Guía para seguir la primavera
en Asturias
La estación entra con
innumerables avisos, que no son difíciles de advertir ni de observar: flores,
hojas, cantos, rituales de cortejo y migraciones
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Lamina de la primavera y fauna asturiana de el diario asturiano; La Nueva España |
http://www.lne.es
No hay
primavera sin flores, sostiene el refranero. Otro dicho popular sentencia que
"cuando el cuco llega, ya es primavera". La floración y el retorno
desde África del ave parásita, de canto inconfundible y bien conocido en el
ámbito rural, son, en efecto, dos indicadores del cambio de estación, de la
despedida del invierno, del frío, y de la entrada del período
climatológicamente más benigno del año (el significado etimológico de primavera
es "el buen tiempo"). Sin embargo, los diversos signos biológicos
asociados a este trimestre se escalonan desde el final del invierno hasta la
misma transición al verano.
A lo largo y ancho del mundo se celebra de muy distintas formas la llegada de
la primavera, algunas tan antiguas como la egipcia Sham el Nessim, que reúne a
las familias a orillas del Nilo a comer, cantar y danzar, y cuyo origen se
sitúa hace 4.500 años, y otras tan simbólicas como el hanami japonés, que
consiste en el disfrute estético de la floración de los cerezos locales o
sakuras (el término que designa el festejo significa literalmente "ver
flores"). Pero no es preciso acudir a ninguna convocatoria para recibir la
estación de las flores, las hojas (en el territorio de los bosques
caducifolios), los cantos y la reproducción. Sólo hay que seguir las
señales. Hoy proponemos una ruta con 11 hitos repartidos por otros tantos lugares de
Asturias, a modo de acercamiento a algunos de los acontecimientos y los
procesos biológicos primaverales más destacados y accesibles a todo tipo de
observadores.
1º.- Preludio. Antes de que finalice el invierno comienzan a resonar
en los bosques las llamadas y los "tamborileos" de los pájaros
carpinteros, desde el diminuto pico menor, del tamaño de un pinzón, que produce
un repiqueteo rápido y agudo, hasta el picamaderos negro, del tamaño de una
corneja, que golpea con fuerza la madera, haciendo que el eco de sus rítmicos
redobles se escuche en las cuatro esquinas de los valles. Disfrutar de los
reclamos y los "tamborileos" requiere un adiestramiento previo, una
mínima familiaridad con los sonidos, para reconocerlos; una vez en el campo, en
el bosque, se oyen fácilmente y, con suerte, puede sorprenderse, posados o en
vuelo, a sus autores, pues en esta época son menos hoscos de lo habitual.
2º. Entrado marzo y en abril se multiplican las
señales y los escenarios.
En el
agua de lagos y humedales se reproducen los sapos comunes, con una competencia
feroz entre los machos, por la escasez de hembras y por un sistema de
apareamiento que prima el tamaño y la maña, y cantan, día y noche, en ruidosos
coros, las ranas comunes. Aún en los humedales, en los de mayor tamaño
(embalses y estuarios), es posible contemplar, sobre todo en abril, grandes
concentraciones (cientos o miles) de golondrinas comunes y aviones comunes y,
entremezclados con ellos, pequeños grupos de aviones zapadores y roqueros, y
alguna golondrina dáurica.
3º. Los prados son una explosión de color, con la aparición de las flores de una notable
variedad de plantas herbáceas (no obstante, muy menguada por las modernas
prácticas agrarias), aunque con dominancias marcadas de unas pocas especies (el
sesgo lo marcan la época, el tipo de suelo y el manejo del terreno), como la
margarita común, el diente de león y los pitinos ("Rhinantus
minor").
4º. Entre tanto, en la costa las colonias de gaviota
patiamarilla se agitan con las
manifestaciones de cortejo para renovar los "votos" de pareja o para
buscarla: gritos y gestos ritualizados, a dúo, muy fáciles de observar.
5º. A lo largo de toda la estación (generalmente con
un pico de máxima actividad durante el período de celo) se escucha una
verdadera sinfonía de cantos, que cambia sus voces y su melodía con el escenario,
la geografía y cada momento de la primavera. Uno de los ambientes más propicios
para paladear ese festín sonoro son los bosques de ribera, los que flanquean
los cursos fluviales, donde se dan cita cantores tan prominentes como el mirlo
común, el petirrojo europeo, la curruca capirotada, el zarcero políglota y la
oropéndola europea, cuyo aflautado silbido (característico del hábitat y muy
reconocible, aunque no resiste la comparación musical con ninguna de las
especies precedentes) ha dado lugar al nombre onomatopéyico de
"muchufríu". Esta última es, precisamente, una de las aves
migratorias de llegada más tardía, por lo que se incorpora casi al término de
la temporada canora.
