Gijón; Los cines que se llevó
el siglo
Cámara diseñada para el Sistema 2 de Technicolor. Fuente- George Eastman House |
Dibujo de personas en el cine - (Imagui) |
El 13 de agosto de aquel año, el primer cinematógrafo –se había inventado
en Francia, tan solo un año atrás- llegó a la ciudad y, aunque no era su
intención primera, lo haría para quedarse. Por aquel entonces, el cine era
un espectáculo ambulante que se desplazaba de feria en feria y que, en el caso
de Gijón, solía instalarse en el paseo de Begoña, cuando no dentro del propio
Jovellanos, asociado, a veces, a otras exhibiciones que, miradas con nuestros
ojos de hoy, pecaban de escasa corrección política: allá por 1903, la barraca
del «Salón Royal Cosmograph», instalada en Begoña, compartía toldo con la del
señor Vracoman, un austriaco que presumía de ser el más gordo del mundo. Para
que así, matando dos pájaros de un tiro, quienes se acercasen a ver las
imágenes en movimiento del duelo por el papa León XIII, pudieran luego admirar
los 230 kilos y los dos metros de perímetro de la cintura del obeso.
Las primeras salas
El éxito del cine fue de tal calibre en la villa de Jovellanos que los
empresarios pronto vieron el negocio: en 1897, rematada la temporada en las
fiestas de Begoña, Antonio Sanchís, pionero de las proyecciones por estos lares,
decidió obsequiar la fidelidad del público con unas tomas en movimiento de
Gijón; tres años más tarde, las sesiones ya cubrían tres piezas (dos bélicas,
respectivamente de las guerras de Cuba y Filipinas, y una picante, de la ecuyere la
Bella Chiquita). Era cuestión de tiempo que alguien quisiera elevar el
suculento negocio del cine a un espectáculo fijo, que pudiera disfrutarse todos
y cada uno de los días del año.
El cinematógrafo de Lumiére |
Así nació el Salón Luminoso. En 1903, después de una triunfante
estancia estival, en un barracón instalado en el paseo de Begoña –no era para
menos: se proyectaba la recreación del muy reciente asesinato de Alejandro y
Draga, los reyes serbios-, el director teatral Antonio Nicuesa abrió la primera
sala de cine al efecto en nuestra ciudad. El Luminoso alternaba las
proyecciones de cine con las representaciones teatrales y allí, en el año
cinco, se estrenaría la primera película de ficción rodada en Asturias, «El
robo de fruta», de Javier Sánchez Manteola (nacido en Borines), tristemente hoy
pérdida.
Cine Campos Elíseos |
Compitió, en aquellos primeros años, el Luminoso con el cine de los Campos
Elíseos, a la sazón Teatro Cine Obdulia, que, sito en la avenida de la
Costa, acabaría por transformarse bajo la batuta de Isaac Fraga en el cine Los
Campos: un coloso extraordinario con 680 butacas, 45 palcos y 1200 asientos de
gallinero que, en sus últimos años (cerró en el 63), cobraba a peseta la
entrada en general y a duro la butaca. Aunque acabaría por superar en fama a su
competidor, ciertamente aquellos primeros años del siglo XX recibió mayor
atención mediática el Luminoso, transformado en 1908 en el espectacular Pabellón
Modernista, decorado en su fachada con decenas de bombillas eléctricas
–todo un espectáculo en la época- y, para abundar en la seguridad del público,
contaba con doce puertas de salida. Toda precaución parecía poca en tiempos en
los que no era raro que el aparato proyector se pusiera a arder en medio de la
sesión: en 1912, en el Teatro Circo del Ensanche, en Bilbao, 46 personas (44 de
ellas niños) habían muerto en el incendio que se desató en plena proyección.
Cine Goya |
La época dorada
A pesar de ello, los gijoneses siguieron asistiendo en masa a un
espectáculo que ya en los años diez estaba plenamente popularizado. Cuando
cerró el Modernista, en 1914, en el solar que dejó se levantaría el Salón
Doré, diseñado por Miguel García de la Cruz y que muchos de los lectores
podrán recordar aun hoy: reconvertido, por razones obvias, en Cine
Imperio tras la guerra, cayó bajo la piqueta municipal en 1964,
sumiendo en la nostalgia a un Gijón que veía desaparecer al que había sido, en
el fondo, el primer cine de toda su historia. ¡Si nos hubiesen dicho, por aquel
entonces, todo lo que nos quedaba por ver!
