Los doce de Sidrón, un retrato cada vez más cercano. La genética revoluciona la paleontología
El progreso de los estudios genéticos perfila las singularidades de los miembros del grupo de la cueva piloñesa (Asturias)
La Nueva España.
La vida debía de resultar bastantes dulce para uno de los tres
adolescentes que habitaban en las estribaciones del Sueve hace unos
49.000 años, en un paisaje que en su morfología no diferiría mucho del
actual aunque sí en su vegetación y su fauna. Pero era una dulzura
anormal, la propia de quien es casi incapaz de percibir el sabor amargo.
Limitación que resulta peligrosa para alguien cuya existencia se
desarrolla al aire libre y que se ayuda del gusto para catar frutos
silvestres u otros complementos alimentarios de origen vegetal cuyo
amargor suele advertir de males mayores en caso de ingesta. Ese mismo
adolescente lo habría tenido fácil si hoy hubiera necesitado una
transfusión de sangre. El grupo 0, el más universal, le garantizaría un
donante con facilidad. El adolescente era uno de los doce de Sidrón, un grupo con
vínculos familiares que todavía están por descifrar pero cuyo retrato se
hace más cercano a medida que progresan los estudios genéticos sobre
sus miembros.
En torno a un fuego que ya controlaban, en un abrigo
todavía por localizar -sus restos llegaron a la cueva procedentes de
otro lugar, quizás arrastrados por el agua y el lodo- se reunían un
hombre adulto, dos jóvenes, dos mujeres adultas y otra joven, tres
adolescentes de sexo masculino y tres niños con edades comprendidas
entre los 2 y los 9 años cuyo sexo está sin determinar. El gen FOXP2,
vinculado a la capacidad del habla, y la morfología de su oído interno y
su laringe -de Sidrón salió un hioides, el hueso que sujeta la lengua,
pieza escasísima y definitiva en los estudios sobre esta facultad- han
arrumbado la idea de que los neandertales apenas tenían comunicación
verbal. Asunto distinto es la articulación de ese habla y la capacidad
de transmitir información en un ámbito en el que el saber de los mayores
resultaba crucial para la supervivencia. Por lo tanto, en torno a ese
fuego que articulaba la vida grupal había conversación. El más pequeño (o la más pequeña), de entre 2 y 3 años, estaba
ya en el umbral de uno de los períodos de estrés alimentario que han
dejado huella en todos los de Sidrón. Llegado el momento del destete, el
paso a la alimentación sólida y los problemas derivados de la
adaptación al nuevo régimen provocan el adelgazamiento del esmalte
dentario.
Las capas internas de los dientes son un registro directo de
los tiempos de escasez y de otras variaciones en la aportación
nutricional, al igual que a partir de los anillos del tronco de un árbol
podemos deducir el régimen de lluvias y otras variaciones climáticas en
un tiempo determinado. Prolongar el destete hasta casi los 3 años aplazaba la
posibilidad de un nuevo embarazo entre las hembras neandertales. El
pequeño (o la pequeña) de Sidrón tenía un hermano (o hermana) de entre 5
y 6 años, hijos ambos la mujer más joven identificada como «C». Esto
viene a ratificar que el destete prolongado abría un período en torno a
tres años de diferencia entre cada parto, una circunstancia que vino a
agravar el déficit demográfico de los neandertales y a situarlos en
inferioridad frente a otras especies, como la nuestra, donde el tiempo
entre embarazos era más corto. Otra de la madres, la que los investigadores llama «A» con un
vástago entre 8 y 9 años, era la «roxa», portadora de un gen asociado a
la pigmentación roja bastante frecuente en la especie. En su aspecto
externo tanto ella como el resto de las mujeres del grupo presentaban
una anatomía similar a la del hombre. Serían de complexión fuerte y
musculada, lo que en opinión del
paleoantropólogo Antonio Rosas, miembro
del equipo que trabaja en Sidrón, «pudiera ser indicativo de un cierto
igualitarismo en la distribución del trabajo». |
El paleoantropólogo Antonio Rosas trabajó
en los yacimientos de Atapuerca (Burgos), en El Sidrón (Asturias), en
excavaciones en Hungría y Guinea Ecuatorial… (...). Saber más... XLSemanal.
