El Reino que nació en Asturias-Gaspar Meana. |
Después de la batalla de Covadonga, los árabes dejaron de hostilizar al
incipiente reino de Asturias
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Bastante problema tenían en Córdoba
con las disputas intestinas por hacerse con el poder, para ocuparse de lo que
ellos no consideraban siquiera un problema serio. Pero Asturias no se dormía en los
laureles del primer éxito y fue medrando si bien lentamente, no existía
siquiera un ejército medianamente preparado para salir a guerrear a campo
abierto con las tropas del Califa, con lo que se limitaron a fortalecerse al
abrigo de estas montañas que hacían de muralla natural entre las dos religiones
en conflicto.
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A Favila, le sucedió en el mando su
cuñado Alfonso que era hijo de Don Pedro, Duque de Cantabria. Sería este princeps Alfonso, llamado el Católico,
acompañado por su hermano Fruela que
era crudelísimo guerrero quien iniciara la reconquista más allá de la
cordillera astur-leonesa, usando una técnica de guerrear consistente en
combatir y asolar. Creando de dicha manera entre uno y otro ejercito, lo que
durante muchos siglos se denominaron los Campos Góticos. Un vasto territorio deshabitado y
yermo en ambas riberas del Duero, para hacer imposible aprovisionarse a un
ejército en cualquier intento de invasión sobre Asturias. Si el Califa de Córdoba quería
intentar dominar el norte, debería venir bien pertrechado, lo cual ralentizaría
muy mucho su avance.
Durante el mandato de Alfonso se
inició el culto mariano en Covadonga, al parecer él fue quien trajo la imagen
de la virgen desde Cillaperlata en Burgos y la potencia y el poder de la
religión cristiana desde entonces no hizo más que crecer. De esta manera siguieron sucediéndose
los Princeps de Asturias hasta la llegada al poder de Alfonso II, bisnieto de
Don Pelayo, llamado el Casto, si bien algunas escrituras lo sitúan casado con
una tal Berta, mujer noble de la corte de Carlomagno, pero al no tener hijos
conocidos, sumado a su beatitud, se ganó a pulso aquel apodo.
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Antes de su llegada al poder, gobernó
Asturias un bastardo de Alfonso el Católico, (quien al parecer no lo era
tanto), o no cumplia todos los preceptos de fidelidad conyugal y así con una
concubina de nombre Sisalda, tuvo un hijo al que llamaron Mauregato, que fue Princeps de Asturias antes que esta tierra
conociera su primer rey en la enorme figura, humana, moral y militar del Casto. Durante el mandato de Mauregato
cuentan la infame historia o leyenda del tributo pagado a Córdoba para tener la
paz garantizada, consistente en la entrega de cien doncellas cada año con
destino a los harenes del Califa, y de allí surge uno de los apellidos más famosos
de aquella Asturias.
Sucedió en tierras de la actual
Galicia y se conoce el hecho como: “El Peito do burdelo” (El impuesto del
burdel). Caminaba una expedición árabe
custodiando a unas dos docenas de doncellas raptadas o cedidas, rumbo a
Córdoba, cuando un grupo de caballeros cristianos que estaban emboscados bajo
unas higueras, los tomaron por sorpresa, causando grande mortandad entre los
Moros y liberando a las doncellas. El Princeps, afeado así en su cobarde
proceder, les concedió condición de nobles y los apellidó: Figueroa, Figueirido
y Figaredo, con derecho a solar reconocido y escudo de armas pintar y tomar.
Alfonso II El Casto, fue el primer Rey de Asturias en hacer uso de tal denominación, todos
los que lo precedieron lo hicieron como Princeps, incluso Fruela el hermano de
Alfonso I, que fue Princeps de Galicia asociado al trono y que sería padre de
otros dos Princeps de Asturias como lo fueron Aurelio y Silo, casado este
último con la nieta de Don Pelayo; la reina consorte Adosinda, que fue quien
movió todos los entresijos de palacio para que Alfonso II, llegara al trono. Este rey consagró la Iglesia de
Tremañes a la Virgen María en el año 839 y durante su reinado se divisaron los
primeros navíos Normandos acercándose a Gijón, pero que la parecer no llegaron
siquiera a acercarse a tierra firme, aun así, se mandaron fortificar todos los
posibles puntos de desembarco de esas u otras posibles intentonas de invasión
marítima.