Comienzos del cine. (httpapuntes.santanderlasalle.es) |
Pero aún estamos arrancando el siglo. Y en esa época, concretamente en
1910, nació, allá donde hoy se levanta el Hotel Begoña, el cine
Versalles, posteriormente denominado Goya y cuyo edificio
–no el de los años diez, sino uno posterior- fue el primero creado ex profeso
en la ciudad para albergar un cine y tan solo un cine, sin alternar
cintas con varietés (aunque al final acabó habiéndolas). El Goya nació y murió
con polémica: inicialmente destinado a la proyección de películas mudas en una
época en la que ya había llegado el sonoro, cuando finalmente sucumbió a las
leyes del mercado se lio no poco escándalo ante la tentativa, en 1934, de
representar una obrita llamada «La esclavitud del placer» que, en opinión de
los próceres gijoneses, estaba plagada de «números prostibularios».
Irónicamente, el fin del cine Goya fue un poco por esos mismos derroteros. En
los años 70, la década en la que el cine comenzó a decaer, quiso reinventarse
el Goya transformándose en una sala de «cine S», que ni siquiera «X»,
proyectando imposibles cintas, afortunadamente hoy olvidadas, que acabarían por
transformar el histórico cine Goya en un sórdido lugar de encuentros
clandestinos y de venta de placer al por mayor. Cerró en 1981 y, en 1987, se
tiró abajo el edificio.
Cines de barrio, familiares y de arte y ensayo
Se merecen un artículo propio, de modo que no nos extenderemos en ellos
ahora. Pero mencionémosles, al menos: el FAC en Pedro Duro, en
lo que luego sería la Sala Quiquilimón; el Brisamar de
Cimavilla, donde con no poca polémica se proyectó, en 1976, «La naranja
mecánica», el Rivero en La Calzada, con capacidad para unas
setecientas personas y que estuvo abierto 48 años; el del Natahoyo,
el María Consuelo, en La Camocha, el cine Astur en
Vega…
Noticia de prensa del cierre del cine Robledo. (Gijón en el recuerdo - El Comercio.)jpg |
Los cines de Corrida
«Voy cruzando por la vida, deslumbrada, bajo el fuego abrasador de tu
mirada…» Los melódicos giros vocales de Imperio Argentina versionando la
popular canción rusa «Очи чёрные», «Ojos negros», resonaron como nunca en la
renovación del Robledo, el primero de los grandes cines gijoneses
que, en 1933, se remozó totalmente –llevaba abierto desde 1917-. En el edificio
diseñado por Manuel del Busto (también proyector del Avenida, el Roma o el
Arango), las más potentes técnicas de sonido se emplearon para proyectar, en su
primera sesión del 22 de marzo, la «Romanza rusa» protagonizada por la actriz.
Una cinta, la primera, absolutamente distinta a la que sería la última, porque
el Robledo echó el cierre en el verano de 1991 con «Delta Force 2», de Chuck
Norris.
Cine Robledo |
Si el Robledo acabó sus días para que sus bajos, allá donde el ambigú
servía pipas saladas (al precio de lo que eran, pipas, y no oro en polvo como
hoy en día se estila en las más modernas multisalas), acabasen transformándose
en un restaurante de comida rápida que hace poco fue sustituido por una tienda
de ropa, el Roma, antes de la guerra Roxy –nombre prohibido por el
nuevo estado franquista, como lo sería incluso el del Sporting, por ser
extranjerismo-, se levantaba también donde hoy reina otra boutique del imperio
Inditex. Más pequeño, con apenas doscientas localidades y sito en la calle Los
Moros, bajó el telón el último día de agosto de 1970 con la proyección de una
película del Gordo y el Flaco y «20.000 leguas de viaje submarino».
Cine Avenida |
El Avenida, su hermano menor, tuvo una vida más desafortunada.
Inaugurado en 1935 con «un aparato sonoro que es toda una maravilla por la
claridad con que emite las voces y todo género de sonidos» -el mismo que el que
tenía, por aquel entonces, el mismísimo cine Capitol de Madrid-, apenas si
vivió treinta y cinco años. Se clausuró, incapaz de renovarse ante la vorágine
de nuevos cines más modernos, en 1970, y durante cinco años vivió la decadencia
de convertirse -¡con lo que él había sido!- en un triste edificio abandonado,
foco de insalubridades y nido de ratas y ratones. Un fin muy alejado del
glamour con el que, tan solo cuatro décadas atrás, se había vivido su primera
proyección, una de las primeras que los gijoneses pudieron disfrutar en versión
original: «El burlador de Florencia».
