Cuando Franco montó la ruta
turística de la guerra por Asturias
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Ilustración de Alfonso Zapico |
La Administración franquista organizó
visitas para turistas extranjeros por el Norte de España en 1938. Además de
hacer propaganda, captaba divisas. La Biblioteca Nacional custodia fotografías
de los viajeros llegados en autocares a Gijón, Oviedo y Covadonga
A finales de octubre de 1937, toda
Asturias estaba en poder de Franco. La guerra había terminado con la toma por
las Brigadas Navarras de Gijón, el último bastión del enemigo rojo en tierras
asturianas. Y, apenas unos meses después, el 30 de enero de 1938, mientras la
contienda seguía regando de sangre el país, en la zona controlada por las
tropas franquistas se creaba el Servicio Nacional de Turismo, un organismo
nacido con una doble misión:hacer propaganda en el extranjero mientras se
captaban divisas con las que financiarse.
O lo que es lo mismo, explica la experta
en turismo Eva Concejal: «Su objetivo principal era que España fuese visitada
por aquellos interesados en conocer de primera mano lo que estaba ocurriendo y
lograr así difundir la versión nacional para confirmar, de este modo, que la
sublevación militar estaba justificada y era, sin lugar a dudas, necesaria para
la salvación del país». Un cometido para un hombre de mundo:Luis Antonio Bolín
Bidwell (1894-1969), abogado y periodista con experiencia en el sector y
corresponsal del 'Abc' en Londres. Así que Bolín Bidwell se puso a trabajar a
marchas forzadas con la encomienda de poner en funcionamiento en solo cuatro
meses las llamadas 'Rutas Nacionales de la Guerra', una tarea casi titánica en
un país fracturado y devastado por la contienda. «La idea inicial era la preparación de
cuatro rutas:la nº 1, del Norte;la nº 2, de Aragón;la nº 3, del Centro
(Madrid), y la nº 4, de Andalucía», cuenta Eva Concejal. Aunque añade que,
«debido a la premura con que querían inaugurarlas, únicamente pudieron preparar
enteramente la 'Ruta de la Guerra del Norte'» y apenas estrenar la del Sur.
Será el 7 de junio del año en curso
cuando el Ministerio del Interior publique «un decreto en el que se explique la
razón y el desarrollo» de esa primera ruta de guerra:«Pueden visitarse los
lugares más relevantes de aquella gloriosa etapa de la Cruzada (y) cuya
realización servirá de inteligente propaganda de la Causa y ayudará a la
obtención de divisas extranjeras» que tanta falta hacían en esos momentos. La maquinaria también echó a rodar con
precisión y,«mientras a nivel interno se realizaron las gestiones para dotar a
dichas rutas de guías especializados, autobuses de calidad y hoteles en
perfecto estado y también para reconstruir puentes y carreteras para el acceso
de los visitantes futuros;a nivel exterior hubo que tejer un entramado de
relaciones con multitud de agencias de toda Europa a las que se ofreció una
serie de facilidades para atraer al mayor número de visitantes posible con
vistas a la inauguración de la 'Ruta de Guerra del Norte' el 1 de julio de
1938».
Y, con todo preparado, a países como
Bélgica, Holanda, Suiza y, sobre todo, Alemania e Italia –aliados del bando
nacional– empezaron a llegar carteles y folletos informativos con versiones en
seis idiomas (español, francés, inglés, italiano, alemán y portugués) que
rezaban:«Visitad las Rutas de la Guerra en España». Los trípticos también detallaban el
itinerario elegido, que «partía del puente internacional de Irún y continuaba
por Bilbao, Laredo, Santander, Gijón y Oviedo regresando al punto de partida
por Covadonga, Santander y San Sebastián». Con eslóganes incluidos que
justificaban el viaje:«Compruebe usted por sí mismo la situación y
circunstancias de la España Nacional». Frases poéticas: «Oviedo que hoy es,
antes que todo y después que todo, la ciudad invicta y heroica». E incluso el
precio de la excursión: ocho libras esterlinas («o su equivalencia») que debían
abonarse con un puntilloso sistema de cupones, lo que originó no pocos
problemas.
No tardaron los extranjeros en pisar
suelo patrio para disfrutar de este tour de nueve días, como atestiguan varias
fotografías custodiadas en la Biblioteca Nacional y ahora rescatadas por el
profesor asturiano José García Fernández y la Fundación Juan Muñiz Zapico, que
hoy organiza rutas por el Oviedo de la guerra, si bien es verdad que de muy
distinto signo: en el marco de las actividades de la Universidad Popular de la
capital. Instantáneas en blanco y negro con sello
del Ministerio del Interior en las que se puede ver a aquellos grupos de
despreocupados turistas observando Oviedo desde las alturas del Naranco,
visitando la Catedral y San Miguel de Lillo, acercándose a El Musel, San
Lorenzo y el cuartel de Simancas («lugar de heroísmos», reza el pie de foto)o
postrándose en Covadonga, de donde hasta la Santina había tenido que salir
pitando.
Y, casi en paralelo, empieza a
prepararse la Ruta de Guerra del Sur o Ruta de Andalucía, con un itinerario que
incluía Algeciras, Málaga, Granada, Córdoba, Sevilla, Jerez de la Frontera y
Cádiz con excursiones eventuales al Marruecos español. Pero pronto empezaron a llegar las
quejas de las agencias, que iban de los cambios sufridos en el itinerario al
excesivo calor pasando por el estado de las carreteras. Nada nuevo bajo el sol
de España que, con el fin de la guerra civil, reconvirtió las excursiones en
rutas nacionales, una actividad eminentemente recreativa y ya alejada de la
propaganda turística que también utilizó con profusión el bando contrario.
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Ilustración de "La Balada del Norte". Autor: Alfonso Zapico |
Azahara
Villacorta. Periodista, redactora de EL COMERCIO. Sección Cultura.
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