El Ejército se parte en Asturias El enfrentamiento entre Juan Yagüe Blanco y Eduardo López Ochoa durante la Revolución de 1934 fue el mayor símbolo de la división de las Fuerzas Armadas, camino de la Guerra Civil https://www.lne.es Además de escenario de una revolución -del 5 al 19 de octubre de 1934-, Asturias será en los últimos meses de ese año un tablero de celadas y jaques entre políticos de la República y también entre oficiales de un Ejército ya tan dividido que 21 meses después será el caldo idóneo de cultivo para la sublevación del 18 de julio de 1936.
El mayor símbolo del Ejército dividido fue el enfrentamiento entre el general Eduardo López Ochoa y el teniente coronel Juan Yagüe Blanco, y, concretamente, el proceso al que el primero sometió al segundo por unas supuestas declaraciones a la prensa. Pero, en realidad, había mucho más fondo en aquel procedimiento judicial que el de unos simples recortes de prensa. Según el archivo de Juan Yagüe, consultado recientemente en Burgos por la LA NUEVA ESPAÑA, lo que Ochoa pretendía era desplazar a Franco del liderazgo que había adquirido en el Ejército tras aplacar desde Madrid la revolución asturiana, como jefe de operaciones y asesor del ministro. En síntesis, el tablero militar en torno a octubre de 1934 consistía en que el titular de la cartera de Guerra, Diego Hidalgo, notario, tenía como jefe del estado Mayor Central al general Masquelet, un hombre de Azaña del que la CEDA y su líder, Gil-Robles, desconfiaban totalmente. La CEDA también desconfía del general Batet, encargado de aplacar la huelga de Barcelona en el mismo mes de octubre; y de López Ochoa, convencido republicano y masón. Gil-Robles propicia que Masquelet sea esquinado y que Franco se instale en el gabinete telegráfico del Ministerio, donde dictaba las órdenes para Asturias que el Ministro asumía inmediatamente. Franco reprocha a Batet su lentitud en Barcelona, y de Ochoa opinará que marcha muy lento sobre Asturias, y con demasiadas paradas.
Con todo, hubo palmadas en la espalda. Cuando, derrotada la revolución, el 24 de octubre visita Oviedo el ministro de la Guerra, Franco le acompaña y abraza calurosa y públicamente a López Ochoa, aun sabiendo que Yagüe le había encañonado unos días antes por blando y por pactar con el líder socialista, Belarmino Tomás, la rendición de las cuencas mineras. Aquel abrazo ocultaba, sin embargo, una creciente hostilidad que se desencadena abiertamente el 9 de noviembre, según se recoge en un documento del citado archivo burgalés. Ese día narra Yagüe cómo «en Madrid me llama a su casa López Ochoa y me dice que había perdido yo en su concepto porque se estaba desencadenando una campaña en la prensa y en las Cortes para restarle a él gloria». El general se lamenta, por ejemplo, de que «hasta el ministro de la Guerra había hablado en el Congreso, al mismo tiempo que de él, de Franco y de mí». En consecuencia, Ochoa le pide a Yagüe que transmita al general Franco que «su situación y actuación colocaba en una posición delicada a Masquelet y podía dar lugar esto a partidismos perjudiciales». Así pues, Franco «tenía que convencer al Ministro de que le destine a Barcelona».
Yagüe transmite el mensaje a Franco y retorna con una negativa total a las pretensiones de Ochoa, quien «apenas sin dejarme terminar, me dijo violenta y textualmente: "¿Con que no quiere ir el general Franco a Cataluña?, pues aténgase usted a las consecuencias; desde este momento empiezo a actuar"». En efecto, el día 16 de noviembre, Ochoa retira a Yagüe del mando de su columna en Asturias y le ordena «que fuera a Gijón y me constituyera arrestado a disposición del general Rogelio Caridad, que instruiría diligencias previas para ver mi responsabilidad por un articulo publicado por "Mundo Gráfico"». En dicho artículo, del periodista Julio Romano, publicado el 14 de noviembre, se atribuye a Yagüe la frase: «La columna del general López Ochoa estaba embotellada en el Cuartel Pelayo», lo cual venía a ser insinuación de la torpeza militar que el teniente coronel atribuía a su superior.
Pero a la instrucción del proceso Ochoa le pedía más: «Las operaciones que realizó en su marcha de Gijón a Oviedo, y que se exigiera amplias explicaciones sobre fechas, horas y puntos exactos y otros pormenores». Y más: si hubo «conversaciones y comentarios entre jefes oficiales del Ejército» contra López Ochoa. Examinado todo ello por los instructores militares, determinan «el archivo de estas diligencias sin declaración de responsabilidades». Era el 6 de diciembre de 1934, pero el proceso iba a traer cola durante los meses siguientes. Y la división del Ejército, ya irreparable, se precipitaría hacia julio de 1936.
FUENTE: J. MORÁN. Publicado por La Nueva España el 19-05-2009. Ver enlace: https://www.lne.es/asturias/2009/05/19/ejercito-parte-asturias/757907.html
J. Morán. Redactor de la nueva España
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