La donación de sangre y su historia
Los bancos de sangre se remontan a la Guerra Civil, con hospitales en
Langreo, Laviana, San Martín, Mieres, Aller y Lena
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A comienzos de la Guerra Civil Española (1936 – 1939), el doctor barcelonés Frederic Durán-Jordá acudió al Hospital 18, en Montjuic, para trabajar con los heridos de la contienda. (historiaconminusculas.blogspot.com) |
Una buena definición sobre la sangre
debería recoger que es un fluido altamente especializado constituido por
células y plasma, el cual está contenido en un sistema arteriovenoso y que es
bombeado gracias al corazón en sentido unidireccional. Pero más allá de la
noción de su significado, la sangre y la vida han estado indisolublemente
unidas, pues entre otras cosas, todos tenemos interiorizado que con su pérdida
se nos va la existencia, siendo por tanto una especie de "fuente de
vitalidad".
De hecho, el derramamiento de sangre
ha estado presente desde los orígenes de la humanidad y aún hoy muchos jóvenes
de nuestro planeta participan en rituales de iniciación donde se les hiere
hasta que existe una pérdida de sangre, sin olvidarnos de los sacrificios
animales donde se derrama dicho líquido por casas y tierras a modo de
bendición. Ese mismo propósito religioso, llevó al religioso Miguel Serveto a descubrir la circulación menor sin
demostrarlo, manifestando que la sangre debería pasar a través de los pulmones
para recibir en ellos el alma introducida hasta allí con el aire respirado. De lo que si hay constancia, es que
el libro publicado por el religioso aragonés "Christianismi Restitutio" en el que se describía dicha
fisiología de la circulación pulmonar serviría, desafortunadamente, de
combustible para la hoguera donde sería quemado Serveto, fruto de la perversa
mente del padre de la reforma protestante, Juan
Calvino, tras considerar a su ejecutado como hereje tras desavenencias
acerca de la Trinidad más que por el proceso circulatorio. Se debe reseñar que
la Iglesia Católica siempre estableció prohibiciones como la de que sus
miembros consagrados no pueden ejercer la cirugía pero sí la medicina, siendo
un asunto de vital importancia en el Derecho Canónico pero también del Derecho
Eclesiástico ya que como bien es sabido los Testigos de Jehová no aceptan las
transfusiones de sangre. Asuntos teológicos aparte y ya superada la etapa de
las sangrías y sanguijuelas, está claro que dicho tejido conectívo hoy nos
sirve para dar respuesta en el laboratorio a los enigmas que las enfermedades
nos plantean y contribuir además a salvar ochenta vidas a diario en nuestro
país mediante las transfusiones sanguíneas según las estadísticas.
Estos datos
magníficos, quizás sean fruto de la ocurrencia del médico personal del
Papa Inocencio VIII, quien para
tratarle un ictus le transfundió la sangre de cuatro adolescentes, falleciendo
poco tiempo más tarde el enfermo y los cuatro donantes. Con un poco más de
suerte sobreviviría un adolescente problemático francés a quien el médico
personal de Luis XIV de Francia le inyectaría sangre de una oveja para
suavizarle el carácter. Hechos anecdóticos que no pueden ser considerados como
científicos, pues estuvieron hechos con escaso conocimiento anatómico,
fisiológico y por supuesto de los grupos sanguíneos, lo que provocaba que
murieran una gran cantidad de pacientes.
El espaldarazo final a dicha técnica,
llegaría de la mano del
médico austriaco
Karl Landsteiner quien clasificó la sangre humana en cuatro grupos bien
diferenciados: 0, A, B y AB, descubriendo también el factor Rh posteriormente.
Hoy en día, la donación de sangre ya
no es aquel gesto extraño que cometían los pioneros de la donación, aunque no
es todavía el acto frecuente que realmente debería ser, para poder atender a
los numerosos accidentes y las necesidades de algunos enfermos que antes eran
considerados como irrecuperables. Esta sangre aportada en las donaciones en
nuestra autonomía está gestionada por el Centro Comunitario de Sangre y Tejidos
de Asturias. Pero no siempre ha sido así. Lo que hoy conocemos como bancos de
sangre o centros de transfusión no existían, teniendo su origen en el año 1936,
coincidiendo con el inicio de la Guerra Civil, cuando el médico Federico Durán-Jordà creó en la ciudad
de Barcelona el que sería considerado como primer centro de transfusiones. Allí
se almacenaba la sangre obtenida a través de las donaciones y después era
llevada a los frentes de batalla donde era necesario realizar transfusiones.
El Servicio de Transfusión de Durán se
instaló en el Hospital 18 de Montjuïc y comenzó a funcionar en agosto de 1936,
poco después de que estallase la Guerra Civil. Un mes después, el doctor
catalán logró enviar siete litros de sangre a los hospitales del frente de
Aragón para tratar a los soldados de las columnas que allí combatían. Uno de
los grandes avances que introdujo este doctor, sería habilitar la primera unidad móvil para el transporte de sangre
del mundo. Durán salvaría cientos de vidas con su banco de sangre y para su
reparto utilizaría un camión frigorífico de reparto de pescado. Este sería el
primer paso hacia lo que es ahora la unidad móvil y que está equipada con
bandejas de butanodiol para controlar la temperatura de las donaciones de
sangre. Unos meses después, durante la defensa de Madrid, concretamente en
noviembre de 1936, el doctor Norman Bethune efectuaría transfusiones de sangre
sin necesidad de que el donante estuviera presente. El doctor Bethune
desarrolló también unidades móviles que trasladaban la sangre conservada en
recipientes a los campos de batalla. Una consecuencia inmediata del
estallido de la Guerra Civil tras el alzamiento militar del 18 de julio de
1936, sería la necesidad de ampliar la red hospitalaria del país con el fin de
poder atender la demanda de asistencias sanitaras por parte de los combatientes
heridos. A este efecto se pusieron en marcha una serie de nuevas instalaciones,
que junto con las existentes fueron reconvertidas en centros militares, se
englobaron bajo el nombre genérico de "hospitales de sangre".
