15 de septiembre de 2018

Presencia y vigor en América

Asturias en los fondos de la Hispanic Society of America: de Carreño Miranda a Pérez de Ayala
Interior de Casa Condarco, en San Andrés de Valdebárzana, en Villaviciosa (1925).
La institución, que recibió el premio "Princesa", tiene entre sus fondos una genial Inmaculada del pintor avilesino y el mejor retrato del autor de "Tigre Juan"
Archer Milton Huntington (1870-1955), un hispanista que alertó hace un siglo de los mundos dispares de España

Archer Milton Huntington heredó en 1890 una fortuna que le aseguraba caudales suficientes para toda su vida y generaciones venideras por mucho que se esforzaran en gastarla. Estaba llamado a gestionar desde los despachos un inmenso imperio industrial, de ferrocarriles y astilleros. Pero Archer Milton tenía otros planes que rompían la lógica familiar y el espíritu mercantil. A Huntington, nacido en 1870, le fascinaba el mundo hispánico. Algo tuvo que ver su madre, Arabela Duvall, coleccionista de arte y experta en pintura flamenca del siglo XVII. Huntington recordaba la primera vez en su vida que se acercó, aunque fuera muy superficialmente, a esa España que no era España, sino un leve influjo al otro lado del Atlántico. Diez años, un rancho familiar en Texas, la lengua de los peones hispanos, a buen seguro mexicanos... Allí en México, muy poco después, encontró de verdad la huella de España y su arte. Jamás se separó de ella. Su gran logro fue la fundación de la Hispanic Society of America, que recibió en Oviedo el premio "Princesa de Asturias" de Cooperación Internacional 2017. La Hispanic, que comenzó su andadura en 1904, ha sido el principal centro de estudios hispánicos en los Estados Unidos. Mucho más, por tanto, que una colección extraordinaria de arte.
Fachada de la sede neoyorquina de la Hispanic Society, al norte de Manhattan
El Museo del Prado clausuró días atrás la exposición "Tesoros de la Hispanic Society of America", compuesta por más de doscientas piezas que suponían un viaje de tres mil años a lo largo de una Historia compartida, y que representó la mejor de las fórmulas para el "descubrimiento" de una institución extraña por lo ejemplar, accesible al público en una zona al norte de Manhattan, en Nueva York, alejada de los circuitos turísticos al uso. La sede central neoyorkina de la Hispanic Society se encuentra en la actualidad cerrada por obras, lo que permitió el viaje de la colección a Madrid.
Unos tesoros que incluyen pinceladas asturianas. La primera, cronológicamente hablando, es una Inmaculada Concepción pintada por Carreño Miranda, un óleo de 1670, cuando el artista avilesino se encontraba en el cénit de su carrera. En 1669 Juan Carreño Miranda es nombrado pintor del rey, y dos años más tarde asciende a pintor de cámara. De esa época son algunos de sus mejores retratos de Carlos II, los de los marqueses de Santa Cruz o la joya del retrato de Mariana de Austria, una de las cumbres artísticas del Siglo de Oro español.
Cuadro de la Inmaculada Concepción. Carreño Miranda la pintó hacia 1670, recién llegado al cargo de pintor del rey, en el cénit de su carrera
La Inmaculada, con su manto azul, nos transporta inevitablemente al icono mariano más popular, el de las pinturas del sevillano Murillo. Las Inmaculadas de Murillo, más sutiles, más "niñas", se enfrentan -sin superar- a ésta de Juan Carreño Miranda, en ambos casos dentro de un estilo muy al gusto de la época. Murillo y Carreño vivieron cronologías casi idénticas. Murillo era tres años más joven que el pintor asturiano, que le sobrevivió otros tres años. La segunda referencia asturiana es el retrato que Joaquín Sorolla le hace al escritor Ramón Pérez de Ayala en el año 1920. Pérez de Ayala conocía bien la Hispanic Society of America, cuya sede visitó probablemente en 1913, en su primer viaje a los Estados Unidos tras el matrimonio con una norteamericana, Mabel Rick. Cuenta la profesora Amparo de Juan, de la Universidad de Santiago de Compostela, que el propio Pérez de Ayala le había pedido a Unamuno una recomendación para poder acceder a Archer Milton Huntington, cosa que logró. La profesora de Teoría de la Literatura y Lingüística General bebe de fuentes asturianas porque la Universidad de Oviedo tiene en el profesor Agustín Coletes un experto de primera línea en la obra de Ayala y sus relaciones con el mundo cultural y literario en lengua inglesa. 
Pérez de Ayala autor de "Tigre Juan", en su mundo. El retrato de Sorolla, su amigo, fue pintado en 1920, tres años antes de la muerte del artista
