Cuando los Álamos eran los Álamos
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Postal antigua de Oviedo. Paseo de los Álamos (27 de mayo de 1917). (Archivo del Blog) |
La historia de talas y remodelaciones de
uno de los grandes paseos ovetenses, lugar central del corazón ciudadano
y límite del Campo San Francisco.
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Oviedo Paseo de los Alamos, (original). (Archivo del Blog) |
Los Álamos es el lugar de la calle de Uría o del Campo, que ambos
lo comparten amorosamente, en el que el Campo se civiliza, se domestica,
convertido en parque, y allí es donde el asfalto lo hiere por primera
vez. Cuando en 1874 se abre la calle de Uría, en gran parte por
el terreno propio del viejo Campo, se decide hacer, en lo que será uno
de sus nuevos límites, un paseo, que sufrirá diversas reformas y cambios
de nombre a lo largo de sus casi 140 años de vida.
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Paseo de los Alamos. (Archivo del Blog) |
Este nombre,
paseo de los Álamos, es el más antiguo y el más propio, ya que le viene
de los árboles que allí se plantaron para hacer el bulevar, para pasear,
hacia allá y hacia acá, con el camino partido por la hilera de árboles
que, bien orientada, creció rápidamente y para fin de siglo ya tenía un
aspecto medianamente frondoso. El paseo cambió varias veces de
aspecto y de nombre. Sin embargo, afortunadamente, nunca perdió el
atractivo de borde soleado de un frondoso parque, que lo singulariza.
Los Álamos, con la Escandalera y la plazuela de Riego son los tres
lugares que tradicionalmente cambiaron de aspecto con cada nueva
Corporación municipal. En general fueron reformas pequeñas,
combinaciones sobre escasos elementos que, a base de parterres, fuentes y
árboles, bailando de un sitio a otro por el espacio, demostrasen a los
ovetenses los pujos decoradores de los ediles de turno.
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El paseo de los Álamos, bulevar en sus primeros tiempos decimonónicos. (Archivo del Blog) |
El paseo
de Los Álamos sufrió una primera reforma importante hacia 1925, cuando
se tala la fila intermedia de árboles, los hermosos álamos que le daban
nombre, dejando así un ancho paseo. A partir de esta reforma, perdidos
los álamos, empieza a llamarse oficialmente paseo del Príncipe Alfonso,
que era por entonces el príncipe de Asturias. Sin arraigar este nombre
en los ovetenses, en 1931 se cambia la placa por otra, dedicada esta vez
a Pablo Iglesias en un rasgo de repentización política que seguirá con
un nuevo cambio para llamar a los Álamos paseo de José Antonio. El 11 de
febrero de 1937 el Ayuntamiento decide «dar el nombre de José Antonio
Primo de Rivera, inspirador y alma de la Falange Española» a una plaza
llamada de los Caídos que estaba proyectada. Dicha plaza, que por
entonces era campo libre, cercana al de maniobras y al camino del Cristo
de las Cadenas por la prolongación de Santa Cruz, que pasó luego a
llamarse Calvo Sotelo, no se urbanizó hasta años más tarde, y así, el
Ayuntamiento, con prisas de homenajear al fundador de la Falange, da su
nombre al clásico paseo de los Álamos en 1938 y propone que la plaza que
pensaban dedicarle pase a llamarse Ruiz de Alda, que se quedó sin ella
para proponer el nombre de los Caídos y, por fin, se urbanizó con el
nombre de plaza de la Gesta, que conserva. Quedó así el nombre de José
Antonio para el centenario paseo de los Álamos, que sigue llamándose,
recuperando ahora oficialmente como se llamó siempre, en recuerdo de
aquellos primeros álamos que le dieron carácter, perpetuados por otros
de la misma especie que se plantaron hacia 1950.
