Gustavo Bueno en la Universidad de OviedoLa llegada del filósofo a la capital del Principado inauguró una década de profundos cambios en el ámbito de la enseñanza superior y contribuyó a la apertura en Asturias |
Ilustración de Pablo García. LNE |
La Nueva EspañaLa llegada de Gustavo Bueno a la Universidad de Oviedo en 1960 fue sin exageración de ningún tipo uno de los acontecimientos culturales y políticos más importantes de Asturias en los años sesenta (la década «prodigiosa», a partir de la cual el mundo ya no volvió a ser lo que era, sin posibilidad de marcha atrás). Llegó a una Universidad de provincias completamente decimonónica, en la que todavía estaban en activo catedráticos que en su niñez habían visto a Clarín por las calles de Oviedo. Los más representativos eran don Juan Uría, fundador del medievalismo asturiano y un historiador de gran solvencia, al que no hace justicia la mediocridad de su «discípulo portaestandarte»; don
Ramón Prieto Bances, catedrático de Historia del Derecho, que había sido ministro de Educación en uno de los efímeros gobiernos de la II República, y don José Serrano, catedrático de Derecho Procesal, alto, esquelético y amarillento, con largo abrigo negro y sombrero de alas anchas que le daba un parecido al anuncio de Tío Pepe.
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Ramón
Prieto Bances, abogado, doctor, catedrático, académico y político. Nació en
Oviedo en 1889 y murió en Oviedo en 1972 a los 82 años de edad. (Asturianos Ilustres) |
Tres venerables figuras de la Universidad española, que mantenían contra viento y marea el espíritu y el estilo de aquellos finiseculares en que la Universidad de Oviedo, la de Leopoldo Alas, «Clarín», Buylla, Posada, Canella, Altamira, etcétera, era la más adelantada, la más despierta de España.
«Es la Universidad de España en la que usted mejor cae», le había escrito Unamuno a Altamira para animarle, porque le tocaba desempeñar su cátedra en una Universidad tan apartada. Y el «grupo de Oviedo», como calificaba Joaquín Costa a aquellos catedráticos que se adelantaban a la Universidad española de finales del siglo XIX y comienzos del XX, eran faros de luz de no menor intensidad que la que había extendido Feijoo en el siglo XVIII. Salvo en el aspecto intelectual, la Universidad de Oviedo se movía poco. Ramón Pérez de Ayala, amigo de los venerables catedráticos a los que nos hemos referido, observa en el prólogo a «Doña Berta» de Clarín que «durante mis años estudiantiles padecieron grandes mudanzas el mundo, España y Oviedo». En el ámbito universitario, el más memorable fue que los catedráticos cambiaron las rústicas madreñas por los más urbanos chanclos de goma, pero seguían usando levita cruzada, sombrero de copa y paraguas. Por eso, cuando veo a los nuevos universitarios, que todo lo quieren solucionar con correo electrónico y moderneces por el estilo, me pregunto de qué absurda barraca de feria habrán caído.
En la plaza de Villadiego conservaban una argolla que recuerda al automovilista que allí ataba la burra su abuelo cuando bajaba a la villa. Y a los nuevos universitarios que creen vivir en un mundo de asepsia informática habrá que recordarles que los catedráticos de los tiempos de sus bisabuelos calzaban madreñas. El mundo ha ido muy deprisa, pero no tanto como para que sea sensato olvidar las madreñas. Cuando llegó Gustavo Bueno a Oviedo, muchas cosas estaban también a punto de cambiar en el mundo, en España y en Oviedo, y lo que él seguramente no se figuraba es que iba a ser uno de los factores más imprescindibles de esos cambios. Aquella Universidad pequeña, tranquila y provinciana, en la que las dos principales facultades convivían en el casón de la calle San Francisco sin demasiados agobios, y en que la administración de todo el distrito la llevaban Emilio Ojanguren, tres o cuatro eficientes señoritas y un par de máquinas de escribir, era todavía la de «la casa de la Troya», y a veces, efectivamente, el «Clavelitos» resonaba en el claustro y los «tunos» hacían sus cabriolas sobre las grandes losas mojadas por la lluvia. El canónigo don Cesáreo explicaba que era pecado hacer manitas y que Sartre era un «infracerdo», y los conserjes, con el serio y muy profesional Pepe a la cabeza, secundado por Pachu, que era funcionario de la época de la República, y Juanín, se dirigían a los catedráticos como si fueran el coronel del regimiento. Las clases de Filosofía las daba don Francisco Escobar, que también era sacerdote.
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La
Universidad de Oviedo es una universidad pública ubicada en la ciudad de
Oviedo, Principado de Asturias (España), con campus en Oviedo, Gijón y Mieres.