El autor de "Tigre Juan" y los responsables de la Hispanic Society of America mantuvieron un camino común, con las lógicas lagunas en el tiempo que marca el reloj de la vida, desde ese 1913 hasta la década de los cincuenta. Precisamente en el año 1950 finaliza la correspondencia del escritor asturiano con la Hispanic, pero con toda seguridad los contactos proseguirían, al menos hasta la muerte de Huntington, en 1955. En noviembre de 1933 la institución nombra miembro a Pérez de Ayala, y en noviembre de 1949 se le concede la Medalla de las Artes y las Letras, que era el galardón de referencia de la Hispanic Society of America. El retrato de Sorolla a Pérez de Ayala es sencillamente espectacular. El escritor aparece con un puro en una de sus manos, sentado y con la mirada un tanto perdida. El cuadro tiene la singularidad de que Pérez de Ayala viste algo parecido a una gabardina, prenda poco habitual en los retratos. Se unen en el óleo dos talentos de primera línea en la España del primer cuarto del siglo XX. Sorolla era el artista mimado de Archer Milton Huntington. Cuando retrató a Ayala tenía 57 años, una fama internacional y una cartera de pedidos que no podía hacer frente. Muchos de aquellos proyectos se quedaron varados porque Joaquín Sorolla iba a morir prematuramente en 1923, a los 60 años.
Joaquín Sorolla y Bastida (Valencia; 27 de febrero de 1863-Cercedilla; 10 de agosto de 1923)
La fascinación de Huntington por Sorolla llevó al mecenas a elegir al pintor valenciano para la primera gran exposición de la Hispanic Society of America. Fue en 1909, con un éxito inédito en aquellos primeros años del siglo. Miles y miles de personas visitaron la muestra y en muchos casos descubrieron la luz mediterránea en los óleos de Sorolla. Aquella respuesta popular inaudita animó a los responsables de la institución a buscar otro referente artístico español para una segunda exposición pública y se escogió a Ignacio de Zuloaga. Estilos distintos, respuesta también distinta, pero parabienes de todo tipo por parte de la prensa especializada. LA NUEVA ESPAÑA publicaba en  mayo de 2017 la historia de los retratos de Joaquín Sorolla a otros tres asturianos, que también forman parte de los fondos de la Hispanic Society. El de Alejandro Pidal y Mon, cacique omnipotente (1909), el de Rafael Altamira -alicantino de nacimiento, asturiano de formación y sentimiento-, referencia de la Universidad (1913), y el de Ramón Menéndez Pidal, el lingüista que marcó camino, pintado en 1917. Los tres de calidad excepcional, pero ninguno como el de Pérez de Ayala.
Retrato de Juan Carreño de Miranda grabado a partir de un dibujo de Juan Bernabé Palomino o de su hijo Juan Fernando según autorretrato del propio pintor que perteneció al Marqués de Salamanca. (Pinterest)
Había en la exposición de "los tesoros", en el Museo del Prado, otra curiosidad que traslada a Asturias. Uno de los documentos elegidos era un aval de pureza de sangre emitido a favor de Sebastián Carreño, primo de Carreño Miranda, en busca del puesto de alguacil mayor de Madrid.
Huntington tenía sus reglas de juego, especialmente restrictivas. No compraba obras de arte que estuvieran en España o que hubieran salido recientemente. Evitaba así la moda del expolio, que acogieron con entusiasmo otros millonarios norteamericanos de la época, aprovechándose de una legislación protectora casi inexistente, de la necesidad, cuando no miseria, de la España de finales del XIX y principios del XX y, por último, de la escasa sensibilidad del país por conservar y valorar lo suyo. En Asturias quizás el ejemplo más sangrante fue la venta de la Cruz de San Salvador de Fuentes, hoy expuesta en el Metropolitan Museum, en Nueva York.
Cruz de fuentes 'original' en el museo Metropolitan Art Museum, en Nueva York. (Pinterest)

Cuando Archer M. Huntington falleció, en 1955, su fundación, su legado, era ya el gran faro de la cultura hispana en el mundo anglosajón. Sus fondos -compuestos por más de 18.000 obras de arte, en torno a 175.000 fotografías y una biblioteca con 250.000 volúmenes- son un compendio de todo el legado cultural español. Pero además la historia de la Hispanic Society of America es la de una institución pionera en la lucha por los derechos de las mujeres y de los discapacitados. Un premio que une dos mundos, dos continentes en los que España ha tenido protagonismo secular. El acta del jurado que otorgó meses atrás el premio dice así: "El jurado ha reconocido el papel de la Hispanic Society of America en la promoción de la cultura y valores de lo hispano y lo latino, a través de la creación de un museo, una biblioteca y una institución educativa, de acceso público y gratuito, y destacado la importancia de la labor de la Hispanic Society of America en un momento en el que la cultura hispana, reflejada en millones de personas, está pujando por mantener su presencia y vigor en toda América, con una muy relevante proyección hacia el futuro".
La Hispanic Society of America, Premio Princesa de Asturias de Cooperación Internacional 2017
FUENTE: EDUARDO GARCÍA 
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