16 de diciembre de 2017

El peculiar personaje Gijones, Manuel Valdés, "Pulgarín"

El limosnero republicano de San Pedro
La iglesia de San Pedro en 1907- (Filatelia Santos)
"Pulgarín", que vivía en Cimavilla, era de baja estatura y tenía unos pulgares enormes, tiene una historia, que es la de Gijón, con colectivos tan peculiares como los pescadores y las cigarreras
Caricatura de Manuel Valdés, "Pulgarín"
Los playos usaban un habla especial, una jerga que llamaban hablar al resve, al revés ("chesmu ciesgra", por "muches gracies"), tiene himno ("Cimadevilla, tu eres el barrio mejor, tú te destacas en fútbol y en natación?"), tiene bandera (tres franjas azules y dos amarillas), equipo de fútbol y cientos de personajes populares que llenaron sus calles, sus dos barrios, La Soledad y Los Remedios.
Nos detenemos en uno de sus personajes, en Manuel Valdés, "Pulgarín", que así era conocido no solamente por su corta estatura -"para llegar al metro y veinte centímetros tenía que ponerse en una banqueta", escribió Víctor Labrada- sino por el gran desarrollo de sus dedos pulgares, que le impedían poner guantes. Mitones llevaba nuestro limosnero. Porque limosnero era Pulgarín. A la puerta de San Pedro, hablamos de finales del siglo antepasado, se colocaba los domingos con un cepillo muy particular que llamaban el petitorio, o alcancía. Era un cepillo de madera que en su frente tenía, protegidas por un cristal, tres estampas. Una de la virgen del Rosario, otra de las Ánimas del Purgatorio, y la tercera de San Antonio. El diminuto Pulgarín, con voz plañidera, pregonaba la cuestión, "una limosna para la virgen del Rosario, una limosna para las Ánimas?"
Ilustración de Alfonso Zapico
Pero Pulgarín hacía compatible su fe religiosa con su fe republicana, no era precisamente muy monárquico nuestro protagonista. Cuando el 11 de febrero de 1873 se proclamó la primera república una manifestación de gijoneses se concentró en la plaza Mayor. El rey Amadeo I, en Madrid, había renunciado al trono y lo que pedían los concentrados en Gijón era "la cabeza" de los concejales monárquicos. El limosnero Pulgarín -que no lo dijimos antes, así que lo hacemos ahora- era también el conserje del cementerio de La Visitación. El que estaba -hasta 1876, cuando fue inaugurado el del Sucu- anexo a la iglesia de San Pedro. Pues bien, el piadoso y también republicano Pulgarín corrió desde San Pedro hasta la plaza Mayor para manifestar su anti monarquismo (cuentan las crónicas) lanzando piedras, como lo hacían otros gijoneses, contra la fachada y las ventanas del edificio consistorial, inaugurado por cierto sólo ocho años antes. Por lo visto nuestro pequeño Pulgarín "cogió esos regodones a bultu", emocionado, con los ojos llenos de lágrimas republicanas. Todo ello con el petitorio en bandolera porque su fe republicana no estaba reñida con su devoción a las Benditas Ánimas del Purgatorio.
Playa de San lorenzo de Gijón (imagen muy antigua)
Pulgarín era limosnero, conserje del cementerio, republicano y, añadimos ahora, aficionado al vino de Cariñena y de misa, "era su consuelo ante la negativa y el olvido en el que le habían sumergido las mujeres por su aspecto, y los hombres con su terrible indiferencia". Tal cual leemos en el diario "Voluntad" del 23 de enero de 1959, en un artículo que recordaba su figura.
Esa afición al vino le trajo algunos problemas. Un día que se pasó en la libación, su momentáneo descontrol hizo que abriese el limosnero. Aclaramos que el limosnero que portaba tenía en la parte de arriba de cada una de las tres estampas una rendija para que el donante decidiese a quién iba su óvolo: a las ánimas, a San Antonio o a la virgen del Rosario. Un domingo, con San Pedro a rebosar, el cepillo de Pulgarín quedó bien lleno. Normal.