Es la única universidad de la comunidad autónoma, donde no existen
universidades privadas. Fue una de las diez universidades de España durante el
siglo XIX. Wikipedia |
A esta Universidad húmeda y familiar (en Oviedo seguía conociéndose todo el mundo, como en los tiempos de Ramón Pérez de Ayala) llegó Gustavo Bueno y puede decirse, como en el título de la película de Minnelli, de éxito por aquellos días o poco más tarde: «Con él llegó el escándalo». Venía de Salamanca, donde había sido catedrático de instituto y sólo se sabía que era autor de un manual de Filosofía en colaboración. La Universidad de Oviedo, insisto, era decimonónica, pero con excepciones muy importantes: en ella llevaba ya diez años como catedrático Emilio Alarcos Llorach, que a aquellas alturas había renovado los estudios lingüísticos en España, y en Oviedo había puesto en marcha la revista «Archivum», con la ayuda de José María Roca Franquesa y de José María Martínez Cachero, que no tardaría en obtener la cátedra de Literatura. Gustavo Bueno confesó desde el comienzo que venía a Oviedo atraído por el recuerdo y la obra de Feijoo. En clase nos recomendaba que leyéramos a Feijoo, como reposo de sus rigurosas explicaciones de lógica matemática. De manera que Feijoo representaba un consuelo para los alumnos poco aficionados a las exposiciones matemáticas, como era mi caso. Gustavo Bueno, un riojano de mucha raza y poca estatura, pero con mucha fibra, de palabra inagotable y torrencial, siempre con polo (que en cierto modo recordaba al alzacuello de Unamuno: una manera de no usar corbata) y abrigo Loden gris, que recogía la ceniza de sus innumerables cigarrillos, entró en Oviedo como una tromba y los primeros en reaccionar contra él pertenecieron al estamento clerical.
Yo recuerdo la primera vez que oí hablar de él en el Colegio de los Dominicos, donde cursaba el Preuniversitario y aquel año nos tocaba Filosofía como tema monográfico «La persona humana», a cargo del P. Ruiz, un santanderino calvo y cojo de muy mala uva, que nos aseguraba en clase que si estuvieran en aquel curso Gustavo Bueno y Sartre, los suspendería sin remisión, no por ateos, sino porque no sabían filosofía. Paco Fierro, que ya estudiaba primero o segundo de Filosofía, tuvo la mala ocurrencia de ir a una residencia de Avelinos en la calle Uría (se trataba de una especie de Opus Dei de menos brillo social) a que le devolvieran un libro, y al saber que era él, salió un jesuita llamado F. Buj y le expulsó del piso porque había oído decir que se consideraba discípulo de Bueno. Era el Oviedo de «La Regenta» en su salsa. En fin, el ínclito teólogo don Cesáreo arremetió contra Bueno en una serie de artículos publicados en el diario «Región», en los que le llamaba «Benito» y «Gustavo Adolfo de Suecia». Don Gustavo sobrevivió a aquellas arremetidas y a otras posteriores de la Policía y del Gobierno Civil, a cuyo frente estaba Mateu de Ros, el Trevín del franquismo. Y empezaron a suceder en el mundo, en España y en Asturias grandes cosas, una de ellas en la misma Asturias, la gran huelga minera de 1962. Una de las grandes preocupaciones de la Policía era impedir la comunicación entre las cuencas mineras y la Universidad, de manera que, como bien decía Juan Benito Argüelles, había que enterarse por «Le Monde» de que había huelga a veinte kilómetros de Oviedo. Don Gustavo fue el primer catedrático de la Universidad, y por los años sesenta el único, que se acercaba a las cuencas a dar charlas y conferencias en los clubes culturales, que eran tapaderas poco disimuladas de la resistencia antifranquista, controladas, como era de esperar, por el Partido Comunista.
Don Gustavo Bueno nos recordaba, una y otra vez, que había que enterarse de lo que sucedía en la calle y tomar partido. Al otro lado de los gruesos muros del edificio fundado por el arzobispo Valdés, las cosas se movían a gran velocidad, pero la Universidad continuaba como en los tiempos en que los catedráticos calzaban como gran muestra de modernidad los chanclos Boston. Entonces publicó en los «Cuadernos para el Diálogo» de mayo de 1967 un artículo verdaderamente importante: «La excepción de Oviedo», uno de los análisis más lúcidos sobre Oviedo y su Universidad en aquel momento tan preciso y tan crucial. En los años sesenta (los años de la consolidación de la revolución castrista, de la guerrilla latinoamericana, de la vía argelina al socialismo, de la descolonización, de Mayo de 1968), el único catedrático de Universidad en España que daba la cara sin demagogias y sin descuidar la cátedra fue Gustavo Bueno. Esto es muy importante, porque nunca dejó de ir a clase con el pretexto de la lucha política, ni utilizó la cátedra para hacer política de partido. Nos recordaba una y otra vez que el filósofo es ante todo un ciudadano, que no hay torres de marfil y mantenía el dominio de la razón sobre las pasiones voluntaristas e infantiloides (sin ir más lejos, su libro sobre Zapatero es resultado de esta actitud). Y nos explicaba, aunque la mayoría no le entendiera, que la escolástica y el marxismo son dos métodos válidos para explicar la realidad.
