10 de marzo de 2020

Las grandes olvidadas de un conflicto

Las madres de la Revolución
Ilustración de Alfonso Zapico
Las progenitoras de muchos históricos revolucionarios fueron parte fundamental en el desarrollo de los levantamientos de Octubre del 34
Ilustración de Alfonso Zapico
https://www.lne.es/
La Revolución de Octubre de 1934 fue protagonizada mayoritariamente por hombres, pero también consta la participación de mujeres en las tareas de apoyo y propaganda previas. Aunque nunca se ha escrito su historia, éste no es el lugar apropiado para intentarlo porque resumirla en una página es imposible. Lo que quiero hacer hoy es aproximarme un poco a las circunstancias familiares de quienes protagonizaron aquellos hechos dando unas pinceladas sobre las madres de algunos de los revolucionarios más conocidos, que bien pueden servir de muestra para suponer lo que ocurrió con la mayoría.
Ramón González peña visto por  Alfonso Zapico
Un buen ejemplo fue la vida de Damiana Peña, la madre de Ramón González Peña, el "generalísimo de la Revolución". Dado que el salario que el padre ganaba en la Fábrica de Mieres resultaba insuficiente para mantener a siete hijos, ella, además de atender la casa, cocinar y lavar la ropa de todos, tuvo que sacar tiempo y fuerzas para rebuscar en las escombreras el carbón que se empleaba como combustible en la cocina familiar y también para venderlo por las casas de la villa, y como aún no alcanzaba para todo, hacer de posadera para otros obreros que recibía cada día en su vivienda. En otra posada conoció Sandalio Tomás a su mujer. Sandalio era natural de Lieres y cuando decidió ir a trabajar a Gijón se detuvo a reponer fuerzas en la aldea de Lavandera. Allí, en la planta baja de una casa, que atendían una mujer y su hija se recibían huéspedes humildes como él. Sandalio acabó instalándose en el lugar y entabló una relación con la hija, llamada Cándida Álvarez, con la que tuvo un hijo natural: Belarmino TomásSi ustedes buscan la biografía del líder socialista en Wikipedia encontrarán su nacimiento en Aguilar de Campos, un pueblo de la Tierra de Campos vallisoletana, sin embargo, su nieto Rafael Fernández Tomás dio los detalles de esta historia en el libro "Belarmino, uno más de los sin nada", añadiendo que la familia se trasladó pronto desde Lavandera hasta el barrio gijonés del Llano donde alquilaron una pequeña casita en la que iban a nacer otras dos hermanas, que en cuanto pudieron trabajar lo hicieron limpiando casas y, cómo no, consiguiendo el carbón perdido en los cargaderos.
Belarmino Tomás visto por Alfonso Zapico
Otro socialista implicado en la Insurrección de Octubre fue Arístides Llaneza, uno de los seis hijos que tuvo Manuel Llaneza con Ventura Jove Huelga, mierense de Aguaín, con la que se casó en 1904. Cinco de ellos: Lucita, Antonín, Alba, Manolito y Paz, nacieron en la villa del Caudal, donde ésta última falleció en 1919 con solo cuatro años cumplidos. Sin embargo, Arístides llegó al mundo en Pas de Calais, durante el exilio de sus padres para huir de la represión que siguió a la Huelgona de 1906. Arístides fue mecánico electricista en una compañía ferroviaria y afiliado como su padre a la UGT y al PSOE; estuvo preso tras el movimiento prorrepublicano de 1930 y más tarde por su participación en la Revolución. Como es sabido su padre Manuel Llaneza había dedicado su vida al sindicalismo y a la política, siendo concejal y alcalde de Mieres y también diputado nacional, lo que permitió a la familia vivir dignamente, aunque sin muchas holguras; de manera que Buenaventura pudo dedicarse a cuidar de todos sin tener que realizar otros trabajos hasta el fallecimiento de su marido, que no llegó a ver la República; entonces pasó a regentar una mercería en la villa, que le fue confiscada tras la Guerra Civil. También tuvo seis hijos la madre del felguerino Aquilino Moral, afiliado a la CNT y al POUM. Su padre se casó tres veces.