En Asturias
se instalarían cerca de medio centenar de hospitales de sangre en la zona
republicana durante la Guerra Civil, en el periodo comprendido desde julio de
1936 a finales de octubre de 1937. En las cuencas mineras se instalaron varios
hospitales. En el valle del Nalón estarían en: Villa, Sama, El Entrego y Pola
de Laviana. En la cuenca del Caudal se ubicarían en: Mieres, Villarejo
(Santullano), Figaredo, Ujo, Pola de Lena y Caborana. Los soldados heridos en
el frente eran tratados inmediatamente en los hospitales de campaña casi en
misma la línea de combate. Posteriormente, eran conducidos a los centros
hospitalarios. La evacuación hacia las
cuencas mineras se hacía prácticamente siempre en tren, pero a veces también
para conducir a estos a los hospitales, lo efectuaban con todos los vehículos
que disponía la Cruz Roja: ambulancias, camiones, taxis y turismos. En Mieres se contaría con tres hospitales de Sangre. Uno se alojaría en
la mansión de Arroxo, siendo propiedad de Sabina Rodríguez, otro estaría en la
Escuela de Capataces (actual casa de Cultura) y el tercero se encontraría en el
colegio de Aniceto Sela que funcionaría como hospital de día. Estos hospitales militares tenían
una funcionalidad provisional y solían situarse en la retaguardia, muy próximos
a las zonas donde se estaban dando acciones bélicas. Por esta razón, la
afluencia de heridos que recibieron fue muy alta. Allí los soldados heridos y
enfermos, eran atendidos teniendo en cuenta a la persona y no a sus ideologías.
También se dio en el acogida, cuidados y tratamientos a quienes como
consecuencia de la guerra lo necesitaban. Parece cosa de ciencia ficción, pero
desgraciadamente los donantes de sangre no eran precisamente voluntarios en un
pasado y por ello dentro de esta historia ha sido un logro importante la
erradicación en el año 1975 de la donación de sangre retribuida o de los
familiares y allegados. Pero eso no es lo que desgraciadamente pasa en todo el
mundo. Desde la Organización Mundial de la Salud se tiene como meta que en 2020
al menos la mitad de los países asuman esta forma de donación. Actualmente son
más de 70 países donde la donación de sangre aún es remunerada o se funciona
con el llamado modelo de reposición. Con esa erradicación en nuestro país, la
donación dejaba de ser un gesto que tan sólo se cumplía en el momento en que se
necesitaba hacer transfusiones. Hoy en día tenemos los Centros de Transfusión
de Sangre que son bancos de sangre en todas las grandes poblaciones del país. En otro orden de cosas, comentaremos
brevemente que la Hermandad de Donantes
del Principado de Asturias se fundaría el 30 de mayo de 1972, siendo una
asociación totalmente independiente de cualquier institución y sin ninguna
ideología política, estando regida por unos estatutos propios. Desde esa fecha
toda la sangre que se consume en Asturias procede de los donantes altruistas de
la Asociación-Hermandad de Donantes de Sangre y que cuenta con el buen hacer
del personal sanitario y administrativo que está detrás de cada donación. El
material extraído se entrega al Centro de Transfusión, quién también se ocupa
del análisis, fraccionamiento y distribución. Asturias se encuentra entre las
provincias más despobladas y envejecidas de España, sin embargo, cada día es
algo más líder en donaciones de sangre. La concienciación y solidaridad de los
asturianos ante las necesidades de los Bancos de Sangre hacen que esta pequeña
comunidad destaque entre todas las comunidades autónomas por su elevado
porcentaje de donantes.
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Inauguración del Centro de Transfusión de Sangre en Oviedo. (Donaasturias) |
FUENTE: JOSÉ ANTONIO VEGA. Publicado por La Nueva España el 10-06-2019. Ver enlace: https://www.lne.es/noticias-suscriptor/suscriptor/cuencas-opinion/2019/06/10/donacion-sangre-historia/2485974.html?fbclid=IwAR34INszM3_Wjbdxy-C9p8coqO4HUH21M-dLoRwS7Rc_QKi9o9due27ua1Y
José Antonio Vega Álvarez nació en
el conocido barrio de Requejo en Mieres, en el seno de una familia oriunda de
la Hueria San Tirso (en asturiano,
L’Agüeria San Tiso), valle perteneciente a los concejos asturianos de
Mieres y Langreo. Es hijo, nieto y bisnieto de mineros y campesinos. En su
familia hubo mineros tanto de carbón como de mercurio siendo su padre el único
que practicó los dos tipos de minería de forma activa. Tras hacer sus estudios en Mieres, se incorpora de forma temprana
al mundo de la minería privada, trabajando en diferentes lugares de las Cuencas
Mineras. Unos años después cambia de profesión. Esta relación del investigador con su primera profesión en la
minería del carbón, ha hecho de él, un apasionado practicante de todas las
formas de recuperar el pasado de esta, así como de sus gentes y su entorno. Por
esto durante años, se dedicó y realizó largas sesiones de búsqueda, sumergido
en los archivos de toda la región y consultando papeles que acumulan incluso
polvo de décadas y algún siglo.
José Antonio Vega tiene
varios libros publicados con una editorial nacional, donde es, autor y coautor
de libros relacionados con la formación profesional de diferentes técnicos y
especialistas.
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