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Ilustración de Alfonso Zapico |
La Nueva España
Cuando ocurrieron los hechos que hoy voy a refrescar, tenía 34
años, no hacía mucho desde que había salido de la cárcel y además
contaba con dos condenas anteriores por lesiones y atentado a la Guardia
Civil, de las que había logrado escapar huyendo a Cuba, para volver
cuando consideró que ya había pasado el tiempo suficiente y que el
olvido había ganado la partida a la memoria. Vino a trabajar a las minas
de Turón, la distancia justa para estar cerca de su familia en Morcín,
pero lo suficientemente lejos como para pasar desapercibido?salvo para
el párroco de Peñerudes, al que le gustaba tener presente la historia de
sus vecinos. Porque tanto él, como su hermano Camilo, que le
acompañaba a todas partes como una sombra, eran naturales de allí, donde
aún vivían sus padres, Manuel y Clara, dos labradores honrados que
sufrían en la soledad de su vejez las malas acciones de sus hijos y una
carrera de errores que inició la recta final hacia el asesinato y la
cárcel el día 8 de diciembre de 1904.