20 de agosto de 2018

La importancia de nuestras reliquias

El altar escondido de Cuna
Los Mártires de Valdecuna. (Pinterest)
El incendio del santuario de los Mártires en 1936 y el sorprendente hallazgo que tuvo lugar años después en la reforma del templo
Ilustración de Alfonso Zapico
En la noche que medió entre el 8 y el 9 de abril de 1936, Jueves Santo, siendo párroco don Elías Valdés Velasco, unos desconocidos prendieron fuego al Santuario de los Mártires de Cuna. En aquellos meses menudearon los actos violentos de todo tipo haciendo evidente la fractura entre las dos Españas que acabaría desembocando en la guerra civil. Los símbolos religiosos eran un objetivo preferente y por ello las guardesas del lugar habían retirado de sus hornacinas las imágenes de Cosme y Damián para ocultarlas temiendo alguna acción de este tipo.
Las guardesas de Los Mártires, Teresa, María y Eulalia
Eulalia Fernández y sus hermanas Teresa y María heredaron de su padre y de su abuelo la misión de cuidar del santuario y así lo hicieron durante décadas. El 23 de septiembre de 1979 Eulalia contó al diario "La Voz de Asturias" como las llamas se extendieron en aquella ocasión a cuatro de los cinco altares convirtiendo la torre de la ermita en una chimenea, y fue su hermano José quien pasó sobre las maderas que ardían en el suelo para sofocar el incendio con el agua que le fueron acercando con calderos. Aunque logró salvarse la estructura del edificio, el retablo y algunas pinturas resultaron afectados; tampoco el joven se quemó, por un milagro de los santos Cosme y Damián -decía ella-, antes de añadir que el bárbaro desaguisado fue obra de un grupo de fuera de Insierto en el que los más eran guajes. El Santuario de los Mártires de Cuna, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) con categoría de monumento el 30 de marzo de 1995, presenta planta de cruz latina, según un proyecto que se atribuye al arquitecto Pedro Muñiz Somonte, y fue construido a lo largo de todo el siglo XVIII para engrandecer otro templo más pequeño, románico, que a su vez ya había sustituido a otro prerrománico. Luego, ya en el siglo XIX continuaron las ampliaciones y mejoras y fue entonces cuando se edificó el pórtico y se levantó la torre-campanario.
Bajada a la Ermita de Los Mártires de Valdecuna (Fot. José Ramón Viejo)
Tras el incendio de 1936 los destrozos no tardaron en repararse y tanto el culto como las fiestas de cada 27 de septiembre, seña de identidad del concejo de Mieres, siguieron celebrándose esperando el momento de una restauración más profunda. Por fin, en la primavera de 1960, otro párroco, don José María Rodríguez, consiguió los permisos y la financiación para sustituir el deteriorado altar mayor y su retablo de madera por otro de piedra caliza que encargó a un cantero portugués, y al acometer el trabajo surgió la sorpresa. El sacerdote Manuel Roces Ordiz, quien tomó el relevo de la parroquia de Santa María de Valdecuna en 1966 lo narraba así al periodista Amadeo Gancedo en LA NUEVA ESPAÑA el 26 de septiembre de 1986: "con motivo de las obras se descubrió un pequeño altar o ara, con una caja de madera y en su interior restos que analizados en la Facultad de Medicina de Valladolid, donde fueron enviados por Luis Fernández Cabeza, se determinó que eran huesos. Desde entonces permanecen en la parte baja del actual altar". Más tarde, el 24 de abril de 1992, Eulalia la guardesa ampliaba unos detalles a otro periódico: "Era una cajina de madera que se deshizo en astillas al cogerla el sacerdote y que guardaba dentro una vértebra y cenizas humanas".
Ilustración de Alfonso Zapico