Manuel llaneza. Dibujo de Alfonso Zapico
Su primera mujer, la madre de Aquilino, nacida en Lada, murió cuando éste tenía cuatro años, y seguramente los continuos embarazos tuvieron algo que ver con su final prematuro; la segunda, también murió antes de cumplirse un año del matrimonio y, por fin, con la tercera su padre tuvo otras dos hijas. Las mujeres de la familia vivieron existencias parecidas vinculadas a la necesidad de aportar diariamente el carbón para la cocina de chapa, que en aquellos años era el verdadero motor del hogar, imprescindible para poder comer, calentarse y disponer de agua templada para el aseo. Además Aquilino contó en sus memorias cómo una de las hermanas se colocó en el lavadero de mineral de El Fondón al tiempo que otra trabajó limpiando casas en La Felguera. 
Otra figura imprescindible de la Revolución fue Manuel Grossi Mier, nacido en Oviedo en 1905 en una familia humilde. Su padre Ovidio Grossi era entonces un jornalero analfabeto que no supo firmar a la hora de inscribirlo en el registro, mientras que su madre Mercedes Mier Hernández destacó por su actividad militante desde que la familia se instaló en Mieres. Por su casa pasaron los principales líderes comunistas de la época en sus visitas a Asturias, entre ellos La Pasionaria y Joaquín Maurín, el ideólogo del Bloque Obrero y Campesino, al que se sumó la familia.
Manuel Grossi Mier visto por Alfonso Zapico
En esta vivienda alquilada vivió el matrimonio, también con seis hijos: Manuel, Fermín, Emilio, Genoveva, Florentina y Luis. Mercedes estiró su tiempo para poder sacarlos a todos adelante y al mismo tiempo madrugó cada día para dedicarse a la venta ambulante de pescado en un carrito que empujaba por la villa. La madre de "Manolé" fue una mujer combativa, si hacemos caso del testimonio de José María "Pellanes", quien pudo ver cómo durante los incidentes del 1 de mayo de 1933, en Mieres, se enfrentó a los Guardias de Asalto esgrimiendo el enorme cuchillo con el que cortaba el bonito. Las circunstancias de su muerte son todavía un misterio, puesto que en el registro civil la causa de su fallecimiento por razones naturales fue tachada en algún momento, mientras que el ejemplar del 6 de diciembre de 1936 de Front, editado en Cataluña por el POUM recogió la noticia de que había sido "fusilada por los fascistas como represalia por la actuación de estos bravos luchadores de Octubre". Así mismo las madres de otros revolucionarios se ocuparon en actividades parecidas: la de Santiago Blanco "El Avilesu", quien fue secretario de Belarmino Tomás, vendió fruta por las calles de Mieres y la de Oscar García, militante del partido comunista y amigo íntimo de Grossi, fue carretona llevando pequeños portes entre Oviedo y la villa en el ferrocarril del Norte.
Uno de los bandidos más famoso, Constantino "Turón".  Ilustración de Alfonso Zapico
Por último, tenemos un caso aparte en la madre del inefable Jesús Ibáñez, con una tan extrema como la de su hijo al que parió en la cárcel de Santoña, cuando se encontraba visitando al bandido Constantino "Turón", hijo de una hermana soltera que lo había dejado a su cargo antes de fallecer. El nacimiento se produjo a las doce de la noche del 24 de diciembre de 1889 lo que hizo que fuese apadrinado por los responsables del presidio y bautizado como Jesús María José. Tal vez este dato les parezca tan increíble como en su momento me lo pareció a mí, pero puedo ratificarlo porque llevo años empeñado en rescatar la biografía de Ibáñez (con tanto celo que no sé si podré concluirla algún día) y lo he confirmado tras una consulta a los archivos de la propia cárcel. Celedonia Rodríguez, también madre soltera, ya tenía una hija a la que había abandonado en un pueblo cercano a Urbiés, su aldea natal, y se vio obligada por los suyos a tomar los hábitos para echar tierra sobre aquella deshonra, pero en vez de enmendarse, engendró a Jesús Ibáñez en el interior de los muros del convento de Santa Clara de Sigüenza, en un encuentro con Trifón Ibáñez el molinero de Buitrago, un viudo con hijos, feo, viejo, tuerto y pendenciero, que acababa de cumplir condena por la muerte de otro hombre en reyerta.
