto, su sidra vendría a ser un importante producto de exportación, el cual, en
unión de las avellanas y otros frutos atraería grandes riquezas a su país. Sin
embargo, es cierto que, ni con conocimientos más amplios, ni con la más
minuciosa atención, podrían obtener aquí un licor igual en fuerza al de
nuestros mejores condados, a causa de la humedad reinante; esa es la razón por
la que todo lo que crece en este Principado es inferior en calidad a los
productos de climas más cálidos".
"Los bebedores de sidra",
dibujo de D. G. Meléndez, que muestra una taberna de Luarca en 1856. . (Imagen extraída
del libro; “Sidra y Manzana de Asturias”-La Nueva España). Archivo del Blog.
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Aunque las observaciones del erudito,
comparando la bebida asturiana con la inglesa, pudieran parecer pretenciosas,
buena parte de lo que relata está corroborado con observaciones de otros
acreditados autores. Por ejemplo, unos
años antes el doctor Gaspar Casal recalcaba que los vegetales asturianos están
sometidos a una excesiva humedad, lo que repercute en sus características
finales:
"Los vegetales
criados en esta Provincia, tienen excesivas humedades, con notable privación de
aquellas partículas firmes, y balsámicas, por quienes los mixtos merecen los
pronombres de robustos, fuertes, puros, durables, y de difícil podredumbre. El
primer testigo de esta verdad son los gruesos y agigantados arboles de dicha
Provincia, cuyos leños, reducidos con el fuego en humaredas, dejan tan escasa
noticia de los que antes abultaban, que en verdad suele no quedar leñas de
ceniza". También son de utilidad las memorias
de José Antonio Caunedo y Cuenllas (1725-1802), cura párroco de San Juan de
Amandi (Villaviciosa), quien difundió sus experiencias sobre la elaboración de
la sidra en el fiel de los siglos XVIII y XIX; se centraba en aspectos
higiénicos de su proceso, lo que redunda en la calidad final de la bebida,
llegando a aseverar (contrariamente a lo dicho con anterioridad) que los mostos
asturianos eran superiores a los vascos e ingleses, lo que permitía vender la
sidra maliaya a regiones cantábricas. El historiador Caveda y Solares
destaca la importante expansión del cultivo de la manzana desarrollada en
Villaviciosa, la comarca sidrera por excelencia: «A principios y aún a mediados
del siglo XVIII se fue aumentando poco a poco el cultivo y crecieron las
cosechas. Los consumidores, entonces, eran todavía en corto número, había pocas
tabernas y éstas lo más del tiempo se veían desiertas». Agrega este escritor el
interés económico que suponía para las familias campesinas la creciente
producción de sidra al albur del aumento de su demanda, tanto interior como
ultramarina.
Prensa de Pesa. Dibujo de José M.
Legazpi. (Imagen extraída del libro; “Sidra y Manzana de Asturias”-La Nueva
España). Archivo del Blog.
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FUENTE: MANUEL GUTIÉRREZ CLAVEROL
Artículo, sustentado en
una exhaustiva labor de documentación, realizado por el geólogo Manuel
Gutiérrez Claverol. Un trabajo que se reproduce por cortesía de la Sociedad
Protectora de La Balesquida, editora del Anuario, en cuyo núm. 3 (Oviedo, abril
de 2018) ha sido publicado.
Manuel Gutiérrez Claverol.
Natural de Oviedo (1942). Licenciado en Geología por la Universidad de Oviedo
(1966) y Doctor en Geología por su universidad natal (1972). Becado por la
Fundación Juan March en la Société Nationale des Petroles d’Aquitaine (Pau,
Francia, 1972-1973). Ha impartido docencia durante 46 años en las siguientes
disciplinas de la Universidad de Oviedo: “Geología Aplicada” (1967-96), “Geología
Estructural y del Subsuelo” (1967-2000), “Geología del Subsuelo” (2000-12) en
la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas; “Fotogeología” (1989-98),
“Geodinámica Interna” (1999-2000), “Teledetección” (1999-2012), “Ingeniería
Geológica” (1999-2006) y “Cartografía Geológica” (2002-06) en la Facultad de
Geología. Insignia de oro de la Universidad de Oviedo. Director del
Departamento de Mineralogía y Petrología Aplicada de la ETS
de Ingenieros de
Minas de Oviedo
(1984-1986), secretario del Departamento de Geología
de la Universidad
de Oviedo (1987-1991), responsable del
Programa Erasmus de
Geología entre las
Universidades de Brest (Francia), Galway (Irlanda) y Oviedo (1990-2004),
secretario de la Comisión de Tectónica
de la Sociedad
Geológica de España
(1991-1993), director del Museo de Geología de la Universidad de Oviedo
(2005-2009) y Secretario Técnico Externo e Independiente del Colegio de
Geólogos de Asturias (2016).Pertenece a las
siguientes sociedades científicas: “Sociedad Geológica de
España”, “Sociedad Española
de Teledetección”, “Sociedad Española de Mineralogía” y
“Asociación Española para la Enseñanza de las Ciencias de
la Tierra”. Desde el 11 de junio
de 2015 es
miembro correspondiente del Real Instituto de Estudios Asturianos
(RIDEA). Sus investigaciones se centran mayoritariamente en el ámbito regional,
sobresaliendo las que versan sobre recursos geológico-mineros e ingeniería
geológica. Colabora asiduamente como asesor de la empresa privada y de
organismos públicos sobre aspectos de aplicación de la Geología. Además de las
obligaciones docentes e investigadoras que desempeñó, no descuida las
actividades divulgadoras mediante conferencias, mesas redondas, colaboración
con la prensa y con otros medios de comunicación.
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