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Capilla de la Crucina.
En el Valle de Turón ha habido a lo largo de la historia dos centros de
peregrinación que han destacado por encima de todos los demás. En la antigüedad
más remota fue el de los niños mártires Justo y Pastor; en época más reciente
ha sido desplazado a favor del de La Crucina. (...). Saber más... El valle deTurón. |
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Ilustración de Alfonso Zapico. Alfonso Zapico (Blimea, San Martín del Rey Aurelio, Asturias, 1981) es un historietista e ilustrador español. En 2012, su novela gráfica Dublinés fue galardonada con el Premio Nacional de Cómic. Entre otros trabajos es de destacar su ambiciosa obra, La Balada del Norte. Saber más… WIKIPEDIA. |
La Nueva España
Siempre que necesito confirmar algún dato sobre la historia de Turón recurro a Carlos Vega Zapico, con el que me una buena amistad desde hace años y al que agradezco desde aquí su buena disposición y su generosidad. En esta ocasión, después de pedirle información sobre la antigua capilla de La Crucina me dice que el lugar debe su nombre a una pequeña construcción que albergaba allí la imagen de un Cristo cuya devoción se extendía por varios concejos. Estas edificaciones conocidas como humilladeros, que no debemos confundir con los cruceiros gallegos, se multiplicaron a partir del Concilio de Trento celebrado a mediados del siglo XVI y solían levantarse fuera de las poblaciones o a la vera de los caminos donde servían para la devoción de los caminantes y también como parada para los cortejos fúnebres.
Siempre que necesito confirmar algún dato sobre la historia de Turón recurro a Carlos Vega Zapico, con el que me una buena amistad desde hace años y al que agradezco desde aquí su buena disposición y su generosidad. En esta ocasión, después de pedirle información sobre la antigua capilla de La Crucina me dice que el lugar debe su nombre a una pequeña construcción que albergaba allí la imagen de un Cristo cuya devoción se extendía por varios concejos. Estas edificaciones conocidas como humilladeros, que no debemos confundir con los cruceiros gallegos, se multiplicaron a partir del Concilio de Trento celebrado a mediados del siglo XVI y solían levantarse fuera de las poblaciones o a la vera de los caminos donde servían para la devoción de los caminantes y también como parada para los cortejos fúnebres.