(Artículo con fotos de emigrantes mierenses a principios del siglo XX)
Adriano Patón (La Villa-Mieres) en Rosario (Santa Fe, Argentina en el año 1915) |
A
partir de la década de 1880, Asturias, al igual que otras provincias españolas,
presenta una emigración a América cuantitativamente muy importante, una
emigración que entra dentro de la segunda oleada emigratoria europea
Ceferino Canga Argüelles de Cuestavil (L'Agüeria San Xuan de Mieres), en Pergamino, Argentina en 1935 |
Esto no quiere decir que se pueda restar
importancia a la emigración anterior a esta década, especialmente la que se
dirigía a Cuba, pues había una tradición emigradora, aunque en 1881 Fermín
Canella, vocal ponente de la Comisión que elaboró la contestación al
interrogatorio enviado por la Comisión creada por el Real Decreto de 18 de
julio de 1881 para estudiar los medios de contener la emigración, considerase,
refiriéndose a Asturias, que «los habitantes de esta provincia no emigran sistemáticamente
fuera de España» (Fermín Canella Secades,
«Emigración asturiana», Revista de Asturias, t. IV, año V, número 21 (15 de
noviembre de 1881), p. 357).
Los hermanos Fernández cabeza en México. Año 1923 |
Martín Delgado de Mieres con su familia en Chile en 1919 |
El mierense Matías García Villa (con traje y sombrero) en Cuicatlán (México), en el año 1920 |
En esa inculcación de los padres a los
hijos (José Luis Pérez de Castro, Huella
y presencia de Asturias en el Uruguay, Centro Asturiano de Montevideo, 1961, p.
15.) también tenía que influir el librarlos del servicio militar, de los
siete u ocho años que le podían corresponder al «quinto» sorteado, si no
buscaba un sustituto o pagaba la redención, 1.500 o 2.000 pesetas. Además de la
larga duración del servicio militar, estaban los riesgos añadidos de tener que
formar parte del ejército colonial, o de ir a la guerra de Marruecos. En los
años de ésta, dice Alfonso Camín que los barcos «llegaban casi a diario al
puerto de La Habana con los emigrantes en racimos, todos de catorce a quince
años, huyendo de la guerra de Marruecos, que era impopular en la Península,
desangraba al país y llenaba de luto los hogares, especialmente los hogares
campesinos, de donde salían los mayores contingentes para la guerra y para los
barcos negreros de la emigración a la aventura» (Alfonso Camín, Entre palmeras (vidas emigrantes), Revista Norte,
México, 1958,p. 281).
Matrimonio de Primitivo Álvarez y Consuelo Martínez de Mieres en Buenos Aires (Argentina), junto a una incubadora |
Pero no era sólo la guerra, sino el
servicio militar, como les dijo Eva Canel a los emigrantes reunidos en el
Centro Asturiano de La Habana; «habéis salido por miedo al uniforme de soldado»
(Eva Canel, «Asturias y los asturianos»,
Magosto, Est. Tip. F. Nozal, Madrid, segunda ed., 1899, p. 76). Prueba de la influencia que ha tenido evitar
el servicio militar en la emigración puede ser el número de prófugos. En el
sexenio 1915 - 1920, el número de mozos declarados prófugos en Asturias fue el
38,4 por 100 (Antonio Gómez Mendoza y
Vicente Pérez Moreda, «Estatura y nivel de vida en la España del primer tercio
del siglo XX», Comunicación presentada al III Congreso de Historia Económica,
Segovia, 3-5 de octubre de 1985), de los que constituían los reemplazos,
que eran entonces los que cumplían 21 años en el del alistamiento. Por mucho
menos de lo que costaba la redención, se podía adquirir un pasaje para América,
unas 250 pesetas en torno a 1900, desde La Coruña a La Habana. Aunque fuese necesario
pedir un préstamo, al ser la cantidad mucho más pequeña, no crearía las
dificultades que ocasionaría uno por importe mayor, como le explicaba un padre
a su hijo que estaba en La Habana: «Tu abuelo era labrador, desempeñado y no
era poco. Nada debía a nadie; cogía maíz para el año, pagaba poca renta y tenía
ganado suyo; pero no quería pedir prestado para ponerme sustituto porque decía,
con razón muy justa, que jamás acabaría de pagar los réditos cuanto más el
préstamo que tomase para redimirme» (Eva
Canel, «Carta de un aldeano instruido a un hijo comerciante», Magosto, Est.
