En 1953, Luis García Berlanga dirigió una de las películas más
celebradas de la filmografía española, «Bienvenido, Mister Marshall»,
donde se recrean las esperanzas de un pequeño pueblo llamado Villar del
Río ante el anuncio de que los americanos van a detenerse en la
localidad para satisfacer los deseos de sus habitantes. Luego, como
recordarán quienes han visto la cinta, los yanquis se limitaron a cruzar
a toda velocidad por la calle Mayor y las ilusiones de los vecinos se
perdieron en el aire con el humo de los tubos de escape de los «haigas»
que los llevaban. El título jugaba con el nombre del Plan Marshall
de ayuda al desarrollo, que entonces estaba ayudando a la paupérrima
economía patria, y esos mismos coches que simbolizaban el poderío de los
Estados Unidos para el mundo de la segunda mitad del siglo XX, llegaron
también hasta nuestras comarcas mineras, aunque en esta ocasión sí
detuvieron sus motores en Turón para despertar las mismas ilusiones que
se habían reflejado en la película y que, igual que sucede en ella, se
quedaron en nada.
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Ilustración de Alfonso Zapico |
El evento se produjo el 29 de marzo de 1966 y
resulta sorprendente por varias razones que les voy a ir desgranando. Lo
primero que nos llama la atención es la personalidad del visitante,
seguramente el hombre más poderoso de los que a lo largo de la historia
han pisado este valle: Angier Biddle Duke, inmensamente rico y
descendiente por parte de padre de uno de los linajes de banqueros más
influyentes de Estados Unidos, un dato que pasa a ser secundario cuando
vemos el apellido de su madre, también millonaria por el negocio
tabaquero. No sé si alguna vez han oído ustedes hablar de los
Illuminati, pero por si acaso les recuerdo que se trata de una antigua
sociedad secreta que los aficionados a las ciencias ocultas y las
teorías de la conspiración ven detrás de los cambios económicos que
ahora nos afligen. Una de las pocas cosas que se sabe de ellos es la
existencia de 13 familias todopoderosas repartidas por el mundo, que se
encargan de controlar el cotarro. Una de ellas son los Duke, la rama
materna del embajador.
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Ilustración de Alfonso Zapico |
Angier Biddle Duke, era por esa razón
íntimo amigo de los Kennedy, otro de los clanes de los Illuminati y
cuando falleció en Nueva York atropellado por un automóvil mientras
patinaba sobre hielo, ya con 79 años, tenía en su currículo el haber
sido jefe de protocolo de dos presidentes y embajador en El Salvador,
Dinamarca, España y Marruecos. En aquel momento, como se
supondrán, desempeñaba ese puesto en España. El diplomático sabía
disfrutar de la buena vida: en su juventud había dejado a medias los
estudios universitarios en Yale para casarse y trabajar en una revista
deportiva; luego sumó dos divorcios, varias detenciones por conducción
temeraria y un buen expediente como piloto en el norte de África y
Europa durante la II Guerra Mundial.Tampoco tenía muchos
escrúpulos para respetar la fidelidad a sus ideas, ya que mudaba de
religión y de tendencia política según sus intereses: se había hecho
católico en 1952, para poder casarse, en su tercer matrimonio, con la
española María Luisa de Aranal y también había pasado del Partido
Republicano al Demócrata, afianzando su nueva militancia, para que no
hubiese dudas, con generosas donaciones en dólares.
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Para completar
el perfil de mister Duke, debo decirles que además era un hombre
atractivo, considerado en 1940 como uno de los mejor vestidos de su
país. Aunque curiosamente muchos españoles sólo lo conocieron en paños
menores, ya que es él quien figura al lado de Manuel Fraga, que era
entonces ministro de Información y Turismo, en esa famosa fotografía que
los muestra a los dos bañándose en la playa de Palomares, para
demostrar que las cuatro bombas de hidrógeno de 25 megatones que allí
habían caído accidentalmente desde un avión B52 de la Fuerza Aérea
norteamericana no constituían ningún riesgo. Y aquí viene la
segunda sorpresa de la visita turonesa, cuando comparamos las fechas y
nos damos cuenta de que ambos políticos se dieron el chapuzón patriótico
en la mañana del 10 de marzo de 1966 y el embajador llegó a la cuenca
19 días más tarde, cuando el asunto aún echaba chispas. Aunque lo
más difícil es saber a qué vino y por qué su visita se rodeó de tanta
discreción e incluso la prensa de la época la ignoró, contradiciendo su
costumbre de airear estos actos que se empleaban como propaganda
política. De manera que, si no hubiese sido por lo llamativo de los
vehículos de la comitiva, nadie se hubiese enterado de que estuvo aquí.
