Lobo cazado en los montes de Seana, paseado por las calles de Mieres. Año 1954. (Fondos de la Asociación Sta. Bárbara) Facebook "Mieres antes y ahora" de Carlos Díaz Marcos. |
Cazador. Foto de José Vallina. Enciclopedia de la Asturias Popular. Foto Archivo. |
Estudiar la evolución cultural de la humanidad se observa que la caza, la pesca y la recolección fueron la base de las primeras formas humanas de organización social. Se consideró, entonces, que la caza y la pesca se asociaban a lo más primitivo del género humano. Pero en 1968 Lee y De Vore dirigieron una obra colectiva (Man the hun-ter) que revolucionó la visión antropológica de los cazadores-recolectores, pues se puso de manifiesto que estas sociedades consideradas tan primitivas solían disponer de abundancia de recursos y de tiempo de ocio en una proporción superior a la de etapas evolutivas posteriores. La caza y la pesca han sido desde siempre elementos de cultura humana y tras la aparición de la agricultura, el pastoreo o la industria no se han desvanecido, sino que siguen siendo interesantes actividades humanas. En algunas zonas de Asturias hasta hace muy poco tiempo cazar animales y pescar en el río constituían una parte importantísima de la economía casera y todavía actualmente existen familias que dependen de las actividades de la caza y de la pesca fluvial.
La práctica de la caza está estrechamente asociada a la evolución tecnológica. Foto José Vallina. Enciclopedia de la Asturias Popular. Foto Archivo. |
La caza y la pesca constituyen, por tanto, formas culturales y sociales de primer orden. No podremos conocer cómo es la caza en un ámbito determinado si no conocemos perfectamente la estructura social en que la misma se desarrolla. La estratificación social, el sistema de reparto del prestigio, la separación de las clases sociales, todo ello se manifiesta y queda reflejado en las prácticas de caza. El saber cómo se caza nos dirá mucho sobre los señores y los dominados, sobre la propiedad de la tierra, sobre la asimetría en derechos y deberes, sobre las formas de poder. No es, por tanto, el mundo de la caza y la pesca el dominio del capricho o de lo vano, sino un camino básico para el estudio de la cultura y la sociedad humana. La caza y la pesca se definen, pues, socialmente. En este sentido, vemos que lo que la caza representa hoy para la población urbana e industrial es en realidad un deporte, mientras que para los campesinos significa tradicionalmente algo muy distinto. Por supuesto, en distintas épocas históricas los tipos de caza son un trasunto del contexto social.
En el siglo diecinueve, el concejo de aller estaba poblado por gran numero de osos. En la imagen; Senen el de la Venta, Julio el del Escuyu y su hijo (el niño) Federico el Taxista de Cabañaquinta; con el oso cazado en el Gumial. (Año 1932). Ver Pueblos.com |
La caza, entonces, entra dentro del esquema de la división sexual del trabajo y de las tareas en general. Y la caza es, en este sentido, una tarea fundamentalmente masculina. Aunque es evidente que podemos encontrar sociedades en las que la caza también ha sido femenina, si hacemos un repaso a diferentes tipos de sociedad y diferentes culturas veremos que son los hombres los que cazan. En Asturias, como en las culturas de su entorno, también ha sido los hombres los cazadores y el caso de la mujer cazadora es más bien anecdótico y extraño. Este prejuicio de que la caza sólo es cosa de los hombres está muy arraigado socialmente, y especialmente entre los cazadores. Lo vemos perfectamente formulado en una obra escrita por Jesús E. Casariego, con el título de Tratado de Montería y Caza menuda publicada en 1977. Efectivamente, en tal libro comenta el que fuera experimentado cazador: "No me gusta que las mujeres anden metidas en cacerías... Creo que la caza es una actividad, un ejercicio o función viril, y por tanto para hombres y no para las mujeres".