Tip. F. Nozal, Madrid, segunda ed., 1899, p. 85).
Los hermanos Fernández García del Casar (L'Agüeria San Xuan de Mieres) en Brasil |
La mayor parte de los emigrantes
pertenecían a familias de labradores, que debían disponer de los recursos
suficientes para sufragar los gastos del viaje o bienes para hipotecar o
vender, además de la información necesaria; los padres de Antonio Martínez,
«ambiciosos y calculadores, entendiendo que en la aldea nunca les produciría
nada, determinaron de mandarlo a América, y para lograrlo se vieron precisados
a empeñar su pobrísima hacienda, inclusive la casa en que vivían», escribe
Ventura Pérez Suárez (Ventura Pérez
Suárez, El oro de América (Historia de un emigrante español), Imp. Manuel León
Sánchez, México, 1923, pp. 28-29). También era normal que llevasen, los que
emigraban, una carta de recomendación, que fuesen «reclamados», pero parece que
eso era algo más nominal que real. Alfonso Camín lo describe, refiriéndose a
que la gran «abundancia de muchachos emigrantes, inexpertos unos, rebeldes otros,
los más con cartas de recomendación que eran papeles mojados, daban un saldo
lamentable de inmigrantes en mangas de camisa sin rumbo, como yo, por parques y
plazas, a semejanza de los perros de la calle» (Alfonso Camín, Entre palmeras, p. 281). Si al llegar el emigrantes
al puerto de la Habana el reclamante no se presentaba, era en el campamento de
Tisconia; “Me fui enterando de porque estábamos allí. El pariente no se había
cuidado a tiempo de una carta de cualquier almacén de ropas o embutidos, una
carta de colocación, con lo cual estaba al cabo de la calle y en libertad, a
tal grado que muchos comerciaban en carne humana y sin conocer al inmigrante,
dialogaban con él por sobre las bordas y a las pocas horas se los llevaban a
explotarlos a cualquier parte, sin otra responsabilidad”. (Alfonso Camín, Entre palmeras, p. 33)
Antonio Velasco Suárez de Cuestavil, L'Agüeria San Xuan de Mieres en Río Gallegos (Argentina). En el año 1910 |
Muchos de esos emigrantes salían por los
puertos de La Coruña y Santander y desde la segunda década del siglo XX era más
frecuente que embarcasen en Gijón.
El pasaje solía ser de tercera y tanto
en los barcos de vela, como más tarde en los de vapor, las condiciones del
viaje, según relatan los emigrantes, muy malas. Antonio L. Oliveros se refiere
a «los inmundos sollados de los buques trasatlánticos, dedicados a ese tráfico»
(Antonio L. Oliveros, Asturias en el
resurgimiento español (Apuntes históricos y biográficos), Madrid, 1935, p. 50),
y Eloy Viejo Velarde lo describe así: «Viajábamos en tercer clase, porque no
había cuarta. Las literas en el fondo del barco. Los comedores y el servicio
para la distribución del rancho estaba concebido tan práctico y utilitario, que
bien podía pensarse que había sido tomado el modelo de aquellos barcos de
cuando los piratas ingleses reclutaban negros en África» (Eloy Viejo Velarde, Memorias de un emigrante, p. 55).
Guillermo fernández de Murias (L'Agüeria San Xuan de Mieres en Pergamino (Argentina), hacia 1925 |
Muy jóvenes, sin la preparación
adecuada, con unas ilusiones muy grandes, que en la mayor parte de los casos el
tiempo y la realidad desvanecerían, tomaban los asturianos el camino de las
Américas. Confiando en sus aptitudes, dispuestos a aplicar el esfuerzo
necesario y si la fortuna les ayudaba tener éxito, han sido muchos los vecinos
del Principado de Asturias que emigraron. Como escribía Valentín Andrés
Alvarez, «en Cuba, en México, en La Argentina, diseminados por todo el orbe
hispánico, hay miles de asturianos y cientos de colonias del pueblo astur.