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Ilustración de Alfonso Zapico |
Solo
la revista «Candil», que editaba la empresa Sociedad Anónima Hulleras
de Turón nos ofrece algunos detalles de lo que pasó aquella jornada: al
entrar en el valle, el embajador se detuvo largo en la Sociedad Minas de
Figaredo, ya que había mostrado su interés por conocer un pozo minero.
Hasta allí fue a buscarlo el director de la empresa, señor Aser y hacia
las doce lo llevó al salón de actos de las oficinas generales para
mostrarle unos paneles donde se exponía la historia de la empresa con
esquemas de los planes de expansión, reconversión y modernización, que
estaba previsto finalizar en 1970. Luego fueron al pozo San José,
considerado en aquel momento como uno de los mejores de Europa, y acto
seguido al pozo Santa Bárbara, donde -según el redactor- contempló las
modernas instalaciones y entre ellas «la suntuosa casa de baños y
oficinas», también visitó los lavaderos y pudo ver el flamante bloque de
pisos de San Martín, compuesto por 104 viviendas «alegres y soleadas»,
que estaban recién estrenadas. Ya al margen de esta información,
en la última página de la revista se publicó una curiosa fotografía en
la que mister Duke, siempre elegante, con traje oscuro y camisa y
corbata claras, aparece manteniendo el equilibrio sobre un rail de la
vía, un pie detrás del otro, con las manos en los bolsillos y rostro
alegre. Por detrás, apenas dos o tres ejecutivos, ni un escolta, ni un
guardia civil, ni una camisa azul, tampoco las autoridades locales.
Nada
de lo habitual en estos casos. Y las mismas ausencias en el otro par de
imágenes que he podido localizar sobre lo ocurrido aquella mañana. El
comentarista, después de hacer unas referencias a la mente equilibrada y
el espíritu sereno del embajador en medio de las horas amargas que
vivían los Estados Unidos a causa de «la espina del Vietnam y otras
espinas que hacen arrugar la frente a sus dirigentes», comentaba la
insólita imagen diciendo que en aquel momento Angier Biddle Duke volvía a
su infancia, «porque ya se sabe que el hombre nunca deja de ser un
niño». En otro porfolio turonés que recoge el resumen de aquel
1966, podemos leer la impresión que dejó en el pueblo el misterioso
diplomático: «Marzo finalmente nos trajo la visita de un personaje
excepcional, el embajador USA -USA: dólares?, primavera, esperanza y
poesía- Mister Angier Biddle Duke, en su visita a Asturias hizo escala
en Turón, patria querida». Acto seguido, el comentarista se hace la
misma pregunta que nosotros nos hacemos hoy y deja sin resolver la misma
incógnita que se mantiene después de tantas décadas: «¿Qué representó
concretamente para el porvenir de nuestra minería del valle la visita de
tan relevante personalidad norteamericana? Es esta una cuestión de
régimen interno empresarial. Nada, además, o muy poco podemos saber en
estas fechas».
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Ilustración de Alfonso Zapico |
Dos años más tarde, mister Duke fue sustituido en
su cargo por Robert F. Wagner, pero antes de irse quiso mantener una
conversación a solas con el entonces Príncipe de Asturias Juan Carlos de
Borbón. El encuentro se produjo en la tarde del 28 de marzo de 1968 y a
pesar de que se prolongó casi dos horas, tampoco se informó a la prensa
de los temas que trataron los dos hombres. El resto ya lo conocen
ustedes, los acontecimientos se precipitaron: este país tuvo una
transición modélica a la democracia y de paso se incorporó a la órbita
de los satélites que siguen girando en torno al gigante americano. O
dicho de otra forma: aquí paz y allí gloria. Entretanto, los más
avezados ya empezaban a vislumbrar en el horizonte las primeras señales
de que aquella fatídica frase atribuida a Rafael del Riego podía
cumplirse: «El día que se acabe el carbón, ya podéis echar una portilla
al valle, porque ni los lobos querrán venir a vivir aquí». Tampoco
sabremos nunca si es verdad que el ingeniero, caído junto a los frailes
en los sucesos de Octubre del 34, pronunció ésta sentencia, pero ahora
ya ha llegado el tiempo de saber si estaba en lo cierto. Ojala que se
haya equivocado.
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Ilustración de Alfonso Zapico |
FUENTE: ERNESTO BURGOS - HISTORIADOR. Publicado por La Nueva España el 12-03-2013. Ver enlace: https://www.lne.es/cuencas/2013/03/12/bienvenido-mister-duke/1381079.html
Ernesto Burgos Fernández (historiador). Nació en Mieres (Asturias) el 7 de julio de 1957.
