Isidoro Acevedo |
La
novela del primero socialista y después comunista asturiano retrata personajes
reconocibles de la minería de principios del pasado siglo
Ilustración de Alfonso Zapico |
En 1911, año en el que el SOMA se adhiere a la UGT, el Sindicato Minero tenía 1.800 afiliados. Un año después, 10.000 y en 1919 alcanza los 28.883 afiliados |
La explicación está en que, al contrario
que la mayor parte de los protagonistas de este proceso, cuando Acevedo
intervino en 1921 en la creación del Partido Comunista de España, ya era un
hombre mayor, puesto que había nacido en 1867, y contaba con un fecundo
historial de activismo socialista. Como además no falleció hasta 1952, siendo
todavía presidente del Socorro Rojo Internacional en Rusia, su larga vida le
dio la posibilidad de dedicar otros muchos años a su nueva militancia. El Partido Comunista de Asturias
recuperó su memoria en 1982, creando una Fundación con su nombre, a partir de
la biblioteca de José María Laso, aunque posteriormente se creó otra con el
nombre de Horacio Fernández Inguanzo, más conocido por los militantes de la
transición, y el histórico Acevedo quedó relegado a un segundo plano.
Nuestro personaje, que en realidad se
llamaba Isidoro Rodríguez González, era natural de Luanco y había empezado a
trabajar como aprendiz de tipógrafo a los trece años en Madrid, lo que le
permitió conocer muy de cerca a Pablo Iglesias y obtener su confianza, de modo
que en 1898 se trasladó a Santander, y allí alcanzó el cargo de presidente de
la Federación Socialista. Luego pasó a Bilbao, ya con fama de buen periodista,
para dirigir el diario "La Lucha de Clases" y, en 1914, regresó a
Asturias, para hacerse cargo de "La Aurora Social".
Entonces le tocó ser detenido por la
huelga revolucionaria de 1917; también fundó "La Aurora Roja" y
siendo ya comunista viajó a la URSS al IV Congreso de la Comintern para
publicar a su vuelta "Impresiones de un viaje a Rusia", que tuvo como
prologuista al mierense Juan Íbero.
Isidoro Acevedo. Los topos. La novela de la mina. Madrid, 1930. (Todocolección) |
El caso es que Isidoro Acevedo recreó en
su novela a personajes de la Montaña Central que en su mayor parte ya es
imposible identificar salvo por testimonios y recuerdos orales. Yo he podido
recoger algunos a lo largo de estos años y quiero exponerlos en esta historia
de hoy con la finalidad de que quienes vengan detrás puedan contar con estos
datos que de otra forma se perderían definitivamente La técnica empleada por Acevedo fue muy
común en su tiempo, y aún hay escritores que la siguen utilizando. Consiste en
cambiar los nombres reales por otros parecidos fonéticamente o que signifiquen
lo mismo. Los pocos críticos literarios que se han acercado a "Los
Topos" reseñan correctamente que él mismo aparece en la novela bajo el
nombre del periodista Mario Jiménez, quien realiza su trabajo a la vez que
apoya a los mineros.
También coinciden en identificar a Samuel Cabezas con el
propio Manuel Llaneza, algo que no ofrece lugar a la duda.
Manuel Llaneza |
Otra cosa es la identidad del personaje
llamado Anacleto Salas "Un captador sagaz. Admirado cuando difundía su
ciencia por los Centros Obreros, repudiado desde que se supo que se había
enriquecido con los negocios del carbón". Aquí los mismos críticos,
seguramente por su desconocimiento de la realidad mierense han errado al
suponer que se trata de Melquiades Álvarez, ya que sin duda, tanto por el
parecido de los nombres como por esta descripción, se trata de Aniceto Sela.
Aniceto Sela |
Con el nombre de Juan de Dios Sáez,
"chupado y negruzco, que acompañaba a Llaneza en sus viajes a Madrid donde
se iba aburguesando con la vida muelle y fastuosa de los mejores hoteles"
aparece Alfonso Muñoz de Diego abogado progresista y rotario, que en 1933 fue
diputado por el Partido Republicano Liberal Demócrata, y efectivamente sirvió
como asesor jurídico a Llaneza en los viajes a la capital de España,
colaborando en aquellos años en "El minero de la hulla" y "La
Aurora social".