La iglesia de San Pedro. (Inicio-webnode)
Ya vacía la iglesia, una mujer le pide que le cambie en moneda pequeña un "Amadeo", lo hace Pulgarín en la sacristía abriendo "ilegalmente" el cepo, le da la vuelta a la mujer pero algo de calderilla deja para él mismo, y dentro del cepo de las Ánimas del Purgatorio deja el Amadeo, el duro de cinco pesetas. Lo malo fue que el párroco, José Frade y Sierra, cuando recibió y abrió el cepo reparó en que por ninguna de las tres ranuras, pequeñas, cogía el duro que estaba dentro. Era muy grande. Pulgarín salió como pudo, "señor cura, metiéronme el duru les Ánimes del Purgatorio, les Ánimes mengüen les coses?". Pero, cuidado, el párroco José Frade y Sierra no era un cura normal, los palos que dio a Pulgarín fueron bastantes. Palos con un garrote que a menudo portaba. Muchos datos sobre el carácter de don José Sierra y Frade vemos en la monumental "Historia de la iglesia de San Pedro Apóstol de Gijón", de Agustín Guzmán Sancho.
Era belicoso el cura, sin duda. Guardaba en la sacristía su sable de la milicia realista, de su juventud en Tineo, y el garrote nunca estaba lejos de sus manos. Fue párroco de San Pedro desde 1829, cuando tenía sólo 28 años, hasta 1835. En ese año su autoritario carácter, y sus desavenencias con mucha gente (con el Ayuntamiento también) hizo que fuese relevado como párroco en ese 1835 para ser nombrado otra vez entre 1847 hasta su muerte en 1892.
Cuenta Enrique García-Rendueles en su manuscrito, de largo título, "Anécdotas del último cura párroco de la villa y puerto de Gijón, don José Frade y Sierra, que rigió la parroquia única de San Pedro Apóstol desde 1829 hasta 1892, o sea 63 años", no pocas historias de este cura que siempre tenía el garrote cerca. El manuscrito se puede consultar en la Biblioteca Asturiana del padre Patac, aunque se equivoca el poeta y cura gijonés don Enrique García-Rendueles porque no tiene en cuenta esos años, entre 1835 y 1847, en que Frade y Sierra estuvo apartado de la parroquia, y sustituido primero por Manuel Suárez Valdés y luego por José Suárez Salas.
Ilustración de Alfonso Zapico
En resumen, un mítico de Gijón también ese párroco de San Pedro que descargó varias veces su bastón sobre el lomo del pequeño Pulgarín. Palos dio también José Frade y Sierra a los parroquianos de la taberna "La Bastiana" (en la calle de los Remedios, él vivía en el primer piso) por armar broncas nocturnas, y puñetazos al padre de un monaguillo por protestar ante el jarabe de palo que le había dado el cura al chiquillo. De armas tomar ese cura.
Murió Pulgarín, Manuel Valdés, en 1897, muy viejo en "olor de santidad" y muy arrepentido de sus "trastadas". Murió en su casa, en la calle Ave María. "Cree usted que les Ánimes me perdonarán por aquello", preguntó Pulgarín, y contestó el cura que le dio la extremaunción: "Las Ánimas que salieron del Purgatorio con las limosnas que conseguiste te están allanando el camino para llegar a Aquel que llama a los pobres y humildes de corazón".
El templo antiguo se reedificó a su vez después de otro desastre, como fue la destrucción de la ciudad medieval en el asedio de 1395
No nos consta la edad de Pulgarín cuando murió pero sí el nombre de su sustituto, de su relevo como limosnero no ya de conserje del camposanto de La Visitación, que ya estaba clausurado al inaugurarse El Sucu. Fue Vitorio, "un viejo sustituto de otro buen viejo que se llamaba Pulgarín de ancho y apergaminado rostro", nos cuenta "El Noroeste" del 10 de abril de 1909.
Ilustración de Alfonso Zapico
FUENTE: LUIS MIGUEL PIÑERA 
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