Torcuato Fernández-Miranda, el Erasmo de la Transición
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Torcuato Fernández-Miranda y Hevia, I duque de Fernández-Miranda (Gijón, 10 de noviembre de 1915 – Londres, 19 de junio de 1980). Reflexiones Heteróclita |
Una "revisita" al padre de los "padres de la Constitución", el más británico de los hombres de Estado españoles, que ayudó al Rey y a los partidos a hallar el camino |
Don Juan Carlos y doña Sofía, con Torcuato Fernández-Miranda. Archivo LNE |
La Nueva España
Por una determinación del azar o por esas filigranas que
traza la casualidad, murió Torcuato Fernández-Miranda donde seguramente debería
haber nacido, en Inglaterra. La precoz muerte hizo visible lo que, para
cualquier observador perspicaz, era una evidencia: que estábamos ante un
conservador británico de libro. Quizá por eso el destino le llevó a morir a
Londres, a la orilla opuesta del mar en el que había nacido. Esa mar es una
presencia permanente en su vida, incluso en los muchos años que pasó, varado,
en tierra seca. Decir mar es decir galernas. Con lo que estamos ante una
constante de su vida: la historia le ponía en el punto donde iban a ocurrir
cambios de importancia, o con más precisión, donde iba a ocurrir la gran
tormenta. A este amante apasionado del orden la vida le puso con frecuencia en
medio de los desórdenes. Llevaba en su genética una familiaridad congénita con
las transformaciones, que acudían a él como a su médico. Llegó así a
convertirse en piloto y timonel de turbulencias. Hace más de 100 años (10 de noviembre de 1915), un humilde pesebre
lejano, Gijón, se convertía en una especie de Belén de Judea de la historia
democrática de España porque en esa periferia nacía, en medio de una de las
mayores crisis y convulsiones que ha conocido la historia humana, cuando
Churchill era ya un gran hombre y Alemania corría camino del desvarío que se
llamaría Hitler, un niño que era un don. Exagerando un poco, podríamos recordar
aquella famosa profecía de Isaías que recanta siglos después el Evangelio:
"un niño nos ha nacido, un hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará
sobre sus hombros; y su nombre será Admirable Consejero".