El ladrón del robo del siglo |
El gallego José Domínguez Saavedra. (Foto extraida de la revista "Atlántica XXII") |
El gallego José Domínguez Saavedra cargó con la culpa por robar las joyas de la Cámara Santa. Pero su abogado defensor, Antonio Masip, asegura que los autores fueron tres. Ver artículo del blog: El expolio de la Catedral de Oviedo el miércoles el 10 de agosto de 1977. https://elblogdeacebedo.blogspot.com/2017/09/el-expolio-de-la-catedral-de-oviedo.htmlhttps://www.lavozdeasturias.es Apenas había cumplido la mayoría de edad e iba a protagonizar, casi sin saberlo, la aventura y el robo más espectacular de los que se recuerdan en Asturias. Se llamaba José Domínguez Saavedra y era un chaval nacido en un pueblo de poco más 10.000 habitantes, Poio, en Pontevedra. Pero según revela ahora el que sería su abogado defensor, Antonio Masip,
«él no estaba solo en el robo, como se dijo en el juicio. Eran tres». Corría el mes de mayo de 1978 cuando Domínguez se sentó en el banquillo. Daría, obviamente, con sus huesos en la cárcel, de la que ya sólo saldría esporádicamente para volver a ingresar durante largos periodos.
Pero volvamos atrás en el tiempo. Crecido en un ambiente de miseria, fue el mayor de cuatro hermanos de una familia gallega con escasos recursos. Ya desde muy joven comienza a tantear el sistema penitenciario. Delitos menores le llevan pronto a lo que entonces se llamaba un reformatorio. José es listo y escurridizo. «Incluso diría que muy inteligente», señala Masip, que lo recuerda como «un tipo cordial». Tiene don de gentes. Intentando, quizá, alejarse un poco de una zona de su nacimiento donde es de sobra conocido, llega a Oviedo (puede que ya en compañía de sus cómplices) en agosto de 1977. Merodean, estudian el entorno de una ciudad en tránsito hacia el otoño, adormilada y vacacional, poco turística entonces, tal vez ideal para sus propósitos. Domínguez ya había robado en iglesias siendo joven, sabe que hay algo de dinero fácil de las limosnas y puede que algún objeto de más valor normalmente poco custodiado. La tarde del 9 de agosto acuden al templo como visitantes y, en un descuido, se esconden en un tejado esperando que el público se vaya y todo quede tranquilo. Aguardan en su escondite hasta estar seguros de que no hay nadie. El templo está oscuro y silencioso. Rebuscan en las huchas de los donativos e intentan abrir, sin éxito, la caja fuerte de la sacristía. Como no lo consiguen, tal vez empiezan a desesperarse y con una planqueta fuerzan varias puertas hasta llegar a la Cámara Santa.
Y… bingo. Se topan con las reliquias que, obviamente, no estaban custodiadas entonces con un sistema de seguridad muy recio. ¿A quién se le iba a ocurrir robar los símbolos asturianos más importantes? Al menos Domínguez no es asturiano, puede que sus compinches tampoco; se declara no religioso: no sabe, ni le importa, el valor simbólico de lo que tiene entre las manos. De modo que es, en este caso, el ladrón casi perfecto: sin escrúpulos. En ese momento solo ven oro y piedras preciosas. Después de cenar una lata de mejillones que llevaban -dejaron lo restos allí- se ponen manos a la obra. Deciden que no pueden llevarse todo como está y destrozan literalmente la Cruz de los Ángeles, que pesa unos tres kilos y queda reducida prácticamente a pedazos del tamaño de una peseta. Incluso prenden un pequeño fuego, se dijo, para intentar fundir el oro, que es blando dado que tiene gran pureza. También desmontan de su bastidor de madera la Cruz de la Victoria y la Caja de las Ágatas; amontonan el oro y las piedras. Finalmente abandonan la Catedral con su botín y, sin mostrar demasiada pericia para encubrir su rastro, toman un taxi y se van a Gijón.
«Curiosamente, nunca se tomó declaración a los taxistas. Otra chapuza», recuerda Antonio Masip. Una vez llegan a su destino, entierran el oro y las joyas en un solar de La Calzada.
"El delincuente vuelve al lugar del crimen... y sale en la tele"
Aquí viene un episodio esperpéntico que los medios no reflejaron. Mientras el entonces arzobispo, Gabino Díaz Merchán, se lamenta del robo ante las cámaras que lo grababan en el tránsito de Santa Bárbara (donde se encuentra la torre románica de la Catedral), hay curiosos alrededor. Pues bien, uno de ellos es Domínguez Saavedra. Él mismo se lo contó, regocijado, a Antonio Masip. ¿Por qué se arriesgó así? Tal vez curiosidad, tal vez burla; o solo quería averiguar qué sabían los medios del robo. Pronto ponen pies en polvorosa. Domínguez vuelve hacia su tierra y desde ahí, pensando acertadamente que es buscado, decide pasar a Portugal.