FUENTE: JOSÉ IGNACIO GRACIA NORIEGA. Publicado por La Nueva España el 22-12-2008. Ver enlace. Gustavo Bueno Martínez (01/09/1924 Santo Domingo de la
Calzada (La Rioja) - 07/08/2016 Niembro (Llanes-Asturias). Filósofo y
catedrático español. Licenciado en Filosofía por la Universidad de Madrid, en
la que obtuvo el título de doctor en 1947. Catedrático de Instituto de
Enseñanza Media desde 1949, impartió clases en el Instituto Lucía de Medrano de
Salamanca, del que fue jefe de estudios y después director. En 1960 obtuvo una
cátedra de Filosofía en la Universidad de Oviedo y en 1997 creó la Fundación
Gustavo Bueno, con sede en la misma ciudad. Es el creador del sistema
filosófico conocido como materialismo filosófico y autor de numerosos libros. Portal de Archivos Españoles (PARES). - Foto: stecy
José Ignacio Gracia Noriega (Llanes, 17 agosto 1945 - Oviedo, 6 septiembre 2016) ha sido uno de los escritores españoles más fecundos, críticos, originales e independientes de los últimos tiempos. La mayor parte de su obra la escribió en su casona familiar de Llanes, rodeado de libros y de un número variable de gatos, dedicado a su único oficio, el de escribir sirviéndose de vetustas plumas fuente y añejas máquinas ignorantes de la electricidad, que se negó a reemplazar por artilugios más modernos. Desde 2007 vivió en Sevares, buscando la tranquilidad y el sosiego que había perdido en su villa natal por enfrentamientos políticos. En febrero de 2011 recuperó judicialmente el título de Cronista oficial de Llanes, del que había pretendido despojarle en 2003 el alcalde del momento. Se formó en las Universidades de Oviedo y Madrid y ejerció el periodismo tanto en la radio como en la prensa regional y madrileña. Durante décadas fue colaborador del periódico ovetense La Nueva España. Miembro del Instituto de Estudios Asturianos (IDEA), recibió los premios de novela Tigre Juan, Casino de Mieres y Asturias. Formó parte del Consejo de Redacción de la revista de filosofía El Basilisco y del Consejo Asesor de la Fundación Gustavo Bueno. Narrador, ensayista, articulista, gastrónomo, crítico literario y cinematográfico, autor de libros de viajes, &c., ha publicado Asturias en pocas palabras (1980), Las crónicas de la Cofradía de la Mesa de Asturias (1980), Crónicas viajeras (1985), Indianos del Oriente de Asturias (1987), Una raya azul por Oviedo (1987), El viaje del obispo de Abisinia a los santuarios de la Cristiandad (1987), Semblanzas (1987), Entre el mar y las montañas (1988), El paso de Faes (1988), Dudoso paraíso (1990), El muro de la eternidad (1991), Vísperas del nuevo tiempo (1992), Los asturianos pintados por sí mismos (1995), Oviedo en los libros (1997), En un jardín tenebroso (1998), El viaje del norte (1999), Alarcos en Oviedo (2001), Asturias, esa desconocida (2001), Hombres de brújula y espada. Aventureros asturianos por el ancho mundo (2002), Don Pelayo. El Rey de las montañas (2006), Emilio Alarcos Llorach (2006), Luz del mar. Faros atlánticos de España y Portugal (con Carlos Olmo) (2007), El arzobispo Fernando de Valdés, la Mitra, la Universidad y la Hoguera (2008), Vivir de milagro (2008), La montaña mágica (2008), Historias de Covadonga (2008), Sobre cocina y gastronomía (2009), El reino mágico de Arturo (2009), Iñigo Noriega, un conquistador en México (2009), Poesía del mar (2010), Menéndez Pelayo. Genio y figura (con César Alonso de los Ríos y Aquilino Duque (2012) y Las burbujas de la tierra (En torno a William Shakespeare) (2016), &c. La Universidad de Córdoba publicó en 2009, sobre su obra, el volumen Gracia Noriega, escritor, coordinado por Luis Palacios Buñuelos, y en el que se incluyen varios cuentos de Ignacio Gracia Noriega. FUENTE: Ignacio Gracia Noriega.
El blog de Acebedo (Antología de
Historia). La Historia es una disciplina académica que aspira a comprender
el pasado y la forma en que se ha configurado el presente. Es necesaria para
entender, para cambiar y para saber cómo ha llegado a existir la sociedad
en la que vivimos.“El único deber que tenemos con la
historia es reescribirla”. (Oscar Wilde)
El Blog de Acebedo se adentra en la historia de nuestra
tierra, TODO SOBRE ASTURIAS, MIERES Y CONCEJO. navegar en este
blog, es conocernos mejor a nosotros mismos y nuestra dilatada
historia. Como decía el poeta mierense Teodoro Cuesta García-Ruiz (09/11/1829
– 01/02/1895), “soy d´esa villa y á honra tengo haber
nacío nella”
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autores aparecen en el pie de cada imagen o al final de cada artículo, si no es
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