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También durante su reinado se
reconvirtió el viejo camino de peregrinación que desde tiempos del neolítico
recorría Asturias en un peregrinaje de gentes que se acercaban a Finisterre a
ver el fin del mundo conocido. Flujo migratorio que aprovechó la
Iglesia para iniciar el culto a Santiago, haciendo del apóstol de Cristo un formidable
aliado, tal y como se vería en la Batalla de Clavijo, bastante cuestionada
desde varios focos de la historia. Sea como fuere el culto a Santiago se iría
convirtiendo con el tiempo en un formidable apoyo a la causa de la Reconquista. Al rey Alfonso II lo sucedió, Ramiro
llamado: “la vara de la Justicia” por su firmeza y presteza en reprimir las
malas inclinaciones de bandoleros, ladrones y gentes de mal vivir que con este
señor encontraban una muerte rápida o la ceguera y el encierro en mazmorras de
por vida. Al inicio de su reinado en el mes de
Agosto del 844, le llegan noticias de la presencia de entre 70 y 100 barcos
vikingos frente a la bahía de Gijón, a donde acude presuroso el rey astur ya
que de aquellas gentes le habían llegado noticias, primero de su mala fama que
su fiera sombra.
Sobre las arenas de la playa de Gijón aborta con violencia los intentos de desembarco de
tan formidables como sanguinarios guerreros. Quienes ante la imposibilidad de
tomar una fortificación tan bien defendida, siguieron rumbo oeste, saqueando
cuanto encontraron a mano y sin defensa cristiana. Hasta que en las rías bajas
de Galicia desembarcaron y fueron nuevamente derrotados por las tropas del rey
Ramiro que los habían venido acechando por tierra. En el año 905 la primera esposa de
Ramiro y madre del futuro rey Ordoño, Doña Urraca, dona a la iglesia de Oviedo
la ciudad de Gijón, su hacienda, no su señorio. La donación incluye todas las
iglesias sitas intramuros y las de sus afueras; San Julián de Somió, Santo Tomás
de Vaones (Granda) con su aldea, y la de Santa María de Controces (Contrueces)
con todas sus pertenencias.
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También este monarca fue responsable
de la construcción de un monasterio en Boides (Valdedios) en tierras entonces
pertenecientes a Gijón. De aquellos tiempos son los primeros
nombres documentados de Gijoneses, tales como el Conde Diego Porceyo, con
señorío en aquella zona que lego en testamento junto a otras haciendas a su
hija Doña Sila, cuando esta, se casó con Don Nuño Velides. También se
distinguió con las armas Don Gutierre Menéndez, Conde de Presares, cuya familia
enlaza con el Gijón de nuestros días. La esposa repudiada por Bermudo II,
la reina Velasquita , dona a la Iglesia de Oviedo el Monasterio de San Salvador
de Deva a principios del siglo XI. En el año 1180 Alvar Gutierrez y su
esposa Aldonza, fundan iglesia en San Juan de Fano en las inmediaciones de
Gijón, hoy es visible tan solo la iglesia parroquial y hasta hace poco, en su
cementerio eran visibles las tumbas de los nobles de aquella época.
Son gijoneses de aquellos años;
Gonzalo Asures, Pelayo Pere, Fernández de Somonte, Ramiro Flórez de Cifuentes,
Ramiro Froilaz de Cifuentes, Fernando Busto de Jove y un tal: García Fernández
que tan fiel y tan útil le fue al rey Sancho IV el Bravo, que en 1280 obtuvo en
Burgos, por su valor en una batalla, la real recompensa de poseer todas las
ropas que el rey vistiese en Viernes Santo de cada año y además 600 Maravedíes,
merced que pasó con los años a la familia Carreño y después a los Alas de
Avilés, (de este legado hay copia en el Instituto Jovellanos).
