El limosnero republicano de
San Pedro
La iglesia de San Pedro en 1907- (Filatelia Santos) |
"Pulgarín", que
vivía en Cimavilla, era de baja estatura y tenía unos pulgares enormes, tiene
una historia, que es la de Gijón, con colectivos tan peculiares como los pescadores
y las cigarreras
Caricatura de Manuel Valdés, "Pulgarín" |
Los
playos usaban un habla especial, una jerga que llamaban hablar al resve, al
revés ("chesmu ciesgra", por "muches gracies"), tiene himno
("Cimadevilla, tu eres el barrio mejor, tú te destacas en fútbol y en
natación?"), tiene bandera (tres franjas azules y dos amarillas), equipo
de fútbol y cientos de personajes populares que llenaron sus calles, sus dos
barrios, La Soledad y Los Remedios.
Nos detenemos en uno de sus personajes, en Manuel Valdés, "Pulgarín", que así era conocido no solamente por su corta estatura -"para llegar al metro y veinte centímetros tenía que ponerse en una banqueta", escribió Víctor Labrada- sino por el gran desarrollo de sus dedos pulgares, que le impedían poner guantes. Mitones llevaba nuestro limosnero. Porque limosnero era Pulgarín. A la puerta de San Pedro, hablamos de finales del siglo antepasado, se colocaba los domingos con un cepillo muy particular que llamaban el petitorio, o alcancía. Era un cepillo de madera que en su frente tenía, protegidas por un cristal, tres estampas. Una de la virgen del Rosario, otra de las Ánimas del Purgatorio, y la tercera de San Antonio. El diminuto Pulgarín, con voz plañidera, pregonaba la cuestión, "una limosna para la virgen del Rosario, una limosna para las Ánimas?"
Nos detenemos en uno de sus personajes, en Manuel Valdés, "Pulgarín", que así era conocido no solamente por su corta estatura -"para llegar al metro y veinte centímetros tenía que ponerse en una banqueta", escribió Víctor Labrada- sino por el gran desarrollo de sus dedos pulgares, que le impedían poner guantes. Mitones llevaba nuestro limosnero. Porque limosnero era Pulgarín. A la puerta de San Pedro, hablamos de finales del siglo antepasado, se colocaba los domingos con un cepillo muy particular que llamaban el petitorio, o alcancía. Era un cepillo de madera que en su frente tenía, protegidas por un cristal, tres estampas. Una de la virgen del Rosario, otra de las Ánimas del Purgatorio, y la tercera de San Antonio. El diminuto Pulgarín, con voz plañidera, pregonaba la cuestión, "una limosna para la virgen del Rosario, una limosna para las Ánimas?"
Ilustración de Alfonso Zapico |
Playa de San lorenzo de Gijón (imagen muy antigua) |
Esa afición al vino le trajo algunos problemas. Un día que se pasó en la libación, su momentáneo descontrol hizo que abriese el limosnero. Aclaramos que el limosnero que portaba tenía en la parte de arriba de cada una de las tres estampas una rendija para que el donante decidiese a quién iba su óvolo: a las ánimas, a San Antonio o a la virgen del Rosario. Un domingo, con San Pedro a rebosar, el cepillo de Pulgarín quedó bien lleno. Normal.
La iglesia de San Pedro. (Inicio-webnode) |
Era belicoso el cura, sin duda. Guardaba en la sacristía su sable de la milicia realista, de su juventud en Tineo, y el garrote nunca estaba lejos de sus manos. Fue párroco de San Pedro desde 1829, cuando tenía sólo 28 años, hasta 1835. En ese año su autoritario carácter, y sus desavenencias con mucha gente (con el Ayuntamiento también) hizo que fuese relevado como párroco en ese 1835 para ser nombrado otra vez entre 1847 hasta su muerte en 1892.
Cuenta Enrique García-Rendueles en su manuscrito, de largo título, "Anécdotas del último cura párroco de la villa y puerto de Gijón, don José Frade y Sierra, que rigió la parroquia única de San Pedro Apóstol desde 1829 hasta 1892, o sea 63 años", no pocas historias de este cura que siempre tenía el garrote cerca. El manuscrito se puede consultar en la Biblioteca Asturiana del padre Patac, aunque se equivoca el poeta y cura gijonés don Enrique García-Rendueles porque no tiene en cuenta esos años, entre 1835 y 1847, en que Frade y Sierra estuvo apartado de la parroquia, y sustituido primero por Manuel Suárez Valdés y luego por José Suárez Salas.
Ilustración de Alfonso Zapico |
Murió Pulgarín, Manuel Valdés, en 1897, muy viejo en "olor de santidad" y muy arrepentido de sus "trastadas". Murió en su casa, en la calle Ave María. "Cree usted que les Ánimes me perdonarán por aquello", preguntó Pulgarín, y contestó el cura que le dio la extremaunción: "Las Ánimas que salieron del Purgatorio con las limosnas que conseguiste te están allanando el camino para llegar a Aquel que llama a los pobres y humildes de corazón".
El templo antiguo se reedificó a su vez después de otro desastre, como fue la destrucción de la ciudad medieval en el asedio de 1395 |
Ilustración de Alfonso Zapico |
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