14 de enero de 2014

El primer «récord» de velocidad en atravesar el Atlántico

La travesía del capitán Ochoa en el favorita
En 1869 el bergantín "Favorita" - capitán Son Rafael Ochoa, construido en nuestro astilleros de Llera y tripulado por luarqueses- vino de Filadelfia a Luarca en 17 días. Fue la más rápida travesía del Atlántico, no superada por ningún otro velero de cualquier época o país. Imagen.
El capitán Ochoa, al mando del bergantín «Favorita», cruzó en 1869 el océano en un tiempo récord, al partir un 21 de agosto de Filadelfia, en Estados Unidos, y arribar el 7 de septiembre al puerto de Luarca
Ilustración de Alfonso Zapico. Alfonso Zapico (Blimea, San Martín del Rey Aurelio, Asturias, 1981) es un historietista e ilustrador español. En 2012, su novela gráfica Dublinés fue galardonada con el Premio Nacional de Cómic. Entre otros trabajos es de destacar su ambiciosa obra, La Balada del Norte. Saber más… WIKIPEDIA.
La nueva España
Antes de que un asturiano fuera campeón del mundo de velocidad automovilística (paradójicamente en una época en la que el Gobierno, tan bondadoso como intervencionista, pretendiendo hacernos a todos virtuosos, aspira, entre diferentes afanes, a suprimir la velocidad) otro asturiano batió un récord de velocidad al atravesar el océano Atlántico en un tiempo extraordinariamente corto, entre el 21 de agosto al amanecer, que zarpó del puerto de Filadelfia, en los Estados Unidos de Norteamérica, y el día 7 de septiembre de 1869, que dio vista al puerto de Luarca, a la atardecida.  No podemos insinuar que se tratara de una hazaña deportiva, ya que el bergantín «Favorita», que la realizó, hacía un viaje regular de barco mixto de carga y pasaje, y además, en aquella época, las personas serias no perdían el tiempo en competiciones deportivas. Si algo se hacía era porque había que hacerlo, no para hacerlo antes o más rápido que otros, que es el principio que anima el reto deportivo y por el que, sin alejarnos de nuestros límites geográficos, don Pedro Pidal escaló el Naranjo de Bulnes, un picacho al que no subía nadie, porque como le explicó antes de acometer la escalada su guía Gregorio El Cainejo, a nadie se le había perdido nada allí. Todavía, si se tratara de ir a buscar una res o a cazar un rebeco...

12 de enero de 2014

El tenebroso Pozo Funeres, en Peñamayor, concejo de Laviana

La cabaña de Adenso
El Pozu Funeres, en el concejo asturiano de Laviana. Fuente Imagen: Atlántica XXII (Revista y Página desaparecidas). Foto Archivo.
El Pozo Funeres es el capítulo negro de la historia de las organizaciones socialistas de Asturias
El mismo Pepe MATA me había comentado en reiteradas ocasiones que, aunque el informe elaborado para la ONU hablaba de 22 personas, el número exacto era muy difícil de precisar, debido a las “desapariciones” tan frecuentes por aquellas fechas (…) Saber más... El Blog de Antón Saavedra.
La cabaña de Adenso se encontraba en Peñamayor, en la ladera que da al  muy cerca del tenebroso Pozo Funeres, el capítulo negro de la historia de las organizaciones socialistas en Asturias. Historia terrible, poco conocida y divulgada. La primera vez que oí nombrar el Pozo Funeres ya estaba yo en el Partido Socialista. Una noche que tomaba unos vinos en San Bernabé con Faustino, el desgraciado primer tesorero del comité local de Oviedo, se le acercó un individuo de mediana edad a quien identificó como guardia civil jubilado, que le dijo:
-¿Así que tú también te volviste «rojo»? Pues te vamos a tirar al Pozo Funeres.

El crimen que conmovió la ciudad de Gijón y nunca llego a resolverse

El asesinato "Rambal", asignatura pendiente
El asesinato de Alberto Alonso Blanco “Rambal” conmocionó a la ciudad el 19 de abril de 1976. Saber más... Facebook: GIJÓN En Retrovisor.

Un suceso que conmovió a la ciudad de Gijón en 1976. El crimen de "Rambal", un personaje de la época y que nunca llegó a resolverse
Con Araceli, la del Bar Ronchel: Rambal, en una foto inédita que forma parte del archivo de la Asociación de Vecinos Gigia de Cimadevilla. En ella aparece abrazando a Araceli, “la de Ronchel”, ya fallecida y muy conocida en el barrio por regentar un bar, el Ronchel, al que el transformista acudía a diario con el desparpajo y socarronería que le caracterizaban. (…). Saber más... El Comercio.

La Nueva España
Lo que iba a ser el mero tránsito entre una jornada festiva y las tediosas obligaciones laborales de cualquier lunes terminó convertido en una noche para la historia. Si hay una fecha que los gijoneses tienen grabada a fuego en el imaginario colectivo, ésa es la madrugada del 19 de abril de 1976. Hay quien dice que ese día marcó un punto de inflexión en el devenir de la ciudad, que lo acaecido en aquellas horas de penumbra propició, de algún modo, que nada volviera a ser como era antes, quien afirma que en el corazón de Gijón se aliaron hierro y sangre para bruñir uno de esos episodios con los que una sociedad alcanza, a su pesar, a explicarse a sí misma. Lo único cierto es que esa noche se cometió un crimen que, casi cuatro décadas después, continúa sin respuesta. Por eso la pregunta que surgió en aquella velada, "¿quién mató a "Rambal"?", se prolongó en un eco interminable que, lejos de extinguirse, aún resuena con cierta periodicidad en el subconsciente de un vecindario que no ha perdido la esperanza de digerir algún día, y de una vez por todas, lo que se ha convertido en uno de sus traumas más recurrentes.

La pelagra (el mal del maiz), fue diagnosticada por primera vez por Gaspar Casal (1680-1759) en 1735

El mal de la dieta del maíz
La pelagra, diagnosticada por vez primera por un médico que trabajaba para el cabildo de Oviedo, apareció en Europa tras la llegada del nuevo cereal procedente de América
Imagen - La Nueva España
La Nueva España
Esta "especie morbosa" que conocemos como pelagra fue diagnosticada por primera vez por Gaspar Casal (1680-1759) en 1735, médico gerundense que trabajaba para el cabildo y el Ayuntamiento de Oviedo, y que la entendía como lepra escorbútica, una de tantas afecciones endémicas de esta región. En su opinión, imbuido por el espíritu de Hipócrates, la achacaba a las alteraciones del clima y a una dieta anómala. Aspecto que dejó reflejado en la monografía titulada "Historia natural y médica del Principado de Asturias". La gente popular la conocía como "mal de la rosa".