1 de junio de 2015

El dramaturgo asturiano Alejandro Rodríguez Álvarez (1903-1965), conocido por el seudónimo "Alejandro Casona" (I)

Un exiliado particular 
Foto autografiada del dramaturgo Alejandro Casona. Saber más... Facebook: ALEJANDROCASONA ESCRITOR TEATRAL.

"Los de la Casona". Con esa «distinción» paseó el autor su obra por todo el mundo, haciendo de ese apellido simpático un sello de calidad literaria y teatral.
(…) 1903 - 1936 Nací y me crié en una vieja casa solariega que, por ser la más grande de la aldea, es llamada por todos “la casona”. Es frecuente en las aldeas (donde por ser casi todos parientes, los apellidos se repiten mucho) distinguir a las familias por el lugar que habitan: así se dice “los de la Fuente”, “los del Valle”, y en mi caso, “los de la Casona”.[1] 
Alejandro Álvarez, conocido como Alejandro Casona, o también «El perdido» (Besullo, Cangas del Narcea, Asturias, 23 de marzo de 1903-Madrid, 17 de septiembre de 1965) fue un dramaturgo y maestro español de la Generación del 27. (…). Saber más... WIKIPEDIA.

Besullo, fue la aldea asturiana que lo viera nacer en 1903. Cinco años después vivió en Villaviciosa; más tarde, comenzó sus estudios de Bachillerato en Gijón, aunque fuesen terminados casi en el punto más distanciado de Gijón en la geografía española: la ciudad de Murcia, debido al traslado profesional al que sus padres -ambos maestros- fueron obligados. En el sureste es donde empieza a relacionarse con gente de teatro y a escribir sus primeras fantasías literarias, al tiempo que ingresa en la Facultad de Filosofía y Letras. Pero ya, para entonces, no habrá nada que le haya influido más que su infancia en Asturias. Esta huella va a ser indeleble desde la publicación de su primer libro en 1926 -una serie de poemas titulada El peregrino de la barba florida- hasta su relato dramático en dos tiempos El caballero de las espuelas de oro, estrenado en 1964 en Madrid, un año antes de fallecer, por lo que ha sido considerado como su testamento artístico.

28 de mayo de 2015

El engrandecimiento de un lugar histórico y religioso

Batalla y exaltación de Covadonga
Recreación de don Pelayo, con elementos característicos de la panoplia militar de la época. © Augusto Ferrer-Dalmau. (...). El origen de Pelayo y la batalla de Covadonga. Los orígenes de Pelayo son motivo de enconados debates entre los especialistas en la materia. A decir verdad, todo el período de la Alta Edad Media se caracteriza por la escasez de fuentes especialmente en sus estadios más tempranos. (...). Saber más... despertaferro-ediciones.

La victoria de los astures marcó una inflexión en la invasión musulmana y sirvió, a partir del siglo XVI, para engrandecer el lugar en lo histórico y en lo religioso, hasta convertirlo en seña de identidad colectiva 
«La Cueva de Covadonga», óleo de Jenaro Pérez Villamil, conservado en el Museo de Bellas Artes de Asturias. La Nueva España.

La Nueva España.
Covadonga fue escenario a comienzos del siglo VIII de una batalla entre los astures liderados por Pelayo y las tropas musulmanas que dirigía Alkama, encuentro que se saldó con la victoria de los primeros. Es discutible la fijación exacta de la fecha en la que se produjo el enfrentamiento y, lo mismo, su magnitud y la cuantía de las tropas que participaron en el choque, pero lo que resulta indudable es que Covadonga marcó un punto de inflexión tras la invasión musulmana de España en 711 y la consiguiente caída del reino visigodo de Toledo. Con Covadonga surgió el «reino de los astures», como se dice en la «Crónica Albeldense», redactada en el año 883, que con el tiempo fue extendiendo su área de dominio y trasladando hacia el Sur sus fronteras y capitalidad, al tiempo que cambiaba su titularidad, hasta terminar ocho siglos después con la total recuperación del territorio peninsular ocupado por los musulmanes tras la conquista de Granada por los Reyes Católicos en 1492.

24 de mayo de 2015

La evolución de las elecciones democráticas en Mieres

Añoradas primeras elecciones democráticas
Ayuntamiento de Mieres. 
Cinco cabezas de lista se disputaron el sillón presidencial del Ayuntamiento de Mieres el 3 de abril de 1979. Los primeros vientos democráticos españoles, en clave de comicios en ayuntamientos, después de un buen montón de años, tantos como cuarenta y cinco, metidos de lleno en terrenos totalitarios
Vital Álvarez Buylla, alcalde de Mieres, en un acto social.. Foto Archivo.
La Nueva España.
Mieres tiene su historia... Si los españoles esperaban el acontecimiento político con una enorme carga de expectación, tras el largo recorrido huérfano de esa travesía, en las cuencas mineras asturianas, donde se habían desarrollado acontecimientos de fuerte rebeldía contra los poderes políticos de entonces y clara resistencia a las consignas del golpe de estado franquista, esta oportunidad, nueva para varias generaciones, de poder depositar su voto con el fin de elegir a los gobernantes del municipio por "orden" del determinante sufragio universal, tenía una carga aún mayor de impacto rayado en la ansiedad, lo que propició la aparición, por estas tierras, de altos dirigentes a nivel nacional para apoyar las campañas de captación de adeptos.

21 de mayo de 2015

Los talleres de Duro Felguera construyeron piezas de enriquecimiento de uranio en los años 70

Barros, 1975: Nuclear sí, gracias

El taller de Felguera Construcciones Mecánicas en Barros, Langreo. Foto: Fernando Rodríguez. La Nueva España.

Cuando los talleres de Duro Felguera se dedicaron a la construcción de piezas para la planta de enriquecimiento de uranio que la firma Eurodif iba a desarrollar en Marsella

Ilustración de Alfonso Zapico. Alfonso Zapico (Blimea, San Martín del Rey Aurelio, Asturias, 1981) es un historietista e ilustrador español. En 2012, su novela gráfica Dublinés fue galardonada con el Premio Nacional de Cómic. Entre otros trabajos es de destacar su ambiciosa obra, La Balada del Norte. Saber más… WIKIPEDIA.
La Nueva España
Los primeros pasos a favor de la energía nuclear en España se dieron en 1945 cuando el gobierno franquista decidió impulsar la búsqueda de uranio en la península. Tres años más tarde se creaba la Junta de Investigaciones Atómicas y en 1951 la Junta de Energía Nuclear ya planteó la construcción de centrales. Franco inauguró la de Zorita en 1968 y pronto vinieron Santa María de Garoña en Burgos y Vandellós en Tarragona. A comienzos de la década de los 70 ya había 113 reactores nucleares operando en el mundo y, sumándose a la moda de las grandes potencias que competían por acumular armamento atómico, el Ministerio de Defensa pensó seriamente en seguir ese camino, planeando incluso realizar una prueba en el desierto del Sahara español, que afortunadamente se quedó en una quimera.