Nuestra región tiene, acaso, tantos hombres y tantas riquezas, tantas propiedades
y tanta sangre fuera de sus límites como dentro de ellos» (Valentín Andrés Álvarez y Álvarez, «La obra de los americanos de
Asturias. La primera «ayuda americana« a la economía española», Asturaménca,
año III, segunda época, número 27 (mayo, 1956). La estadística de pasajeros que han
tenido su última vecindad en Asturias, nos da la cifra de 61.299 emigrantes en
los años 1884 -1898 y 158.311 entre 1912 y 1930. Para los años 1899 -1911 en
que no se dispone de esos datos, se puede interpolar entre la media de
emigrantes en 1896 -1898 y 1912 -1914, estimando, de ese modo, unas salidas de
101.283 asturianos. Se ha creído que después de las últimas guerras coloniales
disminuyó la emigración a América, pero no hay base para sustentarlo; por el
contrario, parece que siguió creciendo. Dionisio Pérez (Dionisio Pérez, «De la semana», Nuevo Mundo, año XIII, número 665
(jueves, 4 de octubre de 1906), tomando cifras de la Estadística del
impuesto de tráfico por mar, emplea la expresión «desbandada de españoles»,
refiriéndose a los que salieron en la primera mitad del año 1906.
Por lo tanto,
si es válida la estimación que hacemos, los emigrantes que han tenido su última
vecindad en Asturias, suman 320.893 y como más del 10 por 100 de los que salían
figuran como de vecindad desconocida, es posible que entre 1884 y 1930 los
asturianos que emigran a América hayan sido unos 360.000. Esos asturianos que emigraban muy
jóvenes, mujeres en un porcentaje muy bajo, se dirigían a diferentes países del
continente americano. Destino de muchos fue la isla de Cuba, primero por ser
parte de España y haber más facilidades para ir a ella y después por la
tradición y encontrarse establecidas en ella colonia importante de asturianos.
Además se veía como «un país fabuloso, de onzas de oro, de centenes, de
montañas de azúcar» (Ángel Lázaro,
Retratos familiares, Editorial Prisma, La Habana, 1945, p. 46). Tenía la
dificultad del clima y la insalubridad, lo que hacía aún más difícil la
adaptación de los que llegaban del Norte de España, Un emigrante relata así su
experiencia: «Por el día se hacía prácticamente imposible soportar el calor en
otro lugar que no fuera debajo de la ducha y por la noche no era posible
conciliar el sueño por el mismo motivo; para mí aquello era el principio del
fin del mundo. Pocos días pasaron cuando ya me atacaron las fiebres palúdicas,
que me tuvieron postergado y en cama por espacio de unos cuarenta días. Sólo a
fuerza de tomar quinina en ayunas pude ir sorteando el temporal. Luego, como
tarjeta de visita, haría acto de presencia el «gusto cubano» (llamémosle así), una erupción de
pequeños granos que producía un picor rabioso, que lo tenía a uno en un estado
constante de desesperación» (Eloy Viejo
Velarde, Memorias de un emigrante, pp. 60-61).
Antonio Fernández Velasco de Vegadotos (L'Agüeria San Xuan de Mieres en Río Gallegos. Año 1910 |
La zona del Río de Plata, especialmente
Argentina, también fue destino de muchos emigrantes, por fomentar la
inmigración, por las posibilidades que ofrecía y por su salubridad.
Puerto Rico y otros países americanos
también recibieron un contingente mi portante de astures, pero en número menor.
En cuanto a los pueblos de origen, aunque habrá preferencias por un país, eso no puede suponer
exclusividad. Es un lugar común que los asturianos de la parte oriental
emigraron a México y los de la parte
occidental a Cuba y al Río de la Plata. En Puerto Rico, que no recibió a gran
número de asturianos, cuando un grupo de españoles, en 1886, creó comisiones de
recaudación de fondos para el Auxilio Mutuo, entidad sanitaria, en Asturias las
crearon en Oviedo, Gijón, Infesto, Navia, Puerto de Vega y Villapedre,
localidades que daban el contingente mayor de emigrantes (José M. García Rodríguez, Sociedad Española de Auxilio Mutuo: Los años
fundacionales, San Juan, Puerto Rico, 1983, p. 113).