Ilustración de Alfonso Zapico
Después de dejar el claustro y retornar a Urbiés, Celedonia tuvo una vida azarosa en la que no faltaron los problemas con la justicia, que incluyó una estancia en Francia, empleada como asistenta mientras su familia permaneció en Asturias. Jesús Ibáñez recogió en su autobiografía su dramático final, ahogada en las peñas del Piles, donde su cadáver apareció destrozado tras sufrir durante varias horas los efectos de oleaje contra la escollera. La prensa contó como "la anciana fue identificada por algunos vecinos de los alrededores. Se trata de "La Lloquina", una infeliz mendiga que se pasaba las horas, en la marea baja, de rodillas sobre la misma peña, elevando al cielo un ramo de tamarisco en cada mano". No sé si repasando todos estos datos ustedes llegarán a la misma conclusión que yo, pero me parece que las penalidades que rodearon estas vidas justificaban una revolución.
Ilustración de Alfonso Zapico
FUENTE: ERNESTO BURGOS-HISTORIADOR
Ernesto Burgos Fernández (historiador). Nació en Mieres (Asturias) el 7 de julio de 1957. Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Oviedo (1979). Diploma de Estudios Avanzados en Arqueología Histórica («La romanización en las cuencas mineras del sur de Asturias» 2006).Profesor de Educación Secundaria, ha trabajado en los institutos «Juan de Herrera» (Valladolid), «Sánchez Lastra» (Mieres), «Camino de La Miranda» (Palencia), «Valle de Aller» (Moreda) y desde 2006 en el IES «Mata Jove» de Gijón. En el año 2016 el reconocido historiador mierense fue distinguido con el reconocido galardón anual de  “Mierense del año”.
Alfonso Zapico (Blimea, Asturias, 1981). Historietista e ilustrador freelance. Profesional gráfico desde el año 2006. Trabaja en proyectos educativos del Principado de Asturias (Aula Didáctica de los Oficios) e impartido talleres de ilustración en centros educativos de Asturias y Poitou-Charente (Francia).  Realiza ilustraciones, diseños y campañas para diversas agencias de publicidad, editoriales e instituciones. Es ilustrador de prensa en diarios regionales asturianos (La Nueva España, Cuenca del Nalón, Les Noticies…).  Se estrena en 2006 con un álbum de corte histórico para el mercado franco-belga, La guerra del profesor Bertenev (Dolmen, 2009). Su primer trabajo publicado directamente en España es Café Budapest (Astiberri, 2008), donde se mete de lleno en una ficción determinada por los orígenes del todavía no resuelto conflicto palestino-israelí. Acto seguido apuesta por recrear en cómic la vida de James Joyce, Dublinés (Astiberri, 2011), que gana el Premio Nacional del Cómic 2012 y a raíz del cual surge el cuaderno de viaje La ruta Joyce (Astiberri, 2011).  Vive en la localidad francesa de Angouléme, donde, tras realizar El otro mar (Astiberri, 2013) a caballo de su Asturias natal, a la que vuelve con regularidad, se encuentra preparando su nueva y ambiciosa obra, “La balada del norte”, que constará finalmente de cuatro tomos.  Esta magnífica obra es un autentico tesoro de la novela gráfica española y refleja la negrura de los valles mineros de Asturias de los que surgen personajes luminosos, y bajo el ruido atronador de las minas de carbón se escucha el susurro de una canción antigua. Los viejos y nuevos tiempos chocan brutalmente poniendo a prueba al protagonista, pronto a la Humanidad entera. Éste es el sonido de "La balada del norte". En un paréntesis, entre el segundo y tercer volumen de La balada del norte, Zapico completó Los puentes de Moscú (Astiberri, 2018), para mostrar de nuevo su faceta como reportero gráfico al poner el micro al diálogo entre el político Eduardo Madina y el músico Fermin Muguruza. Sus libros han sido traducidos al inglés, francés, alemán o polaco. (…). http://alfonsozapico.com
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