De cuando Villa Magdalena era Villa
Julia
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La
primera venta de Villa Julia (hoy llamada Villa Magdalena). Victoriano González
Campomanes. (…). Victoriano y su mujer eran inseparables y vivían felices en
Villa Julia hasta que una repentina enfermedad se llevó a Julia, dejando al
pobre Victoriano completamente desolado. Incapaz de seguir viviendo en lo que
había sido su nido de amor, pone en venta la propiedad según podemos leer en el
anuncio publicado el año 1913 (…). https://www.facebook.com/193907954094210/photos/a.194005794084426/1017989585019372/?type=3&theater
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Un recorrido por los lugares y locales más emblemáticos de la ciudad del
siglo pasado
He dedicado tanto tiempo a investigar
la historia del comercio, del ocio y de los personajes populares de Oviedo que
ahora, cuando camino por la ciudad, tengo visiones dignas de ser estudiadas por
Iker Jiménez. Si paso por Villa Magdalena, no solo
descubro la presencia de una de las bibliotecas más caras del mundo y el
interminable litigio judicial entre unos y otros reclamándose millones de
euros. Mi mente viaja en el tiempo hasta la mañana del 31 de mayo de año 1908 y
lo que veo es a Julia Letona, recién casada con uno de los comerciantes más
importantes de Oviedo, cayendo fulminada víctima de un ataque cerebral mientras
recogía flores en los jardines del palacete, entonces llamado Villa Julia.
Victoriano González Campomanes,
empresario, escritor y político nacido en Oviedo en 1850, caballero de la Real
Orden de Isabel la Católica, proveedor de la Casa Real, miembro de varias corporaciones
científicas e industriales y uno de los promotores de la Cámara de Comercio en
1889, había encargado la construcción del palacete, diseñado por Juan Miguel de
la Guardia, como regalo de boda para su esposa.
Tan abatido quedó al fallecer
ésta de forma repentina, que además de poner a la venta Villa Julia también se
deshizo de sus negocios, abandonó las actividades políticas y renunció a la
vida social.
Continúo mi paseo y, al llegar a La
Gran Vía, vuelvo a viajar al pasado para percibir, frente a la actual ubicación
del centenario establecimiento, el edificio donde a finales del siglo XIX fue
fundado como casa de comidas y bebidas. Saliendo por la puerta, creo reconocer
a Melquiades Álvarez, que al vivir en Silla del Rey, de camino a sus ocupaciones
acostumbraba a hacer un alto en La Gran Vía para tomar algo.
Una vez en el campo, a la altura del
Bombé, vuelven las visiones del pasado y aparece ante mis ojos el soberbio
aspecto que presentaba el paseo el 18 de agosto de 1929, cuando Cándido Muñoz
López, uno de los reyes de la hostelería del siglo pasado, organizó un banquete
homenaje al entonces presidente de gobierno el general Primo de Rivera. Una
organización perfecta, a pesar de tratarse de un convite numerosísimo (1.600
comensales) e inconcebible en Oviedo, y aun en España.
En la cubrición del
"comedor" se emplearon unos 2.500 metros cuadrados de lienzo y unos
5.000 metros de guirnaldas hasta dejar convertido el paseo del Bombé en un
precioso salón. Cinco cocinas instaladas, más de 150 camareros, y en esa
proporción todo lo demás hizo posible que el homenaje fuera una fiesta para
Oviedo, tan solo empañada por el susto que llevó Cándido, el responsable de la
cena, cuando muchos de los asistentes comenzaron a sentirse indispuestos,
víctimas de una intoxicación. Hasta confirmar que se trataba de alimentos en
mal estado, posiblemente debido a langostinos servidos en fuentes de cobre, y
descartada la sospecha de un ataque a la dictadura del general, nuestro célebre
hostelero corrió peligro de ser fusilado.