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Paseo de los Álamos, cuadro de Alfredo Enguix. (Archivo del Blog) |
Los Álamos es
lugar de paseo por excelencia. En los buenos tiempos, en los años
treinta del siglo XX, antes del incendio de Uría, cuando la calle tenía
toda la armonía de que fue capaz, los paseos se fundían en uno y los
paseantes, superadas en gran parte las barreras sociales de los primeros
años, lo desbordan y comparten. El paseo de los Álamos y su vida
social no pasaron inadvertidos a los escritores y citaremos, por
expresivo, el pasaje que le dedica Francisco García Pavón, que lo
conoció en buenos tiempos, cuando hizo aquí el servicio militar, y lo
reflejó en su novela «Cerca de Oviedo», donde habla de cómo las chicas
ovetenses paseaban tan frenéticas arriba y abajo, una y otra vez, que
acababan por gastar sus piernas, y pisaban ya con las rodillas. Esto no
gustó en Oviedo, tan susceptible siempre de su tratamiento literario,
pero tiene su gracia impertinente. Dolores Medio, que no suele
mostrar en sus novelas simpatía especial hacia Uría -«una calle joven,
casi recién nacida, sin personalidad, una calle que nada tenía que ver
con las viejas calles de la dormida Vetusta», dice en «Nosotros, los
Rivero», e insiste, para referirse a la calle restaurada tras la guerra,
«una avenida recta. Flanqueada por edificios modernos, le ofrecía la
perspectiva de una ciudad vulgar, estandarizada»-, se anima en el paseo
de los Álamos: «Viejo paseo de los Álamos... Toda la historia de una
generación, de una ciudad, se encerraba en estas palabras... Ancho paseo
sombreado y recogido entre los álamos que le daban su nombre. Una
apretada hilera le partía en dos avenidas de ida y de regreso, por la
que paseaban las señoritas». Se refiere al aspecto del paseo antes de la
tala del 25.
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Paseo de los Álamos, cuadro de Carlos Cobián. (Archivo del Blog) |
Al hilo de las múltiples reformas del paseo dice
José Francés, en «Madre Asturias», bajo el título «Responso a los Álamos
de Oviedo»: «Clarín amaba entrañablemente los álamos de su Vetusta.
Hasta hace veinte años, decir "los Álamos" en Oviedo era como aclarar de
afable ternura nuestro pensamiento. Ahora esas dos palabras dejan un
sabor ácido en los labios que las pronuncian. Las asesinaron la
dendrofobia contumaz del Gran Maestre de los Arboricidios españoles y la
cursilería edilicia de los innovadores parcos de perspectiva. Y al
desaparecer aquéllos, uno de los más deleitosos lugares ovetenses perdió
su encanto peculiar... El jardinero y arboricida mayor de Madrid (que
fue llamado por el Ayuntamiento de Oviedo para transformar el paseo)
supuso que aquellos próceres álamos estorbaban con su rural catadura al
señorío moderno de la ciudad. Él dice que no odia los árboles, pero ama
los jardines cursis que el sol calcina, los jarrones cursis que llaman
decorativos...». No sabemos quién sería por entonces el jardinero mayor
de Madrid, pero está claro que Francés echaba de menos nuestros álamos.
Como nosotros.
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Oviedo, paseo de los Álamos. Por Luis Arias. (Oviedo). (Archivo del Blog) |
FUENTE: CARMEN RUIZ-TILVE - CRONISTA OFICIAL DE OVIEDO
Carmen Ruiz-Tilve Arias
(Oviedo, 1941) es escritora, Doctora en Filología (su tesis aborda la obra
narrativa de Dolores Medio) y Catedrática de Didáctica de la Lengua y la
Literatura de la Universidad de Oviedo. Escribe libros desde 1985 y es
colaboradora habitual en prensa. Carmen es una persona polifacética. Casi todo
gira en torno a la lectura y la creación literaria: además de entusiasta
profesora e investigadora en el área de Didáctica de la Lengua y la Literatura,
es escritora, cronista y bibliotecaria. Entre 1980 y 1982 fue bibliotecaria en
la Facultad de Filología de esta misma Universidad. Incluso, ha realizado sus
pinitos en el mundo del cine. Desde marzo de 1999 es Miembro Correspondiente
del Real Instituto de Estudios Asturianos, y, desde 1998, Miembro del Jurado del
Premio al Pueblo Ejemplar, convocado por la Fundación Príncipe de Asturias.
Interviene con frecuencia en otros jurados, principalmente literarios, y
colabora, a través de conferencias, charlas y mesas redondas, con diversas
asociaciones culturales, divulgando las múltiples facetas de lo asturiano y
ovetense. Su extensa actividad literaria cuenta con obras didácticas, diversos
ensayos sobre Oviedo y Asturias, Su extensa actividad literaria cuenta con
obras didácticas, diversos ensayos sobre Oviedo y Asturias, colaboraciones en
prensa (entre las que destacan sus Pliegos de cordel en La Nueva España) y
varias novelas: Crisantemos para todos, La edad de oro, Galería de espejos,
Cuentos encadenados y Las dos caras de Jano, entre otras. El 4 de septiembre de
2002 fue nombrada Cronista Oficial de Oviedo (Asturias). FUENTE: https://fpe.uniovi.es
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