Efectivamente, el ara se conserva in situ cubierto por la obra actual, pero si ustedes quieren ver las imágenes de su descubrimiento, pueden hacerlo en la página que mantienen los incansables gestores de "Equipamientos Turísticos de Mieres", quienes las han divulgado después de que las recuperase José Ramón Viejo al digitalizar el interesante archivo fotográfico de don Luis Fernández Cabeza y el semanario Comarca. Se trata de un altar compuesto por dos piezas, una pequeña mesa y el tenante que lo soporta. El tenante es una columna de base cuadrada, sin dibujos ni inscripciones, con 95 cm de altura y 30 de ancho, que se aumentan en la parte más alta hasta los 38 cm y sustenta la mesa. En su superficie superior se abre un loculus o hueco de 10 por 10 cm con un rebaje de 2 cm donde encaja una piedra que hace de tapa para un hoyo de 5 cm por 5 cm. Allí estaba la pequeña caja muy estropeada albergando la reliquia: un pequeño hueso, mezclado con polvo o ceniza. La mesa por su parte, es de forma rectangular y mide 56 cm de largo por 43 de ancho y 14,5 cm de alto.
Según el investigador Isaac Sastre de Diego se corresponde con el mismo modelo que puede encontrarse en otras partes de Asturias como Lillo, Deva, Bendones, Bullaso, Quinzanas y tal vez Pravia, y que también se extendió por el País Vasco, Cantabria y Galicia.
Valdecuna Los santos San Cosme y San Damián.  Autora. Yolanda Zapico. (Ayuntamiento de Mieres)
Son unos altares que rondan el metro de altura, basados en los que ya emplearon los romanos, con poca o ninguna decoración y hechos en piedra de la zona, normalmente caliza, con un pequeño hueco preparado para albergar una reliquia en el centro de la cara superior.
Por su parte, Silverio Cerra y otros especialistas asturianos vinculan el altar de Cuna al primer templo construido en la colina de El Utiru en el siglo VII u VIII tras la difusión de las reliquias de los Santos Mártires que se inició desde Roma en el siglo VI, y también lo avala un dictamen del Instituto Antropológico Alemán de Madrid, que ya confirmó en el mismo 1960 como este tipo de altar se usaba generalmente en los siglos VI o VII y continuó usándose algún tiempo después.
Otro dato lo añadió en septiembre de 1993 el párroco don Manuel Roces corroborando a El Periódico de las Comarcas Mineras que "con anterioridad existió una ermita, y hay enterramientos al pie del templo, lo que confirma la antigüedad de una residencia de frailes", recogiendo a la vez parte de la leyenda que señala la posibilidad de otro hallazgo milagroso: "existe la creencia de que aquí, en la loma a la que se asciende desde Insierto, en el lugar en el que hoy se asienta el santuario, fueron encontrados en una arqueta parte de los restos mortales de estos santos hace tiempo inmemorial".
Ilustración de Alfonso Zapico
Lo indudable es que este altar prueba que en el mismo lugar en que hoy se levanta la ermita de los Santos Mártires de Cuna, o en un paraje muy próximo ya hubo un culto cristiano en los tiempos del Reino de Asturias, heredero de otro anterior cuyas raíces desconocemos, aunque no podamos vincular con seguridad las reliquias aparecidas con San Cosme y San Damián, ya que siempre se olvida que la capilla altomedieval estaba dedicaba a San Esteban, quien sigue siendo el titular jurídico de este templo y cuya imagen románica aún se conserva en el interior. Es cierto que en el incendio se perdieron dos imágenes pintadas de los santos, al parecer también románicas y en cuya parte inferior figuraba una inscripción indicando que eran del siglo XI, pero desgraciadamente ya no podemos saber nada más sobre lo encontrado en 1960, y es una pena que tanto las reliquias como los restos de la cajita que las guardaba se hayan perdido, porque desde entonces los avances de la técnica aplicada a la investigación arqueológica han sido inmensos y ahora podrían aportarnos mucha información.
Un buen ejemplo lo tenemos con lo ocurrido a partir del descubrimiento de otro de estos tenantes en 1995 en Quinzanas (Pravia).
Silverio Cerra, de Valdecuna (Mieres). (Pinterest)

