Lady Holland: retrato íntimo del Jovellanos anciano
El diario de la aristócrata, esposa de su gran amigo inglés, muestra al ilustrado asturiano como una persona de carácter bondadoso y sosegado, que sobrellevó con gran dignidad la persecución a la que lo sometió Godoy
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«Es muy de destacar el carácter bondadoso e imparcial de Jovellanos, habida cuenta de tanto como ha padecido. Hay en él tal mezcla de dignidad y delicadeza, que sentir hacia su persona la más fuerte inclinación al afecto y la admiración es algo imposible de evitar. Contempla el afanoso escenario en que se ha visto precipitado con tranquilidad filosófica y, si viera el éxito de la causa que ha abrazado, gozará de la victoria sin exaltación triunfal; y si fracasa, está preparado para caer sin desaliento o sin hundirse en una abyecta desesperación».
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Lord Henry
Richard Vassal Fox, tercer barón de
Holland, (1773 - 1840), fue un hombre de letras, político e hispanista
inglés. De François-Xavier Fabre - original source from Sotheby's (no more
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Las frases están entresacadas del Diario Español de Elisabeth Holland, la esposa de Lord Holland, el gran amigo inglés de Jovellanos. Las rescató el catedrático de Filología Inglesa de la Universidad de Oviedo, y catedrático visitante honorífico de la Universidad de Hull (Reino Unido), Agustín Coletes, en la que fue la excelente conferencia inaugural del nuevo curso en el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA). La amistad, corta pero intensa, del escritor y político gijonés y la dama de la alta sociedad inglesa forma parte de esa apasionante intrahistoria con la Guerra de la Independencia como telón de fondo y los avatares biográficos del propio Jovellanos. Ambos tienen referencias comunes desde mucho antes de que se conocieran físicamente, en 1808. De hecho cuando el matrimonio Holland viene a España por vez primera y se pasa tres años recorriendo buena parte del país, entre 1802 y 1805, Jovellanos está preso en Mallorca y no pueden verlo. En su diario, Elisabeth Holland lamenta el «odio y el rencor» de Manuel Godoy, el hombre que tenía al país en un puño, hacia Jovellanos, y describe las condiciones en las que el gijonés vive en prisión: «Jovellanos ocupa una estancia amplia pero con una sola ventana y en cuyo interior monta guardia un centinela; en la puerta también hay otro. Autorizan al criado a atenderle a ciertas horas, pero nunca sin que esté delante un sargento o un cabo.
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Se le ha privado del uso de la pluma y tinta, y no tiene otros libros que los que le pasa el alcaide. El único aire fresco de que disfruta es el que le entra por la ventana, que está enrejada, y el único ejercicio que está a su alcance es el que le permiten las medidas de su aposento. Tiene 52 años de edad. Acostumbrado a la vida dinámica, el cambio a otra tan sedentaria le ha afectado a la salud; se le empiezan a hinchar las piernas, y tras pasarse tres meses pidiendo un médico, por fin se le ha concedido. El galeno, en su informe, prescribió aire fresco y baños de mar. Tras hacerle esperar muchísimo por la respuesta, se le autorizó a ello; a condición, sin embargo, de que sólo se le puede llevar a la playa acompañado por el alcaide, el médico y el capitán de guardia, y escoltado por veinte dragones». La propia Lady Holland concluye: «Jovellanos rechazó tal permiso, considerando que no valía la pena preocupar a tanta gente por la vida de un anciano. El único favor que pide es que le permitan retirarse a su villa natal en Asturias, de donde se compromete a no moverse sin permiso. Le han rechazado de plano la petición». Cuando Jovellanos y Elisabeth Holland se conocen, él cuenta con 64 años y ella con 37. Los Holland y Jovellanos coinciden unos cinco meses en la misma ciudad, Sevilla, donde en diciembre de 1808 se había instalado la patriótica Junta Central. Hacía apenas siete meses que Jovellanos había recuperado la libertad. Jovellanos les sirve de cicerone y les lleva a visitar monumentos, los Reales Alcázares, la catedral o las ruinas de Itálica.
