A finales de
los sesenta del pasado siglo XX, casi nadie en Gijón sabía quién era Rosario de
Acuña. Según contaba por entonces el escritor Patricio Adúriz, muchos eran los
que habitualmente utilizaban su nombre para referirse a un determinado lugar
del litoral, pero pocos los que eran capaces de decir algo acerca de aquella
desconocida mujer. Atraído por la curiosidad, un día se acercó hasta el
cementerio de El Sucu para intentar localizar su tumba. Después de mucho
buscar, nos cuenta lo que encontró: «Casi adosada contra el muro. Casi sin nada
que la hiciese reconocible a no ser una escueta y menuda lápida con esta
inscripción, en tres renglones: Rosario Acuña. Escritora ilustre. 1851-1923.
Nada más. Así, a secas». (…). Saber más en Rosario Acuña. |
(…) retrato
ecuestre de nuestra protagonista, «en la forma que hizo su último viaje por
Asturias y Galicia».(…). Saber más en Rosario Acuña. |
En días pasados apareció en este mismo periódico un artículo titulado "Preparando el centenario de Rosario de Acuña", del que se desprendía cierta preocupación por que tal centenario se celebrara dignamente y, a la vez, inquietud ante la posibilidad de que el evento constituya una celebración más para "seguidamente entregarnos, de nuevo, al apacible letargo de la progresiva desmemoria", según palabras del propio articulista. Nada más lejos de la realidad. En absoluto ha existido ni existe tal desmemoria sobre Rosario de Acuña. Como es bien sabido, el Ateneo Obrero de Gijón inició su relación con la escritora en el mismo año de su fundación (1881) y le propuso la hospitalidad de nuestra ciudad para su residencia, a lo que ella correspondió manifestando su apoyo a las clases modestas de la ciudad y haciéndose socia de nuestra entidad en un vínculo que mantuvo hasta su muerte en 1923.