Interior de Casa Condarco, en San Andrés de Valdebárzana, en Villaviciosa (1925). RUTH M. ANDERSON / COLECCIÓN DE THE HISPANIC SOCIETY OF AMERICA. (LNE) |
La institución, que recibió
el premio "Princesa", tiene entre sus fondos una genial Inmaculada
del pintor avilesino y el mejor retrato del autor de "Tigre Juan"
Archer Milton Huntington (1870-1955), un hispanista que alertó hace un siglo de los mundos dispares de España |
Archer
Milton Huntington heredó en 1890 una fortuna que le aseguraba caudales
suficientes para toda su vida y generaciones venideras por mucho que se
esforzaran en gastarla. Estaba llamado a gestionar desde los despachos un
inmenso imperio industrial, de ferrocarriles y astilleros. Pero Archer Milton
tenía otros planes que rompían la lógica familiar y el espíritu mercantil. A
Huntington, nacido en 1870, le fascinaba el mundo hispánico. Algo tuvo que ver
su madre, Arabela Duvall, coleccionista de arte y experta en pintura flamenca
del siglo XVII. Huntington recordaba la primera vez en su vida que se acercó,
aunque fuera muy superficialmente, a esa España que no era España, sino un leve
influjo al otro lado del Atlántico. Diez años, un rancho familiar en Texas, la
lengua de los peones hispanos, a buen seguro mexicanos... Allí en México, muy
poco después, encontró de verdad la huella de España y su arte. Jamás se separó
de ella. Su gran
logro fue la fundación de la Hispanic Society of America, que recibió en Oviedo
el premio "Princesa de Asturias" de Cooperación Internacional 2017.
La Hispanic, que comenzó su andadura en 1904, ha sido el principal centro de
estudios hispánicos en los Estados Unidos. Mucho más, por tanto, que una
colección extraordinaria de arte.
Fachada de la sede neoyorquina de la Hispanic Society, al norte de Manhattan |
Unos
tesoros que incluyen pinceladas asturianas. La primera, cronológicamente
hablando, es una Inmaculada Concepción pintada por Carreño Miranda, un óleo de
1670, cuando el artista avilesino se encontraba en el cénit de su carrera. En
1669 Juan Carreño Miranda es nombrado pintor del rey, y dos años más tarde
asciende a pintor de cámara. De esa época son algunos de sus mejores retratos
de Carlos II, los de los marqueses de Santa Cruz o la joya del retrato de
Mariana de Austria, una de las cumbres artísticas del Siglo de Oro español.
Cuadro de la Inmaculada Concepción. Carreño Miranda la pintó hacia 1670, recién
llegado al cargo de pintor del rey, en el cénit de su carrera
|
La
Inmaculada, con su manto azul, nos transporta inevitablemente al icono mariano
más popular, el de las pinturas del sevillano Murillo. Las Inmaculadas de
Murillo, más sutiles, más "niñas", se enfrentan -sin superar- a ésta
de Juan Carreño Miranda, en ambos casos dentro de un estilo muy al gusto de la
época. Murillo y Carreño vivieron cronologías casi idénticas. Murillo era tres
años más joven que el pintor asturiano, que le sobrevivió otros tres años. La
segunda referencia asturiana es el retrato que Joaquín Sorolla le hace al
escritor Ramón Pérez de Ayala en el año 1920. Pérez de Ayala conocía bien la
Hispanic Society of America, cuya sede visitó probablemente en 1913, en su
primer viaje a los Estados Unidos tras el matrimonio con una norteamericana,
Mabel Rick. Cuenta la
profesora Amparo de Juan, de la Universidad de Santiago de Compostela, que el
propio Pérez de Ayala le había pedido a Unamuno una recomendación para poder
acceder a Archer Milton Huntington, cosa que logró. La profesora de Teoría de
la Literatura y Lingüística General bebe de fuentes asturianas porque la
Universidad de Oviedo tiene en el profesor Agustín Coletes un experto de
primera línea en la obra de Ayala y sus relaciones con el mundo cultural y
literario en lengua inglesa.
