Los asturianos que se llevó
Cuelgamuros
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Valle de Cuelgamuros, en la sierra de Guadarrama, en 1940, antes de que fuera el Valle de los Caídos |
El
traslado de los más de dos mil asturianos que reposan hoy en el Valle de los
Caídos, lejos de haber estado autorizado por sus familiares, fue silenciado por
la prensa de hace más de medio siglo. La misma que tardó casi dos décadas en
calificar al Valle como monumento «de reconciliación»
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Franco visitando las obras del Valle junto a su esposa, Carmen Polo. (Eldiario.es) |
El tema estrella de este verano alude a
un solo «caído», el más famoso, pero en el valle de Cuelgamuros reposan casi
treinta y cuatro mil más. De ellos, dos mil y pico asturianos cuyos cadáveres,
durante los casi veinte años que mediaron entre el final de la Guerra Civil y
la inauguración oficial del Valle de los Caídos, reposaban en algunos
cementerios municipales salpicados por toda la geografía asturiana y cuyos
familiares -al menos los de un bando-, a principios de los 40, difícilmente
pudieran imaginar siendo trasladados al que aún tardaría mucho en ser
justificado como monumento «reconciliador».
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Francisco Franco, el día de la inauguración del monumento y la basílica del Valle de los Caídos, el 1 de abril de 1959. (El País) |
Un
Simancas nacional
Baste, para entenderlo, el remitirnos al
cuatro de abril de 1940. Tres días después de ser emitido el decreto que
confirmaba la construcción del monumento, EL COMERCIO se hizo eco del proyecto,
asimilándolo a un símbolo local de los golpistas: el cuartel de Simancas, antes
y después de la contienda colegio jesuítico. Allí, en donde el Simancas, se
habían apostado los rebeldes en el 36, y del enfrentamiento con las milicias
obreras resultaron no pocos muertos y unas ruinas donde, al poco de acabar la guerra,
se recibió en loor de masas al Generalísimo. Así las cosas, no es sorprendente
que el primer suelto que este periódico publicó en torno al hoy tan polémico
Cuelgamuros fuera el que sigue: «El valle de los Caídos y nuestras ruinas
gloriosas del Simancas».
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Enterramientos de restos en el Valle de los Caídos (1958). El Comercio |
Leamos. «Vienen dándose estos días
informaciones sobre lo que significa la idea de consagrar a los Caídos de
nuestra cruzada una basílica y un monasterio, bajo los brazos de una gran cruz
y puesto todo ello tras la guarda material y simbólica, o de homenaje y
respeto, de un cuartel de Juventudes. (…) Se habla también del cementerio,
donde se guardarán los restos de muchos de los caídos, y todo ello nos hace
pensar que será esto como a modo de un Escorial de nuestra Cruzada y que allí,
por los caminos de peregrinos, llegarán quienes quieran saturarse del profundo
espíritu religioso que inspiró e informó los actos y el sacrificio de los que
luchando contra los enemigos de la Religión y de España o mártires de esas
creencias por ellas sucumbieron.» Poco afán reconciliatorio, como tampoco
lo había en torno al Simancas, a la sazón en proceso de reconstrucción. «Ese
sitio histórico, reliquia del patriotismo y enseñanza constante para las nuevas
generaciones, tiene que estar bajo la guarda de una orden religiosa (…) para
dar con el fervor de sus almas custodia a quienes rindieron sus vidas en
holocausto por Dios y por España».
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Discurso inaugural de Franco en el Valle de los Caídos (1959)-El Comercio |
Tampoco lo hubo, dos décadas más tarde, en
el discurso inaugural del Caudillo. Franco habló, por aquel entonces, de una
«anti España vencida y derrotada» que levantaba la cabeza con «soberbia y
ceguera» y de cuyo desvío había que alejar a las nuevas generaciones, aquellas
nacidas después de la «victoria total» de los sublevados. Eso fue el uno de abril de 1959. Algunos
meses antes, y con todo un mausoleo que llenar de cuerpos que costaba
encontrar, los boletines oficiales de todo el Estado llamaban, en cambio, a la
unidad. En el de Oviedo, el cuatro de junio del 58, se reclamaban los cuerpos
de todos aquellos caídos, «sin distinción del campo en que combatieron» cuyos
parientes quisieran reposar entre las paredes en roca viva de Cuelgamuros, con
la única condición de que fueran «de nacionalidad española y de religión
católica». Pero no los encontraron.