Cine María Cristina |
Más larga vida tuvo el María Cristina, el último de los cines
en torno a Corrida –estaba en el número 54-, que, con 646 localidades, no cerró
hasta 1983. Nombrado, según dicen, no tanto por la reina en cuestión sino por
la nieta de Consuelo Laca, la propietaria, la definitiva demolición de su
interior, después de haber sido utilizado durante algunos años para usos muy
concretos (por ejemplo, en 1991, un mitin de la UCD con la presencia de Adolfo
Suárez), fue la última gota que cupo en el vaso de los cines clásicos en Gijón.
A partir de entonces, todo iba a cambiar.
FOTOGRAFÍA ANTIGUA DE GIJÓN. CALLE CORRIDA Y CINE MARÍA CRISTINA. (Todocolección) |
Lucha contra los elementos: la triste muerte del Arango
Si hubiera que elegir un ejemplo claro de lo triste del devenir de los
cines de toda la vida de nuestro Gijón, el mejor sería, sin
duda, el del Teatro Arango. En la calle de la Merced, el precioso
edificio proyectado por Manuel del Busto junto a su hijo Juan Manuel desde 1946
se inauguró en el 51.
Con contrato de exclusividad con la MGM que le “birló” a los Campos
Elíseos, el Arango estaba insonorizado con corcho y por su sala, estrenada a lo
grande con la proyección de una película en tecnicolor -¡en 1951!-, «Las
zapatillas rojas», pasaron durante más de cuarenta años todos los grandes
estrenos de Hollywood. Cerró sus puertas en 1999, con «Astérix y Obélix contra
César», y su interior se demolió en 2005 para escándalo de los amantes de la
cultura.
El uso del edificio fue cedido a Corporación Dermoestética,
desatándose una polémica sin parangón en la ciudad que enfrentó a los
románticos que defendían la continuidad de su uso cultural y a los más
pragmáticos, que veían en la compra una oportunidad para proporcionar nuevos
puestos de trabajo a los gijoneses. Ganaron, claro, los pragmáticos, pero el
número de puestos de trabajo obtenidos no superó la decena y la empresa
abandonó Gijón apenas una década más tarde.
Cine Arango |
Muy cerca, el Hernán Cortés se mantiene hoy como casino.
Fue inaugurado en 1958 con «Fantasía», derroche de música y color de la
factoría Disney que embriagaría las más de mil butacas de un cine colosal que,
tras años de intermitencias, acabó cerrando el último día de marzo de 1994, con
«El jardín secreto».
Cine Hernán Cortés. Foto Matilla |
El resto es historia reciente. El mismo año en el que el Arango fue
demolido (solo se conservó su fachada), cerraron los Multicines
Hollywood, que desde su inauguración en 1979 habían llegado a conseguir lo imposible.
Fueron las primeras multisalas de Gijón (había cuatro) y cuando se estrenó, en
1983, «El retorno del Jedi», por primera vez se proyectó la película a la vez
en Gijón y en Oviedo, clásico beneficiario de los estrenos en Asturias.
Reconvertido, ante la llegada de las colosales multisalas de multinacionales
del extrarradio, en cine de películas independientes, el edificio ahora alberga
un supermercado. En 2005, año aciago, también echaron el cierre los Cinenor/Bulevar de
los Fresnos, que llevaban en activo solo desde 1992, y diez años después lo
harían los Cines Centro. Poco que ver la trágica indiferencia del
siglo XXI para con el noble arte del celuloide con el entusiasmo con el que,
hace ahora casi un siglo y cuarto, recibimos su llegada en la villa de
Jovellanos.
Y eso que ahora no se incendian los cines con tanta facilidad como antes.
¡Pues menos mal!
FUENTE: ARANTZA MARGOLLES (Teatro Jovellanos. (Pinterest) |
Arantza Margolles Beran |
Arantza Margolles Beran nació en Gijón, 1982. Licenciada en Historia por la Universidad
de Oviedo y Máster en Arqueología y Patrimonio por la Universidad Autónoma de
Madrid. Coautora de "Villafría 1934: Luz en la memoria" y "El
crimen de ayer", ambos publicados en 2012. Colaboradora semanal en El
Comercio y Noche tras Noche (RPA).
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