«Él conocía bien aquello, el paso fronterizo… pero tuvo mala suerte». No han pasado ni dos semanas desde el robo. Una pareja de la Guardia Civil que se encuentra de servicio en el puesto fronterizo de Puente Sarjas, adscrito a la 632 Comandancia (así lo reflejó Colpisa) da el alto sobre las doce de la noche a un joven que se dispone a cruzar la frontera con un bulto en la mano.
Le piden su identificación y él muestra cándidamente su DNI a nombre de José Domínguez Saavedra. Ni siquiera intenta simular que lo ha perdido o poner otra excusa. Al preguntarle por el contenido de la bolsa, el joven ya se ve acorralado. Arroja la bolsa, huye, se lanza por un terraplén y desaparece en la oscuridad. Para sorpresa de los guardias, esa bolsa contiene 251 azulinas, ágatas y esmeraldas, 1.000 pesetas en monedas de cinco pesetas, dos piezas de esmalte incrustadas en oro y piezas sueltas también de oro que pesaban cerca de dos kilos, algunas con inscripciones en latín aún visibles. El robo es tan famoso que parece evidente de donde sale todo eso. Dura poco tiempo libre en Portugal. Un mes después de ser identificado, es detenido en Portugal mientras intenta asaltar una iglesia de Oporto, dado que había perdido todo su capital.
«Solo pensaba que había hecho un buen negocio, que había tenido suerte y que con la venta de todo aquello me podría sacar un buen dinero… Supongo que los asturianos me odian», declara tras su detención.
"Nunca llegó a delatar a sus compinches, que se libraron de la condena"
Estaba claro, sin embargo, a la vista de ese asalto en Oporto, que él no poseía más botín y que aquello de la bolsa no era todo lo había desparecido de la Catedral;
él mismo lo dijo al ser interrogado. El resto «está en otras manos». Fue lo más cerca que estuvo de delatar a los presuntos cómplices, algo que de hecho nunca hizo. Sí señala en su atestado que en el solar de Gijón sigue habiendo piezas enterradas. En efecto, la policía encuentra allí más,
«pero fue una chapuza, porque no recuperaron todo», narra Masip. Al día siguiente de mañana acuden Emilio Marcos Vallaure y Joaquín Manzanares para ver el lugar, que no estaba custodiado. Descubren con sorpresa que aún quedan algunos elementos de las cruces semienterrados. España pide naturalmente la extradición de Domínguez, pero, recuerda Masip, antes de que esta se produzca formalmente, la policía portuguesa entrega al detenido a las autoridades españolas. Este será otro de los motivos por los que el entonces joven abogado pedirá más tarde la nulidad del juicio, sin éxito. El periodista asturiano Agustín Santarúa (fallecido hace unos años) consigue entrevistarse con Domínguez y es él quien le aconseja a Masip como abogado defensor. En efecto, cuando el ladrón es trasladado a Oviedo, llama a Masip y lo contrata junto a Marcelino Arbesú. Comenzará en mayo de 1978 el juicio del siglo.
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Antonio Masip (candidato socialista y alcalde de Oviedo, durante el periodo 1983-1991. Imagen extraidad del pdf: http://vertebra.psoe.es |
Muerte de un ladrón famoso (a su pesar). Así es la crónica negra del autor del robo de las joyas de la Catedral de Oviedo, que salió pocas veces de la cárcel y murió preso en 2012.
«Pido perdón a los asturianos porque no sabía lo que hacía, pero no comprendo por qué a mí me piden 30 años de cárcel por haber robado aquí y en Zamora, cuando los implicados en Matesa y en tantos otros casos están en libertad.» Fue la declaración final del gallego José Domínguez Saavedra en el juicio por el robo, el 9 de agosto de 1977, de las reliquias de la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo. Domínguez pasará prácticamente su vida en prisión, donde morirá en 2012. Domínguez, natural de Poio (Pontevedra) tiene apenas 19 años pero ya ha pasado en varias ocasiones por reformatorio y cárcel, y ahora se enfrenta a una pena casi tan larga como su propia vida: 18 años de cárcel pide el fiscal.
