Jiménez de Cisneros y la Ballena de
Gijón
La historia del catedrático que dirigió la disección del animal y llevó
sus restos al Museo de Ciencias Naturales de Madrid
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La muchachada, alrededor del enorme rorcual. Gijón, 1895.
(…) magnífico rorcual común, mal llamado ballena, de casi 22 metros de largo y
20 de ancho en la zona del pecho. Fue trasladado a la Salmoriera, y su
presencia en la villa supuso todo un fenómeno: los gijoneses formaron
larguísimas colas –casi tan largas como el propio animal- para ver de cerca al
enorme mamífero marino. (…). http://www.amargolles.net/?p=3527
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https://www.lne.es/
La frase "Vete a ver la
ballena", cuando los gijoneses y solo los gijoneses quieren mandar a
alguien a paseo, es conocida de muchos; la historia de unos pocos, pero nadie
recuerda hoy al catedrático de Historia Natural y vicedirector del Real
Instituto de Jovellanos, Daniel Jiménez de Cisneros, por el papel tan
importante que tuvo en aquella efeméride gijonesa.
No solo dirigió los trabajos
de disección del animal, del aprovechamiento de sus miembros -epidermis, grasa
y aceite-, sino que llevó a cabo también la gestión para que el Museo de Ciencias
Naturales de Madrid adquiriera el esqueleto por el precio de 1.000 pesetas que
Cisneros hizo llegar a los dueños del animal, los señores Fernández y Somonte,
los armadores del Sultán, el barco que la encontró con el arpón clavado y la
arrastró a la costa. El naturalista realizó una labor minuciosa tanto en su
disección como en el transporte, cuidando todos los detalles. Se responsabilizó
de los huesos hasta depositarlos en la estación. Para su transporte se hizo
necesario un vagón al descubierto, porque en uno cerrado no hubiera entrado el
cráneo; iba cubierto de un toldo y bien atado, pero sin precintar porque para
esta clase de vagones no existían precintos. De esta manera, el Museo de Ciencias
de Madrid, que pasaba por una crisis y se hallaba cerrado al público, pudo
presumir de tener un ejemplar fuera de lo común, digno de aparecer en la guía
turística más prestigiosa de su tiempo, la Karl Baedeker. Eso sí, sin que su
redactor tuviera la más mínima idea de dónde había sida capturada. Decía que el
museo encerraba una rica colección de mamíferos, aves, peces, moluscos,
crustáceos, minerales y fósiles y, entre ellos, un cráneo de ballena encontrado
"en el puente de Toledo, cerca de Madrid".
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Hemeroteca del diario El comercio 22-2-1970 (…). https://gijonenelrecuerdo.elcomercio.es/page/3
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Jiménez de Cisneros llegó a Gijón en
agosto de 1892 instalándose en el hotel La Marina. Aquel curso, 1892-1893, se
estrenó el nuevo edificio de Instituto, ampliado tal como hoy lo conocemos. Enseguida fue calificado por "El Comercio" como un "devoto de la
ciencia". Se casó el 24 de enero de 1897 en la iglesia de San José con
Avelina Goicoechea, la hija del director del Instituto, don Félix Goicoechea, y
fue su padrino Rafael Lama y Leña, historiador del Instituto de Jovellanos. En
Gijón le nació el primero de sus cinco hijos. Durante los once años que residió
en Gijón desempeñó una ingente labor académica. Mejoró notablemente el gabinete
de Historia Natural, al que regaló su colección de fósiles; puso en marcha el
Jardín Botánico del Instituto, en la vieja huerta del Instituto, que había
quedado devastado por las obras de ampliación del edificio; ocupó la
vicedirección del centro siendo Justo del Castillo director y Rafael Lama y
Leña secretario. Fue además el primer profesor de
Gimnasia que tuvo Gijón. Habiéndose implantado la asignatura de Gimnástica,
como se la llamaba, no había profesores titulados suficientes para cubrir todas
las plazas. A falta de ellos, correspondía a los directores nombrarlos entre el
profesorado del centro. Fue elegido Cisneros; creemos que en parte porque
además de Historia Natural impartía la asignatura de Fisiología e Higiene, pero
sobre todo porque entre los contenidos de la Gimnástica figuraban las
excursiones y paseos al aire libre, actividad que nuestro catedrático de
Historia Natural realizaba muy frecuentemente con sus alumnos para recoger
fósiles y muestras de la naturaleza.
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Realizó al menos tres importantes
estudios dedicados a Asturias: Ensayo acerca de la climatización del gusano de
seda en Asturias, cuyo trabajo fue premiado con medalla de plata en la
Exposición Regional de 1899; Datos para el estudio del sistema liásico de
Asturias, en donde completa la Descripción del
ingeniero alemán, Guillermo Schulz; y Noticia acerca de algunos animales
marinos existentes en el Gabinete de Historia Natural del Instituto de
Jovellanos. A parte de su labor docente en el
Instituto, llevó a cabo una importante labor cultural en pro de las clases
menesterosas colaborando en las tres instituciones gijonesas que a finales y
comienzos de siglo se ocupaban de la regeneración de la clase obrera: el Ateneo
Casino Obrero, la Sociedad de los Laboratorios y la Extensión Universitaria de
Gijón. Fue precisamente la envidia de
quienes no querían verlo dar conferencias lo que determinó que pidiera el
traslado al Instituto de Alicante. Gijón perdió un sabio y Alicante ganó una de
las personalidades más destacadas de la geología, arqueología y paleontología
española. Y hoy el Real Instituto de Jovellanos se siente orgulloso de que
durante once años impartiera su saber a la juventud gijonesa, por eso en 2011
en la exposición que llevó a cabo la Asociación de Antiguos Alumnos, bajo el
título: El legado de Jovellanos 200 años después, figuraba su nombre en el
cuadro de honor de los catedráticos y profesores.
FUENTE: AGUSTÍN GUZMÁN SANCHO
Agustín Guzmán Sancho. Historiador, nació en Quintanar de la
Orden (Toledo), en 1952, es nieto de asturiana y
vecino de Gijón desde 1976. Se licenció en Derecho por la Universidad de
Salamanca y en Filología Clásica y Geografía de Historia por la Universidad de
Oviedo. Es miembro correspondiente del Real Instituto de Estudios Asturianos
(Ridea) y fue miembro fundador de la asociación Foro Jovellanos, hoy fundación,
para la que dirigió durante una década el Boletín Jovellanista. Gran conocedor
de la figura del prócer gijonés, ha escrito libros como 'La última travesía de
Jovellanos', obra que narra sus últimos momentos, su regreso a Gijón, su huida
por mar y su deseo de morir en tierra española. También ha firmado una
biografía de Julio Somoza y obras sobre la historia de las iglesias de San
Lorenzo y San Pedro.
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