Y entre los principales protagonistas,
el revolucionario enamorado Valentín Escobedo es Benjamín Escobar, corresponsal
de "El Noreste" y militante del Bloque Obrero y Campesino: "Un
minero de Mieres chaparrete, rubio al rojo, de ojos nipones" y que
"había luchado con Samuel Cabezas en la "huelgona", allá por
1906". También está clara la identidad de Lucio
Caneja: José Calleja Ordiz, otro de los fundadores del Sindicato Único de
Mineros, e impulsor incansable del tercerismo en el Concejo de Aller a pesar de
su mala salud, que Acevedo refleja en la novela.
Mientras Joaquín Morato
"de Ujo, rapaz estudioso y talentudo" es Belarmino Lobato, muerto muy
joven el 24 de junio de 1929 y cuyo aniversario se celebró cada año hasta la
guerra civil con una concentración obrera en el cementerio de esta localidad. Fidel Michelena "de Turón, un
rapazón alto y firme como un pino, de mirada firme y cara rasurada" es
Ceferino Álvarez Rey al que definió en el libro "Memorias de un
comunista" su correligionario Rodrigo Moreno Planisolís prácticamente con
la misma descripción. "alto y fuerte de complexión, con rasgos bien
marcados como tallados con un hacha". Tras Casiano González, "joven
animoso, instruido, batallador, que en Sotrondio era admirado por su intrepidez
y abnegación" vemos a Críspulo Gutiérrez, colaborador en la revista
"Antorcha" con el seudónimo de Pin de Pilara, que tenía otros dos
hermanos, Sócrates y José, también comunistas.
Ceferino Álvarez Rey. (Les Revoltoses) |
Críspulo Gutiérrez ( Archivo AS). (Pinterest) |
Y por último, la venerable figura de
"El maestro" Jesús Suárez "un anciano inutilizado ya para los
trabajos de la mina de cuerpo alto y cenceño, con rostro pálido y enjuto
rematado por una barbita corrida y ligeramente abierta, nariz fina y algo
curvada", en cuya casa de El Campiquín se reúnen los huelguistas de
"Los Topos", refleja a José Prieto, quien habitaba realmente en El
Cantiquín y ya era un hombre de edad cuando fue nombrado vicepresidente de la
ejecutiva del SUM en noviembre de 1921. Siento no haber dado con los personajes
que Isidoro Acevedo quiso llamar Paulino Gómez, de Moreda, "de crespa
cabellera"; Sebastián Baquero, de Sama, "con voz chillona y engolada;
Pin de Piloña y el joven de Mieres Gasparín, joven, diminuto y ágil, quienes
seguramente esconden identidades reales. Sin embargo, creo que otros, como
Ernestina, la joven novia, su padre Ramón del Cordal, capataz en las minas de
Comillas, y su madre Encarnación Ruiz, así como Lín de Lladreo, un anarquista
que quiere matar a Llaneza, y Casio, Manolón de Ciaño o Antón de Lada "el
tipo más célebre de los mineros de Langreo, alto, fornido y pendenciero",
que se ven envueltos en una sangrienta reyerta en uno de los últimos capítulos,
fueron imaginados por Acevedo. Aunque a lo mejor me equivoco.
Ilustración de Alfonso Zapico |
FUENTE:
ERNESTO BURGOS-HISTORIADOR
Ernesto Burgos Fernández nació en Mieres (Asturias) el 7 de julio de 1957.
Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Oviedo (1979). Diploma de Estudios Avanzados en Arqueología Histórica («La romanización en las cuencas mineras del sur de Asturias» 2006).Profesor de Educación Secundaria, ha trabajado en los institutos «Juan de Herrera» (Valladolid), «Sánchez Lastra» (Mieres), «Camino de La Miranda» (Palencia), «Valle de Aller» (Moreda) y desde 2006 en el IES «Mata Jove» de Gijón. En el año 2016 el reconocido historiador mierense fue distinguido con el reconocido galardón anual de “Mierense del año”.
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