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Recorte de prensa del Comercio |
Huesos
para Cuelgamuros
Hoy en día, tan solo la mitad de las más
de treinta mil personas sepultadas en el Valle están identificadas en
diecinueve archivos custodiados por Santiago Cantera, el abad del Valle de los
Caídos. Lo que se pensó, hace sesenta años, como un proceso de orden acabó
siendo un traslado de huesos a Cuelgamuros que muy pocas veces ha dejado rastro
en el papel. La hemeroteca calla. Hablan algo más, muy tímidamente, los
boletines oficiales. Así, el BOPO del 14 de abril del 60, a
un año vista de la inauguración del mausoleo, se pone más estricto que su
antecedente, ya referido, de un par de años atrás: aquellos caídos que
reposasen en enterramientos gratuitos -lo eran para los del bando «nacional»-
para sus familiares empezarían a requerir de la dotación económica de estos a
los Ayuntamientos para permanecer en el mismo sitio. Cuelgamuros, asegura el
boletín, «constituye el lugar más adecuado para el definitivo reposo de los
restos de los Héroes y Mártires de la Cruzada, (lo que) trae como consecuencia
que carezca de razón de ser la gratuidad de los enterramientos de los que
cayeron en nuestra gloriosa Cruzada».
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El valle de los Caídos y nuestras ruinas gloriosas del Simancas |
Pocas familias habían solicitado el
traslado de sus deudos al Valle, y aún menos sabían que ese traslado se había
efectuado. La Universidad de Oviedo calcula que entre marzo y septiembre de
1959 fueron trasladados más de mil cadáveres enterrados en suelo asturiano, en
fosas comunes generalmente de caídos en batalla. Eran los cuerpos depositados,
en decenas e incluso a veces también centenares, en los cementerios de Grau,
Salas, Peñamellera Alta, Llanes, Valdés, Xixón o Tinéu. Fueron los primeros,
pero no los últimos: aún en 1965, concretamente el 31 de julio, el BOPO refleja
el pago de 28.938 pesetas a «La Industrial» por el suministro de 54 cajas para
el traslado de los restos del cementerio de San Pedro de los Arcos, clausurado
una década antes por motivos de salubridad y del que cuentan los registros que
se extrajeron más unas mil personas. Solo 24 de ellas identificadas por la
Universidad de Oviedo. Muchas más de las que había de muertos de guerra en
aquel cementerio ciento y una veces remozado por motivo de espacio: la primera
vez, en 1918, las personas por las que hubo de ampliarse más bien habían muerto
de gripe.
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Traslado de Primo de Rivera al Valle de los Caídos (1959)-El Comercio |
Un
monumento de otra época
Y ahí se acaba la información. En un
país en cambio, el Valle de los Caídos nació ya viejo, producto de una
imaginación que, en los inmediatos años de posguerra, potenciaba los grandes
monumentos, a las puertas de los años del aperturismo y de la España de sol y
playa. Dicho ha quedado en los archivos hemerográficos que ni siquiera Franco
quiso dormir el sueño eterno aquí, y nuestro rastreo por los papeles pronto
circunscribe al Valle a un mero lugar de excursión -en 1959: a quince pesetas
si se iba en moto, cincuenta si en coche y a 250 por el autobús de 25
pasajeros- cuyas visitas, eso sí, suponían pingües gastos para los
ayuntamientos asturianos. 9.345 pesetas costó al de Oviedo, en 1959, el viaje
al Valle de algunos familiares de caídos de la provincia (BOPO del 26 de mayo);
5.000 el de Mieres (BOPO del 18 de septiembre del 63) por llevar al Coro Minero
de Turón al funeral por los caídos asturianos y 10.500 el de Lena por los
gastos de desplazamiento del alcalde y seis concejales al sitio.
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Enterramientos de restos en el Valle de los Caídos (1958)-El Comercio |
Pero todo eso es agua pasada. De las que
no mueven molinos. Hoy, a más de cuarenta años del advenimiento de la
democracia, la necesaria resignificación del Valle de los Caídos parece tan
rezagada como en su momento lo fue el darle el matiz de la «reconciliación»… y
como el ánimo de los miles de familiares, también los asturianos, en torno al
traslado de los suyos a Cuelgamuros.
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Enterramientos de restos en el Valle de los Caídos (1958) El Comercio |
FUENTE:
ARANTXA MARGOLLES
Arantza Margolles Beran
nació en Gijón, 1982. Licenciada en
Historia por la Universidad de Oviedo y Máster en Arqueología y Patrimonio por
la Universidad Autónoma de Madrid. Coautora de "Villafría 1934: Luz en la
memoria" y "El crimen de ayer", ambos publicados en 2012.
Colaboradora semanal en El Comercio y Noche tras Noche (RPA).
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