Riaño. Cazadores
de Asturias y León con rebeco (gamuza). Año 1920. Todocolección. |
Hasta tiempos relativamente recientes la abundancia de caza era un problema en Asturias. Desde distintas instancias (autoridades de los pueblos, de los concejos) se protestaba debido a los daños causados por las diferentes alimañas, y en función de esto, se procuraba una mayor protección. Los animales que hoy día son absolutamente raros y que están amenazados de desaparición llegaban en los siglos pasados a las afueras de las villas y destrozaban las tierras de los campesinos. Por este motivo las preocupaciones de los dirigentes asturianos se concretaban en la recompensa que se había de dar a los cazadores y alimañeros que aliviaban de animales salvajes las distintas zonas asturianas. Esta situación, en la que tanto los grandes animales (osos, jabalíes, etc.) como las liebres o las perdices resultaban molestos, comenzó a cambiar a lo largo del siglo XIX, si bien, como es lógico, el proceso de reducción de los animales de caza no sigue el mismo ritmo en toda Asturias, puesto que mientras unas zonas hasta hace muy poco tenían abundante presencia de animales de caza no sigue el mismo ritmo en toda Asturias, puesto que mientras unas zonas hasta hace muy poco tenían abundante presencia de animales salvajes, en otras hace mucho tiempo que esto ya no ocurre. El aumento de las tierras roturadas, la expansión de la vida industrial y las vías de comunicación, especialmente el ferrocarril, fueron limitando la población de los animales de caza. En nuestro siglo se acentuó este proceso de creciente reducción de la caza mayor y menos. A los factores anteriores hay que añadir la acción cada vez más presionante y generalizada de los cazadores y el empleo de productos químicos, cuyos efectos aún no se conocen de una manera cierta.
Cuernas de venado y piel de raposo. Foto de José Arias. Enciclopedia de la Asturias Popular. Foto Archivo. |
Desde los primeros tiempos de la existencia del ser humano, nuestra especie se ha dedicado a capturar los animales salvajes, bien con la finalidad de lograr recursos alimenticios. Y desde estos primeros momentos sin duda la trampa ha sido un medio fundamental para imponerse a los seres del bosque. El uso de trampas es, sin duda, una muestra más de la superioridad del ser humano, de su capacidad para crear una cultura que le permite una mejor adaptación al medio y un éxito en su enfrentamiento con las fuerzas de la naturaleza. El trampero vence a las fieras, entonces, con su astucia y con su capacidad de cálculo, ha de ser, en primer lugar, un excelente conocedor del animal, de sus hábitos, de su conducta, de sus debilidades y de sus fuerzas. En segundo lugar, es necesario que el trampero conozca' perfectamente el medio, el bosque, los accidentes naturales, el laberinto de sendas y de pasos, la distribución del paisaje. Y en tercer lugar, el éxito del trampero estará también en su conocimiento de las artes adecuadas, las más eficaces y las más utilizables o adaptables a su terreno. Al igual que los cazadores en general, los tramperos tienen su historia, pero es lo cierto que hasta tiempos muy recientes se han mantenido por parte de los tramperos técnicas antiquísimas y algunas hay que reconocer que siguen usándose, y en profusión, actualmente.
Domingo Calvo Testón y el lobo Valdroguín. Foto: El Comercio. Ver en el blog de Acebedo, La fascinante historia del lobo “Valdroguín” |
Cepo 'lloberu'. Foto de José Arias. Enciclopedia de la Asturias Popular. Foto Archivo. |
Zorro (Raposo/a) (Vulpes vulpes), una de las especies más persegudas por los tramperos. Imagen |
Las rapaces son las especies de aves más afectadas por el uso de veneno. En este caso un aguilucho cenizo y el cebo que lo mató. Foto. © H. Gacio. David de la Bodega (SEO/BirdLife), Carlos Cano (WWF) y Eva Mínguez. “EL VENENO EN ESPAÑA EVOLUCIÓN DEL ENVENENAMIENTO DE FAUNA SILVESTRE” (1992-2017). INFORME 2020. Ver informe para Saber más |
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Esta página se editó por última vez el 16 de noviembre de 2023 a las 08:46 horas.
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