Tras la derrota
del nazismo, las chicas “topolino” se convirtieron en el reflejo edulcorado del
machismo. Incluso en los inocentes anuncios sobre remedios para el dolor de
cabeza se transmite un mensaje que hoy resultaría inaceptable: la familia
siempre supeditada al padre. (...). Saber más... Magazine El Mundo. |
Imagen incluida
en el libro “Mujeres en pie de guerra. Memorias de nosotras (Ediciones B)”. Fuente: Público. |
El caso es que Vicente-Puente usó esa frase, "El rencor de las feas" para titular una crónica que escribió en el diario franquista Arriba dos meses después de la victoria golpista en la Guerra Civil en 1939. En ella volcaba un retrato cargado de odio de las mujeres republicanas, en el que, con la sangre del frente todavía fresca, quiso dejar claro el destino que le esperaba a las perdedoras y a quienes la derrota arrastró con ellas. En la prosa de Vicente, que no era sino la ideología de todo un régimen, quedaban varias cosas claras: la más obvia, la repulsión y la profunda inquina que le producía el hecho de imaginar una mujer politizada, una mujer activa, una mujer ocupando un espacio público más allá de la iglesia o la cocina. Milicianas o maestras, estudiantes o diputadas, todas ellas eran, a ojos del nacionalcatolicismo, una repulsiva anomalía que debía ser eliminada. "Junto a la ínfima mujer, que se subió a los camiones para detener a los nacionales en la Sierra y confundió la batalla con una dominguera excursión de pan y tortilla, ha existido la pedante intelectual de izquierdas, la estudiantilla fracasada, la empleada envidiosa del jefe".