Historiador, columnista y biógrafo, éstas son algunas de las facetas de un
Ernesto Burgos que rescata con talento personajes y anécdotas de nuestra
historia. Un notorio investigador y gran divulgador. Licenciado en Geografía e
Historia por la Universidad de Oviedo (1979). Diploma de Estudios Avanzados en
Arqueología Histórica («La romanización en las cuencas mineras del sur de
Asturias» 2006). Profesor de Educación Secundaria, ha trabajado en los
institutos «Juan de Herrera» (Valladolid), «Sánchez Lastra» (Mieres), «Camino
de La Miranda» (Palencia), «Valle de Aller» (Moreda) y desde 2006 en el IES
«Mata Jove» de Gijón. En el año 2016 el reconocido historiador mierense fue
distinguido con el reconocido galardón anual de “Mierense del año”. Secretario
General de Izquierda Republicana en Asturias (1992-2002); miembro fundador del
Partido por la III República (P3R) y actualmente vicepresidente del Ateneo
Republicano de Asturias. Coautor de los libros de texto «Entre amigos»
(Conocimiento del Medio) para Asturias y Cantabria (2002); coordinador de la
revista de Ciencias Sociales «Cuadernos de Mieres» (2001-2002); experto en la
cultura y la historia de las cuencas mineras asturianas. Ha impartido varios
cursos sobre el patrimonio arqueológico de Aller, Lena y Mieres y defendido
ponencias sobre su temática en jornadas y congresos. Desde los años 70 escribe
desinteresadamente artículos para numerosas publicaciones, álbumes y periódicos
locales (Esquisa, Mieres 30 días, La Voz de Ujo, Camín de Mieres, Mieres, El
Carbón, Por tierras del Caudal, Aula de Paz…). Ha sido pregonero en las fiestas
de Santa Bárbara (2002); La Teyerona (2006); San Xuan de Mieres (2007) y Santa
Cruz (2011). Histórico militante republicano. Secretario General de Izquierda
Republicana en Asturias (1992-2002); miembro fundador del Partido por la III
República (P3R) y actualmente vicepresidente del Ateneo Republicano de
Asturias. Biógrafo de los revolucionarios mierenses Manuel Grossi Mier («Cartas
de Grossi». 2009) y Jesús Ibáñez («Y el verbo se hizo furia». Semana Negra
2010), también ha prologado a varios autores asturianos. Colaborador del diario
asturiano La Nueva España, donde ha firmado las series: «El patrimonio de Las
Cuencas» (1998-2000); «100 años de historias y andanzas» (2000-2002) y «Los
personajes de nuestra historia» (2003-2004). Desde febrero de 2005 mantiene
ininterrumpidamente la página semanal «Historias heterodoxas». FUENTE: http://www.elvalledeturon.net/historia/autores/ernesto-burgos
Alfonso
Zapico (Blimea, Asturias, 1981). Historietista e ilustrador freelance.
Profesional gráfico desde el año 2006. Trabaja en proyectos educativos del
Principado de Asturias (Aula Didáctica de
los Oficios) e impartido talleres de ilustración en centros educativos de
Asturias y Poitou-Charente (Francia). Realiza ilustraciones, diseños y campañas
para diversas agencias de publicidad, editoriales e instituciones. Es
ilustrador de prensa en diarios regionales asturianos (La Nueva España, Cuenca del Nalón, Les Noticies…). Se estrena en 2006 con un álbum de corte
histórico para el mercado franco-belga, La guerra del profesor Bertenev (Dolmen, 2009). Su primer trabajo
publicado directamente en España es Café Budapest (Astiberri, 2008), donde se mete de lleno en una ficción
determinada por los orígenes del todavía no resuelto conflicto
palestino-israelí. Acto seguido apuesta por recrear en cómic la vida de James
Joyce, Dublinés (Astiberri, 2011),
que gana el Premio Nacional del Cómic 2012 y a raíz del cual surge el cuaderno
de viaje La ruta Joyce (Astiberri, 2011). Vive en la localidad francesa de
Angouléme, donde, tras realizar El otro mar (Astiberri,
2013) a caballo de su Asturias natal, a la que vuelve con regularidad, se
encuentra preparando su nueva y ambiciosa obra, “La balada del norte”, que
constará finalmente de tres tomos. Esta magnífica obra es un autentico
tesoro de la novela gráfica española y refleja la negrura de los valles mineros
de Asturias de los que surgen personajes luminosos, y bajo el ruido atronador
de las minas de carbón se escucha el susurro de una canción antigua. Los viejos
y nuevos tiempos chocan brutalmente poniendo a prueba al protagonista, pronto a
la Humanidad entera. Éste es el sonido de "La balada del norte". Sus libros han sido traducidos al
inglés, francés, alemán o polaco. (…) http://alfonsozapico.com
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