Antonio Masip, entonces un abogado de 31 años y que años más tarde será consejero y alcalde de Oviedo, asume la defensa. El fiscal justifica como agravantes del delito la nocturnidad, la doble reincidencia y el lugar del acto por estar dedicado al culto. En este último punto, recuerda Antonio Masip, su defensa consiguió anular el agravante dado que la Cámara Santa no se usaba en realidad para culto y además se cobraba entrada, por lo que podía considerarse un museo. De poco sirvió. Masip no niega que Domínguez fuera uno de los tres ladrones de la Cámara Santa, el mismo autor lo reconoce. Pero insiste hoy en que «los hechos probados y la sentencia no tiene nada que ver». De hecho, ese verano de 1977 se produjeron más robos en iglesias con varios sospechosos. Todo el sumario «estaba hecho una llaceria», afirma Masip. Para él, la entrega de Domínguez, que había sido detenido en Portugal, fue ilegal; se omitieron testimonios como el del taxista que trasladó a los ladrones a Gijon; la traducción del portugués de la declaración de Domínguez no era válida…
Finalmente fue condenado a 18 años de cárcel y pasó a la antigua cárcel Modelo (hoy Archivo Histórico), donde Masip volvió a defenderlo más tarde al verse implicado en un motín. Pero esa es otra historia. Domínguez Saavedra que era natural de Poio (Pontevedra) pasó diez años entre rejas. No eran los primeros y no serían los últimos. Salió en 1987, con 29 años de edad. Hasta entonces sólo había sido un ladrón, pero la cosa pasó a mayores. Tres semanas después de salir, Domínguez, su novia y otros tres amigos conocen en el pub Cervantes de O Grove a dos portugueses, Miguel Bernardo García de Oliveira y Augusto Souza Franco. Estos ofrecen bisutería barata que quieren hacer pasar por joyas de oro. Los gallegos planean apropiarse de la mercancía, hacen creer a los vendedores que van a ir a buscar 100.000 pesetas a Pontevedra. De camino, Domínguez cuenta a sus compinches que va a recoger un arma a su domicilio de la calle Ernesto Caballero. Vuelven, amenazan a los portugueses con la pistola pero estos dicen que no tienen joyas, solo bisutería. Entonces el ladrón y sus amigos atan a Oliveira y Souza y los llevan a las proximidades de la estación de bombeo de Monte Porreiro para interrogarlos. Al llegar allí, como los portugueses seguían insistiendo en que no tenían joyas, Saavedra los hace descender del vehículo diciéndoles que los iba a dejar desnudos en el monte. Se siente estafado. A sangre fría, obliga a sus víctimas a tumbarse en el suelo y les dispara en la cabeza. Mueren en el acto. Luego, él y los demás se reparten una bisutería cuyo valor no superaba las 8.000 pesetas. Era la madrugada del 8 de febrero de 1987. Por este doble crimen de Monte Porreiro, el protagonista del robo de la Catedral de Oviedo vuelve a ser detenido y recibe una larga condena.
Cien años de cárcel sumaron los cuatro implicados; la mayor condena para José Domínguez Saavedra por ser el autor material. La pista se pierde un poco entre 1987 y 2005; presumiblemente pasa la mayor parte de 18 años en prisión. En noviembre de 2005 está libre, pero por poco tiempo. En la mañana del 23 de noviembre de 2005, según recoge la resolución judicial, él y un colega, Gabriel Boullosa, entran en las oficinas de Caixanova en la avenida de Vigo de Pontevedra con el rostro tapado y armados con una pistola y un cuchillo. Amenazan a los empleados y consiguen un botín de aproximadamente tres mil euros. Huyen en un coche, pero poco tiempo después son detenidos, juzgados y condenados en diciembre de 2006; Domínguez a cinco años de prisión y Boullosa a cuatro años. Al primero se le aplica la agravante de reincidencia. Y de qué modo. Domínguez es implicado en otro robo por las mismas fechas a un banco en Sanxenxo, donde se hizo con 35.000 euros. Seguramente salió y reincidió. De otra manera no es difícil explicar cómo en el año 2012 el ladrón y asesino está recluido en la prisión de A Lama, Pontevedra, de donde ya nunca saldrá. Según una asociación de familiares de presos y otro testimonio, el 10 de mayo de ese año, José Domínguez Saavedra se encuentra repentinamente mal por causas desconocidas. Acude a la enfermería y allí termina su largo, oscuro y maltrecho trayecto. Tenía 54 años de edad.
FUENTE: GUILLERMO GUITER. Publicado por La Voz de Asturias el 10/02/2020. Ver enlace: https://www.lavozdeasturias.es/noticia/oviedo/2020/02/07/ladron-robo-siglo-i/00031581069228917313880.htm
Autor: Guillermo Guiter. Redactor de La voz de Asturias
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emplea el asturiano. Tiene su sede en Oviedo y está editado por Ediciones
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fue el periódico predilecto de la izquierda asturiana, que encontraba en él
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ResponderEliminarTe recomiendo también nuestro reportaje de hoy: https://www.lavozdeasturias.es/noticia/asturias/2021/02/12/asturiano-derroto-hitler/00031613137130646295925.htm
ResponderEliminarMuchas gracias a ti Guillermo Guiter por tu extraordinaria "pluma". Saludos cordiales
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