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Ahora sabemos que las tres mujeres procedían de otro grupo
distinto. La práctica de que las féminas en edad de procrear dejasen su
familia para integrarse en otra evitaría la endogamia pero, sin embargo,
no consiguió garantizar la diversidad genética. Los neandertales eran
pocos y muy emparentados, como muestra el estudio genético de varios
ejemplares procedentes de distintos yacimientos europeos, entre ellos el
de Piloña. En momentos críticos se estima que no llegarían a los 10.000
individuos diseminados en un territorio muy amplio. Las mujeres apenas
serían unas 3.500, según una proyección a partir del estudio genético
del ADN mitocondrial -que se transmite sólo por vía materna- de cinco
individuos, uno de ellos de Sidrón. Este estudio revela que todos ellos
descendían de una mujer que vivió hace 110.000 años. Aquella «eva
neandertal» garantizó la supervivencia de la especie tras una reducción
de la población provocada por un intensa glaciación. Los grupos tenían las dimensiones apropiada para sobrevivir en
tiempos de escasez. Los de Sidrón «se movían, de forma cíclica
probablemente, en un territorio relativamente amplio», explica
Marco de
la Rasilla, responsable del equipo que investiga el yacimiento. Restos
de sílex procedentes de Piloña hallados en el abrigo de La Viña, en
Manzaneda, cerca de Oviedo, nos dan idea de que se desenvolvían en un
territorio con distancias de al menos 50 kilómetros entre los distintos
puntos de actividad.
La caza constituía la ocupación principal. El grupo poseía las
dimensiones idóneas y los brazos suficientes para capturar ciervos,
bisontes, osos de la cavernas o caballos. Empresas mayores requerían ya
la coordinación con otros grupos. Las técnicas de caza obligaban a
acercarse mucho a la pieza, por lo que los neandertales eran de los que
«miraban a la cara a los grandes mamíferos», según el paleontólogo Clive
Finlayson. Los bruscos cambios de clima que empezaron a producirse hace
unos 50.000 años alteraron su entorno de tal forma que a la primera
especie que ocupó Europa le costó adaptarse. Otros recién llegados,
nuestros antecesores, mostraban un cuerpo más apto para recorrer las
largas distancias en busca de piezas y mostraban quizá mayor destreza en
la caza en campo abierto. Cuando su especie entraba en el tramo final de su existencia, y
se intensificaba un proceso de extinción que todavía se dilataría
durante algunos milenios, los de Sidrón tuvieron un final abrupto y
colectivo. Desconocemos cuál fue el origen de esa muerte grupal
-suponemos que no fueron unas bayas recolectadas por el adolescente que
desconocía el sabor amargo- a la que siguió algún tipo de práctica
caníbal, como deja en evidencia la gran fragmentación de los restos
óseos y los orificios que permitían al comensal acceder a la médula del
hueso, de alto valor proteico. Hasta ese fatal momento, el grupo apenas
se distinguiría de otros que, aislados y en franco retroceso, poblaron
Europa hasta hace unos 30.000 años.
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Investigación
interdisciplinar de un grupo neandertal – MAN. La Cueva de El Sidrón es un
referente de la investigación sobre los neandertales por el hallazgo de 2500
restos fósiles humanos y 400 piezas líticas asociadas a ellos. (...). Saber más... Fundación Palarq. |
Los estudios genéticos han
abierto la puerta al conocimiento del perfil individual de la docena de
neandertales de cuya existencia tenemos hoy constancia por una colección
cercana a los 2.000 fósiles hallados en la cueva de Sidrón, en Piloña,
probablemente la mayor de esta especie en Europa. La abundancia de
material y las características del grupo han propiciado hasta ahora
hallazgos que, para los investigadores, son sólo una promesa de
relevantes novedades futuras. Los fósiles de Sidrón están en el centro
de esa revolución que para la paleontología supone la irrupción del
análisis del ADN y que en pocos años puede alterar de forma sustancial
los esquemas de la evolución humana. De momento, ya sabemos que esos
neandertales estaban más próximos a nosotros de lo que hasta ahora se
pensaba. La publicación, en mayo pasado, del primer borrador del genoma
neandertal, a cuya elaboración contribuyeron los fósiles del yacimiento
piloñés, reveló que compartimos entre el uno y el cuatro por ciento del
ADN, lo que implica que en algún momento hubo un cruce provechoso entre
ellos y nuestros ancestros más directos. Un hallazgo que dinamitó la
idea establecida de que neandertales y sapiens no tuvieron descendencia
fértil y que muestra el potencial de cambio en el conocimiento que trae
consigo la investigación genética aplicada a los fósiles.
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Los
neandertales de El Sidrón. Representación gráfica del grupo de neandertales que vivieron en la cueva de Sidrón (Piloña-Asturias). (...). Saber más... El Comercio.
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FUENTE: ANDRÉS MONTES. Publicado por La Nueva España el 26-12-2010. Ver enlace.__________________________________________________________________________
AUTORES.
Andrés Montes Fernández
(Aramil, Siero, 1960) es periodista. Licenciado en Filosofía, fue redactor jefe
de La Nueva España y responsable de su suplemento de cultura. Fuente:
El Cuaderno. Cuaderno Digital de Cultura.
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