El autor
de "Tigre Juan" y los responsables de la Hispanic Society of America
mantuvieron un camino común, con las lógicas lagunas en el tiempo que marca el
reloj de la vida, desde ese 1913 hasta la década de los cincuenta. Precisamente
en el año 1950 finaliza la correspondencia del escritor asturiano con la
Hispanic, pero con toda seguridad los contactos proseguirían, al menos hasta la
muerte de Huntington, en 1955. En noviembre de 1933 la institución nombra
miembro a Pérez de Ayala, y en noviembre de 1949 se le concede la Medalla de
las Artes y las Letras, que era el galardón de referencia de la Hispanic Society
of America. El
retrato de Sorolla a Pérez de Ayala es sencillamente espectacular. El escritor
aparece con un puro en una de sus manos, sentado y con la mirada un tanto
perdida. El cuadro tiene la singularidad de que Pérez de Ayala viste algo
parecido a una gabardina, prenda poco habitual en los retratos. Se unen
en el óleo dos talentos de primera línea en la España del primer cuarto del
siglo XX. Sorolla era el artista mimado de Archer Milton Huntington. Cuando
retrató a Ayala tenía 57 años, una fama internacional y una cartera de pedidos
que no podía hacer frente. Muchos de aquellos proyectos se quedaron varados
porque Joaquín Sorolla iba a morir prematuramente en 1923, a los 60 años.
Pérez de
Ayala autor de "Tigre Juan", en su mundo. El retrato de Sorolla, su
amigo, fue pintado en 1920, tres años antes de la muerte del artista
|
La
fascinación de Huntington por Sorolla llevó al mecenas a elegir al pintor
valenciano para la primera gran exposición de la Hispanic Society of America.
Fue en 1909, con un éxito inédito en aquellos primeros años del siglo. Miles y
miles de personas visitaron la muestra y en muchos casos descubrieron la luz
mediterránea en los óleos de Sorolla. Aquella respuesta popular inaudita animó
a los responsables de la institución a buscar otro referente artístico español
para una segunda exposición pública y se escogió a Ignacio de Zuloaga. Estilos
distintos, respuesta también distinta, pero parabienes de todo tipo por parte
de la prensa especializada. LA NUEVA
ESPAÑA publicaba en mayo de 2017 la historia de los retratos de
Joaquín Sorolla a otros tres asturianos, que también forman parte de los fondos
de la Hispanic Society. El de Alejandro Pidal y Mon, cacique omnipotente
(1909), el de Rafael Altamira -alicantino de nacimiento, asturiano de formación
y sentimiento-, referencia de la Universidad (1913), y el de Ramón Menéndez
Pidal, el lingüista que marcó camino, pintado en 1917. Los tres de calidad
excepcional, pero ninguno como el de Pérez de Ayala.
Había en
la exposición de "los tesoros", en el Museo del Prado, otra
curiosidad que traslada a Asturias. Uno de los documentos elegidos era un aval
de pureza de sangre emitido a favor de Sebastián Carreño, primo de Carreño
Miranda, en busca del puesto de alguacil mayor de Madrid.
Huntington
tenía sus reglas de juego, especialmente restrictivas. No compraba obras de
arte que estuvieran en España o que hubieran salido recientemente. Evitaba así
la moda del expolio, que acogieron con entusiasmo otros millonarios
norteamericanos de la época, aprovechándose de una legislación protectora casi
inexistente, de la necesidad, cuando no miseria, de la España de finales del
XIX y principios del XX y, por último, de la escasa sensibilidad del país por
conservar y valorar lo suyo. En Asturias quizás el ejemplo más sangrante fue la
venta de la Cruz de San Salvador de Fuentes, hoy expuesta en el Metropolitan
Museum, en Nueva York.
Cruz de fuentes 'original' en el museo Metropolitan Art Museum, en Nueva York. (Pinterest) |
FUENTE: EDUARDO
GARCÍA
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