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Apunta Agustín Coletes en su conferencia: «A veces, sin embargo, su estado de salud le impide moverse de casa: sufre de inflamaciones en las piernas, seguramente una secuela de su reclusión en Mallorca. En estas ocasiones (hasta cinco menciona Elisabeth en su diario) el gijonés recibe la visita de la pareja y les invita a cenar. Pero siempre que su salud se lo permite es él quien acepta la invitación de los Holland para pasar la tarde o cenar en el domicilio sevillano del matrimonio: hasta en 14 entradas del diario se producen referencias de este tipo, por las que a su vez conocemos quiénes eran los más habituales en la tertulia o en torno a la mesa: la duquesa de Osuna, la marquesa de Santa Cruz, el historiador Antonio Capmany, el secretario de la Junta Central Martín de Garay, el poeta Manuel José Quintana, el abogado Pascual Ródenas, el diplomático Bartholomew Frere o los militares Francisco Javier Ferraz y el propio conde de Camposagrado, entre otros». Elisabeth Holland pinta a Jovellanos como una persona «amable y sociable», «muy trabajador», siempre con opinión propia, que no duda en criticar lo que no le gusta, entregada en cuerpo y alma a su labor en la Junta Central y que lucha por mantenerse en un punto medio entre revolucionarios y absolutistas. A los Holland, Jovellanos les llega a hacer partícipes de su descontento con sus compañeros de la Junta y les dice que «por decoro» acabará abandonando. Unos meses más tarde cumplió su palabra. Lady Holland tiene tras de sí una biografía apasionante. Había nacido en Londres en 1771, rica heredera condenada a un matrimonio precoz. «A los 16 años estaba casada con un aristócrata veinte años mayor que ella, y pocos años más tarde se había convertido en madre de tres hijos», explica el profesor Coletes en su estudio. Y lo que parecía el principio de una existencia cómoda pero gris salta en pedazos gracias al amor.
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En 1794, con apenas 23 años, conoce a Henry Richard Vassall-Fox, Lord Holland, y rompe con todo. Se divorcia y tiene un hijo con su nueva pareja, un terremoto en la alta sociedad inglesa de la época. Vivirán juntos y muy unidos hasta la muerte de Henry en 1840. Juntos recorren España en los dos viajes antes citados de los que sale el «Spanish Diary», que es editado, por supuesto en inglés, en 1908, más de 60 años después de la muerte de la aristócrata. Elisabeth Holland escribió muchos más diarios. Era una interesante mujer «con identidad intelectual y personal propia», según la define Agustín Coletes. Que llega a convertir Holland House, su mansión de Londres, «en el centro neurálgico, social y cultural de la élite londinense» y punto de acogida de exiliados españoles e italianos. Los diarios españoles de Lady Holland tienen una importancia capital para entender la situación política y social de la España de la época, pero también para adentrarse en la trastienda histórica.
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Cuando el matrimonio llega a España en 1802 (entran por Barcelona, recorren el Mediterráneo y visitan varias provincias andaluzas antes de llegar a Madrid donde pasan más de un año), se interesa por la situación del Jovellanos cautivo. A los Holland no les cabe en la cabeza que la mente más lúcida del país esté en prisión (está claro que no conocían bien España ni a los españoles). El profesor Coletes señala que «Lord Holland intenta por variopintos métodos poner remedio a la situación». Holland se pone en contacto con el almirante Nelson (poco antes de Trafalgar, donde el marino encontraría la muerte), pero Nelson le niega la ayuda. Holland conocía a Godoy y trata de llegar hasta él para interceder, pero no lo consigue. Elisabeth lo intenta con el embajador de Francia en Madrid. Nulo resultado. Hay un curioso pasaje en los diarios en el que Elisabeth Holland escribe la sugerencia de dos personajes a los que identifica con mucho secreto como «Madame M» y «C» (Agustín Coletes tiene claro que se trata de la Condesa de Montijo y del financiero Francisco Cabarrús). Ambos sugieren al matrimonio que «supervise» determinados negocios turbios de la familia Godoy en Londres. Con esa información cualquier petición de libertad para Jovellanos podría encontrar mucho más eco. Pero ni con ésas.
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FUENTE: ASTURAMA (La Nueva España)
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