Miles de emigrantes emprendieron el viaje a América, muchas veces en condiciones penosas |
El emigrante, que salía «para dar rienda
a las aspiraciones... de ser y tener», en palabras de Eva Canel, tenía como
objetivos poder enviar pronto algún giro a la familia y, pasado algún tiempo,
regresar como «americano» (En Asturias el
apelativo «americano», aplicado al emigrante que había triunfado, es más común
que el de «indiano»). Si lo primero ha sido muy importante para elevar el
nivel de vida de la región mucho más llamativo resultaba lo segundo. No solo
por lo que impresionase su riqueza, sino también porque eran muy pocos los que
la conseguían y muchas «las calamidades y privaciones que habrá tenido que
pasar el “indiano" antes de poder volver con toda su carga de sacrificios
y sinsabores»; obligación del emigrante era «volver millonario o no volver,
consumiendo su existencia entre la desesperación y la amargura de no haber
podido realizar el sueño de su vida» (Eloy
Viejo Velarde, Memorias de un emigrante, p. 198). El prototipo presentado
de ese «americano» es el protagonista de «Boroña», de Clarín, con «treinta años
invertidos en matarse poco a poco, a fuerza de trabajo, para conseguir una gran
fortuna con la que no podía hacer nada de lo que él quería» (Leopoldo Alas «Clarín», «Boroña», Cuentos
morales, Editorial Bruguera, Barcelona, 1982, p. 52).
Emigrantes "Americanos" con fortuna en 1913 |
La segunda guerra de Cuba motivó que
algunos emigrantes retornasen. Estos, por su mentalidad y por su actuación, son
diferenciados de aquellos que volvían antes de la guerra, como hace Valentín
Andrés Álvarez: «Los indianos ricos que venían antes de aquella contienda eran
ya ancianos, retirados o jubilados de los negocios... Los indianos de aquella
postguerra no eran unos ancianos jubilados de los negocios, como sus
antecesores, sino jóvenes y además ricos como ellos... Al regresar estos
hombres a su pueblo no venían como retirados, no deseaban, como los otros, un
apacible ocio sino un buen negocio» (Valentín
Andrés Álvarez, Guía espiritual de Asturias, Caja de Ahorros de Asturias,
Oviedo, 1982, p. 18). Destaca los efectos benéficos de los capitales
remesados sobre la actividad económica y el impulso que recibió de los hombres
regresados, «hombres con el temple, la experiencia y el dinamismo de jefes de
empresa y capitanes de industria bien dotados y probados, pues habían triunfado
ya en América». En términos parecidos se expresaba Antonio L. Oliveros al
referirse a la obra de los «americanos»: con la pérdida de la guerra colonial,
«millares de americanos se reintegraron a España portadores de una riqueza en
oro que va a levantar de su postración a la economía nacional. Los giros de los
emigrantes venían ya aliviando periódicamente la penuria del campesino
asturiano. Ahora Gijón, Oviedo y Avilés, las cuencas mineras, se pueblan de
industrias que el dinero de los americanos contribuye a levantar, realizando un
imponderable esfuerzo de resurgimiento patrio» (Antonio L. Oliveros, Asturias en el resurgimiento español, p. 51).
Emigrantes en viaje a América, en la cubierta del barco |
FUENTES:
RAFAEL ANES ÁLVAREZ – ALFONSO DE OTAZU Y LLANA
(Textos extraidos de "El Banco Herrero. 75 Años de Historia. 1912 - 1987")
Rafael Anes Álvarez de Castrillón,
catedrático de Historia e Instituciones Económicas de la Universidad de Oviedo.
Alfonso de Otazu y Llana, historiador
nacido en San Sebastián (Gipuzkoa) en 1949. Estudió Derecho en la Universidad
de Navarra, publicando en 1970 “Hacendistas navarros en Indias” y en 1972 “El
igualitarismo vasco, mito y realidad”. Académico correspondiente de la Academia
Guatemalteca de Historia.
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