Ya en el paseo de los Álamos, mi
máquina del tiempo mental me lleva a un año antes del gran banquete, al verano
de 1928, cuando Vicente Suárez Arango, de nombre artístico Bill Roy, dirige la
primera película de ficción rodada en Asturias, Ya T´oyí, protagonizada por él
mismo y por la famosa actriz de los años 20 Trini Carrasco, más conocida como
May Love. Además de la novedad que suponía ver las cámaras cinematográficas
filmando en Uría, la Escandalera o en el Campo San Francisco, llamaba
poderosamente la atención la presencia de un buen número de conocidos
personajes locales que, seleccionados previamente en un casting, formaban parte
del elenco de actrices y actores: Antón de la madre, Garrafundia, Guillermo
Carrocera son algunos de los tipos populares que acompañaban a los
protagonistas.
Bill Roy, que además de intérprete y
director era el productor de Ya t´oyí, comentaría posteriormente (entrevista en
Región en noviembre de ese mismo año, poco después de estrenarse la película)
las dificultades de trabajar con ese variopinto grupo de aficionados que, como
no cobraban (lo hacían para aprender y con la ilusión de revelarse como
artistas), ni se tomaban en serio los ensayos ni cumplían los horarios. Se les
citaba a las siete de la mañana intentando aprovechar las escasas horas con
buena luz que permite nuestro clima, pero lo normal era que hasta las nueve o
diez no se presentaran, y todavía alguno creía que estaba haciendo un gran
sacrificio.
Cuando finalmente estaban todos
maquillados y se iniciaba el rodaje, eran tales las masas de público que se
aglomeraban delante del objetivo, mirando fijamente al operador, que
constantemente tenían que interrumpir las escenas. Con la ayuda de los
guardias, intentaba el equipo mantener fuera de plano a la muchedumbre, pero
argumentando que "la calle es de todos" siempre había alguien que se
escabullía del cordón y se acercaba para salir en la película o para hacer
alguna gracia con Antón de la madre o con el insigne Carrocera.
Vaya por donde vaya, me acompañan
esas visiones. Los enormes luminosos letreros de Botas o Al Pelayo y el señorío
del Café Peñalba, en la calle Uría; el bullicio de Fruela ocupada por Los
Chicos, El Mundo (ahí sigue), El Encanto, Almacenes Fruela (que sigue, pero
como Kopa en Palacio Valdés), Las Novedades, La Panoya, La Imperial, Gómez y
Collado, Dubosc (en el edificio donde vivieron Fermín Canella y Valentín
Masip), Minerva, El Paraíso, El Navío, La Innovación, El Buen Gusto, La Perla,
Moyano (otro superviviente), Ceñal y Zaloña, Ural, Bar Dragón,? parece
increíble que los 181 metros que mide la calle Fruela hayan dado tanto de sí.
Carlos del
Cano (Oviedo 1961), hijo, nieto y bisnieto de comerciantes, compagina la
actividad profesional en el negocio familiar con sus otras dos grandes pasiones:
la informática y la escritura. Durante años ha dirigido empresas de informática
instalando miles de ordenadores en Asturias y también colabora con artículos en
diversas publicaciones de ámbito local. Recientemente ha publicado Nilo del
Cano, un empresario de moda, donde, además del recorrido de la cadena de
tiendas de ropa fundada por su padre en 1957, nos muestra los cambios que ha
experimentado el comercio ovetense desde mediados del siglo pasado hasta ya
bien entrado el presente. Concluido ese libro corporativo, presenta al lector
este ambicioso trabajo de investigación sobre la historia del comercio y de los
comerciantes de Oviedo con el objetivo de rescatar del olvido tanto a los
establecimientos como a las personas que con su buen hacer han hecho de Oviedo
una de las ciudades con más prestigio comercial de España. Desde 2013 forma
parte del equipo de administradores de las páginas de Facebook T Oviedo y
Negocios Carbayones, fundadas por Tote Fernández, que con más de quince mil
seguidores se han consolidado como dos de los principales espacios ovetenses en
la red.
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Una gran información de la crónica ovetense ya casi olvidada.
ResponderEliminarGracias