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Otro Gijonés notorio fue: Don Munio
Alfonso Morán, alcalde de la plaza fuerte de La Mora, en Toledo, cuyo bastión
le fue arrebatado por los Moros en brioso combate, y que el mismo Don Munio
recuperó con su ejército en gloriosa hazaña para la corona de Castilla. Hecho lo cual cortó con sus manos las
cabezas de los Walis de Córdoba y Sevilla, que habían sido hechos prisioneros,
cabezas que envió a sus viudas envueltas en finísimos cendales. Don Munio fue muerto poco después en
la aciaga jornada de la Peña Negra en que su tropa fue superada y destrozada
por los Moros, tras batirse con hidalguía y fiereza, fue muerto y descuartizado
en el mismo campo de batalla. Los Moros envolvieron sus partes
desmembradas en los mismos cendales aun manchados con la sangre de los Walis y
así sus restos mortales fueron enviados al rey de Castilla. En el año 1270 el rey Alfonso X el
sabio le dio carta puebla a La Pola de Gijón, con los privilegios que se le
fueron concediendo a varias villas de Asturias para la celebración de mercado.
Así describía la villa de Gijón un
viajero medieval llamado Gutierre Diez de Games:
“La Pola de Gijón es una villa cerca
de la mar, la más larga y unica entrada que tiene, habrá unos trescientos
pasos(240 metros) en la bajamar y con la pleamar habrá menos de la mitad, al
fondo de ese camino de arena hay un castillo, asentado en unas fuertes peñas en
las que bate la mar con fuerza y todo lo que cierra la villa es peña tajada y
muy alta.” En el año del señor de 1295, la villa
de Gijón y su concejo pasó a depender del linaje de Don Rodrigo Álvarez de
Asturias, poderoso señor que fuera padrino del hijo bastardo del rey de
Castilla Enrique II de Trastamara, Don Alfonso Enríquez de Castilla, primer
Conde de Gijón, por cuya merced o mala cabeza habría de resultar destruido
Gijón, un siglo después.
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FUENTE: HERNÁN PINIELLA IGLESIAS
Básicamente esta época está basada en los libros de Don Estanislao
Rendueles Llanos y sus Historia de la villa de Gijón y el manuscrito de Don
Gregorio Menéndez Valdés, Historia antigua de Gixa. Aderezado y complementado
con diversas lecturas como el Asturias de Don Fermín Canella, la Monografía de
Asturias de Aramburu, textos de don José María Escandón y otros, así como
diversos PDF que glosan obras de autores medievales a los que uno difícilmente
tendría acceso.
Hernán Piniella Iglesias. Maestro Industrial
jubilado, Gran entusiasta y ávido buscador de la historia local de Gijón.
Tuvo una azarosa vida. A su padre lo mataron en 1963, apareció tirado con la
cabeza rota de un golpe sin más señas, en el camino de su casa. Al poco
Tiempo Hernán tomó el camino a Gijón, para quedar internado en el Hogar de San
José, donde estudió Maestría Industrial. Tras el servicio militar emigró a
Venezuela donde residió por casi veinte años, allí a causa de un accidente tuvo
que dejar de lado la mecánica industrial por un tiempo y estuvo unos diez años
de gerente en tiendas de mercancías secas, Ropas y electrodomésticos, línea
blanca y marrón, llegando a estar considerado como gerente A1, de Woolworth.
Posteriormente y a causa de un atraco violento sufrido por su mujer, retorno a
España en 1996, con sus cuatro hijas. Ya en Asturias paso por un periplo de
empresas; Trabajo en INMICRO Riaño (Langreo), Refractaria el Berrón
(Siero) y en Talleres y Fundiciones Marte de Gijón. En la actualidad se
encuentra jubilado y rebuscando infatigablemente en los archivos, la historia
de Gijón.
Gaspar Meana González (Tremañes,
Gijón, 1960), es un dibujante, ilustrador y escritor asturiano que escribe
en lengua asturiana. Desde muy joven se interesa por el dibujo y por ello
ingresa en la Escuela de Artes de Oviedo, de la que se gradúa en dibujo
publicitario en 1985. Su obra más conocida es la Crónica de Leodegundo, trabajo
en el que ahonda en la historia del Reino de Asturias, narrando los grandes
hechos de Asturias, Europa, el Magreb y Oriente Próximo, a lo largo de 180
años, en los S.VIII-IX. El trabajo está compuesto por 25 álbumes de 48 páginas
cada uno, y constituye una especie de proyecto vital del autor, culminando el
ciclo en 2006 con la publicación de La última palabra (850-960dC). (Fuente:
Wikipedia)
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