6º. Siguiendo curso arriba los grandes ríos e
internándose en los bosques de montaña y, más concretamente, en los hayedos, la floración explosiva del jacinto estrellado,
que cubre el suelo con una alfombra azul brillante, creando un paisaje de
ensueño. Este proceso se adelanta en unas semanas a la aparición de las hojas
nuevas del haya, una estrategia común entre las hierbas forestales pues, una
vez desarrolladas, aquéllas apenas dejarán pasar al suelo un dos por ciento de
la luz solar que reciben las copas, dificultando los procesos biológicos de las
plantas que viven literalmente a la sombra del árbol.
7º. La estación se hace espectáculo de masas en su
ecuador, entre abril y mayo.
Masas de
turistas, que acuden a observar osos a la cordillera Cantábrica, y de
limícolas, que migran hacia el Norte siguiendo el borde costero y se
estacionan, durante horas o días, en lugares propicios para descansar y alimentarse.
Los parques naturales de Somiedo y Fuentes del Narcea, Degaña e Ibias
concentran, de este lado de la cordillera, el creciente interés por tener el
privilegio de ver en su medio natural a los últimos osos ibéricos (la actual
población pirenaica, fruto de reintroducciones, es anecdótica), en paralelo a
unas condiciones propicias para abordar esa empresa con éxito (por el
crecimiento sostenido de la población en las dos últimas décadas). Y en
primavera son fáciles de seguir porque se nutren básicamente de gramíneas y
otras hierbas, que exigen largos tiempos de alimentación para obtener la
energía necesaria (no son herbívoros verdaderos y presentan una baja eficiencia
en el aprovechamiento de la materia vegetal, lo cual, a su vez, condiciona una
selección de las partes tiernas de las plantas, brotes y yemas, más digeribles
pero escasamente nutritivas), de modo que se fijan en los mejores puntos de
alimentación (canales en roquedos calizos y calveros de los piornales) hasta
que agotan el pasto.
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Hembra de oso pardo con sus crias en Asturias. https://www.elcomercio.es/asturias/201704/20/asturias-rural-principado-fundacion-20170420152640.html |
8º. El espectáculo de la migración costera, capitalizado en esta época por las limícolas
(en otoño el protagonismo lo asumen las aves marinas, que ahora vuelan más
lejos, mar adentro, y se ven mucho menos), tiene sus puntos calientes en la
ensenada de Zeluán, en la margen derecha de la ría de Avilés, y, en menor
grado, en los estuarios del Eo y Villaviciosa (igualmente, merecen un subrayado
los prados que rodean la ensenada de Bañugues, en Gozón, donde se detienen
tradicionalmente los bandos de zarapito trinador).
9º. Pasan, igualmente, abundantes aves de este grupo
en otoño, pero ahora lucen mucho
más, no sólo por un paso más concentrado, en el tiempo y en el espacio, sino,
sobre todo, porque las aves (correlimos, agujas, andarríos, chorlitos,
chorlitejos) ya viajan "vestidas" para criar, o con muda avanzada,
sustituyendo el monótono plumaje invernal, liso, en tonos grises, pardos y
blancos, por otro en el que aparecen vivos colores rojos, castaños y
anaranjados, de manera que parecen especies distintas según la estación.
10º. También gradualmente, a lo largo de la primavera, van tiñéndose de verde los bosques desnudos
con la aparición de las hojas nuevas, más temprana en las especies adaptadas a
los ambientes templados, en altitudes bajas, y más retrasada en las áreas de
montaña (la secuencia se aprecia bien, por ejemplo, entre las diferentes
especies de roble: carbayu, albar, rebollo y orocantábrico).
11º. Y así cambian paisajes, sonidos, personajes.
La
primavera transforma por completo la naturaleza. Aunque las pautas, los
tiempos, incluso los actores están variando, forzados por el cambio climático y
también por los cambios socioeconómicos, por la evolución de las prácticas
agrarias y ganaderas, que alteran los hábitats, los recursos, las relaciones
entre especies, entre flora y fauna, entre el hombre y su entorno. La
primavera, como el otoño, tiende a diluirse. Las fronteras con el invierno se
han movido y se han difuminado. Aunque todavía se ve, se oye, se huele. Sigue
trayendo el buen tiempo, la reactivación tras el letargo invernal, la eclosión
de la vida.
FUENTE:
LUIS MARIO
ARCE
Luis Mario Arce. Nacido en Oviedo, trabaja como periodista
especializado en naturaleza y medio ambiente en el diario asturiano “La Nueva
España” y se dedica a la observación de aves desde hace 37 años. Es socio de
SEO/BirdLife desde 1982, coordinador del grupo local SEO-Asturias y colabora
como guía en los viajes internacionales que organiza el equipo de Educación
Ambiental y Voluntariado de SEO/BirdLife.
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