En este caso tuvieron la fortuna de que fuese destinado allí como párroco Javier Fernández Conde, uno de los medievalistas más prestigiosos de Asturias. Con su llegada se acometieron unas obras que incluían la restauración de sus valiosas pinturas y al desmontar un muro de piedra en el interior del templo apareció un pie de altar, hecho en caliza blanca, muy parecido al de Cuna, aunque decorado y con una dedicatoria a la Virgen María. También tenía en su parte superior un hueco con un relicario tallado en madera de cedro que contenía un paquetito de tela e hilo de oro envolviendo un pequeño hueso al que se le realizaron las pruebas del carbono 14 en un laboratorio de EE.UU. confirmando su datación entre los años 750 y 770. A la vez se comprobó que la tela que lo envolvía era de seda, un material que en aquella época era exótico y lujoso para Asturias lo que demuestra la importancia de la reliquia y la lejanía de su procedencia. En Cuna, toda esa información se perdió entre los dedos del párroco don José María Rodríguez, pero todo indica que nos encontramos ante una historia muy parecida. Podía haber sido aún peor: por lo menos el altar no salió del santuario y allí sigue, otra vez escondido y oculto a nuestros ojos, como una alegoría que refleja todo lo que nos queda por conocer sobre el origen de esta tierra.
Ilustración de Alfonso Zapico

FUENTE: ERNESTO BURGOS-HISTORIADOR


Ernesto Burgos Fernández nació en Mieres (Asturias) el 7 de julio de 1957.
Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Oviedo (1979). Diploma de Estudios Avanzados en Arqueología Histórica («La romanización en las cuencas mineras del sur de Asturias» 2006).Profesor de Educación Secundaria, ha trabajado en los institutos «Juan de Herrera» (Valladolid), «Sánchez Lastra» (Mieres), «Camino de La Miranda» (Palencia), «Valle de Aller» (Moreda) y desde 2006 en el IES «Mata Jove» de Gijón. En el año 2016 el reconocido historiador mierense fue distinguido con el reconocido galardón anual de  “Mierense del año”.

Alfonso Zapico (Blimea, Asturias, 1981). Historietista e ilustrador freelance. Profesional gráfico desde el año 2006. Trabaja en proyectos educativos del Principado de Asturias (Aula Didáctica de los Oficios) e impartido talleres de ilustración en centros educativos de Asturias y Poitou-Charente (Francia).  Realiza ilustraciones, diseños y campañas para diversas agencias de publicidad, editoriales e instituciones. Es ilustrador de prensa en diarios regionales asturianos (La Nueva España, Cuenca del Nalón, Les Noticies…).
Se estrena en 2006 con un álbum de corte histórico para el mercado franco-belga, La guerra del profesor Bertenev (Dolmen, 2009). Su primer trabajo publicado directamente en España es Café Budapest (Astiberri, 2008), donde se mete de lleno en una ficción determinada por los orígenes del todavía no resuelto conflicto palestino-israelí. Acto seguido apuesta por recrear en cómic la vida de James Joyce, Dublinés (Astiberri, 2011), que gana el Premio Nacional del Cómic 2012 y a raíz del cual surge el cuaderno de viaje La ruta Joyce (Astiberri, 2011).
Vive en la localidad francesa de Angouléme, donde, tras realizar El otro mar (Astiberri, 2013) a caballo de su Asturias natal, a la que vuelve con regularidad, se encuentra preparando su nueva y ambiciosa obra, “La balada del norte”, que constará finalmente de tres tomos.
Esta magnífica obra es un autentico tesoro de la novela gráfica española y refleja la negrura de los valles mineros de Asturias de los que surgen personajes luminosos, y bajo el ruido atronador de las minas de carbón se escucha el susurro de una canción antigua. Los viejos y nuevos tiempos chocan brutalmente poniendo a prueba al protagonista, pronto a la Humanidad entera. Éste es el sonido de "La balada del norte".
Sus libros han sido traducidos al inglés, francés, alemán o polaco. (…) http://alfonsozapico.com
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